Sr. Presidente del Comité Nacional, Dr. Ernesto Sanz:
¿Cómo le va señor Presidente? Usted está leyendo estas líneas por diferentes motivos. El primero de ellos es nuestra intención de contarle una historia. Tenemos el presentimiento de que le va a gustar.
Había una vez un joven. Un adolescente de 15 años. En su casa se hablaba de política pero sus padres no estaban enrolados en ningún partido ni habían desarrollado ningún tipo de militancia. En las clases de historia escuchó por primera vez sobre la Revolución del Parque, sobre Alem e Yrigoyen. Le llamó la atención. Quiso indagar más en el asunto y profundizar sus conocimientos. Su profesora, simpatizante radical, lo ayudó con algunos textos. Pero había algo que lo inquietaba. Quería más. Fue entonces que decidió recorrer las librerías de la calle Corrientes con el objetivo de conseguir los libros necesarios para seguir satisfaciendo su curiosidad sobre el radicalismo. Y así se empezó a enamorar. Aprendió sobre la intransigencia, sobre cómo anteponer los principios por sobre las cuestiones electorales y sobre la lucha por el voto universal. Leyó y leyó. Se sintió orgulloso por los gobiernos de Yrigoyen. Hasta se emocionó un poco por YPF, la defensa de la soberanía nacional y la posición independiente frente a la grandes potencias mundiales. Se sorprendió con la Reforma Universitaria. Le encantó eso de que “somos la causa contra el régimen”. Luego, se entristeció un poco a la hora de aprender sobre aquellos momentos en los que la UCR claudicó sus ideales: la década infame y aquellos correligionarios que entregaron su pertenencia partidaria para ser cómplices de los que siempre habían sido nuestros adversarios. Se decepcionó al leer lo que fue la Unión Democrática, mientras se imaginaba que hubieran pensado Alem e Yrigoyen si hubieran visto como su partido acordaba una alianza electoral con los conservadores, componente principal del repudiable régimen falaz y descreído.
Pero siguió avanzando. Siguió aprendiendo. Así vio como una generación de idealistas oxigenaba al partido y lo reencauzaba en sus principios históricos. El joven quedó maravillado al leer la Declaración de Avellaneda. Se sintió identificado por aquellos irreverentes radicales que se enfrentaban a los unionistas. El renacimiento de la intransigencia. De la mano de Balbín, Frondizi, Lebensohn y Larralde. Como si fuera poco, investigó qué hizo su partido en tiempos más duros, cuando el hambre de poder de gobiernos autoritarios puso en peligro la libertad y la democracia. El joven se vio encantado al conocer los discursos del glorioso bloque de los 44.
Ya convencido de que el viaje que emprendía era sólo de ida, se dejó seguir enamorando. Llegó a sus manos la historia de Arturo Illia. Escuchó sobre la Revolución Democrática, la democracia social y la ley de medicamentos. Se identificó con la austeridad y el republicanismo. Luego, ya inmerso en un mundo de ideales y romanticismo, el joven se familiarizó con Raúl Alfonsín y la Junta Coordinadora Nacional. Se memorizó los cantos. La vida y la paz, el Juicio a las Juntas, la recuperación democrática y la lucha por un país más justo.
Y así, el joven ya no tuvo dudas. Junto fuerzas, tomó coraje y se acercó a una reunión de la Juventud Radical. Al poco tiempo, ingresó a la Universidad y comenzó a militar en la Franja Morada. El joven cristalizó todo eso que tenía guardado. Comprometió su vida a la transformación de la realidad. Puso todas sus fuerzas en colaborar a reconstruir la Unión Cívica Radical.
Este joven, señor Presidente, no es usted. Quizá en algún momento lo fue, pero al menos hoy, no lo es. Tampoco es una persona en particular. Sino que es una expresión de lo que todos los militantes juveniles del radicalismo somos. Es la unión de cada una de nuestras historias. Es la mejor metáfora para unir en un único relato el encuentro que cada militante tuvo con el radicalismo. Quizá usted no sienta nada al leer esto. Pero tal vez, aunque sea por un segundo, usted se ponga en el lugar de ese joven y reflexione sobre qué le diría él a usted con respecto a lo que está haciendo como presidente del Comité Nacional. Ese joven, estamos seguros, le diría que se está equivocando. Muy probablemente también lo insultaría. Ese joven somos nosotros. Y a continuación le vamos a dar nuestras razones para oponernos a su estrategia electoral. Aspiramos a que, por un segundo, piense como va a pasar usted y su conducción del radicalismo a los libros de historia.
¿POR QUÉ NO?
Mucho ruido. Operaciones. Chamullo mediático. Dirigentes que pierden perspectiva y entregan todo.
En el medio, nosotros. Siempre nosotros. Los que sentimos al radicalismo bien adentro. A los que se nos infla el pecho al decir que somos radicales.
En estas líneas vamos a intentar a exponer del modo más claro y conciso posible por qué no queremos un acuerdo con la derecha. También, buscamos con esto interpelar a aquellos jóvenes o viejos que todavía hoy, a pesar de todo, siguen enamorados de la UCR. Para hacerlo, hemos elegido dividir nuestro análisis en dos órbitas distintas. Hacia allá vamos.
- JUSTICIA, IGUALDAD Y LIBERTAD. NO QUEREMOS PORQUE NO ES LO QUE SOMOS
Según nuestra óptica, el primer eje de análisis es bastante simple. No requiere ningún giro argumental complejo. Pero no por ello, pierde validez.
Desde la Franja Morada y la Juventud Radical, nos oponemos a la idea de construir un frente electoral junto a Mauricio Macri y el PRO por razones ideológicas, históricas y de identidad.
Como militantes políticos con conciencia de la realidad tenemos, lógicamente, toda una concepción de lo que la Unión Cívica Radical representa. Todo lo que la Unión Cívica Radical es. Esta concepción o idea nace de un ejercicio intelectual de introspección sobre nosotros mismos y nuestra historia. Elegimos ser radicales por una serie de valores y principios. Así también, por modos y prácticas. Pero principalmente, estamos seguros, por esos valores y principios que inspiraron revoluciones, luchas políticas y grandes conquistas. Creemos profundamente que 125 años de historia no fueron en vano.
Con algo de vanidad quizá, nos consideramos herederos de esos valores y principios. Nos sentimos herederos de Alem, Yrigoyen, Lebensohn, Larralde, Illia y Alfonsín. Con toda honestidad, no creríamos de ningún modo en nuestro partido en caso de que se convierta en un instrumento de los poderosos para mantener sus privilegios, una mera herramienta electoral para reproducir viejos esquemas de dominación y dependencia al servicio de sectores acomodados. Nuestra convicción de lo que el radicalismo es, nos direcciona a expresarnos en contra de ello. Y nos expresamos de tal modo porque concebimos al radicalismo como una manera de vivir en la cual la justicia es el valor principal. A nuestro entender, un radical cuyo espíritu no aliente un sentimiento de justicia no es tal. Nuestra cosmovisión de la UCR nos lleva a entenderla como una fuerza que debe, de modo inclaudicable, permanecer junto a los desfavorecidos, los caídos en desgracia, aquellos que jamás tuvieron justicia.
En ese sentido, no tenemos duda alguna de que nuestro objetivo es la transformación social. Lograr un país más justo, más igual, más desarrollado, más libre. Los valores que alientan nuestra militancia diaria son aquellos que movilizaron a nuestros héroes del pasado.
Por otro lado, este cuadro de situación no deviene sólo de nuestra concepción del radicalismo, sino también de lo que a nuestro entender representan Macri y el PRO. Primeramente, el apellido Macri representa en la historia argentina un grupo empresario cómplice de la dictadura militar, la cual condenó al conjunto del pueblo argentino a pagar por sus malos manejos a través de la tristemente célebre estatización de la deuda privada. Además, las empresas de la familia Macri fueron las principales contratistas de obra pública durante el menemismo y constituyeron uno de sus apoyos fundamentales en el seno de la clase empresaria.
Consecuentemente, el PRO en el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires ha demostrado su naturaleza de un modo claro y explícito. Mauricio Macri es el responsable de la fuga más significativa hacia la educación privada en desmedro de la pública. Se han cerrado infinidad de cursos de las escuelas estatales, se aplicaron criterios educativos retrógrados y la indiferencia del Jefe de Gobierno ha sido manifiesta en el déficit de infraestructura y en la dispar asignación de recursos presupuestarios.
Asimismo, el Gobierno de la Ciudad gasta la impactante cifra de 1320 millones de pesos al año en publicidad. En términos porcentuales, Mauricio Macri gasta de un modo nada republicano mucho más en propaganda política que el kirchnerismo. ¿Qué opinan de esto los correligionarios que pugnan en favor de la alianza y al mismo tiempo vociferan críticas al Gobierno Nacional por la utilización de los recursos en los medios de comunicación estatales? Para ciertos asuntos, ¿hay una doble vara?
Finalmente, nuestras diferencias político – ideológicas con el PRO van mucho más lejos. El alarmante estado de la salud pública, la repetida respuesta represiva a las protestas sociales, el procesamiento del Jefe de Gobierno por escuchas ilegales y las declaraciones en favor de las banderas del justicialismo nos resultan razones suficientes.
Para avanzar en cristalizar en hechos los valores de justicia, igualdad y libertad sabemos que no hay un solo camino. No es simple elegirlo. Nadie tiene la verdad absoluta. Sin embargo, de una cosa estamos muy seguros: si el Comité Nacional de la UCR opta por avanzar en la construcción de acuerdos electorales con fuerzas conservadoras como el PRO, nuestro partido le daría la espalda a su historia, a sus principios y a sus militantes.
- LA CUESTIÓN DEL PODER: ¿PRAGMATISMO O ESTUPIDEZ?
El punto de análisis a considerar a continuación es más fructífero que el anterior. El argumento a desarrollar ataca el corazón de las motivaciones de los dirigentes proclives al acuerdo con la derecha.
Si uno se decide a realizar el ejercicio de preguntarle a los acuerdistas por una justificación a su deseo de hacer realidad un acuerdo de esta naturaleza, seguramente contestará, como muchos lo harían, justificándose en la vocación de poder. En esa idea tan triste que conlleva admitir que se transigen los principios, pero a cambio de mucho. A cambio de llegar al poder después de tanto tiempo. Sin embargo, no es así.
Los jóvenes radicales tenemos muy claro que no es de esta manera. Que una gran coalición electoral con la derecha no va a mejorar nuestras chances en el 2015. Sino todo lo contrario. De seguir esta estrategia, perderíamos votos, credibilidad y futuro.
En este sentido, sobran pruebas para afirmar que avanzar en una alianza con estos sectores no va a beneficiarnos en el plano electoral. Si bien es cierto que aquellos caudillos provinciales con chances de ganar gobernaciones se van a ver beneficiados con el hecho de tener su boleta pegada a un candidato que a priori posee mayor caudal de votos, eso de ningún modo implica tener que elegir entregar todo lo que el radicalismo detenta en favor de un candidato extraño a nosotros como es Mauricio Macri. Eso es lisa y llanamente una estupidez.
De este modo, la estrategia de poner al servicio del PRO nuestro despliegue territorial, nuestro golpeado pero aún sobreviviente electorado simpatizante y nuestros militantes, no genera casi nada conveniente para el radicalismo. No sólo no va a sumar, sino que va a restar y conspirar contra nuestro futuro. Proveerle las herramientas a un partido con intenciones de convertirse en una tercera fuerza histórica independiente del radicalismo y del peronismo es poner en riesgo la preeminencia de la UCR en la vida política argentina. Va a traer aparejado dejar vacante un lugar que nos pertenece. Que le pertenece a todos los radicales. Y que por tanto, debe ser ocupado por un radical.