Ignacio Medina
2 ABR 2015 - 23:22 CEST
Eduardo Cianca, en la finca La Anunciación, La Plata.
Encontrar 20 variedades de tomate juntas, sobre una sola mesa, es toda
una sorpresa, allí donde estés. Saber que en este comienzo del otoño
porteño, el número de variedades disponibles en
Buenos Aires
alcanza la treintena es doble motivo de asombro. Pero si nos dicen que a
lo largo del año se puede disponer de 51 tomates diferentes, estamos
ante un acontecimiento. Mucho más cuando se concreta en la parte del
continente americano articulada en torno a la cordillera andina.
Dicen que el tomate nace, precisamente, en los Andes —aunque deberá
llegar a México para ser definitivamente domesticado—, y sin embargo es
un fruto descuidado y casi extraño en los mercados de Sudamérica. No es
difícil encontrar tomatillos silvestres a lo largo de la
cordillera andina
—en Chile, Perú y Bolivia se han incorporado tímidamente a las cocinas
de algunos restaurantes—, pero esta es una región acostumbrada a manejar
sus cocinas a golpe de contradicciones: por aquí mandan los híbridos de
tomate pera, creados en los años sesenta para la industria conservera.
Descubro el tomate con mayúsculas en el primer plato del menú que sirven
en El Baqueano, el estimulante comedor de Fer Rivarola y Gabriela
Lafuente en San Telmo. Es el protagonista exclusivo de un plato llamado
Texturas de tomate reliquia, preparado con ocho variedades de tomates
amarillos. Varios de ellos son cherrys, pero en el plato manda el
tremendo carácter del amarillo pike; grande, carnoso y ligeramente
lobulado. El fondo del plato está cubierto por un gazpacho fresco y
estimulante. Se completa con un granizado, tejas crujientes, un polvo
preparado con las pieles secas y trituradas… Por encima de todo, los
aromas y el sabor del tomate recién arrancado de la huerta.
Los ocho tomates del plato de El Baqueano vienen de La Anunciación, una
huerta orgánica instalada en la zona de Abasto, cerca de La Plata (unos
60 kilómetros al sur del centro de Buenos Aires). Desde hace casi 30
años son los dominios en los que se manejan Mariana del Pino y Eduardo
Cianca. Se lanzaron en 1988 al cultivo de hortalizas orgánicas y se
especializaron en tomates hace cuatro años, casi por encargo. Fernando
Jara, un cocinero argentino que había trabajado con Mauro Colagreco en
el restaurante Le Mirazur, en la costa azul francesa, les trajo semillas
de los tomates que cultivaba Colagreco en su huerta de Mentón y les
pidió que los produjeran para él. Entre ellos estaban el negro de Crimea
o el cherry oro.
El tomate era un producto rico que había dejado de serlo, y estábamos en condiciones de volver atrás
Eduardo Cianca
Al calor de la nueva propuesta llegaron otras demandas. Nuevas
variedades y formatos que rápidamente se fueron incorporando a sus
huertas. En apenas cuatro años han concretado un catálogo que incluye 51
variedades producidas en distintos momentos del año. Eduardo Cianca lo
tiene claro: “El tomate era un producto rico que había dejado de serlo, y
estábamos en condiciones de volver atrás”.
Apenas empezado el otoño, encuentro formas, aromas y sabores familiares
en la despensa española —el Montserrat o el corazón de buey—, junto a
frutos procedentes del sur de Francia como el rojo de los Andes, un
espectacular tomate pera que vira del rojo al amarillo, o el pantano
romanesco, el tomate del Lazio que muchos relacionan con el platense,
una variedad desarrollada en Argentina por los primeros inmigrantes
italianos.
Hay todo lo que puede soñar un aficionado a la cocina, y algo más. Por
lo pronto, una legión de tomates cherry, encabezados por el negro,
minúsculos tomates pera de color amarillo, algunos peras de buen tamaño y
mejor prestación, como el piquillo, y unos cuantos tomates verdes. El
tomate de cáscara, emblema de la despensa mexicana, es uno de los más
difíciles en estas latitudes. Destaca una variedad violeta. También
proporciona algunas variedades especialmente cotizadas. Entre ellas, el
verde cebra, el verde limón o uno de color verde jaspeado, que tiene
nombre y apellidos: Michael Polland. Un mundo por descubrir.