La revolución de los hermanos Castro representada por matones
Las quejas y bravuconerías de los castristas en Panamá empañan la imagen del régimen. Son incapaces de sostener con sus opositores un debate que no esté basado en el atropello, la descalificación y el uso de la fuerza bruta
Delegación oficial cubana realizando acto de repudio en Panamá ,... nada nuevo el libreto es viejo como ellos ...
A raíz de lo que está sucediendo en Panamá, los medios de propaganda del régimen castrista han alterado sus prácticas habituales. Mientras se aguarda el inicio de la Cumbre Intergubernamental y el consiguiente arribo de los jefes de estado y gobierno, los espacios informativos oficialistas extienden sus horarios de transmisión para dar amplia cobertura a los eventos paralelos de la sociedad civil.
De nuevo sucede con frecuencia que el Noticiero Nacional de Televisión —por ejemplo— alargue su duración: en vez de la media hora habitual, su Emisión Estelar llega a ocupar el doble de tiempo. Esto resultaba algo común bajo Fidel Castro, pero en tiempos de su hermano menor constituye un hecho excepcional.
En las últimas horas, el interés del Departamento Ideológico del Comité Central —que dirige, orienta y censura esas transmisiones— se centra en la Cumbre de los Pueblos. La mayor parte del tiempo televisivo ha estado consagrada a recoger los lamentos de la nutrida delegación de la autotitulada “sociedad civil revolucionaria”, enviada desde La Habana bajo el mando de Abel Prieto, asesor del jefe de estado y gobierno.
Entre los quejosos que desfilan ante las cámaras hay de todo, como en botica. Hemos visto —por ejemplo— a un dirigente del ramo de la literatura que, en lugar de defender la libre emisión del pensamiento (lo que cabría esperar de un intelectual), se dedica a denigrar de modo virulento a quienes piensan distinto que el gobierno cubano y se atreven a expresarlo.
También aparece en las cintas cierto conocido dirigente religioso que se autoproclama seguidor de Cristo. El personaje, mientras habla sobre los que dentro de la Isla se enfrentan al castrismo, lanza en derredor miradas furibundas, gesticula con violencia y exhibe en su boca un rictus de crueldad. Todo su lenguaje —tanto oral como corporal— manifiesta una sola cosa: odio visceral. ¿Y es un pastor cristiano!
La esencia de lo que plantean todos los descontentos es la misma: condenan que los organizadores del evento hayan dado acceso a cubanos inconformes con el actual régimen, tanto de la Isla como del Exilio. Los meten a todos en un mismo saco y, dando muestras de una paupérrima imaginación, les ponen una y otra vez las mismas etiquetas: “terroristas” y “mercenarios”.
Este último adjetivo invita a sonreír. Entre los así calificados se encuentra (por sólo mencionar uno) el licenciado Guillermo Fariñas. Me consta que el combativo y fraterno Coco ha criticado —y de manera bien tajante, por cierto— los pasos dados en los últimos meses con respecto a Cuba por el presidente Obama y su Administración. ¡Y es ése uno de los “mercenarios al servicio del Imperio”! ¡Menudo “asalariado” se han buscado los norteamericanos!
Pero, desde el punto de vista de la disidencia, lo mejor de todo es la imagen mediática que los castristas, con sus ayes, están proyectando hacia el cubano de a pie. Durante decenios, el “Comandante en Jefe” y sus paniaguados se presentaban de modo subliminal (a veces no tanto) como los más guapos, los invencibles, los que siempre se salían con la suya, los poseedores de los órganos sexuales —por alguna razón misteriosa, siempre masculinos— de mayor tamaño.
Pero he aquí que, de pronto, sus enviados se muestran incapaces de discutir sus opiniones con compatriotas que piensan diferente. Porque podrán alegar falsamente que para ellos constituiría un problema de principios estar bajo el mismo techo que los supuestos “mercenarios”, pero en esencia se trata de lo antes dicho: el reconocimiento tácito de su impotencia para sostener, en presencia de terceros, un debate de pensamiento. ¿En eso quedó la tan cacareada “Batalla de Ideas”!
Al propio tiempo, proyectan una imagen de perdedores, de pobres desvalidos que no son admitidos en sitios a los que desean entrar. Hace días, el rechazo de los tarugos del impresentable sindicato oficialista CTC —defensores de la patronal y perseguidores de obreros— anticipaba esta situación. A ello se añade ahora el rechazo de decenas de otros enviados oficiosos y la consiguiente decisión de los jefes de la delegación enviada desde La Habana: abandonar en masa el sitio del encuentro.
A esta última medida se sumaron los chavistas: otros que también son incapaces de sostener con sus opositores un debate que no esté basado en el atropello, la descalificación y el uso de la fuerza bruta.
Veremos qué nos deparan los próximos días. Pero barrunto que el evidente deterioro de la imagen victoriosa de los castristas, propiciado por los mismos medios de difusión al servicio del régimen, provocará sinsabores a más de uno de los burócratas que diseñaron la contraproducente campaña propagandística actual en el tenebroso Departamento Ideológico. ¡Ojalá!