Como muchos latinoamericanos que crecieron en la década del ’60, el argentino Guillermo Gaede admiraba a Ernesto "Che" Guevara.
En 1973, a los 21 años, "Bill" –como le dicen todos– se afilió al comunismo y se dispuso a ayudar a Cuba, tal como había hecho su compatriota.
Pero su intento de viajar a la isla fracasó cuando el país rechazó su pedido de visa.
Una década más tarde, ya con treinta años, casado y viviendo en Estados Unidos, a Gaede se le ocurrió una forma distinta de colaborar con el gobierno de Fidel Castro.
Era ingeniero y había conseguido trabajo en una de las empresas más importantes que surgieron de la incipiente industria informática estadounidense: Advanced Micro Devices (AMD).
Así fue que tuvo la idea de transferirle a Cuba los secretos tecnológicos sobre cómo construir los circuitos integrados de AMD.
"Me convertí en espía para el gobierno cubano", contóBill Gaede, durante una visita a Buenos Aires.
Y la estadía en su país de origen no es casual: "Bill" llegó a la capital argentina para asistir al estreno de un documental que cuenta su historia.
"El Crazy Che", de los directores Pablo Chehebar y Nicolás Iacouzzi, se estrenó a mediados de abril en el Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (Bafici).
Crazy Che Los realizadores explicaron que el nombre del film surgió por el apodo que recibió Gaede en prisión.
Allí fue donde terminó el espía en 1995, luego de ser acusado por las empresas en las que trabajó de vender sus secretos comerciales.
El argentino fue sentenciado a 33 meses de prisión, tras lo cual fue deportado de Estados Unidos.
Pero el juicio fue escandaloso. No solo porque se reveló públicamente que Gaede había espiado para Cuba. Sino porque el espía contó que trabajaba bajo las órdenes de los servicios de inteligencia estadounidenses.
Resulta que luego de una década de espiar para Cuba, y tras la caída de la Unión Soviética, Gaede decidió cambiar de bando: se hizo doble agente.
"En 1990 mi esposa y yo visitamos Cuba y quedamos completamente desencantados. Nos dimos cuenta de que el comunismo era una gran mentira".
"Ahí decidí que no sólo tenía que dejar de ayudar al gobierno cubano, sino que tenía que ayudar a derrocarlo".
Contra espionaje En colaboración con un grupo de espías cubanos descontentos con el gobierno de la isla –entre ellos Rolando Trujillo, liberado a finales de 2014 por Cuba como parte de su acuerdo de deshielo con EE.UU.– Gaede ofreció colaborar con la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
Pero el pacto, que incluyó a la Agencia Federal de Investigaciones (FBI), duró poco: los estadounidenses no creyeron la información que Gaede aportó sobre los servicios de inteligencia cubanos.
"Creyeron que era todo parte de un complot de Castro", relató.
Por eso, asustado por su porvenir, Gaede decidió utilizar su talento para el espionaje tecnológico para fines más personales.
Había conseguido un empleo nuevo en la empresa informática Intel –él asegura que con ayuda del FBI– y logró copiar las especificaciones técnicas para la construcción del microprocesador Pentium, la joya de Intel.
Y dice que le vendió esa información a China e Irán por una cifra que no quiso revelar, aunque estimaciones privadas calculan el valor de esos datos en unos US$20 millones.
Fue esa venta la que eventualmente lo llevó a ser juzgado y encarcelado.
Y su caso también sentó jurisprudencia: hasta el momento no había ley en EE.UU. que penara los robos informáticos, en la que el bien hurtado es intangible.
Su juicio llevó a que en 1996 el Congreso aprobara el Acta de Espionaje Comercial, que pena dichos delitos.
Como un juego Cuando uno imagina el mundo del espionaje y el contraespionaje suele suponer una vida llena de intrigas, adrenalina, miedo.
Nada de eso padeció "Bill".
"Lo tomé como un juego. Era algo que me salía bien, así que lo seguí haciendo. Pero nunca temí por mi vida".
Los directores del documental, Pablo Chehebar y Nicolás Iacouzzi, confirman la percepción de que Gaede es un espía "atípico".
"Si uno se entera cómo se convirtió en espía no lo puede creer: literalmente fue hasta la puerta de la embajada de Cuba en Buenos Aires y ofreció entregar información", relatan.
Y así fue también como terminó vendiendo los secretos comerciales del Pentium a China e Irán: tocando la puerta de las embajadas en Argentina, país al que visitó muchas veces a lo largo de su vida, y donde todavía viven sus hermanos.
El mismo aspecto de "Bill" también sorprende: en el documental se lo ve cantando, riendo constantemente, tocando la guitarra... una imagen muy lejana de la que nos ofrecían los típicos films y libros de espionaje.
El propio Gaede admite que su historia parece inverosímil. "Fue una vida bien rara", dice con una carcajada.
Y si bien ya no es espía –una actividad que, asegura, no extraña– la vida de este "Che loco" sigue siendo atípica.
Hace 12 años que reside en Alemania, el país de su padre y donde hoy viven sus hijos. Pero ya no trabaja en tecnología.
"¿Quién me contrataría?", pregunta, muerto de la risa.
Hoy su pasión es la física, y pasa su tiempo difundiendo a través de redes sociales y sitios como MetaCafe sus originales y controvertidas ideas, que disputan algunas de las creencias más aceptadas de la ciencia, como la teoría de la relatividad, de Einstein.
También se dedica a rememorar sobre su pasado: además de colaborar con el documental escribió su autobiografía, que acaba de ser republicada bajo el nombre de "El Crazy Che".
Según él, fueron las circunstancias las que guiaron su camino, y no vice-versa.
"No es lo que yo planifiqué, terminó siendo algo muy diferente. Pero la vida es así", concluye, filosófico.