Madrid, 31 de enero de 2015. Podemos consigue reunir a más de 120.000 personas en la Puerta del Sol y las calles aledañas en una efervescente manifestación «por el cambio político» en su primer acto multitudinario en las calles. Del hervidero popular emergen pancartas y muchas banderas, la inmensa mayoría republicanas; apenas hay rastro de la constitucional.
Esta estética, similar a la que puede presentar una manifestación de cualquier partido de izquierdas, no llama la atención en una formación como Podemos, porque tanto sus dirigentes como una buena parte de sus militantes son abiertamente republicanos y de izquierdas. Sin embargo, en el seno de la dirección de Podemos ha tenido lugar un debate llamativo sobre la necesidad de normalizar la relación del partido con la bandera rojigualda, es decir, si asumirla como un símbolo despojado de las connotaciones políticas del franquismo, la derecha o el modelo de Estado, como ya ha hecho una gran parte de la sociedad española, especialmente los jóvenes que han crecido en la etapa democrática.
Tres miembros de la cúpula de Podemos han confirmado a este diario que el debate se ha abordado entre ellos -no necesariamente en las reuniones formales de la ejecutiva-, pero reconocen que es una cuestión «difícil» de plantear. Pero todos ellos coinciden en que la relación de la población con la bandera es más «natural» que la que guardan algunos partidos de izquierdas.
Después de evolucionar en el terreno de la moderación en algunas propuestas, para reivindicar su sitio en el espacio «abandonado» por el PSOE, Pablo Iglesias ha roto estereotipos -o léase complejos- de la izquierda más clásica. Así, en sus mítines ha despatrimonializado de la derecha palabras como «patria» -reformulando su sentido para definirla como «la gente» y no como un espacio territorial- o ha alabado a los profesionales del Ejército, la Policía y la Guardia Civil. ¿Cuándo aparecerá en un acto público con la bandera española? Como ha hecho, por ejemplo, Teresa Rodríguez en campaña con la enseña de Andalucía. «Estoy deseándolo, pero nuestra gente se resiste, no lo ve muy claro», dice un influyente dirigente de Podemos, que admite la dificultad de cambiar esa mentalidad.
Cuando los líderes del partido de Pablo Iglesias reflexionan sobre este tema, se les viene sobre todo una imagen a la cabeza: la reacción de la sociedad española en la victoria del Mundial de fútbol de 2010. Y cómo la gente inundó las calles del país con banderas, o se la pintó en la cara, como habría ocurrido en cualquier otro país del mundo.
En sus conversaciones, admiten que éste fue un «fenómeno social importante» que no se puede pasar por alto y del que habría que «tomar nota», pues la «naturalidad» con la que se relaciona la ciudadanía con la rojigualda es un hecho evidente, explica otro dirigente de Podemos. Además, se recuerda que no fue un fenómeno aislado, sino que coincidiendo con la edad de oro del deporte español, la escenografía se ha repetido en otros triunfos deportivos.
Por eso, se señala que hace ya tiempo que una gran parte de la ciudadanía despojó de la bandera rojigualda los estigmas que aún permanecen en otros sectores inmovilistas que reivindican la tricolor como el símbolo de la libertad y contra la dictadura. En cualquier caso, pese a que el tema se ha tratado en alguna ocasión entre los miembros más influyentes, todavía no hay ninguna conclusión, tan sólo estas reflexiones.
Madrid, 31 de enero de 2015. Pablo Iglesias cita hasta siete veces la palabra «patria» en Sol. «Hoy decimos patria con orgullo y decimos que la patria no es un pin en la solapa, no es una pulsera. La patria es esa comunidad que asegura que se protege a todos los ciudadanos». La palabra ha dejado de ser tabú para quedarse en sus discursos, y ahora la arroja contra la derecha: «A todos esos arrogantes hay que llamarles 'traidores a la patria'. No se les puede llamar de otra manera». «La patria es lo contrario de la corrupción».