Cilia Flores, la primera dama de Venezuela, no responde al modelo de las primeras damas, pero las circunstancias de la sobrevenida candidatura presidencial de su marido, el presidente Nicolás Maduro, la colocaron quizás en el lugar menos apropiado para el animal político que ella es. Casi no se ha escuchado su voz en los dos últimos años, los primeros de la presidencia de su esposo. Ese obligado receso culminó el pasado domingo. Flores, llamada “la primera combatiente” en la jerga oficial chavista, estrenó el domingo un programa de televisión llamado “Con Cilia en familia” en el que dará a conocer la obra social del gobierno.
El concepto pertenece al gobernante venezolano, quien decidió convertir el segmento donde participaba la primera dama en su programa, “En contacto con Maduro”, en un espacio propio. “La familia es lo principal para la revolución. Entre la gente humilde hay familias bien constituidas. Son millones de personas que han sido beneficiados, que han sido atendidos y esas historias también deben contarse”, ha dicho la primera dama al inicio de la transmisión.
Con la canción El reparador de sueños, del trovador cubano Silvio Rodríguez, como fondo musical, la cámara mostró a Flores recorriendo el Hospital Cardiológico Infantil, la obra más promocionada por el gobierno por sus más de 9.000 intervenciones gratuitas a niños cardiópatas en más de una década de servicios, y conversando con pacientes y familiares. A una de ellos le obsequió una casa de las que construye la Gran Misión Vivienda Venezuela, uno de los programas sociales más impactantes de la era chavista, después de escuchar que vivía arrendada. Tropezarse con la pareja presidencial por estos días puede cambiarle la vida a cualquiera. En una pasada emisión de su programa, el jefe del Estado venezolano decidió regalarle una camioneta último modelo a una familia que transitaba en un destartalado vehículo de marca estadounidense por la autopista que comunica al aeropuerto de Maiquetía, el principal del país, con Caracas al lado de la caravana presidencial. El Presidente se detuvo y se bajó a conversar con la persona que manejaba para ofrecerle el coche que él venía manejando.
Ese primer segmento mostró más amable de Flores, que cobró fama de mujer recia durante la presidencia de Hugo Chávez (1999-2013), a quien acompañó como parte de su equipo de abogados mientras estaba preso por liderar la intentona golpista de febrero de 1992 contra el entonces mandatario Carlos Andrés Pérez. Ella ha sido diputada al Parlamento venezolano, presidenta del Poder Legislativo entre 2006 y 2010 y la última procuradora general de la República de la era del caudillo. En los siguientes dos cortes del programa honró ese perfil. Recordó las muertes ocurridas entre febrero y junio de 2014, cuando un sector de la oposición demandó en las calles la salida de Maduro, y otros hechos de violencia ocurridos en su joven mandato y repasó algunos hitos de su gestión en la Asamblea Nacional.
La acompañaron ministros, gobernadores de Estado y diputados en esa suerte de recorrido por su vida de dirigente político. A Hugo Chávez le dedicó la última parte del programa. En 2009, durante la presidencia de Flores, el Parlamento solicitó una enmienda de la constitución que derivó en un referéndum que eliminó los límites para reelegirse en cargos de votación popular. El programa es también un viaje al fondo de sus convicciones chavistas.
Flores es una más de las decenas de funcionarios venezolanos con programas de televisión. Todos de algún modo calcan el formato que en su momento impuso Hugo Chávez en Aló, Presidente, un espacio que se transmitió durante casi toda su gestión. Fueron 1.656 horas de transmisión, el equivalente a 69 días ininterrumpidos sin hablar. La última emisión fue el 29 de enero de 2012, semanas antes de que Chávez fuera operado por tercera vez de un cáncer, que finalmente acabó con su vida en marzo de 2013. Desde la óptica del chavismo esos programas conducidos por funcionarios públicos buscar realzar una gestión que es “invisibilizada” por las corporaciones privadas.