Llegó el gran día. Finalmente, después de semanas de anuncios, “volvió Marcelo”, como se estila en la jerga televisiva. Pero no lo hizo en cualquier circunstancia. El “líder” de la TV impuso a los principales candidatos pasar, necesariamente, por su programa para darse un baño de popularidad que las campañas, por sí mismas, parecen no entregar. Vistas así las cosas, la aparición ayuda a que todos sigan en carrera. Los que se quedaron afuera del show, como Margarita Stolbizer y De la Sota, hicieron conocer su reclamo.
No solo de TV vive el hombre
Pero los minutos de fama en Tinelli y las bromas gastadas que, estaba descontado de antemano, no iban a afectar seriamente la imagen de ninguno, no son fuerza suficiente para ganar elecciones. La aparición televisiva es incapaz de garantizar el triunfo. Los televidentes no fiscalizan ni pelean el territorio.
Lo sabe mejor que nadie Sergio Massa, que este fin de semana sufrió un golpe más que contundente, cuando Darío Giustozzi decidió migrar desde el Frente Renovador hasta… ¿el FpV?
El domingo, el ex intendente de Almirante Brown proclamó que, según diversas encuestas, tiene una intención de 1 millón de votos. Resulta un poco grande la cifra. Números más, números menos, es la diferencia que hubo entre Massa e Insaurralde en las legislativas del 2013.
Un número más preciso entrega la revista El Estadista. En su edición online de este lunes informa que “después de la salida del Frente Renovador de los intendentes Gustavo Posse (San Isidro), Sandro Guzmán (Escobar), Jesús Cariglino (Malvinas Argentinas) y más recientemente, Darío Giustozzi (Almirante Brown), Sergio Massa tendrá el desafío de retener los 560.000 votos que había conseguido su candidatura a diputado nacional en 2013 en esos municipios”.
En su edición impresa, hace unos días, después del importante acto de Vélez y el acuerdo con De la Sota, la misma publicación se preguntaba ¿Vuelve Massa?. Allí se podía leer que “en números el Frente Renovador calculan que el aporte que le puede dar hoy De la Sota al espacio es de alrededor de un 5%”. Un cálculo que podría pecar de optimista si se miran los resultados obtenidos por De la Sota en los últimos comicios y su escaso conocimiento fuera de la provincia.
Hace pocos días decíamos que la política en Argentina oscilaba de manera pendular. Agreguemos que lo hace a alta velocidad.
La madre de todas las batallas
El refrán popular, recurrente en el interior, reza que “Dios atiende en Buenos Aires”. El dicho habla de la CABA. Pero en tiempos de elecciones nacionales bien podría referirse a la provincia, donde se concentra casi el 40% del padrón electoral nacional. Es allí donde se definen los destinos del país y donde se dirimirá la batalla por la presidencia.
La fuga de intendentes golpea duro a Massa. Todavía está por verse si podrá evitar que eso se convierta en fuga de votos. Pero, en cuanto a intendentes se refiere, su debilidad crece en proporción inversa a la fortaleza de Scioli. El periodista Carlos Pagni señala que el actual intendente de Almirante Brown, Daniel Bolettieri, ya comulgaba con el oficialismo en agradecimiento a los fondos que todo jefe comunal necesita para mostrar “gestión”. Massa, por más que lo tenga de aliado al millonario De Narváez, no tiene esos fondos.
Mientras el macrismo sale a recorrer la provincia para ver si logra trasladar el alto nivel de conocimiento público que tiene Macri a María Eugenia Vidal, el FpV pone todo la carne al asador. El desembarco de Aníbal Fernández es visto como una suerte de disciplinador, tanto hacia el conjunto de los candidatos a la gobernación -que superan la decena- como hacia los intendentes. Su candidatura viene a reforzar el pedido de CFK de “actuar con humildad”, consigna repetida por muchos pero acatada por nadie. Si alguna vez Parque Norte fue el escenario de la “reinvención” peronista, el viernes pasado fungió como escenario de una mala comedia.
“Hannibal” es un hombre del palo. Ex intendente de Quilmes y duhaldista “portador sano”, puede ser garantía de continuidad en el flujo de fondos y los armados políticos a futuro para los intendentes que temen a los “infiltrados” del sabattelismo o corrientes similares.
La derrota cultural
Néstor Kirchner no estuvo nunca en Showmatch. Cristina Fernández tampoco. En los 90’ eran demasiado desconocidos para merecer la atención de Tinelli. La década que, políticamente, se inició en el 2003 requería otro discurso. La “batalla cultural” fungió como parte integrante del relato sobre el que se construía la “Argentina progresista”.
Este lunes Scioli, Macri y Massa fueron parte del inicio de Showmatch 2015. Su participación estaba anunciada hace días, sus asesores trabajaron arduamente para evitar que la aparición pudiera traer consecuencias negativas en el terreno de los votos. La “batalla cultural” se transfiguró en derrota o, en todo caso, en victoria pírrica.
José Natanson escribió hace poco, en Le Monde Diplomatique, acerca de la paradoja “ideológica” de que todos los sucesores posibles del actual gobierno se ubican a la derecha del mismo, a pesar de diez años de una cultura política progresista.
Si se analiza el rol político del kirchnerismo, la paradoja encuentra explicación. Su objetivo estratégico estuvo puesto, desde el inicio mismo, en permitir la reconstrucción de las instituciones golpeadas por la movilización popular de diciembre de 2001. Eso implicaba, entre otras cosas, preservar a la casta política noventista.
En esa casta ya estaban Scioli y Massa, uno menemista confeso y el otro llegando desde la derechista UCeDé. Macri aparecerá por esos tiempos, desde el empresariado, como figura “externa” a la política pero no al poder económico del período anterior.
El kirchnerismo cumplió su tarea estratégica con éxito. Tras 12 años, la batalla cultural finaliza y los principales candidatos presidenciales corren a los brazos de Marcelo Tinelli, la marca registrada del machismo y los negocios capitalistas exitosos.