La discusión sobre el cese bilateral al fuego es inminente, necesaria e ineludible en La Habana. La nueva crisis del proceso debe superarse con decisiones de voluntad política real por parte del Gobierno nacional. El pueblo lo reclama.
Hernán Camacho
@camachohernan
Quienes con tozudos argumentos guerreristas persisten en involucrar al pueblo colombiano en una vorágine de dolor, hoy celebran la masacre de 26 guerrilleros de las FARC-EP que pernoctaban en sus campamentos ubicados en zona rural del municipio de Guapi, Cauca, y que fueron víctimas de bombardeos oficiales.
No nos podemos llamar a engaños. El diseño del proceso de paz, o lo que llama el Presidente Juan Manuel Santos las reglas de juego para conversar bajo la guerra, está lesionando el diálogo de La Habana y lacerando el anhelo de paz, sobre todo para los colombianos que sufren la guerra en territorios distantes sin comodidades y con el estruendo de las bombas, el zumbido de los tiros y las aspas de los helicópteros.
Después de los acontecimientos era previsible que la insurgencia de las FARC-EP tomara la decisión de suspender el cese unilateral al fuego decretado desde el pasado mes de diciembre, por el constante asedio de las tropas militares con la orden de “arreciar”. Es apenas entendible esa decisión. El Frente Amplio por la Paz, que tiene la tarea de ser veedor del cese unilateral del fuego y, por lo tanto, conoce de cerca las denuncias hechas por las comunidades campesinas, afros e indígenas víctimas de acciones ofensivas de la fuerza pública, advirtió las consecuencias del nuevo ajedrez de la confrontación.
El Frente Amplio mes por mes verificó en terreno los sufrimientos de los colombianos en los escenarios de guerra como el Cauca, y concluyó que la muerte de soldados y guerrilleros se puede evitar.
La salida de Juan Carlos Pinzón del Ministerio de la Defensa parecía un mensaje positivo para el país, pero a toda costa, y antes de convertirse en el típico burócrata de Washington, apretaría el acelerador de las operaciones militares para aturdir la mesa de La Habana. Él, como las voces de la extrema derecha armada y desarmada, sigue disparándole al proceso de paz desde todas las trincheras.
La discusión sobre el cese bilateral al fuego es inminente, necesaria e ineludible en La Habana. La nueva crisis del proceso debe superarse con decisiones de voluntad política real por parte del Gobierno nacional. El pueblo lo reclama. Los ciudadanos colombianos, anónimos que se cuentan por millones, dicen con sencillas palabras “Hay que dejar de matarse todos”. Ellos, los humildes que no cuentan para las encuestas de “apoyo” al proceso de paz, sienten por igual el dolor de un colombiano muerto; son la antítesis de los opinadores de escritorio que le otorgan la pertinencia “política” a Juan Manuel Santos para destrozar cuerpos de guerrilleros desde el aire. Cese bilateral al fuego ya.