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General: La fuga de El Chapo desata un vendaval político en México
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De: t-maria2 (Mensaje original) |
Enviado: 13/07/2015 11:35 |
La fuga de El Chapo desata un vendaval político en México
La falta de respuesta oficial que explique la huida del líder del cártel de Sinaloa ha desencadenado una crisis de confianza
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Salida del túnel por el que se escapó El Chapo. / AFP / REUTERS-LIVE
México vuelve a desconfiar. Cuando el Gobierno de Enrique Peña Nieto, tras los buenos resultados de las elecciones de junio, parecía surcar aguas más tranquilas, se ha visto sorprendido por la esperpéntica fuga de Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, uno de los mayores narcotraficantes del planeta. Oposición, intelectuales y gran parte de la ciudadanía se preguntan en voz alta cómo es posible que el enemigo público número uno pudiese escapar de la prisión más segura de México saliendo tranquilamente por el suelo de la ducha, a través de un túnel de 1.500 metros con luz, ventilación y hasta escaleras. La falta de respuesta oficial ha desencadenado una crisis de confianza, cuya mezcla de desencanto y vergüenza extrema, guarda un notable aire de familia con la herida abierta por la noche de Iguala.
La trampilla que cerró El Chapo cuando se dio a la fuga ha dejado atrapado al Gobierno mexicano. Mientras no se detenga al criminal, ninguna salida es fácil. La bola de nieve amenaza con aumentar día a día. Y pocos confían en que la captura del escurridizo narco pueda ser rápida. La última vez que huyó, corrompiendo a los funcionarios de un presidio de máxima seguridad, tardó 13 años en ser arrestado. Esta impunidad se ve agravada por la falta de una reacción contundente. “Si el presidente no despide a altos cargos, pagará un coste político muy alto”, indica el analista Rubén Aguilar.
La maniobra no es fácil. El presidente es víctima de sus propias palabras. En los días de euforia que siguieron a la detención de El Chapo, en febrero de 2014, afirmó públicamente que era “responsabilidad del Gobierno que la fuga de El Chapo nunca más se volviese a repetir”. En otra vuelta de tuerca, incluso aseguró que diariamente le preguntaba a su secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, si lo tenía “bien vigilado y seguro”. Las declaraciones se han vuelto ahora en su contra. Con el veneno añadido de que impactan en el mascarón de proa de su política de seguridad, la captura de grandes jefes criminales, un terreno en el que había cosechado sonados éxitos.
“La huida de El Chapo golpea en la línea de flotación de esta narrativa del Gobierno. Pero también desnuda la debilidad institucional del aparato de seguridad. No es un problema de partido, sino de que las instituciones están podridas. Algo como lo que ha ocurrido, solo puede darse con complicidad a altos niveles”, afirma el experto en seguridad y antiguo alto cargo del servicio de inteligencia mexicano, Alejandro Hope.
El vendaval alcanza al presidente cuando estaba enfrascado en una intensa agenda diplomática. Hace dos semanas recibió al Rey de España, en su primera visita de Estado a un país latinoamericano, y el domingo acababa de aterrizar en Francia para un viaje oficial de gran calado. Dos momentos estelares que debían dejarle buenos réditos de imagen, pero que la evasión ha convertido en asuntos marginales. Pese a ello, Peña Nieto ha hecho oídos sordos a las peticiones de la oposición, encabezadas por el líder de Morena y excandidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador, de que regrese inmediatamente a México. “Vuelva presidente. Hay que cuidar la imagen de México y no quedar como el hazmerreír”, dijo López Obrador.
La negativa presidencial entra en los usos diplomáticos habituales y se inscribe en el conocido argumento de que la política exterior de un país no la puede fijar un delincuente. Pero la ausencia del jefe del Estado en una nación convulsionada supone un coste. Sin un liderazgo claro, la crisis corre el riesgo de agrandarse. Para evitar este efecto, Peña Nieto, que ha reconocido que la fuga es una “afrenta al Estado”, ha enviado a apagar el fuego a su mano derecha, el secretario de Gobernación, también de viaje en Francia.
La figura de Chong baila en la cuerda floja. Aunque es el responsable máximo de la política de seguridad nacional hasta la fecha había salido indemne de los embates. En el caso Ayotzinapa, con sus 46 estudiantes asesinados, puso como fusible al procurador general, Jesús Murillo Karam, quien al final tuvo que cambiar de puesto. Ahora, sin embargo, todo el aparato eléctrico de la tormenta se acumula sobre su cabeza. Y la oposición no ha hecho más que empezar a batir los tambor.
El PAN, la fuerza hegemónica de la derecha, agita la bandera de la “vergüenza internacional”. “Este hecho marcará el sexenio de Peña Nieto, que había presumido de esta captura como uno de los logros más importantes de su Administración y que había asegurado que sería imperdonable que se volviera a fugar. Y ahí está. Muy rápido se la cobra el tiempo. Los mexicanos no se la van a perdonar”, afirmó el coordinador parlamentario del PAN, Marcelo Torres.
Un paso más dio el mayor partido de la izquierda, el PRD. “No es creíble que las áreas de inteligencia y las autoridades penitenciarias no se hayan percatado de los preparativos de la fuga, cuando es obvio que requirió recursos, planeación, tiempo, personal, ingeniería y maquinaria. Tiene que haber contado con la complicidad de altos funcionarios”, señaló el coordinador del PRD en la Cámara de los Diputados, Miguel Alonso Raya.
En este ambiente crispado, la capacidad de Chong para superar la crisis es vista con distancia. Muchos reconocen que es un hombre de la máxima confianza de Peña Nieto, un desatascador nato de conflictos, pero que ahora está atrapado en un laberinto cuya única salida pasa por capturar al hombre más buscado del planeta. Alguien que nadie, de momento, sabe donde está.
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El imperio de Sinaloa no claudica
La evasión del capo es una señal de poder de un cartel que nació en una sierra pobre, se convirtió en la trasnacional de la droga y se consideró menguado con su jefe entre rejas
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La sierra de Sinaloa, cuna del cartel. / SAÚL RUIZ
Con la fuga de Joaquín El Chapo Guzmán, de 58 años, el poder del cartel de Sinaloa parece menos menguado de lo que se suponía. La evasión de su número uno de un presidio de máxima seguridad en México refrenda la capacidad operativa de la gran trasnacional de la droga.
El cartel que nació en la primera mitad del siglo XX en una sierra mexicana es hoy una plataforma global del narcotráfico que interconecta núcleos de producción y consumo. Se calcula que los sinaloenses tienen 60.000 kilómetros cuadrados de sembradíos de marihuana y amapola en México. Son los principales mayoristas de cocaína sudamericana en Estados Unidos y en Europa. Controlan las rutas terrestres en Centroamérica. Trafican heroína de Oriente Medio. Con precursores químicos asiáticos cocinan en sus laboratorios toneladas de metanfetamina. Según la fundación InSight Crime operan en 50 países y sus negocios incluyen trata de personas, prostitución, robo de gasolina, tráfico de armas y lavado de dinero. A Guzmán, Forbes lo ha incluido entre las grandes fortunas del mundo. Y los capos históricos de la cúpula, además del líder máximo recién huido, permanecen en pie —o al menos no hay quien pruebe lo contrario—.
El principal lugarteniente de Guzmán, el experimentado Ismael El Mayo Zambada, 67 años, sigue libre tras medio siglo traficando sin pisar la cárcel. El otro socio de El Chapo con máximos galones, el supuesto muñidor de pactos del cartel Juan José Esparragoza El Azul, 66 años, es un espectro: en 2014 hubo rumores de que murió de un infarto pero desde entonces no ha habido una confirmación oficial de si es un capo difunto o un capo oculto que se hizo pasar por difunto.
Rafael Caro Quintero, 62 años, fue puesto en libertad en 2013 tras 28 años preso por el asesinato de un agente de la DEA y después de salir de la cárcel en México, y tras tremendo enfado de EE UU por su liberación, las autoridades mexicanas lo han vuelto a buscar sin éxito. Se especula que el conocido en sus tiempos como Narco de Narcos se esconde protegido por sus sicarios en la sierra de Badiraguato, la montaña árida y escarpada dónde nació el cartel de Sinaloa.
En una entrevista concedida en algún rincón de México por El Mayo al fallecido periodista Julio Scherer, Zambada le contaba al reportero cómo vivían los suyos en la sierra. Él, con su esposa, cinco mujeres a mayores, 15 nietos y un bisnieto: "Ellas, las seis, están aquí, en los ranchos, hijas del monte, como yo. El monte es mi casa, mi familia, mi protección, mi tierra".
Cuando Guzmán fue detenido en 2014, en el interrogatorio le preguntaron por qué en vez de esconderse en una ciudad turística de Sinaloa como Mazatlán no se había ido a la sierra. El capo explicó que pensaba hacerlo después de ver a su mujer y a sus hijos, que estaban en Mazatlán. Más allá de que tuviese o no razones emocionales para no ir directo al monte, tal vez su captura no hubiese sido posible si El Chapo hubiese alcanzado la sierra en su enloquecida huida.
En la sierra de Sinaloa o donde quiera que sea, por tanto, y a la espera del desenlace de la gran evasión esta noche del Chapo, a los sinaloenses le quedan, en teoría, cuatro mandamases en activo o, al menos, probablemente vivos. Guzmán, Zambada, Esparragoza y Caro Quintero. Y también hay que contar con otro duro del cartel, más joven que ellos: Dámaso López Núñez, conocido como El Lic o El Licenciado, que ronda los 50 años de edad, expolicía judicial en Sinaloa.
Resulta una idea fantasiosa en extremo imaginar una cumbre en la sierra de Sinaloa de todos los capos históricos del cartel. Pero también era alta ciencia ficción pensar que Guzmán, el reo más preciado de México, podría emprender una segunda huida de prisión. La única señal inequívoca que deja este episodio hollywoodiense que continua la leyenda del sucesor histórico de Al Capone y Pablo Escobar es que a los sinaloenses no se les puede dar por menguados. Disgregados los antiguos carteles colombianos, descabezados en México Los Zetas, el Cartel del Golfo, la familia Beltrán Leyva y los Caballeros Templarios, con el grupo Jalisco Nueva Generación como brote de poder criminal más reciente, los sinaloenses reclaman el trono del Chapo y sus coroneles.
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“Nadie lo puede encerrar, porque el Chapo es un fantasma”
El rastreo del capo en los alrededores de la cárcel contrasta con el escepticismo de los policías en la posibilidad de encontrarlo
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El fantasma le anda metiendo miedo a Donal Trump jajajaja
Peña Nieto con otro rollo más que explicar. Acumule que ya es bastante
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