Llegaron vestidos de manera informal, tres de ellos con camisas rosadas, de mangas largas; uno la llevaba a rayas. Los cuatro con pantalones oscuros: estaban en Washington.
Era la tarde del 17 de julio del 2015 y al irrumpir en la residencia número 2630 de la Avenida 16 de la capital norteamericana, los aguardaban José Ramón Cabañas, Encargado de Negocios de la que sería nuevamente sede diplomática de Cuba, y un grupo de funcionarios: mujeres y hombres.
Los cuatro jóvenes: mayor Yuniesky Argudín Díaz, suboficial Giraldo Triguero Patterson, segundo suboficial Lázaro Hanoi Isaqui Martínez y el suboficial Yunieski González Tamayo fueron recibidos con alborozo. Se trataba de los miembros de la Unidad de Ceremonias del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas Revolucionarias que portarían la bandera cubana que se izaría en la embajada de nuestro país, después de 54 años de haber sido retirada la enseña patria tras el rompimiento de relaciones diplomáticas del gobierno de los Estados Unidos con la República de Cuba, en 1961, cuando aún no había nacido ninguno de ellos.
No hay que preguntarles la impresión que recibieron al llegar a la hermosa mansión. Ellos eran parte del primer grupo de la delegación cubana que arribaba a Washington. El mayor Yuniesky Argudín nos lo dice, espontáneamente, en una terraza sombreada, en la sede de la Unidad de Ceremonias del Estado Mayor General de las FAR, ya de regreso: “Es como si lo estuviera viendo ahora en este instante. Los compañeros funcionarios de nuestra embajada estaban muy alegres y emocionados, mujeres y hombres. Nos dijeron que al vernos llegar ellos estaban aún más seguros de que nuestra bandera sería izada el 20 de julio y que ese sería un día histórico”.
Un recorrido por la sede. Se detienen donde están los seis escudos que representaban las antiguas seis provincias de Cuba, luego una gran mesa e, inmediatamente después de conocer el lugar por dentro, comenzaron a familiarizarse con el sitio exacto frente al jardín de la entrada, a la izquierda, donde estaba colocado el mástil de nueve metros de alto desde la base a la cornamusa, el punto donde se fija la cuerda con la cual se izaría la bandera de tres metros de ancho y seis de largo. Todos los detalles los saben al dedillo.
Ahora distendidos, sin protocolo, sentados en la terraza de la Unidad, cuentan hechos y emociones que no pueden ocultar. De vez en cuando fijan la mirada en las paredes donde hay colocados varios cuadros con fotos de momentos estelares de la Revolución, en muchos de los cuales aparecen Fidel o Raúl, así como escenas que por sí solas muestran hechos muy relevantes vividos en Cuba.
Su pormenorizada historia no se detiene. Cuentan que aquel día después de aclimatarse al impensable escenario los llevaron al hotel Washington. Obviamente, expresa el Mayor y asienten los otros, les costó trabajo dormir.
Giraldo Triguero Patterson, aunque nació en La Habana, fue criado en el pueblo de Herradura, en Consolación del Sur, Pinar del Río. Es el más joven de los cuatro y el más locuaz y sonriente.
“¡Cómo nos abrazaron los compañeros de la Embajada! y decían ‘Ahora sí estamos seguros de que habrá ceremonia, porque ustedes ya están aquí’. Así es como lo dijeron, y nos abrazaban y volvían abrazar a la llegada, en la entrada misma del edificio. Nos abrazaban…”.
A Lázaro Hanoi Isaqui Martínez —el de mayor edad entre los cuatro— se le salen las lágrimas y eso que es el de más experiencia en la Unidad de Ceremonias, pues había participado hasta en el traslado de los restos del Che a Santa Clara, así como en varias visitas de presidentes a Cuba e incluso en la ceremonia de bienvenida al Papa Juan Pablo II, entre otros importantes momentos.
Lázaro casi no puede hablar.
“Después llamé a mi familia, hablé desde allá con mi mamá y con uno de mis dos hijos —dice con la voz entrecortada—. ¿Usted sabe lo que es eso, el compromiso que tuvimos? Portar la bandera cubana, nuestra bandera allá, después de 54 años. Ese honor es demasiado grande, demasiado grande. Se me salieron las lágrimas al concluir. No pude evitarlo, ni quería”. Ahora tampoco logra disimular su emoción.
“Yo pensé allí en los jóvenes del Centenario de Martí, porque estábamos en vísperas del 26 de julio”. Ahora es Yunieski González Tamayo, natural de Campechuela, en la provincia de Granma el que habla. A él le vinieron a la mente en aquel instante, hechos tales como el Moncada y el desembarco del Granma, que por eso lleva ese nombre su provincia —dice—, y Fidel y Raúl. Evocar a esos dos gigantes le hizo sentir ganas de gritar “¡Viva Fidel!”, “¡Viva Raúl!”, comenta.
El mayor Yuniesky Argudín recuerda que ese día, el 20 de julio de este año 2015, cuando se vieron uniformados, fue que él de verdad se dio cuenta que eran los primeros militares cubanos que estaban en Washington, vestidos con sus uniformes, y le parecía algo irreal. “Eso nos lo habían dicho antes compañeros de la Embajada, pero no lo había sentido así… Y representábamos también al pueblo cubano. Confieso que me sobreponía solo por la preocupación respecto a la bandera. Porque quería verla flotar cuando la izáramos, pero había poco aire en ese momento. Ahora bien, cuando la bandera llegó a la roldana, allá arriba y vi que empezó a desplegarse volví en mí.
“No hay tarea, por difícil que sea, que el destacamento de la bandera nacional no cumpla, pero aquella era única, nunca había ocurrido. Después de 54 años, más de medio siglo, imagínense”, continúa el mayor Yuniesky.
“Había mucha gente en el jardín, en su mayoría norteamericanos que
aplaudieron, pero además la delegación nuestra donde estaban atletas de
bien ganada fama como Yunidis Castillo, más Eusebio Leal, Silvio
Rodríguez, Kcho...”.
Cuentan más, toman uno tras otro la palabra:
—En los ensayos, tan pronto él llegó, estaba con nosotros Ricardo
Alarcón, porque él tenía experiencia en cuanto al lugar y nos ayudó
mucho.
—Y Eusebio Leal nos contaba la historia de la bandera cubana,
incluyendo todo lo referido a la que se quitó y él traía, y que luego
se llevó otra vez para el museo.
—El canciller Bruno Rodríguez
Parrilla, cuando llegó el día 20 de julio y terminó de izarse la bandera
cubana, cuando concluyó toda la ceremonia con el Himno Nacional y
demás, se quedó parado como si no supiera qué hacer, estaba emocionado,
tal vez tanto o más que nosotros.
Y luego adentro de la Embajada ocurrieron más cosas.
“Por primera vez en su vida Silvio Rodríguez se había puesto corbata, él lo dijo, tenía una antigua pero alguien le prestó otra más moderna. No parecía cómodo, pero dijo que para un acto así la aguantaba, que ese acto lo merecía”, habla el Mayor.
“Nunca me sentí tan honrado como en ese día”, confiesa por su parte Giraldo.
—Y algo inolvidable— nos contó el mayor Yuniesky Argudín: “Danny Glover estaba allí y nos fue arriba a abrazarnos. Nos iban a retratar y él hizo como si se arreglara. Fue cuando entrábamos en la sala. El traductor nos dijo que Danny Glover había expresado ‘para ponerme más bonito’, y se echó a reír con una carcajada afectuosa. Nos abrazó a nosotros, de nuevo y expresó: ‘Nueva victoria’.
“El ministro Bruno nos dijo: ‘Ustedes están en la historia’. Y yo me dije a mí mismo, pero no por nosotros, sino por Fidel y Raúl. Si esto es así, que ondee otra vez nuestra bandera en la sede de la Embajada de Cuba en Washington después de 54 años, es por ellos”, cuenta el mayor Yuniesky Argudín Díaz, que nació el 11 de septiembre de 1980, nada menos que 19 años después de ser arriada.
Luego fue el viaje de regreso. Entonces vistieron con traje formal, como indica el protocolo. Fue un viaje en el cual el Canciller hablaba con todos, iba y venía por el pasillo de la aeronave y mostraba lo que pudo filmar con su celular.
“Nunca en la vida nos va a pasar algo semejante”, se miraron los cuatro, confimando las palabras de Yuniesky Argudín.
SÍNTESIS BIOGRÁFICAS
Mayor Yuniesky Argudín Díaz. Desde la primera enseñanza integró el equipo de baloncesto provincial y participó en los Juegos Escolares a nivel nacional. Se destacó en la asignatura de química; pasó al grupo nacional de exploradores y ahí se le despertó el interés por las Fuerzas Armadas Revolucionarias, ingresando después en los Camilitos y luego en la Escuela Interarmas de las FAR General Antonio Maceo. Le otorgaron varias distinciones, como la Medalla José Antonio Echeverría. Lo seleccionaron joven ejemplar, formando parte del destacamento de ceremonia de la escuela dio lectura al compromiso de graduados en la Tribuna Antimperialista José Martí. Es militante del Partido Comunista de Cuba.
Suboficial Giraldo Triguero Patterson. Estudió en la escuela primaria Enrique Hart Dávalos. En esta enseñanza obtuvo resultados satisfactorios en el ámbito académico y deportivo, participando en competencias de atletismo y baloncesto. Obtuvo un título de técnico de nivel medio e ingresó en el 2000 en la Unión de Jóvenes Comunistas. Hizo el servicio militar. Pasó un año como soldado y luego forma parte del grupo de sargentos profesionales.
Segundo suboficial Lázaro Hanoi Isaqui Martínez. Realizó la enseñanza primaria en la escuela Lázaro Peña, en La Habana, y la secundaria básica en la ESBU XI Festival, en Alamar. Su primera actividad laboral la realiza en la imprenta de las FAR, como ayudante de almacén. Realiza el servicio militar activo. Ingresa en la Unión de Jóvenes Comunistas. En el 2002 es ascendido a suboficial y nombrado Jefe de destacamento de Bandera Nacional en el 2004, asciende a segundo suboficial en el 2015.
Suboficial Yunieski González Tamayo. Hizo la enseñanza primaria en la escuela José Machado Rodríguez, de Campechuela. Los estudios secundarios transcurrieron en la Miguel Espinosa Cabrera. Fue llamado al servicio militar activo en el 2010 para la Unidad de Ceremonias del Estado Mayor General de las FAR. En el SMA fue especialista en el primer pelotón del primer destacamento. Miembro de la UJC. Participó en el recibimiento del Papa Benedicto XVI, del presidente Vladimir Putin y del presidente maduro, entre muchas ceremonias. Junto a Isaqui Martínez y Giraldo Triguero participó en el acto de condecoraciones por el 500 aniversario de Santiago, Ciudad Héroe.