Cuántas familias destrozadas por ese falso concepto de amor que hoy tanto confunde.
Nada más triste que la escena de una pareja discutiendo frente a los hijos.
¡Cuánto dolor sembramos en sus pequeños corazones!
Si amas a tus hijos dales el mejor regalo, ama a tu cónyuge.
Si sientes que se acabó, lucha.
No se acaba una relación de un día a otro. Se acaba cuando dejas de alimentarla.
Cuando los detalles se olvidan, cuando cada día es para mal llevarse
y fastidiarse mutuamente.
Si pensamos qué es lo que esperamos para nuestros hijos coincidiremos
en que queremos verlos exitosos, hombres de bien.
La premisa será sembrar en ellos seguridad. La noticia es que hay una fuente
garantizada de seguridad para ellos: el amor visible de sus padres.
¿Tus hijos dirían que ustedes están enamorados uno de otro?
O todo lo contrario, afirmarían que ustedes no se soportan.
Si es así, es que atrás está un falso concepto de lo que es el amor.
Pensamos que el amor es un sentimiento. Nada más alejado de la realidad.
Los sentimientos nacen y desparecen. El amor, decía Erich Fromm, es una decisión.
Tiene que ver más con la voluntad que con la afectividad.
Ya dijo Aristóteles que amar es buscar el bien de la persona amada.
Santo Tomás de Aquino sostuvo: amar es desear el bien del otro.
Y Sócrates, el amor es darse.
El amor de pareja tiene dos vertientes, el cariño que es amor del alma
y el deseo, que es amor del cuerpo. El cariño está hecho de ternura, respeto
y bondad. El deseo trata de poseer al otro. Uno da, se entrega, el otro pide.
La mayoría de nosotros al casarnos hicimos una promesa como esta:
prometo serte fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad
y amarte y respetarte todos los días de mi vida.
En la vida práctica parece que hicimos la promesa de modo diverso.
Decimos, prometo serte fiel en lo próspero pero no en lo adverso, en la salud
pero no en la enfermedad, y amarte y respetarte sólo cuando lo merezcas.
¡Cuidado!, vivir de este modo es dejar paso al egoísmo más total
y su fruto es la vida infernal y la ruptura.
Recibí una lección inolvidable cuando me enteré que el esposo
de una amiga le había regalado su fotografía con la frase inscrita:
“ámame cuando menos lo merezca, porque será cuando más lo necesite”.
Eso es amor. Aceptar que el otro comete errores, que no es perfecto
y que por cierto, tú mismo no lo eres tampoco.
Si en verdad amas a tus hijos, lucha por construir un hogar cuyo centro sea el amor.
¿No “sientes” amor? Es momento de amar de verdad.
Que te motive la frase del poeta:
Y cuando pensé que nuestro amor se había acabado,
removí las brasas… y me quemé las manos.
Autor: Lupita Venegas
Psicóloga