Mariana Grajales Cuello, (Santiago de Cuba, 12/7/1815–Kingston, 27/11/1893), ha estado presente de manera especial en la vida de sus descendientes, la perspectiva que de esta actitud ha tenido cada generación, permite visualizar la continuidad de algunos patrones instituidos por Mariana en la educación de su familia.
Un acercamiento excepcional a este tema lo refiere el testimonio de Norman Grajales Palacios (Santiago de Cuba, 10/6/1935–29/1/2009), descendiente de Mariana por la línea de José Tomás Maceo Grajales (San Nicolás de Morón, 21/12/1857– Santiago de Cuba, 21/1/1917). Su origen lo ubica en la cuarta sucesión del tronco Maceo y en el mismo lugar de los Grajales, pero doblemente, como él lo consideraba, por ser, tataranieto de Mariana y de un hermano de ella, Julián Grajales Cuello.
Sucesos familiares determinaron que Norman fuera educado por su abuela Felicita Maceo Núñez (Kinstong, 18¿?- Santiago de Cuba, 7/8/1972), popularmente conocida por Fifí Maceo, cuya vida y actividad revolucionaria la han convertido en insignia de la descendencia de los Maceo Grajales en la etapa republicana. Fifí a su vez recibió educación de Mariana durante los años que vivió junto a ella en Jamaica. Estas influencias quedaron en Norman, cuando desde su nacimiento habitó la casa no. 16 de la calle Providencia hasta que fue convertida en museo, propiedad de la familia donde también vio la luz el Titán de Bronce, y convivió junto a descendientes de Felipe, José Marcelino, Rafael y Marcos, circunstancias que llevaron a Norman a conocer con claridad el entorno familiar, así como la impronta de esta estirpe, en una sociedad que si bien ya había elegido a los Maceo Grajales como paradigmas para encauzar ideales políticos, igualmente se habían erigido ejemplo para perpetuar buenas costumbres cívicas, tradiciones, sentimientos y aspiraciones de los cubanos, aunque en predios familiares estos tuvieron sus correspondientes ecos sociales.
No hay dudas de que Norman conoció muy de cerca muchas historias sobre los Maceo Grajales, así como la impronta que ellos dejaron entre sus descendientes; sin embargo y a pesar de manifestar su predilección por José Marcelino Maceo Grajales, él consideró que Mariana fue la más admirada y que su legado fue el que mayor permanencia había tenido en el patrón cultural de su descendencia, mantenida hace aproximadamente 183 años, cuando en 1832 se estrenó como madre con el nacimiento de su primer hijo, Felipe Regüeiferos Grajales.
Entre los patrones de actuación conservados por los descendientes de la llamada tribu heroica, atribuidos a la educación que Mariana dio a sus hijos y que en algunos casos pudo extender a nueras, yernos y nietos que la rodearon, quienes a la vez fueron trasladando a los suyos, Norman reconoce la permanencia de principios fomentados en el hogar, tales como la disciplina, la modestia, la sencillez, el respeto mutuo, la honestidad, la honradez, la limpieza, el aseo personal, la decencia en el andar y en el decir. A esto —dice Norman— le llamamos “las doctrinas de Mariana”.
Fifí —recordaba Norman— hablaba mucho de Mariana, siempre la tenía presente en todo lo que hacía y decía. Por ejemplo, mi abuela, como su abuela, le daba una tarea a cada una de las personas que vivían en la casa, y había que cumplirla estrictamente, salvo por motivos de enfermedad.
El culto a los principios de Mariana entre sus descendientes ha estado favorecido por el gran número de mujeres en la familia, ya que ellas tienen el peso de la educación de los hijos y las actividades que garantizan el buen funcionamiento del hogar. Las Grajales en general —observaba Norman— tienen un parecido físico con Mariana, en cuanto al color de la piel y la mediana estatura; igualmente ha sido una tradición repetir el nombre de la matrona, por lo que siempre ha existido una Mariana Grajales.
Para nosotros los descendientes es un gran orgullo pertenecer a esa gran familia y que los Maceo Grajales nunca se acaben. Me gusta que nos miren como eternos revolucionarios defendiendo a toda costa, hasta con las uñas, los sagrados derechos de la patria, apuntaba.
Norman Grajales Palacios durante su vida atesoró con mucho celo todas las historias de su ilustre familia, por esta actividad fue considerado entre ellos como el historiador de los Maceo Grajales, él fue un fiel colaborador del Centro de Estudios Antonio Maceo Grajales, de sus acciones de investigación y promoción sociocultural.
*Investigadora Centro Estudios Antonio Maceo Grajales