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General: “La táctica trotskista del entrismo (1)”
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De: Ruben1919 (Mensaje original) |
Enviado: 27/08/2015 14:05 |
La táctica trotskista del entrismo (1)
En esta nota analizo problemas asociados al entrismo, una táctica que ha sido instrumentada principalmente por los trotskistas. En lo esencial el entrismo consiste en la incorporación de los marxistas a partidos o movimientos de masas para profundizar eventuales procesos de radicalización que puedan ocurrir en su seno, y ganar franjas amplias de militantes de esas organizaciones. De manera típica, se caracteriza que las organizaciones en las que se hace el entrismo abrigan profundas contradicciones internas y enfrentan, o están en vías de enfrentar, enemigos poderosos (el fascismo, el imperialismo, la derecha). Se sostiene entonces que en el curso de esos enfrentamientos se verán obligadas a tomar medidas revolucionarias; o en caso contrario sus bases militantes tomarán distancia de sus direcciones vacilantes, oportunistas o burocráticas. Por lo tanto, sigue el razonamiento, los marxistas deben incorporarse a estos partidos o movimientos con el fin de orientar hacia el marxismo las futuras rupturas o, eventualmente, ganar a la mayoría de la organización para una política revolucionaria. Un ejemplo actual de entrismo es el que realizan algunos grupos trotskistas en el Partido Socialista Unido de Venezuela.
La idea que defiendo en esta nota es que históricamente el entrismo no ha dado resultados (y sigue sin dar resultados), y que esto se explica porque existen problemas en los fundamentos mismos de esta táctica. Esos problemas están asociados a la idea de que las organizaciones en las que se hace entrismo no tienen un contenido de clase y político definido (típicamente se las caracteriza como “centristas”), y por lo tanto son pasibles de experimentar procesos masivos de radicalización hacia la izquierda revolucionaria. Esta perspectiva se potencia por la tesis -en última instancia, asociada a lo anterior- de que se produciría una toma de conciencia revolucionaria de sus bases como reflejo directo de la crisis capitalista y los enfrentamientos con el fascismo, la derecha o el imperialismo. Como se discutirá en lo que sigue, el tema tiene implicancias que van más allá de las cuestiones específicamente asociadas a la táctica entrista. Dada su extensión, he dividido la nota en varias partes.
Diversas formas de entrismo
En su forma clásica el entrismo fue aconsejado por Trotsky en 1934 en lo que se conoció como “el giro francés”. Previendo que se avecinaba un enfrentamiento decisivo de la clase obrera con el fascismo, y que esto podría radicalizar al socialismo, en agosto de ese año Trotsky recomendó a sus partidarios incorporarse a los partidos de la Segunda Internacional, haciendo públicas sus posiciones y manteniéndose como grupos internos diferenciados. En consecuencia, la Liga francesa, transformada en Grupo Bolchevique Leninista, entró en la SFIO (Section Française de l’ Internationale Ouvrière). También se hizo entrismo en los partidos socialistas de EEUU, Bélgica, Canadá y Polonia; en América Latina en los PS de Chile y Argentina (sobre la historia del entrismo en Argentina, véase la nota de Omar de Lucía, “Unas relaciones curiosas: Trotskismo y socialdemocracia, 1926-1956”, en http://www.pacarinadelsur.com/home/oleajes/253-unas-relaciones-curiosas-trotskismo-y-socialdemocracia-1929-1956).
Luego de terminada la Segunda Guerra, la táctica adquirió nuevas dimensiones en la Cuarta Internacional encabezada por Michel Pablo y Ernest Mandel. A fines de la década de 1940 los trotskistas ingleses entraron en el partido Laborista, y a comienzos de los 1950 se decidió el llamado entrismo “sui generis” en los grandes partidos Comunistas de Europa Occidental. Por esos años se pensaba que era inevitable una guerra de las potencias imperialistas contra la URSS, y que los PC estarían obligados a enfrentar al capitalismo y radicalizar sus posiciones. Los trotskistas debían participar en ese combate junto a lo más combativo de la clase obrera, que estaba en los partidos comunistas; además, con el desarrollo del conflicto, se pensaba que se podría inducir a los trabajadores al enfrentamiento con la burocracia soviética y el stalinismo (véase la “Resolución política” del Partido Comunista Internacionalista de Francia, julio de 1951). Ese entrismo se llamó “sui generis” porque la militancia al interior de los PC se hizo de manera disimulada y se mantuvo durante muchos años. También se impulsó la incorporación de trotskistas a los partidos Socialistas de Japón, Brasil e India, al MNR de Bolivia y al FLN argelino, entre otros.
Por fuera de la fracción de la Cuarta Internacional dirigida por Mandel y Pablo, otras corrientes trotskistas también practicaron el entrismo. Para citar solo algunos ejemplos, en períodos distintos varios grupos de Argentina hicieron entrismo en el peronismo. En los 1960 la Socialist Labour League, bajo dirección de Gerry Healy, hizo entrismo en el laborismo inglés, logrando influencia en las Juventudes Socialistas; pero fueron excluidos a mitad de la década. En los 1970 la corriente dirigida por Nahuel Moreno aplicó la táctica en España, en el PSOE. Actualmente Marea Socialista hace entrismo en el partido Socialista Unido de Venezuela. La corriente conocida como The Militant hizo entrismo durante décadas en el Laborismo inglés, donde llegó a tener diputados en el Parlamento, dirigió las Juventudes Socialistas y ganó la mayoría en el consejo municipal de Liverpool, en los 1980. Sin embargo, desde ese pico de influencia, no pudo resistir la ofensiva de la dirección del laborismo y perdió terreno. También grupos The Militant hicieron entrismo en el PSOE y en el Partido Popular de Pakistán. Actualmente la Corriente Marxista Internacional (ex Militant) actúa en el partido Laborista inglés, en los partidos Comunistas, o en organizaciones herederas de estos en varios países; y en el PSUV, entre otros casos. Con estas enumeraciones no pretendemos agotar el fenómeno, simplemente mostrar que se trata de una táctica relativamente extendida, y con variantes importantes.
Magros resultados
Han pasado ocho décadas desde que el entrismo fuera recomendado por Trotsky, y en ningún país el trotskismo logró, con su instrumentación, influencia política de masas. De hecho, el principal argumento que se aduce en torno al saldo es contrafáctico: Trotsky pensaba que si Andreu Nin hubiera aceptado entrar al PSOE, el trotskismo español se hubiera convertido en una organización de masas. Es que la Juventud Socialista, dirigida por Largo Caballero, había llegado a pronunciarse a favor de la Cuarta Internacional, pero finalmente fue ganada por el partido Comunista, en tanto Nin se había negado a hacer el entrismo en el PSOE. Por este motivo Trotsky llega a calificarlo de “criminal”: “La Juventud Socialista ha pasado casi enteramente al campo stalinista. Quienes se llaman a sí mismos bolcheviques leninistas y permitieron esto, o mejor dicho, causaron esto, deben ser estigmatizados para siempre como criminales contra la revolución” (“The Dutch Section and the International”, 15-16 julio de 1936). Desde entonces este razonamiento quedó establecido como una muestra de las potencialidades de la táctica. Pero el argumento es contrafáctico, y en los hechos no existe saldo destacable, en relación a los objetivos propuestos, de los múltiples entrismos realizados por grupos trotskistas en las más diversas circunstancias y países. Ganar algunas decenas o centenas (en el mejor de los casos) de militantes, no es sinónimo de influencia de masas. Decir que se adquiere experiencia en el trabajo de masas tampoco parece convincente; después de todo, pequeñas organizaciones realizan cotidianamente trabajo político en organizaciones obreras y populares, o directamente en empresas, centros de enseñanza y barrios obreros y adquieren experiencia, con sus posiciones claras y definidas.
Por otra parte, hay que anotar en el pasivo de la táctica, en primer lugar, las múltiples rupturas que se produjeron en las organizaciones trotskistas a la hora de entrar a los partidos en los que se hacía entrismo; muchos militantes se resistían a lo que consideraban una renuncia a su identidad ideológica y política. En segundo término, hay que tener en cuenta los efectos de las expulsiones –a veces muy rápidas- o de las salidas: también generaron rupturas y crisis, la mayor parte de las veces porque muchos militantes buscaban adaptarse a las demandas de los aparatos, a fin de permanecer en los partidos a los que se habían incorporado, en la esperanza de mantener o ganar posiciones. En tercer lugar, con frecuencia el entrismo se hizo sin poder sostener claramente las posturas marxistas (en particular, en lo que respecta a caracterizaciones de clase, véase más abajo), debido a las exigencias de las organizaciones en las que se entraba. Esto no sólo ocurrió después de la muerte de Trotsky, como se sostiene a veces; por ejemplo, los trotskistas de EEUU entraron, en 1936, en el partido Socialista a título individual y renunciando a tener una publicación propia. En cuarto lugar, a menudo fue difícil contrarrestar la acusación lanzada a los trotskistas por “fraccionalistas”, “quinta columna”, “infiltrados”, y similares. Estas cuestiones generan confusión y no son fáciles de contrarrestar. En resumen, parece cumplirse el pronóstico que había hecho Lenin sobre las consecuencias que acarrearía la formación, en la Rusia prerrevolucionaria, de un partido obrero “centrista amplio”, de tendencias opuestas: una “infinita agravación de la discordia, diferencias, las divisiones, la confusión ideológica y la desorganización práctica” (véase más abajo). Con el agravante de que un pequeño grupo militando al interior de un partido de masas –socialista, comunista, nacionalista de izquierda- tiene pocas posibilidades de aclarar posiciones frente a los recursos de que disponen los aparatos de dirección.
Muchos trotskistas, sin embargo, sostienen que la falta de éxito de la táctica se debe a que no se habrían seguido las recomendaciones de Trotsky. Afirman que el entrismo tiene que aplicarse por un corto período de tiempo y que los trotskistas deben mantener al interior de los partidos a los que se afilian una publicación independiente (era la posición de Nahuel Moreno, por ejemplo). Sin embargo, tampoco los grupos que siguieron las recomendaciones de Trotsky, y estuvieron bajo su dirección, tuvieron éxito en relación al objetivo propuesto. El ejemplo más significativo es Francia, donde los trotskistas entraron en la SFIO como grupo y mantuvieron una publicación, pero el objetivo buscado –una ruptura de masas o el vuelco de la SFIO hacia las posiciones revolucionarias- no se logró. Tampoco en Bélgica o EEUU –las otras experiencias importantes- los trotskistas lograron influencia de masas. De hecho, el balance de Trotsky de estas experiencias fue que se había ganado militantes, y que los trotskistas habían entrado en contacto con las masas; un saldo magro en relación a las esperanzas que abrigaba al momento de recomendar la táctica.
Algo similar puede decirse de las muchas experiencias de entrismo realizadas en la segunda posguerra. El balance típico sigue siendo “ganamos adherentes”, o “nuestros militantes entraron en contacto con las masas”; no hay registro de que se haya avanzado en algún lugar o momento en influencia a nivel masivo, con un programa anticapitalista y socialista.
Como adelanté más arriba, la hipótesis que presento es que hay problemas de método y concepción política que van más allá de las adecuaciones o formas tácticas que usualmente discuten los grupos trotskistas en torno al entrismo. Por esta razón focalizo el análisis en la fundamentación de Trotsky del entrismo realizado por la Liga Comunista francesa en la SFIO, en 1934.
El giro francés de 1934
La entrada de los trotskistas en el socialismo francés, en 1934, se produjo en el marco de una importante radicalización de la lucha de clases. El 6 de febrero la extrema derecha había realizado una gigantesca manifestación contra la república parlamentaria y el gobierno de Daladier, que terminó renunciando. Tres días después el PC convocó a una contramanifestación, seguida por una huelga general y manifestaciones en toda Francia, en defensa de las libertades y contra el fascismo. A partir de aquí hubo un extendido sentimiento entre las masas trabajadoras de que era necesaria la unidad para enfrentar al fascismo. En julio el PC, que hasta entonces había sido hostil a todo acercamiento con la socialdemocracia –a la que caracterizaba “la otra cara del fascismo”- dio un giro de 180 grados y llamó a la unidad; ese mismo mes el PC y la SFIO firman un pacto de unidad de acción. Trotsky caracteriza entonces que ese pacto había sido impuesto por las masas, y que la Liga (la organización trotskista) debía tomar parte en el frente único obrero, entrando a la SFIO. Es lo que se conoce como “el giro francés”.
A pesar de que hubo militantes que se negaron a aceptar la nueva táctica, la Liga entró a la SFIO donde se constituyó en “Grupo bolchevique leninista” y publicó La Vérité. En poco tiempo el GBL ocupó posiciones de relevancia en las Juventudes Socialistas del Sena y ganó influencia en el ala izquierda del partido. Sin embargo, el entrismo duró apenas 18 meses. Es que el pacto entre el PC y la SFIO fue el germen de la formación del Frente Popular, que a su vez abría la perspectiva de acceso al gobierno. En junio de 1935 la SFIO dio su apoyo a la formación de un Frente Popular con el PC y el partido Radical, de carácter democrático liberal. La dirección de la SFIO intensificó sus ataques contra los críticos de izquierda, y se aceleró el enfrentamiento con los trotskistas. Ese mismo mes fueron expulsados los dirigentes de la Entente des Jeunesses Socialistes del Sena. Y en agosto, cuando se publica una carta abierta en La Verité por la Cuarta Internacional (era la respuesta a la expulsión de la juventud), la dirección socialista excluye al GBL de conjunto. A pesar de que algunos trotskistas quisieron hacer concesiones para permanecer en el partido, Trotsky evaluó que la política estaba agotada y debía formarse un polo independiente.
Agreguemos que en la primavera de 1938 también fue excluida de la SFIO su ala izquierda, dirigida por Marceau Pivert, que había adquirido cierta influencia. El partido Obrero y Campesino fundado por Privert, que llegó a tener unos 10.000 militantes (incluidos algunos trotskistas), no tuvo sin embargo influencia de masas; y se mantuvo alejado de la Cuarta Internacional.
Los argumentos de Trotsky
Los argumentos de Trotsky a favor del entrismo en el socialismo fueron expuestos en su forma más desarrollada en el artículo “La salida”, escrito en agosto de 1934. La idea que lo recorre es que el socialismo es una formación “centrista”, que marcha a un “conflicto mortal” con el fascismo, lo cual abre posibilidades de una evolución revolucionaria de la SFIO, incluida su ruptura con el Estado burgués. Escribía Trotsky: “en nuestra época el destino del proletariado depende en gran medida de la manera resuelta en que la socialdemocracia en el breve intervalo que le concede la marcha de los acontecimientos, logre romper con el estado burgués, transformarse y prepararse para la lucha decisiva contra el fascismo” (énfasis añadido). Pero dado que la Liga era pequeña, no tenía demasiada influencia, y el combate decisivo con el fascismo era inminente. En consecuencia, continuaba el razonamiento de Trotsky, debía ubicarse dentro del Frente Único decidido por el PC y los socialistas, entrando en la SFIO “para contribuir activamente al reagrupamiento revolucionario y a la concentración de fuerzas de ese reagrupamiento”. ¿Por qué no en el PC? Trotsky explica que, a diferencia del PS, no hay posibilidad de que el PC evolucione hacia la izquierda:
“Los dos partidos son organizaciones centristas con esta diferencia: el centrismo de los stalinistas es producto de la descomposición del bolchevismo, mientras que el centrismo del Partido Socialista surge de la descomposición del reformismo. Y hay otra diferencia entre ambos, no menos esencial. El centrismo stalinista, pese a sus convulsivos virajes, representa un sistema político muy estable indisolublemente ligado a la situación y a los intereses de la poderosa capa burocrática. El centrismo del Partido Socialista refleja la situación transicional de los obreros, que buscan una salida que los conduzca al camino revolucionario” (énfasis añadido). Los stalinistas, afirma Trotsky, incluso “retrasan el desarrollo revolucionario del Partido Socialista” (énfasis agregado). Aunque la SFIO no es el partido revolucionario de la clase obrera, sus contradicciones internas “pueden y deben señalarse como garantía de su ulterior evolución, y en consecuencia como posible apoyo de la palanca marxista” (énfasis añadido). Por eso Trotsky piensa que entrando en el socialismo los trotskistas “reforzarán enormemente su ala izquierda, fecundarán la evolución del conjunto del partido, constituirán un poderoso centro de atracción para los elementos revolucionarios del Partido Comunista y facilitarán en gran medida la búsqueda del camino revolucionario del proletariado”.
Subrayemos una cuestión central: la creencia de que, debido a sus características “centristas”, dentro de la SFIO podían desarrollarse tendencias revolucionarias de masas, o incluso que la mayoría de la organización podía ser ganada a un programa revolucionario. Esta idea está expresada de forma todavía más clara en “The League faced with a Turn”, de julio de 1934. Allí Trotsky recordaba que el Partido Socialista Francés había votado, en 1920, en el Congreso de Tours, la adhesión a la Tercera Internacional, y señalaba que “[n]o conocemos una ley que diga que es imposible una repetición del Congreso de Tours. Por el contrario, muchas de las condiciones prevalecientes hablan de tal posibilidad” (énfasis añadido).
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La táctica trotskista del entrismo (2)
Caracterización de Trotsky de los PS y los PC
El tema de la caracterización del partido Socialista juega un rol clave en la fundamentación de Trotsky a favor del entrismo. En el artículo “La salida”, que hemos citado en la primera parte de esta nota, la SFIO es considerada “centrista no consolidada”, ya que “refleja la situación en transición de los obreros”, que estarían buscando una salida revolucionaria al enfrentamiento con el fascismo. En otro texto de 1933 precisa que con el término “centrismo” quiere significar “las más variadas tendencias y grupos que se encuentran entre el reformismo y el marxismo” (“Principled Considerations on Entry”, 16 de septiembre de 1933). En este escrito también considera al partido Laborista Independiente de Gran Bretaña como “centrista de izquierda”, ya que sus muchas tendencias y fracciones eran indicativas, en su visión, de los diferentes estadios de evolución desde el reformismo al comunismo. Desde esta perspectiva, pareciera que la SFIO o el partido Laborista Independiente eran partidos “obreros”, al igual que los partidos Comunistas. Aunque los PS y el Laborismo Independiente serían “centrismos no consolidados”, en tanto que los PC serían “centristas cristalizados”, productos de la contrarrevolución burocrática.
Sin embargo, apenas un año más tarde Trotsky maneja una caracterización de la SFIO casi opuesta a la de 1934. Así, cuando los trotskistas ya habían sido expulsados del socialismo francés, considera que la SFIO es una “agencia de la burguesía dentro de la clase obrera” (“Open Lettter to the Fourth Internacional”, agosto de 1935). Luego, en el Programa de Transición, los partidos Socialistas y Comunistas son calificados de “pequeño burgueses”. Por lo tanto aquí el peso parece estar puesto en los programas, las orientaciones estratégicas y las direcciones de la Segunda y Tercera Internacional. Sin embargo, en 1934 apostaba a que las bases de la SFIO eventualmente se radicalizaran y abrieran la vía para su evolución al marxismo. ¿Cómo se explican estos giros de caracterización?
“La contradicción básica de la época al interior de los PS y PC”
Tal vez la respuesta más clara a la pregunta con la que cerramos el punto anterior la encontramos en un artículo de Ernest Mandel, de 1948, “El verdadero testamento de León Trotsky” (véase Mandel, Sobre la historia del movimiento obrero, Barcelona, Fontamara, 1978). Aquí, siguiendo a Trotsky, Mandel plantea que la característica fundamental de la época “es la contradicción entre el empuje instintivamente revolucionario del proletariado y el carácter profunda y abiertamente contrarrevolucionario de su dirección tradicional” (p. 119). Tengamos presente que ésta es una de las ideas centrales del Programa de Transición, de 1938. Y esa contradicción entre las bases y la dirección se expresaba, según Mandel, en el seno de los grandes partidos obreros reformistas. Es la misma idea, en sustancia, que encontramos en Trotsky en 1934, cuando consideraba la posibilidad de que la SFIO, y otros partidos Socialistas, o el Laborismo independiente de Gran Bretaña, evolucionaran hacia la izquierda revolucionaria. La diferencia con el análisis de Mandel de 1948 es que éste consideraba que “la contradicción fundamental de la época” se expresaba ante todo en los PC (aunque también en el Laborismo), y Trotsky pensaba que el conflicto pasaría por el seno de los PS.
En cualquier caso, el enfoque esencial se mantiene: las masas instintivamente buscan la salida revolucionaria, y las direcciones y los aparatos burocráticos las traicionan y actúan como agentes contrarrevolucionarios. En palabras de Mandel, “en la mayoría de los países europeos y asiáticos las aspiraciones revolucionarias del proletariado se [han] traducido en su adhesión al movimiento staliniano. Por eso la actitud de la vanguardia revolucionaria ante este movimiento debe reflejar el hecho contradictorio de que las dos tendencias fundamentales de nuestra época, el empuje instintivamente revolucionario del proletariado y la política abiertamente contrarrevolucionaria de su dirección, se hayan concentrado, por así decirlo, durante toda una época en el interior de estos mismos partidos” (p. 126).
La tesis central aquí es que la contradicción de la época (bases que buscan ir a la revolución, direcciones burguesas o burocráticas traidoras), trasladada al interior de los partidos de masas, determina las posibilidades del entrismo. Por eso Trotsky, en 1934, cuando piensa que se está produciendo una radicalización del movimiento de masas, pronostica que en el PS tenderá a agudizarse el enfrentamiento entre las bases y la dirección (pero no en el PC, al que considera cristalizado). Pero en 1935, cuando los trotskistas franceses ya han sido expulsados, y la SFIO se orienta al Frente Popular junto al PC, no vacila en caracterizarla como “agente de la burguesía imperialista”. El cambio solo se puede explicar porque en 1934 todavía pensaba que la SFIO era un fenómeno contradictorio, abierto, en el que la lucha de clases no había dicho la última palabra; un año más tarde, lo considera cerrado (aunque al mismo tiempo aconseja el entrismo en los PS de Bélgica y EEUU).
En otros términos, al momento en que se considera aplicar el entrismo, la resolución de la contradicción que anida al interior del partido “obrero reformista” estaría irresuelta, en algún sentido fundamental. La noción de “organización centrista” que evoluciona hacia la izquierda o la derecha, intenta describir esta situación. De manera que, según las coyunturas de la lucha de clases, uno de los polos (dirección burguesa – bases inclinadas a la revolución) puede predominar sobre el otro. Por eso, si la presión revolucionaria de las bases era suficientemente elevada, Trotsky consideraba que la SFIO, o el Laborismo independiente, podían romper con el Estado y ser ganados al marxismo. Anotemos que el mismo enfoque lo encontramos cuando caracterizaba al Laborismo británico en los 1920. Escribía: “Los líderes liberales y semi-liberales del partido Laborista todavía piensan que una revolución social es una prerrogativa sombría de Europa continental. Pero aquí también los eventos pondrán de manifiesto su atraso. Se necesitará mucho menos tiempo para convertir al partido Laborista en un partido revolucionario del que fue necesario para crearlo” (Leon Trotsky’s Writings on Britain, vol. 2, https://www.marxists.org/archive/trotsky/britain/wibg/ch03.htm; énfasis añadido). Esta idea básica se mantiene, por parte de los grupos que se deciden por la táctica del entrismo, hasta el día de hoy al momento de caracterizar organizaciones como el PSUV (véase más abajo).
Debe anotarse también que, según este enfoque, el criterio sería aplicable a los movimientos nacionalistas de masas. Por ejemplo, se podría decir que a partir del Cordobazo, de 1969, o incluso antes, durante la llamada Resistencia, las bases peronistas de dirigían “instintivamente” a la revolución, en contra de su dirección burguesa “que las traicionaba”. Estaríamos ante “la contradicción fundamental de la época”, expresada al interior del partido Justicialista. El argumento encaja todavía mejor con respecto a algunos grupos trotskistas que hicieron entrismo en las organizaciones político-sindicales peronistas (como fueron las 62 Organizaciones).
Una caracterización alternativa del Laborismo
Frente al anterior abordaje existe una tesis alternativa que dice que si bien la base social de la socialdemocracia, o del laborismo, es obrera (y por eso la Tercera Internacional en los 1920 llamará al PS al “frente obrero” para la lucha por reivindicaciones elementales), lo que prima, en el terreno de la caracterización de clase, es la naturaleza de la dirección y el programa que defienden estas organizaciones (lo mismo se puede decir hoy de los PC). Es el enfoque que encontramos en Lenin, cuando caracterizaba al partido Laborista británico como un partido burgués. En un discurso pronunciado en el Segundo Congreso de la Internacional Comunista, el líder bolchevique polemiza con los comunistas que consideraban que el partido Laborista británico era un partido obrero. Decía: “El camarada [McLaine] llamó al partido Laborista la organización política del movimiento sindical, y más tarde repitió la afirmación cuando dijo que el partido laborista es ‘la expresión política de los trabajadores organizados en sindicatos’. Me he encontrado con el mismo enfoque varias veces en el periódico del partido Socialista británico. Es erróneo, y es en parte la causa de la oposición plenamente justificada en alguna medida, que viene de los obreros revolucionarios británicos”.
“En realidad, los conceptos ‘departamento político de los sindicatos’ o ‘expresión política’ del movimiento sindical’ son erróneos. Por supuesto, la mayoría de los miembros del partido Laborista son trabajadores. De todas maneras, si un partido es o no un partido político de los trabajadores no depende sólo de una membresía de trabajadores sino también de la gente que lo dirige, y del contenido de sus acciones y sus tácticas políticas. Solo esto último determina si realmente tenemos delante nuestro un partido político del proletariado”.
“Visto desde este punto de vista, el único correcto, el partido Laborista es totalmente un partido burgués porque, aunque conformado por trabajadores, está dirigido por reaccionarios, y por la peor clase de reaccionarios, que actúan en el espíritu de la burguesía. Es una organización de la burguesía, que existe para engañar sistemáticamente a los trabajadores con la ayuda de los Noskes y y Scheidemanns británicos” (“Lenin’s Speech On Affiliation To The British Labour Party”, en http://www.marxist.net/openturn/historic/script.htm?lenin.htm).
Pensamos que esta concepción es más adecuada para la caracterización de estos partidos de masas “obreros reformistas” (burgueses en su actuación práctica), que la que vimos en Mandel, o antes en Trotsky. Lenin no supone que existe una base militante que “instintivamente” se dirige a la revolución y choca con una dirección que “traiciona”. La contradicción no está “indeterminada” en lo que respecta a las posibilidades de evolución orgánica. Ahora, en el seno del Laborismo (y lo mismo se podría decir de la socialdemocracia) la dicotomía “bases obreras- direcciones con programas burgueses” está dominada por el segundo polo. Por lo tanto, la organización no está abierta a una evolución hacia el marxismo; en todo caso, si las tensiones revolucionarias se hacen sentir al interior de estos partidos, podrá haber ruptura (como sucedió al momento de la fundación de la Tercera Internacional).
Observemos que en lo que respecta al criterio para caracterizar a un partido, el de Lenin es muy similar al que defendió Trotsky, cuando criticó la política de la Internacional Comunista en China, en los años 1920. Polemizando con Bujarin acerca del carácter de clase del Kuomintang –un partido de la burguesía china con apoyo de masas- Trotsky planteó que lo central para caracterizar a una organización es su dirección y orientación, no la composición social de sus bases. Luego de explicar que “en todo partido burgués la masa es siempre un rebaño, en diversos grados”, añadía: “Las cumbres del Kuomintang… son en realidad el alma del Kuomintang, su esencia social. Ciertamente, la burguesía no es en el partido más que una “cumbre”, al igual que lo es en la sociedad. Pero esta cumbre es poderosa debido a su capital, sus conocimientos, sus relaciones, por la posibilidad que tiene siempre de apoyarse en los imperialistas y, principalmente, por su poder de hecho en el Estado y en el ejército…” (Stalin, el gran organizador de derrotas, Buenos Aires, Yunque, 1974, p. 276).
¿Eran “centristas” los socialismos de los años 1930?
Contra lo que sostenía Trotsky en 1934, pensamos que la SFIO y los PS de EEUU y de Bélgica no eran organizaciones “obreras centristas”, ni siquiera “centristas vacuas”, sino partidos burgueses, con bases obreras. La dirección de la SFIO no reflejaba la búsqueda de las bases de una salida revolucionaria, ni era posible que evolucionara hacia la izquierda marxista. En la década de 1930 el carácter de clase de la SFIO estaba definido por su conducción, que a su vez estaba vinculada por múltiples lazos con el Estado, y comprometida con un programa y estrategia acordes al funcionamiento del sistema capitalista. Es cierto que los socialistas franceses se habían negado a participar en gobiernos burgueses (en 1924, en 1929 y en 1932), pero este antecedente no alteraba la naturaleza de clase de la SFIO, ni por supuesto, el de la Segunda Internacional. Cuando en 1935 Trotsky caracterizó a la SFIO como agencia de la burguesía, el socialismo francés no había cambiado, en lo sustancial, con relación al momento en que se decidió el entrismo.
Por supuesto, el carácter burgués de la SFIO se evidenciaría a pleno con su participación en el gobierno del Frente Popular, y su actitud hostil hacia el movimiento huelguístico de 1936 y 1937. Pero esto no fue “rayo en día sereno”. A comienzos de los 1930 la política de la SFIO no reflejaba una “situación transicional de los obreros”, ni había posibilidad de que adhiriera al trotskismo. Ya entonces, y desde hacía mucho, la SFIO era parte orgánica de una Internacional que colaboraba en el sostenimiento del orden capitalista, vía los mecanismos de la democracia burguesa. Su enfrentamiento con el fascismo, que era real, se daba en este marco y no había posibilidad alguna de que llegara a la ruptura con el Estado.
Consideraciones similares se aplican al partido Socialista de EEUU. Dirigido por Norman Thomas, el PS de EEUU planteaba un rechazo de tipo moral a las desigualdades que genera el capitalismo, se pronunciaba a favor de la propiedad estatal de los medios de producción, defendía el pacifismo y tomaba abierta posición en contra del marxismo. Nada muy distinto de lo que hacía la Segunda Internacional. Además, ni siquiera canalizaba el descontento de las masas trabajadoras frente al desempleo y la depresión: en las elecciones presidenciales de 1932 Thomas obtuvo poco más de 800.000 votos, y el ascenso huelguístico y de militancia sindical que dio lugar a la formación de la CIO (Congress of Industrial Organizations), estuvo dirigido principalmente por el partido Comunista. Por otra parte, el New Deal, aunque criticado por Thomas, terminó absorbiendo gran parte del programa socialdemócrata; muchos militantes socialistas abandonaron el PS para apoyar a Roosevelt y la política del Frente Popular del PC (que también se había alineado con el partido Demócrata). A mediados de los años 30, cuando Trotsky aconsejaba el entrismo en el PS de EEUU, no había lugar para soñar siquiera con que este partido llegara a la ruptura con el Estado burgués en el curso de un eventual enfrentamiento con el fascismo, o que albergase en su seno algún proceso de radicalización revolucionaria de masas.
Algo muy parecido se puede decir con respecto al partido Obrero belga, dirigido por Emile Vandervelde y Henry de Man, y en el cual los trotskistas también hicieron entrismo (se incorporaron al partido en marzo de 1935 y fueron expulsados al año siguiente). En los años 1930 de Man había lanzado un plan económico que contemplaba una fuerte intervención del Estado, con el argumento de que podría sacar a la economía de la depresión (el llamado “planismo” se basaba más en las estatizaciones que en la gestión obrera de los medios de producción). Este Plan de Trabajo generó algunas movilizaciones obreras, y contribuyó a que el partido Obrero llegara al poder en 1935, en coalición con los liberales y los católicos. El Gobierno aplicó entonces a medias el Plan, y asumió luego una posición de no intervención en la guerra española (a igual que el gobierno del Frente Popular de Francia).
Pues bien, siempre en la idea de que los trotskistas debían ayudar a las masas a sacar conclusiones a partir de su experiencia, la táctica del entrismo fue acompañada por la recomendación de Trotsky de exigir la aplicación del plan de Man. Sin embargo, de Man identificó su plan con el programa económico del nazismo; incluso intentó la regimentación de los sindicatos y el fortalecimiento de la autoridad del Estado Ni siquiera la ola de huelgas que estalló en 1936 alejó a de De Man del Gobierno y del rey Leopoldo III. No había aquí ningún “centrismo” en lo que respecta a su orientación. Agreguemos que en 1940 de Man terminó disolviendo el partido Obrero y colaborando con la ocupación nazi hasta 1941 (cuando los nazis lo echaron). No hubo ruptura de masas hacia la izquierda; los socialistas que rechazaron el colaboracionismo de Man mantuvieron una actitud pasiva, o se incorporaron a la Resistencia, sin ser influenciados por el trotskismo.
Ocho décadas más tarde, se insiste en el error
La idea de Trotsky de que los PS, en los 1930, estaban vaciados de contenido de clase, o que de alguna manera su contenido de clase era dual (obrero por sus bases, pequeño burgués por su programa y dirección) no se ha examinado ni superado en el movimiento trotskista. Por caso, muchos trotskistas siguen justificando el entrismo (o la posibilidad de entrismo) en los PS o el laborismo con el argumento de que “aunque reformistas, son los partidos de base obrera, que entrará en conflicto revolucionario con sus direcciones”. Algo parecido ocurre con el chavismo y el PSUV, Por ejemplo, Jorge Sanmartino, un “entrista siglo XXI”, afirma que el PSUV “… no puede ser definido en términos categóricos sino como formación centrista vacua, a la manera en que se dieron partidos y movimientos de masas en pleno proceso revolucionario, como el Sandinismo y el FMLN salvadoreño, o formaciones con control estatal en proceso revolucionario, como el ejemplo, según Trotsky, de la SFIO francesa en el ascenso del Frente Popular en Francia en 1936” (“Populismo y estrategia socialista en América Latina”, http://www.democraciasocialista.org/?p=1385 énfasis añadido).
Con algunas variantes en los argumentos –hoy queda muy bien evitar las caracterizaciones de clase hablando de “la dimensión discursiva simbólica de la movilización de masas”- se mantiene lo fundamental de la caracterización. Sanmartino repite –apelando a un argumento de autoridad- el enfoque metodológico de Trotsky con respecto a los PS de 1930, o el Laborismo. Aunque con el agravante de que el carácter de clase del PSUV hoy está aún más definido, si se quiere, que lo que lo estaba la SFIO en 1934. El PSUV participa directamente de la conducción del Estado, y se nutre de la fuerza económica y política del Estado, en oposición directa a todo intento de organización independiente de los trabajadores.
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De: Matilda |
Enviado: 27/08/2015 20:35 |
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De: Matilda |
Enviado: 27/08/2015 20:38 |
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De: Matilda |
Enviado: 27/08/2015 20:40 |
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