Las mayores corporaciones del sector gastaron 40 millones de euros en presionar a la Comisión Europea en 2014,
15 veces más que las organizaciones civiles. Ven el acuerdo comercial
como una herramienta para lograr más beneficios, según un nuevo informe
del Observatorio Corporativo al que ‘Público’ ha tenido acceso en
primicia en España.
No es ningún secreto que el TTIP goza de la bendición de las grandes
multinacionales, pero cada vez hay más pruebas de los esfuerzos de estas
corporaciones por sacar adelante el polémico tratado de libre comercio
que Washington y Bruselas negocian con secretismo. En esta lucha por
sellar el acuerdo las farmacéuticas ocupan un lugar protagonista: sólo
en 2014 las principales empresas del sector invirtieron 40 millones en
acciones de lobby, entre ellas las destinadas a impulsar el
Transatlantic Trade and Investment Partnership (TTIP), 15 veces más de
lo que invirtieron las organizaciones civiles en defensa de la sanidad
pública o de la mejora en el acceso a medicamentos.
Público ha accedido en primicia en España al nuevo estudio del
Observatorio Corporativo Europeo (CEO): Prescripciones Normativas, la
potencia de fuego del lobby farmacéutico europeo y sus implicaciones
para la salud pública. El informe, que debe ver la luz este miércoles,
alerta de la desigualdad de fuerzas entre las organizaciones de la
sociedad civil y estas corporaciones, que cuentan con 176 lobbistas y
hasta 113 pases de libre acceso al Parlamento Europeo, frente a los 48
agentes registrados por los colectivos civiles. Y esto, siempre según
las cifras oficiales del registro de lobbistas de Bruselas, de carácter
voluntario.
En concreto, y según el estudio, las farmacéuticas presionan para
impulsar el TTIP intentando prolongar el periodo de concesión de
patentes y combatir a los medicamentos genéricos. De hecho, el CEO
apunta también que las empresas buscarían reducir aún más la
transparencia sobre los ensayos clínicos de los nuevos fármacos -que
ellas mismas realizan-, y en definitiva presionar para lograr la
armonización de estándares de seguridad y de protección del consumidor a
la baja que temen los detractores del TTIP.
“Las grandes farmacéuticas están utilizando el TTIP como una
oportunidad para cimentar mayores periodos de monopolio, precios de
medicamentos más altos y nuevas medicinas con limitado valor
terapéutico”, reza el documento al que ha tenido acceso este diario.
Empresas como Bayer AG o GlaxoSmithKline figuran entre las que más
recursos dedican a presionar a la Comisión: la última, con entre 150.000
y 199.000 euros invertidos, y la primera con 2.460.000 –aunque en esta
partida se incluyen sus gastos en otras áreas de negocio de la empresa,
como la de los pesticidas-, siempre según los datos del pasado mes de
abril.
os tentáculos de las farmacéuticas son alargados: la inversión en
acciones de lobby ha crecido, pero no todas las corporaciones que
ejercen acciones de presión aparecen en este registro.
Sorprendentemente, algunas de las que no figuran en este listado han
contratado servicios de empresas de relaciones públicas o de presión por
valor de decenas o cientos de miles de euros, y otras influyen a través
de distintas asociaciones de pacientes o profesionales sanitarios en
las que las corporaciones son activos agentes, y a las que donan
importantes cantidades.
Un reciente estudio de la misma ONG, centrada en vigilar de cerca a
las multinacionales, alertaba hace un par de meses del incremento del
número de representantes del sector farmacéutico en las reuniones sobre
el TTIP desde la fase preparatoria y la primera etapa de las
negociaciones (2012-2013) a la siguiente fase (2013-2014), siempre según
el registro oficial. El documento alertaba de que estas empresas han
multiplicado por siete su presencia en reuniones sobre el acuerdo,y el
nuevo informe denuncia también las facilidades de acceso de las
transnacionales al Ejecutivo comunitario. Bruselas se muestra mucho más
reticente a la hora de reunirse con representantes de la sociedad civil,
como aparece documentado en los registros oficiales sobre el TTIP, que
certifican que un 83% de las reuniones de la Comisión al respecto
tuvieron a las empresas como protagonistas.
Por ejemplo, sólo entre noviembre de 2014 y marzo de 2015
representantes de la Comisión mantuvieron 15 reuniones con la
multinacional GlaxoSmithKline, a la cabeza de este ránking. “La
industria farmacéutica reina sobre una enorme y bien abastecida
maquinaria lobbista en Bruselas, disfrutando de un acceso casi
sistemático a los legisladores de la Comisión Europea”, reza el estudio.
Lo firma la investigadora Rachel Tansey, que ha utilizado los datos
oficiales del periodo que va de marzo a julio de 2015 para desmontar de
paso algunos de los mitos más comunes creados por las farmacéuticas.
A lo largo de sus más de treinta páginas el documento carga contra la
manipulación del lenguaje que durante años han llevado a cabo estas
multinacionales. Las empresas aseguran ejercer una labor de
“investigación”, a pesar de que en muchos casos son las universidades o
fundaciones quienes logran los nuevos fármacos, que posteriormente
desarrollan estas corporaciones. A menudo, a precios que la inmensa
mayoría de la población mundial no puede pagar, almacenando en cajones
los fármacos que no consideran rentables.
El estudio critica también que estas corporaciones reciban
subvenciones para realizar estas labores, y que logren elevados márgenes
de beneficio gracias en parte a costosas campañas de marketing para
vender sus productos, o persuadiendo directamente a los profesionales de
la salud para que prescriban sus fármacos.
El polémico mecanismo de blindaje a las multinacionales o ISDS que
originariamente debía incorporar el tratado, y que hoy permanece en una
suerte de limbo, es precisamente otro de los peligros que el CEO
encuentra en el acuerdo. La cláusula de protección de inversiones podría
armar a las empresas para influir directamente sobre los precios y los
legisladores, permitiéndoles demandar a los estados ante tribunales
arbitrales privados, y no ante las justicias nacionales.
Frente a esta situación, el Observatorio Corporativo Europeo
prescribe crear un registro obligatorio de lobbistas para acabar con
algunas de las prácticas de estas empresas y mantener así verdaderamente
monitorizada su actividad. Tampoco deja pasar la ocasión de alertar
sobre los peligros del polémico tratado que Washington y Bruselas
negocian desde mediados de 2013, y que desde el primer minuto han
mantenido en la penumbra informativa, a presar del creciente número de
voces que exigen cambios en el guión.
Alejandro López de Miguel/Público