Desde Brasilia
Bajo la supervisión de Lula. La presidenta Dilma Rousseff presentó ayer a su nuevo gabinete, cuyo centro de gravedad reposa en tres ministros lulistas, con la premisa de erguir a un gobierno debilitado después de 10 meses de asedio por parte de grupos golpistas atrincherados en el Congreso donde cuentan con un número inestable de adhesiones.
Lo más importante del discurso de Dilma estuvo en la última frase cuando dirigiéndose a sus nuevos colaboradores los instó a trabajar con “mucha dedicación porque tenemos un Brasil que gobernar hasta 2018”. Es decir, repitió su convicción de que no dejará el Palacio del Planalto antes cumplir los cuatro años de gobierno fijados por la Constitución.
Fue una frase destinada también al senador socialdemócrata Aécio Neves, derrotado por Dilma en las elecciones del año pasado, y el poderoso diputado Eduardo Cunha, del Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), los dirigentes que juegan su destino político al éxito de un golpe blando, cuya onda expansiva causaría destrozos en las democracias de la región. De allí los recientes discursos alarmados pronunciados por los presidentes Cristina Fernández, Rafael Correa y Raúl Castro, éste último al recibir en La Habana al papa Francisco.
Este nuevo gabinete de 31 miembros, ocho menos que el anterior, iba a ser anunciado antes del viaje de Rousseff a Nueva York para abrir las sesiones de la ONU, algo que no fue posible debido a los trabajosas negociaciones encabezadas por ella y Lula con el pendular PMDB (un día oficialista, otro golpista), que comanda el Senado y Diputados. Lula convenció a Dilma que la única salida ante la amenaza desestabilizadora era recomponer el contrato con el PMDB, al precio de cederles más ministerios y de los grandes, para disuadirlos de que se sumen al pedido de impeachment que requiere un importante número de parlamentarios.
Desde ayer el ministro con más presupuesto es el psiquiatra y diputado licenciado Marcelo Castro, del PMDB, flamante titular de la cartera de Educación, quien al pasarse al Planalto dejará de recibir órdenes del golpista Eduardo Cunha. Rousseff prometió que de ahora en adelante habrá más “diálogo con los partidos, el Congreso, los gobernadores y los alcaldes” y aseguró que con este equipo de colaboradores se “garantiza más equilibrio de la coalición que debe gobernar conmigo”.
Si bien el PMDB ganó posiciones, saltó de seis para siete ministros, y dinero al quedarse con áreas importantes del aún robusto estado brasileño, el Partido de los Trabajadores preservó el control político.
El hombre fuerte será Jaques Wagner, jefe de la Casa Civil (de gabinete), que tendrá como coadyuvantes a Ricardo Berzoini, titular de la Secretaría de Gobierno y Edinho Silva, al frente de Comunicaciones. Los tres, lulistas de paladar negro, y con oficinas en del palacio presidencial a pocas oficinas de distancia del escritorio de Dilma.
Columnistas y políticos de derecha se quejaron del “retorno” de Lula y hablaron de un imaginario inicio de un tercer mandato presidencial del ex gobernante, argumento vacío de sustento puesto que el ex mandatario evita eclipsar a Dilma.
Hay algo de cierto, eso sí, en que esta remodelación del gobierno robustece la influencia del líder del PT y hace más probable su postulación en los comicios de 2018. A tal punto que fuentes próximas a Lula dejaron trascender la semana pasada que no descartaba anunciar en los próximos meses su candidatura que es aclamada por los militantes de su agrupación.
Dilma habló ayer en el amplio segundo piso del Palacio del Planalto , colmado de público, y donde por primera vez en varios meses se percibía un cierto optimismo en los comentarios informales de asesores quienes no pierden de vista que esta administración tiene el 69 por ciento de rechazo, el peor índice de todos los gobiernos civiles posteriores a la dictadura concluida en 1985, según una encuesta de Ibope.
En lo económico repitió su compromiso con el recorte de gastos: “hagan más con menos” dinero, recomendó a sus funcionarios y repitió varias veces que es inevitable “reequilibrar” las cuentas públicas. Dirigiéndose a “los brasileños y brasileñas”, Dilma afirmó que “todo lo que estamos haciendo está movido por el único propósito de hacer lo más rápido posible esta travesía hacia una nueva etapa de desarrollo” y prometió que luego de este período de privaciones habrá “empleo y oportunidades para todos”.
Y aceptó que el momento económico no es fácil como lo confirmó un informe del Banco Central, con base en consultas al mercado, que pronosticó una recesión del 2,85 por ciento para este año y el uno por ciento para 2016.