Claudia, hija de Glayds Castro y Walter Domínguez, contó cómo se enteró de cuál era su identidad, dijo que su hija de nueve años tomó la noticia con naturalidad porque ve Pakapaka y que se emocionó al reconocerse en gestos de su padres.
Claudia supo desde niña que era adoptada, pero “tenía negada esa parte”, responde cuando le preguntan qué sentía cada vez que un hijo de desaparecidos recuperaba su identidad. En enero, cuando la contactaron de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi), no dudó en dar su muestra de sangre. El 27 de agosto supo que es hija de Glayds Castro y Walter Domínguez, militantes del Partido Comunista Marxista Leninista (PCML) secuestrados en Mendoza a fines de 1977, cuando Gladys tenía seis meses de embarazo. Después de conocer el resultado de ADN y reunirse con quienes la habían criado, pensó “en ellas”, en que “no podían perder ni un minuto más”, dijo en referencia a sus abuelas, María Assof de Domínguez y Angelina Catterino, que la buscaron desde 1978. Claudia fue cautelosa con los datos sobre su identidad sobre todo para resguardar a sus hijos, pero contó que la mayor, que tiene nueve años, lo tomó con mucha naturalidad. “Maneja mucha información con Pakapaka. Más que yo, que voy a empezar a mirar con ella”, bromeó. “Es tan sociable –contó– que ahí nomás quería ir a golpear la puerta” de las abuelas. La hija de Gladys Castro y Walter Domínguez también aseguró que ahora “siente la responsabilidad de participar”.
Claudia es la nieta 117 recuperada por Abuelas. Luego de varias visitas a escondidas a sus nuevas abuelas, que desde hace un mes y medio reciben infinitas preguntas de vecinos y amigos pero honraron el compromiso de respetar sus tiempos, ayer decidió presentarse en sociedad en sus pagos, en Mendoza, y contar su historia. Fotógrafos y camarógrafos colmaron el estudio de Radio Nacional, donde el periodista Rodrigo Sepúlveda ofició de anfitrión del encuentro entre Claudia y sus abuelas, que hablaron, se hicieron bromas, lloraron y se apretaron las manos.
Hace unos días, contó Claudia, fue a escuchar una charla de derechos humanos. “Me han surgido ganas de participar de algunos eventos y lo he estado haciendo a escondidas”, confesó. “Tuve la sorpresa de que me miraran a los ojos y hablaran de mí y no podía decir nada. Tenía ganas de pararme, saludar y agradecer, pero no podía, era una primicia para las abuelas”, dijo. Ayer, decidió hacer pública la primicia junto a ellas. Contó, entonces, cómo se enteró de que es hija de desaparecidos.
“La duda la tuve siempre pero sin ningún tipo de lineamiento relacionado con el terrorismo de Estado o la dictadura”, arrancó.
Más de una vez, confesó, algún amigo le preguntaba por su fecha de nacimiento pero ella seguía viviéndolo de lejos. “Era como que tenía negada esa parte”, dijo y lo atribuyó a que todo “se había dado de manera tan natural” en su “familia de crianza que sabía que no había nada turbio” y “no tenía ganas de buscar”. “Las restituciones de nietos “eran noticias del país, lo viví muy lejano”, señaló.
Después del primer llamado de Conadi dijo “sí, hay cosas que son posibles”. La persona que la contactó le explicó “que era raro el hecho de haber sabido siempre (que era adoptada) y que era probable que el resultado diera negativo”. Relató que habló con sus “padres adoptivos” y que ellos se mostraron abiertos. “Quedaba en libertad de decidir por averiguar, acercarme, buscar la verdad. Hubo idas y vueltas hasta el mes de julio, cuando se logra concretar una visita del banco de datos a Mendoza, y pactamos el lugar y el momento de la muestra. Lo que yo quería era descartar esa posibilidad. No quería seguir buscando si el resultado era negativo”, dijo.
El 27 de agosto, mientras acompañaba a su esposo con sus hijos en un viaje de trabajo, supo que el resultado era positivo. “Durante una hora no sé qué hice. Gracias a Dios mis hijos están vivos, no sé dónde estaban. Fue un shock más que nada de pensar cuál fue el motivo. Pensé qué pasó, qué nos perdimos, qué pasó en el medio que no sabemos yo y mis padres adoptivos”, contó. Después de colgar el teléfono se dio cuenta que no había apuntado un dato central. “Entonces le mandé un mensaje: ‘disculpame, me parece patético que te esté preguntando pero necesito saber los nombres’”. “Ahí fue cuando empecé a investigar por Internet y a buscar parecidos en las fotos. Esa noche no pude pegar un ojo”.
De vuelta en Mendoza pensó en sus abuelas, “que hacía tanto” la estaban buscando “y no podían perder ni un minutos más”.
“Pacté una visita bastante cerrada con las abuelas, conmigo y mi esposo. Ahí nos conocimos, a los poquitos días”, recordó. Si en las fotos de la web no había encontrado parecidos con sus padres, al ver las fotos que llevaron María y Angelina se reconoció en la sonrisa de su padre. “Me emocionó ver eso, el gesto”. Al comienzo tampoco se vio reflejada en las fotos en que su mamá aparecía seria, pero se emocionó al verla reir con su misma sonrisa. “Bueno, es una mezcla de los dos”, resumió.
Al resto de la familia los conoció gradualmente por Facebook cuando su tío creó un perfil sobre la “Nieta 117”. “Los voy conociendo, hilando el terrible árbol”, dijo. Por consejo de su marido se creó “una cuenta trucha”. “Yo decía ‘un me-gusta quiero ponerles, nada más”, bromeó. La ansiedad pudo más y le escribió a algunos. “Ahí me di cuenta que (las abuelas) habían guardado tanto el secreto profesional que me decían ‘pará, quién sos, primero tenés que ver a mi mamá, mi abuela’”, contó.
Entonces decidió dar el paso siguiente: hablar con sus hijos. “Más allá de que ahora es muy claro y natural, para los chicos chiquitos era como un cuento de hadas. Tenía que focalizarme en pensarlo para que lo tomaran como un tema natural y al mismo tiempo sin dividir esto de todo lo que habían recibido de la familia que tenían constituida”, explicó. “Primero hablé con mi hija mayor, de nueve años, que maneja mucha información con Pakapaka. Más que yo, que voy a empezar a mirar con ella”, dijo.
La niña no sabía que su madre era adoptada, Claudia había decidido postergar esa información. “Se emocionó, fue lo que más le impactó”. Cuando le mostró fotos de sus nuevos abuelos y de sus bisabuelas “se enamoró de todos”. “Fue tan natural y es tan sociable que ahí nomás quería ir a golpear la puerta. ‘¿Cuándo vamos a lo de abuela Angelina?’”. Al varón de seis años lo más difícil “fue sentarlo dos segundos”, bromeó. Entonces se produjo la primera visita y “un poco tengo que frenarlos porque no podemos ir todos los días”.
Cuando le preguntaron cómo hablaba con tanta naturalidad sobre su papá, su mamá, sus abuelas y su familia de crianza, Claudia aseguró que “las personas que la criaron seguían siendo “sus viejos” y que sentía que ahora tenía “cuatro padres”. “También lo hago por respeto a ellos (a su familia biológica), la sangre es de ellos”, dijo. Agradeció a quienes la criaron y reconoció que “del otro lado la lucha que han tenido es muy respetable”. “Ahora tengo que sumar, procesar y tratar de respetar”, explicó.
Claudia dijo que la decisión de la conferencia pública fue para que la dejaran de llamar a su abuela Angelina, y por temor a que alguien generara una situación que incomodara a sus hijos. “Pero más que nada por ellas, que son tan famosas”, bromeó. Su abuela María la interrumpió: “Son casi dos meses de estar mintiendo –arrancó y despertó carcajadas– Porque no podía decir la verdad y ya en el barrio se me estaba escapando (el dato de que había conocido a su nieta). Me miraban medio como con desconfianza. Y bueno... una mentira linda.
–Era a pedido mío, obviamente –aclaró Claudia.
“Fue una emoción tan grande que no se puede describir –dijo la abuela Angelina– Parecía mentira tanta alegría después de tantos años. Imagínese, 37 años esperándola en todo momento. Ahora es una más en la familia. Unos cuantos más.”
“Muy lindo todo, a pesar del dolor”, resumió María. Luego pidió “que vea la gente, el pueblo argentino, el daño que han hecho estos asesinos. Qué necesidad tiene ella de estar viviendo esto ahora. Y nosotros. Siendo que desde un principio hubieran podido tener la generosidad aunque sea de dejarla en la puerta de la casa una vez que nació”, se preguntó. La conferencia terminó con Claudia tomada de las manos de sus dos abuelas. María agradeció “a todos, porque hemos estado muy acompañados”. “Y que el domingo sea muy feliz Día de la Madre para todos”, concluyó.
Nieto 109 robado en la dictadura argentina es de padres chilenos
Nieto 109 recuperado en Argentina es de padres chilenos. (Foto: Télam)
Pablo Germán Athanasiu, nieto 109 robado durante la dictadura en Argentina (1976 – 1983), y que fue rescatado por las Abuelas de la Plaza de Mayo, es de padres chilenos y fue raptado en abril de 1976 cuando tenía cinco meses de edad.
Las Abuelas de la Plaza de Mayo expresaron en un comunicado que "Pablo Germán Athanasiu Laschan (37 años) fue secuestrado junto a sus padres el 15 de abril de 1976 cuando tenía 5 meses y medio, en el marco del Plan Cóndor".
Los progenitores de Germán Athanasi, de nacionalidad chilena, eran Frida Laschan Mellado y Angel Athanasiu Jara, militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).
Frida Laschan era funcionaria de la Corporación de la Reforma Agraria (CORA), durante el gobierno socialista de Salvador Allende, quien fue derrocado en el año 1973.
En la dictadura de Augusto Pinochet (1973/1990), la activista política sufrió persecución política y fue detenida en la comisaría de la ciudad de Lautaro (sur) y luego en Santiago de Chile.
Tras recuperar su libertad, la mujer se exilió en la ciudad de Buenos Aires, donde se encontró con Athanasiu Jara, también escapado de la dictadura chilena
"Pablo Germán nació el 29 de octubre de 1975 y fue anotado luego de su secuestro como hijo propio por un matrimonio con estrecha vinculación con funcionarios de la dictadura", indicaron las abuelas.
Desde el secuestro, las familias Athanasiu y Laschan realizaron diversas denuncias e incluso viajaron a Buenos Aires para intentar saber qué había pasado con el matrimonio y el bebé.
El pasado abril, Pablo Germán fue contactado por Abuelas y hace un mes accedió voluntariamente a realizarse el examen inmunogenético que logró determinar, en un 99,99 por ciento, su pertenencia al grupo familiar Athanasiu Laschan.
La organización Abuelas de la Plaza de Mayo todavía buscan a unos 400 bebés que fueron sustraídos durante la dictadura argentina.