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General: El gran salto de Clara López en Bogotá
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De: Ruben1919 (Mensaje original) |
Enviado: 20/10/2015 09:25 |
El “gran salto” de Clara
Por Horacio Duque
La poderosa oligarquía bogotana conformada alrededor de los negocios inmobiliarios facilitados por el primer Plan de Ordenamiento Territorial del alcalde Enrique Peñalosa en el 2001, al igual que las mafias de la contratación en la administración distrital, se trazaron hace algunos meses el objetivo de sepultar a Clara López como candidata de una gran coalición de izquierda y progresista al primer cargo de la capital de la nación.
No han ahorrado artimaña, ni procedimiento torticero para socavar el prestigio social, el reconocimiento político y la prestancia intelectual de ella.
La etapa preliminar consistió en la más sucia campaña de difamación y señalamientos cargados de mentiras y afirmaciones absurdas para afectar su honra y su buen desempeño como alta funcionaria del Estado y el gobierno de la Capital.
Se pasaron por encima, no les importó, que bajo su gestión como alcaldesa encargada de la ciudad, sus habitantes le reconocieran un alto nivel de aceptación y confianza merced a las excelentes labores como gestora de los asuntos públicos de una urbe con más de 9 millones de habitantes, afectada por escándalos de corrupción en la construcción de una de las rutas de Transmilenio, en el que se encontraron involucrados prominentes figuras del establecimiento colombiano.
Para no ir muy lejos, la reciente captura por corrupción del gobernador de Cundinamarca, Álvaro Cruz, y la muy segura privación de la libertad de su esposa, Zoraida Cruz, permanente Secretaria de Enrique Peñalosa, es una evidencia palpable del alto grado de involucramiento de reconocidos nombres de la dirigencia política en los desfalcos y atracos protagonizados por los integrantes del Clan Nule, traídos a Bogotá por intermediarios cercanos a los partidos políticos mayoritarios como la U, el Centro Democrático, el Conservador, el liberal y Cambio Radical. Muchos de cuyos concejales purgan largas penas en centros penitenciarios.
El caballito de batalla de la propaganda negra ha sido su articulación al gobierno de Moreno Rojas, en el que brillo por su rectitud y seriedad. A ella se le exige con sevicia funciones de fiscalización que los verdaderos encargados de tal menester no realizaron, incluyendo los poderosos medios de comunicación, que hoy se rasgan las vestiduras, después de haber mantenido un silencio cómplice con las irregularidades detectadas, como resultado de las abundantes prebendas y prestaciones de que disfrutaban en el gobierno y presupuesto distrital.
Igual sucedió con otros altos funcionarios de la época, que encargados de administrar la hacienda pública y autorizar los desembolsos, jamás emitieron las alarmas que les correspondía y hoy falsamente quieren lavarse las manos, como Ortega el ex secretario de Hacienda del momento.
Ya en plena campaña el recurso ha sido la más descarada manipulación de las encuestas. Conocidas consultaras de opinión, ligadas a obscuros intereses corporativos y transnacionales, saltándose las normas y regulaciones electorales, han desplegado una brutal y ventajista campaña para afectar el prestigio de Clara López, mediante encuestas amañadas que han tenido como fin manipular el “voto útil” para inflar el candidato de las simpatías de la gran oligarquía, el señor Enrique Peñalosa, asociado con diversas irregularidades en la ciudad cuando fue su Alcalde, como las detectadas en la línea de Transmilenio por la Avenida Caracas y la Autopista Norte, en las que se realizó un fraude con costos cercanos al billón de pesos; igualmente las relacionadas con la instalación de los bolardos, y los procesos de privatización neoliberal de las más importantes empresas públicas para favorecer el enriquecimiento de conocidas roscas del contratismo.
Conociendo el ascendiente de Clara entre amplios sectores de la sociedad bogotana, dichos estudios y encuestas han pretendido descalificar y minimizar, con argucias de diverso orden, el amplio peso de su liderazgo, construido con tesón y transparencia. Es que nada de lo que acompaña a la candidata ha sido fruto de los favoritismos conocidos y de las prácticas del clientelismo predominante en las relaciones políticas y partidistas.
Todo indica que el artífice de esta descomunal campaña contra Clara López es el mismísimo vicepresidente de la Republica, Germán Vargas Lleras, socio de Peñalosa, quien dispone de los más abundantes recursos presupuestales para apalancar sus pretensiones políticas.
Pero fallaron en sus planes. La campaña de Clara, que reúne a todos los sectores democráticos y de la izquierda progresista, gano espacio y audiencia como resultado de sus propuestas en favor de los sectores más afectados por la crisis, la pobreza y la exclusión.
Clara lanzo un compromiso con las conquistas sociales alcanzadas en los años recientes por los gobiernos progresistas.
Sus iniciativas más audaces plantean la organización de un sistema universitario nocturno gratuito utilizando la infraestructura de los megacolegios para establecer una facultad de ciencias de la salud y una amplia red de ingenierías y profesiones avanzadas, acordes con la revolución científica y tecnológica de nuestros días.
Proponen la generación inmediata de 380 mil empleos para los jóvenes bogotanos.
Incluyen el buen vivir, los derechos plenos de la mujer, una ciudad de oportunidades, un desarrollo consistente de la industria y la garantía de los derechos políticos democráticos.
Lo más importante. Clara como abanderada de la paz con justicia social ha planteado convertir a Bogotá en la capital de la convivencia y la reconciliación, para hacer realidad los acuerdos avanzados en la Mesa de conversaciones de La Habana.
Todo lo anterior, junto a un formidable trabajo de organización y movilización electoral en los meses recientes, ha derivado en un alto y creciente reconocimiento popular y ciudadano de su liderazgo.
Pese a las zancadillas y trampas, hoy Clara ha dado un “gran salto”, convirtiéndose en la más segura alternativa para conducir los asuntos de Bogotá en el periodo 2016-2019, como la primera mujer alcaldesa de la capital de los colombianos.
Es el avance que se consolidara en las elecciones del próximo 25 de octubre.
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Bogotá social
Por Eduardo Sarmiento Palacio
En el debate público de Bogotá aparece una ciudad antes y después de Mockus y Peñalosa. Se dice que luego del 2003 la ciudad decayó en todos los aspectos. Infortunadamente, el análisis de las dos ciudades no se ha realizado objetivamente y se ha caído en los señalamientos personales.
En el debate público de Bogotá aparece una ciudad antes y después de Mockus y Peñalosa. Se dice que luego del 2003 la ciudad decayó en todos los aspectos. Infortunadamente, el análisis de las dos ciudades no se ha realizado objetivamente y se ha caído en los señalamientos personales.
Durante mucho tiempo Bogotá actuó como una agencia de obras civiles del Gobierno central. El presupuesto distrital no llegaba a 3% del PIB, el gasto social dependía de las transferencias regionales y no cumplía con las mínimas necesidades de asistencia. Así, la ciudad a comienzos del siglo registraba niveles de pobreza de más de 40%, desempleo de 15% y reducido acceso a la educación y a la salud.
Entre el 2004 y 2015 las condiciones sociales de la ciudad cambiaron drásticamente. Las administraciones ampliaron los presupuestos y orientaron el gasto hacia los sectores de menores ingresos y fortalecieron la salud y la educación. La pobreza está por debajo de 10% y el desempleo en 8%. Los avances de estos indicadores no sólo son mayores en Bogotá que en el resto del país, sino que fue imitada en muchas ciudades. El gasto social se convirtió en prioridad de la política pública.
El principal cuestionamiento a la actual y las anteriores administraciones está en la movilidad. Si bien en esto influyó el cambio de prioridades, la explicación principal está en los errores de planeación. Los transmilenios se justificaron con costos por kilómetro US $5 millones y las últimas obras salieron a US $ 40. Por lo demás, todos los gobiernos se han resistido a contribuir con el 70% para la realización de las obras municipales.
Clara López tiene el estudio más completo sobre el metro y ha sido testigo de primera línea de los obstáculos que lo postergaron durante décadas. Más aún, dispone de la independencia política para exigirle al Gobierno la financiación del 70% de la obra.
El modelo económico de los últimos años de commodities, actividades de bajo contenido del conocimiento y los servicios, impide el avance productivo de la ciudad. Bogotá no ha logrado pasar del primer peldaño de la escalera tecnológica de bienes intensivos en mano de obra no calificada. La mayoría de las empresas industriales importan el doble de lo que exportan. Más de la mitad de la fuerza de trabajo está en la informalidad con salarios inferiores al mínimo y sin prestaciones sociales. Clara plantea una política industrial para entrar al segundo y parte del tercer peldaño de la escalera tecnológica con un amplio apoyo a las empresas de contenido de conocimiento. Para tal efecto, conformaría un consejo de fomento industrial con participación del sector privado para definir las condiciones de las empresas y los términos de los apoyos en crédito, asistencia técnica y proyectos conjuntos con las empresas distritales.
Clara López, como promotora de la política asistencial en Bogotá, está comprometida en mantenerla y perfeccionarla con una educación más integrada y con un mejor sistema de intermediación de salud. También advierte que es necesario el concurso privado para reducir las enormes desigualdades de Bogotá. El retorno del capital es más alto que en el resto del país y la exclusión del 40% no se compadece con la prosperidad de la urbe. De hecho, en su administración se abrirían camino las tesis de un acuerdo para elevar la contribución del capital en los impuestos predial y de valorización y movilizar los recursos para subsidiar en medio salario mínimo a las empresas que amplíen la nómina de trabajadores que provienen de la informalidad. La fórmula quebraría la informalidad en cinco años, incrementaría el ingreso del 40% más pobre por encima del promedio y reduciría en forma considerable el coeficiente de Gini.
El Espectador, Bogotá.
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