Apuntes sobre el cacerolazo, la clase obrera y la izquierda
Como dice alguien muy gracioso: no es ni una cosa ni la otra, sino todo lo contrario. Un sector de la izquierda va a idolatrar a los caceroleros porque todo lo que se opone al gobierno, sin importar contenido de clase ni programa, es en sí mismo progresivo. Sin ir más lejos, ayer se veía a alegres militantes del PCR zarandear sus cacerolas teniendo su momento de “tribunos” entre gente que reclamaba por policía o por evitar la cubización de Argentina. Como muy graciosamente le respondió el compañero Diego a un militante de otra corriente: no toda concentración de gente con un mismo objetivo necesariamente es algo progresivo. También puede ser un recital. O una marcha de Blumberg.
De lo que se trata es de entender el fenómeno. El cacerolazo de ayer fue una acción distinta y más amplia en su base social que los anteriores. En un sentido, los cacerolazos anteriores, con energúmenos nazis que golpean periodistas, eran el “enemigo” perfecto para un kirchnerismo que así se mantenía “a la izquierda” de la palestra política burguesa, cuando en realidad daba el giro a derecha de la “sintonía fina”. Lo de ayer expresa un hartazgo más generalizado en sectores medios, algunos de los cuales fueron parte del 54% de los votos con el que se reeligió Cristina. Desde ese punto de vista, contra toda visión autocomplaciente de los analistas kirchneristas, debería preocuparles lo de ayer porque significa pérdida de base social.
Como explica el amigo Juan Dal Maso, los cacerolazos de ayer unieron sectores más acomodados y de derecha, con sectores “medios medios”, trabajadores de cuello blanco, etc. Como sintetiza Homero Simpson: “la clase media alta baja”. En el mismo sentido, las consignas, cantos, etc., mezclaban a los clásicos “no queremos una nueva Cuba”, con quejas clásicamente republicanas (onda Binner o Carrió de los orígenes) contra los “manejos” del gobierno, por el cepo, por la re re, por las cadenas nacionales, por… Por más que militantes del PCR se pongan delante de esas manifestaciones como Charles Chaplin flamea su bandera en la clásica escena cinematográfica, querer dirigir eso o embellecer los cacerolazos, es absurdo y confirma la deriva. Ojo al piojo: hubo dos momentos donde sectores de izquierda “más de izquierda” que el PCR, como los compañeros del PO e Izquierda Socialista, le erraron groso: cuando marcharon con Blumberg, unos, cuando apoyaron la “rebeldía agraria”, los otros. No deberían caer en la tentación, de nuevo, de pensar esta clase de fenómenos sin una línea de clase: haciéndose los sotas con qué programa levantan y adaptándose a los humores vaporosos de la clase media.