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General: Desaparición de Armero ....Erupción de El Ruiz...Colombia
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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 13/11/2015 18:32

ANIVERSARIO DE LA PEOR CATÁSTROFE NATURAL EN UN PAÍS LATINOAMERICANO

Omayra Sánchez, el símbolo de la tragedia del Nevado del Ruiz

Colombia recuerda la erupción volcánica del Nevado del Ruiz que hace 30 años provocó 23.000 muertos

30 Aniversario de la muerte de Omayra Sánchez

ABEL GILBERT
BUENOS AIRES

Viernes, 13 de noviembre del 2015

El volcán Nevado del Ruiz, en el 2010.

«Yo vivo porque tengo que vivir, y apenas tengo 13 años». Por mucho tiempo, esa voz, solo la voz, estremeció a los colombianos y al mundo. La tersura de esa voz siempre engañó. La que hablaba así era una niña hundida en el fango, atrapada por una viga. Su agonía de 60 horas fue relatada casi en tiempo real los medios de comunicación. «Por favor, no más fotografías», pidió ella, Omayra, con una dulzura que las circunstancias negaban: el agua oscura le cubría el mentón. La mirada de Omayra Sánchez vuelve a interpelar a Colombia al cumplirse 30 años de un desastre que sigue siendo inenarrable. Las palabras todavía se muestran incapaces de describir...

 


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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 13/11/2015 18:39

Armero: 30 años de la tragedia anunciada que nadie evitó

El 13 de noviembre de 1985 ocurrió el peor desastre natural de la historia colombiana.

Por:   | 

11:06 p.m. | 12 de noviembre de 2015 La avalancha sepultó 4.200 viviendas y 20 puentes, y acabó con todas las vías de Armero, que era uno de los municipios más pujantes del Tolima.

Foto: Archivo EL TIEMPO.

La avalancha sepultó 4.200 viviendas y 20 puentes, y acabó con todas las vías de Armero, que era uno de los municipios más pujantes del Tolima.

 

Desde ministros, congresistas, políticos locales, autoridades hasta sus más humildes habitantes sabían, muchos meses antes, que una tragedia iba a ocurrir en Armero hace 30 años. Con casi un año de anticipación, expertos geólogos habían advertido de las posibilidades de una avalancha por la actividad del volcán nevado del Ruiz. El tema se debatió en el Congreso de la República, donde se denunció, con estudios en mano, que el pueblo “iba a desaparecer” y hasta los periódicos nacionales publicaron dos meses antes la inminente catástrofe. Sin embargo, ninguna autoridad dio la orden de evacuar y fue así como el 13 de noviembre de 1985 ocurrió la peor tragedia natural que ha sufrido Colombia. (Vea aquí: En imágenes Armero hoy, antes y durante la tragedia)

Esa noche, el volcán Nevado del Ruiz, que llevaba meses arrojando cenizas, expulsó gases, materiales y aire atrapado calientes que derritieron un casco de nieve y produjeron una avalancha de agua, piedras, escombros y lodo que bajó a unos 60 kilómetros por hora por el cauce del río Lagunilla y a las 11 p. m. llegó a este próspero municipio, el segundo en importancia del Tolima, habitado por 40.000 personas.

 

 

La fuerza de la avalancha sepultó a unas 25.000 personas, a las que tomó en su mayoría durmiendo y por sorpresa en sus casas. Una de las víctimas fue el propio alcalde, Ramón Antonio ‘Moncho’ Rodríguez, quien a diario repetía que el volcán era una “bomba de tiempo” y, junto con líderes comunales, intentó hacerles ver a los gobiernos nacional y departamental el peligro que corrían.

La avalancha arrasó al final 4.200 viviendas, destruyó 20 puentes y acabó con todas las vías. Nada quedó en pie. Sobrevivieron 15.000 de sus habitantes, que todavía hoy se lamentan de no haber evacuado.

Las señales de la tragedia

A finales de 1984, dos hechos comenzaron a dar pistas de lo que podría ocurrir. El 7 de septiembre de ese año cayeron rocas sobre el lecho del río Lagunilla, en la vereda El Sirpe, 14 kilómetros arriba de Armero, y lo taponaron. Tres meses después, geólogos comenzaron a notar un incremento en la actividad sísmica del Ruiz, donde nace ese afluente. También detectaron que salían columnas de vapor y gases. (Lea también: Travesía por Caldas y Tolima para analizar el volcán Nevado del Ruiz)

Que el Ruiz pudiera hacer erupción no era algo desconocido. Expertos habían advertido de los peligros del volcán en dos tesis de doctorado y en octubre de ese año se realizó un mapa de riesgo que mostraba la suerte que correría Armero en caso de que el gigante explotara.

Extracto de una nota de EL TIEMPO, del 21 de septiembre de 1985, que hablaba de la inminencia del desastre. / Foto: Archivo EL TIEMPO.

 

 

Incluso, los montañistas que subían se encontraban con nieve teñida de amarillo por la salida de azufre, oían ruidos y sentían temblores cerca del cráter Arenas, el origen de la erupción.

En ese entonces, el volcán nevado era vigilado, pero no con el rigor de hoy. Pese a que contaba con una estación de monitoreo instalada cuatro meses antes del desastre, la información no era dada en tiempo real. Cada día había que llegar a la zona en busca de los datos del día anterior.

Martha Calvache, directora técnica del Servicio Geológico Colombiano, recuerda que visitó el cráter del volcán un día antes de la erupción, cuando trabajaba para la Central Hidroeléctrica de Caldas. “Presentaba síntomas desde diciembre de 1984 y esa situación era notoria por el aumento de la actividad de las fumarolas con expulsión de vapor y gases”, dice Calvache, y agrega que, pese a esos síntomas, “aún hoy nadie puede predecir con exactitud el día ni la hora de una erupción”.

Gloria Cortés, directora del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Manizales (Caldas), entidad que actualmente vigila el Ruiz, considera que “la gestión del riesgo no fue exitosa”. (Vea: Entregan mapa con los límites de Armero)

“Lo que ocurrió fue catalogado como crónica de un desastre anunciado”, asegura Cortés, pues, según ella, a pesar de la inexperiencia del país en el estudio y monitoreo de volcanes y de la ausencia de un sistema para la gestión de riesgo, se advirtió sobre la afectación que podría ocurrir en Armero y en las zonas cercanas a las riberas de los ríos que nacían en el volcán nevado, entre ellos el Lagunilla, por donde descendió la avalancha.

“Se contaba con mapa de amenaza –agrega Cortés–, pero faltó tiempo como país para que el mensaje hubiese sido ampliamente difundido y asimilado”.

Tampoco se tuvo en cuenta que hubo dos avalanchas, una en 1595 y otra en 1845, que dejaron más de 1.000 víctimas. Ni las advertencias de una posible erupción que llegaron hasta con titulares en periódicos.

La funcionaria guarda periódicos nacionales que advirtieron de la tragedia. Uno de ellos fue EL TIEMPO, que envió a Armero al periodista Carlos Eduardo Osorio, quien el 21 de septiembre de 1985 publicó la crónica ‘En Armero nadie duerme’, donde evidenciaba los peligros. (También: Las dos novelas de Jairo Restrepo Galeano sobre la tragedia de Armero)

“Todos están preocupados y dicen que, si llega el invierno y a ello contribuye el deshielo del nevado del Ruiz, las rocas no soportarán la presión y la ciudad desaparecerá por acción de las fuerzas naturales”, escribió Osorio.

“Siempre se habló de la activación del nevado, pero en Armero no creían, la gente decía: cuál volcán, nunca lo hemos visto, y hasta repetían: de aquí salimos pero muertos”, dice Cortés.

Recuerda que, en 1985, el Gobierno Nacional pidió la ayuda de expertos de Estados Unidos, pero cuando el equipo se alistaba para viajar hacia Colombia escuchó la noticia de la toma del Palacio de Justicia (6 de noviembre de 1985) y canceló la operación.

Los expertos vinieron después del desastre y con la instalación de antenas se conoció al instante el comportamiento del volcán.

“Eso hubiera podido cambiar la historia de Armero”, afirma Gloria Cortés.

En una escala de 0 a 8, la erupción que ocasionó la tragedia tuvo un índice de explosividad volcánica de 3, o sea, una escala inferior, por lo que muchos afirman que el problema no fue la erupción sino “la mala ubicación de Armero, que estaba en la ribera del río Lagunilla”.

Sirve como ejemplo el volcán Pinatubo, en Filipinas, que explotó en 1991 y alcanzó una escala de 5, dejando 300 muertos.

“La erupción fue muchas veces mayor que la del Ruiz; el Pinatubo expulsó mil veces más cantidad de material y cenizas, pero ocasionó un desastre muchas veces menor que el de Armero”, sentencia Gloria Cortés.

Archivo/ EL TIEMPO.

 

 

El alcalde electo de Ibagué y exconcejal de Armero, Guillermo Alfonso Jaramillo, quien para esa fecha era representante a la Cámara por Tolima, considera que “la responsabilidad de ese desastre la tuvo el Gobierno Nacional”. El dirigente recuerda que con el congresista caldense Hernando Arango Monedero citaron a cuatro ministros a una sesión del Congreso para exponer los riesgos “por una eminente” erupción del Ruiz.

El debate lo hicieron en septiembre de 1985, unos 60 días antes de la avalancha. Basados en un estudio de Ingeominas, los congresistas hablaron de lo que podía suceder en Armero.

“Afirmamos que Armero iba a desaparecer y lo sensato era evacuar a toda la población”, afirma Jaramillo, y agrega: “El Gobierno no nos puso cuidado. Por el contrario, fuimos llamados ‘los jinetes del apocalipsis’ ”. Él se salvó porque el día del desastre viajó a Bogotá para una plenaria en el Congreso.

El actual gobernador del Tolima, Luis Carlos Delgado Peñón, aseguró que, hasta el último momento, los armeritas no creyeron en una avalancha y se prepararon más bien para una inundación por el represamiento del Lagunilla en la vereda El Sirpe.

“La tragedia se pudo evitar, pero es importante precisar que, en ese entonces, el país no contaba con elementos tecnológicos para vigilar el comportamiento del volcán, como se hace hoy”, señala el gobernador.

Ancízar Rivera, en ese entonces director de la Defensa Civil de Armero y quien perdió a su esposa y dos hijos, también cree que la tragedia pudo evitarse con la evacuación de los habitantes.

“La responsabilidad la tuvo el Gobierno Nacional por su pasividad”, relató el socorrista de la Defensa Civil, entidad que también vio morir a 28 de sus colaboradores. “En esa época se hablaba mucho de los peligros del volcán, todos sabían pero ni el Gobierno ni nadie hizo nada”, afirmó Rivera.

‘Nos mató la confianza’

Exceso de confianza. Esa es otra respuesta a tantos interrogantes, como lo plantea Orlando Lozada, un ciudadano que perdió a 80 familiares y se dedica a vender varios CD de la tragedia a la orilla de la carretera, junto a las ruinas. “A todos nos mató la confianza”, asegura este tolimense, de 53 años, quien recuerda que la caída de cenizas desde las 3 de la tarde, que cubrió techos, calles y carros, fue un síntoma evidente de lo que pasaría.

Aunque critica la pasividad de las autoridades del momento, el sobreviviente siempre se pregunta ‘¿por qué los armeritas dormimos esa noche en nuestras casas?’

Gustavo Prada, director de la Corporación Casa Armerita, que tiene más de 5.000 afiliados, recordó que, pese a que esta tragedia no tuvo responsables, en 1991 el Tribunal Administrativo del Tolima falló una demanda instaurada por algunos sobrevivientes que perdieron a sus padres.

La reclamación argumentaba perjuicios morales y daños materiales, al considerar que “ni la Nación ni el departamento del Tolima hicieron nada para evacuar a la población”.

“El fallo señaló que por fuerza mayor era imposible evitar la tragedia y que nadie puede predecir el día o la hora de una erupción volcánica”, dice Prada, quien considera que el taponamiento con tierra y piedras del río Lagunilla “ayudó a que la tragedia tuviera tamañas dimensiones”.

Hoy, el volcán es inestable y en esa montaña nacen los ríos Gualí, Recio, Lagunilla y Azufrado. Lo vigila el Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Manizales los 365 días del año con tecnología de punta, equipos que permiten conocer los cambios y la deformación volcánica en todos sus procesos. El monitoreo, en manos de equipos de geólogos, fotógrafos e ingenieros, es continuo y, al detectarse un cambio, al instante se implementan los dispositivos de respuesta o se informa a los sistemas de alertas y organismos de socorro.

“Armero es una lección que el país ya aprendió”, concluye la directora del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Manizales, Gloria Cortés.

Vea aquí el especial Armero: 30 años de la tragedia anunciada que nadie evitó

FABIO ARENAS JAIMES
Enviado especial de EL TIEMPO
Armero-Guayabal (Tolima).


Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 13/11/2015 18:44

La ciudad perdida

Por qué la historia de la avalancha que borró del mapa a Armero hace 30 años dice todavía hoy mucho sobre la desmemoria y la desidia que predomina en Colombia. Por Juan David Correa*

OMAYRA, EL SÍMBOLO La historia de Omayra Sánchez, una niña de 12 años que quedó atrapada en el lodo y murió ante los ojos del mundo, quedó en la memoria colectiva como el reflejo de la impotencia de un país devorado por la catástrofe. Foto: E.F.E.

*Director de Revista Arcadia y Semana Libros.


Armero es una ruina abandonada a la orilla de la carretera que de Ibagué conduce al norte del Tolima. Tras atravesar Alvarado, Venadillo y Lérida hay una estación de gasolina, y bajo la sombra de unos árboles, unos hombres venden DVD con la historia de la tragedia más brutal de la historia de Colombia: el deslave del volcán Nevado del Ruiz, que el 13 de noviembre de 1985 sumergió a la población en un mar de lodo y lava. El mismo que hoy, 30 años después, es el testimonio de la desmemoria y la desidia de un Estado que no ha hecho nada por preservar el recuerdo de un pueblo alguna vez considerado la capital blanca de Colombia, por sus cultivos de algodón.

Armero era una ciudad próspera de 50.000 habitantes cuando acaeció la tragedia en la que murieron alrededor de 25.000 personas. La avalancha alcanzó diez metros de alto, algo así como un edificio de cinco pisos, y arrasó con el pueblo entero. Tan es así que hoy quien camine por la maleza y el bosque que han crecido desordenadamente solo advertirá algunas cruces perdidas, algunas lápidas agrietadas, algunos rastros de que allí hubo una ciudad y el calor de 40 grados a la sombra.

Solo dos lugares en algo se mantienen: la plaza principal y una especie de santuario popular en el lugar donde murió Omayra Sánchez, la niña de 12 años que intentó mantenerse con vida tras quedar atrapada por una viga y cuya agonía fue transmitida a todo el mundo. A ese santuario van centenares de personas a poner exvotos pues la niña se ha convertido en un mito que, dicen quienes creen, ha hecho milagros. Eso es todo.

De Armero no queda nada más. Quizás el aire denso que se respira en el bosque y donde puede sentirse la energía de miles de personas de condiciones diversas, todas desaparecidas.


Un pueblo desaparece
La avalancha alcanzó diez metros de alto, algo así como un edificio de cinco pisos, y golpeó a Armero a más de 300 kilómetros por hora.

***

A las 11 y 20 de la noche de ese miércoles 13 de noviembre, 90 millones de metros cúbicos se precipitaron sobre Armero. La actividad en el cráter Arenas se había iniciado meses antes, y aunque hubo advertencias nadie hizo nada para que la población se salvara.

Tres horas antes se había iniciado una explosión de gas dentro del cráter. A pesar del estruendo, solo Hernán Castrillón, en el noticiero TV Hoy de las nueve de la noche, cerró la emisión diciendo que había preocupación, pero que no se tenían más detalles de lo acontecido. La avalancha se deslizó 48 kilómetros, la distancia que separaba a la población del volcán, y dos horas después la impactó a más de 300 kilómetros por hora. En el lapso de dos horas sepultó el pueblo.

La tragedia de Armero es incomprensible sin tener en cuenta los hechos del 6 y 7 de noviembre de 1985, cuando un comando del M-19 se tomó por asalto el Palacio de Justicia. Como en todas las desgracias en Colombia, casi siempre hay hechos que vinculan una historia con otra.


Sálvese quien pueda
Ante los rumores de una nueva avalancha, la gente intenta subir desesperada a un helicóptero estadounidense la mañana después de la catástrofe.

***

El alcalde Ramón Rodríguez había intentado alertar al gobernador de Tolima, quien se negó al teléfono pues estaba jugando billar. A pesar de que la Cruz Roja había sostenido varias reuniones esa noche, y de que a las 9 y 30 funcionarios de Ingeominas que la seguían desde el páramo de Letras habían detectado la actividad del volcán, Moncho, como era conocido, no pudo hacer nada.

Armero estaba atestado de gente en la calle que corría para todas partes. Unos creían que el punto de encuentro era una cruz blanca pintada en la sede de la Cruz Roja, pues el único temor del pueblo, según María Eugenia Caldas, quien ese día salió de Armero a una reunión en Cali y perdió para siempre a sus dos hijas y a sus padres, era que se lo tomara la guerrilla de las Farc, que estaba cerca de Ambalema. Muchos permanecieron en sus casas esperando que lo que comenzaba a ser un bramido furioso de la naturaleza fuera una inundación.

El médico cirujano Juan Antonio Gaitán había llegado a Armero a visitar a sus padres después de haber vivido en Alemania, en compañía de su esposa embarazada de siete meses. Estaba con su padre, su madre, su esposa y la empleada en la casa, y describe así el momento en que se precipitó la avalancha: “Sentí el bombazo. Un estallido tremendo. En ese momento yo no era consciente de dónde estaban ni mi mamá, ni mi esposa, ni la empleada del servicio. Mi papá, que ya tenía ochenta y pico de años, estaba a mi lado. De repente algo nos tumbó al suelo y nos empujó hacia el fondo. Nos empujó por un corredor hacia el cuarto. Nos empezó a meter y comenzó a subir de nivel. En Armero, los techos eran muchísimo más altos que las puertas; en ese momento sentí que algo pasó por el techo, y mi papá dijo: ‘Uy, carajo’. Ahí me di cuenta de que me había quedado con su brazo en mi mano. Se desprendió del cuerpo. Ese algo me estampó contra el techo. Como yo tenía la idea de que la puerta estaba por debajo, y de que eso era agua, intenté sumergirme y salir por el dintel de la puerta. Sin embargo, comencé a sentir una presión tremenda, y luego, ¡bum! Salí y cuando pude respirar oí a mi mamá buscándome:

–Juancho, Juancho.

–¿Qué pasó, mami?

–¿Y su papá?

–Yo creo que murió.

–Juancho, tranquilo, valor, que de esta salimos”.


Un duelo interminable
Armero era considerada la capital blanca de Colombia, por sus cultivos de algodón. En cuestión de horas, la avalancha mató a casi la mitad de sus 50.000 habitantes.

***

La aeronave que algunos vieron sobrevolar la zona fue una avioneta de fumigación al mando de Fernando Rivera, quien en esa época fumigaba cultivos. Miles de cuerpos comenzaban a aparecer con el lodo pegado a la piel, la mirada perdida y una sensación imposible de calificar. Yamid Amat hablaba atropelladamente con Leopoldo Guevara, voluntario de la Defensa Civil de Venadillo, y con el mismo Rivera. “Desapareció todo el mundo, yo creo que queda un 5 por ciento de lo que era Armero”. La conversación era inverosímil. Tanto que, años después, Guevara dijo que ni Amat, ni Juan Gossaín, ni el propio Belisario Betancur le creyeron cuando intentó avisarles. Pero a esa hora de la mañana ya la versión era casi oficial. Ni Guevara podía creer lo que veía: “Todo era silencio, silencio y barro. Armero es un playón”, dijo.

En el horizonte amanecía y se veía un mar de lodo. Quienes se encontraron con las primeras imágenes no lo podían creer. Hordas de gente con el barro seco pegado a la piel, exánimes, caminaban en hileras por la carretera. Cuerpos flotaban bajo el sol de un amanecer negro para la historia de Colombia. Agua no había. Algunos desesperados comenzaron a arrojarse a los pocos autos que encontraban para ser atropellados y dejar de vivir una pesadilla innombrable.

Esa mañana, todo fue caos. Los colombianos se encontraron con informes confusos de lo ocurrido. Periodistas de todo el país quisieron llegar a ver con sus propios ojos lo que nadie podía contar, porque era imposible.


La tragedia anunciada
Los cuerpos flotaban bajo el sol de un amanecer negro para la historia de Colombia. Pronto vinieron las dudas sobre si el Estado habría podido prepararse mejor.

***

Aunque Armero fue una tragedia anunciada, nadie alertó nunca a la gente, ni había planes para la evacuación. El Estado guardó silencio ante la evidencia.

Durante varias semanas, miles de armeritas desfilaron por los medios para contar su historia y buscar a sus familiares. Se creó un fondo muy cuestionado para manejar la millonaria ayuda internacional. Vino el papa Juan Pablo II un año después. Se quiso declarar camposanto el viejo pueblo sepultado por el barro. Y comenzó a pasar el tiempo, y todo fue quedándose como un cuento terrible, de los miles que hemos tenido que contarnos los colombianos.

El problema es que nadie pudo enterrar a sus muertos. Los símbolos quedaron reducidos a misas campales y peregrinaciones. Pero tanto la memoria como asuntos tan discutidos como el robo de niños han quedado en el olvido.

***

El 13 de noviembre hubo fútbol profesional. Alguien dijo que, por la amenaza de la erupción del Ruiz, habían mandado a transmitir un partido entre Millonarios y Cali. Hacía dos días se había celebrado el reinado de belleza en Cartagena. Miles de armeritas se fueron a dormir después de una tarde en la que se comentó la desproporcionada manera en que caía la ceniza. Eran puñados. La gente pensaba que se trataba de un anuncio más del Ruiz, y pocos, muy pocos, quisieron partir.

¿Era fácil hacerlo cuando nadie les había mostrado el desastre que podía ocurrir? Seguramente no. Decenas de sobrevivientes aseguran que nadie les dijo nada. ¿Por qué la gente siguió en los cafés, hablando como si nada pasara, elucubrando sobre el porvenir como si no se hubiera enterado de que durante ese año varios medios habían dado versiones de que en Armero podía ocurrir una tragedia natural inmensa? ¿Por qué el gobierno hizo caso omiso de las peticiones del representante a la Cámara por Caldas Hernando Arango, quien advirtió el 24 de septiembre de ese año sobre el peligro que representaban las constantes emisiones de humo del nevado? ¿Por qué nadie escuchó las advertencias del representante Guillermo Alfonso Jaramillo en la misma sesión de la Cámara de Representantes?

La noche del 13 de noviembre muchos supieron que Colombia había vivido una tragedia anunciada. El presidente Belisario Betancur lo repitió en una de sus alocuciones televisadas de entonces: “Que dios nos tenga de su mano”.


Vea cómo desapareció Armero paso a paso.

*Esta crónica hace parte del libro 1985. La semana que cambió a Colombia, que narra lo sucedido la semana entre el holocausto del Palacio de Justicia hasta la tragedia de Armero.



 
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