El día que Perón le regaló su bastón de mando a Blaquier
“Usted supo generar una buena relación conmigo y, en signo de agradecimiento, le quiero dejar un recuerdo”, le dijo en 1974 durante una comida en Olivos.
La discusión sobre la ceremonia de asunción de Macri tomó ribetes novelescos. Sin embargo, aprovechamos el tema para recordar una anécdota ilustrativa sobre el devenir del peronismo en la década del 70.
En 2010, con confianza y cierta soltura, Carlos Pedro Blaquier brindó una larga entrevista a La Nación. Allí relató su relación con el peronismo y se refirió en particular a Juan Domingo Perón, a quién le dedicó una biografía de su autoría.
El presidente de Ledesma negó ser antiperonista y rememoró: “Arrieta, el ex presidente de Ledesma, era muy antiperonista y yo tuve que arreglar muchas cosas con Perón. Un día me invitó a comer a Olivos y me dijo: ‘A pesar de no ser peronista, usted supo generar una buena relación conmigo y, en signo de agradecimiento, le quiero dejar un recuerdo’. Era un bastón de mando. ‘Pero mejor déselo a un peronista’, le comenté. Perón me contestó: ‘Nunca, Blaquier, porque un peronista nunca le entrega el poder a otro peronista, salvo que sea a la peronista de su mujer’”.
El empresario recuerda que conoció a Perón por primera vez cuando lo visitó en Madrid. También contó que Perón le dijo, “mire, Blaquier, la política es como el violín, se toma con la izquierda, pero se toca con la derecha”. Con esa anécdota Blaquier sostiene su afirmación de que Perón no era de izquierda, algo que la burguesía argentina había comprendido en la década de los 70.
El regreso de Perón en 1973 fue la última carta que la burguesía jugó para detener el ascenso obrero que se inició con el Cordobazo. Las ilusiones que despertaba la figura de Perón permitieron un desvío en la movilización del movimiento de masas. Ya en el poder, Perón se apoyó en la burocracia sindical y la derecha del PJ para terminar con el ala izquierda del peronismo, liderada por Montoneros. Pero el objetivo final del retorno de Perón era terminar con la combatividad del movimiento obrero que encabezó grandes acciones durante esos años (la “guerrilla fabril” como la denominó el radical Ricardo Balbín). En ese trayecto, Perón apoyó la ofensiva sobre los gobernadores ligados a la izquierda peronista como Obregón Cano en Córdoba y fue el artífice y responsable de la creación de Triple A. “El último Perón fue un buen gobernante”, sintetizó Blaquier en dicha entrevista.
El resto de la historia es conocida. Blaquier, en representación de Ledesma, fue un entusiasta del apoyo al golpe genocida del ’76. El 20 de julio de 1976 un apagón por la noche en Libertador General San Martín fue el escenario en donde los camiones de la empresa trasladaban a los trabajadores secuestrados por los militares. La lista de los trabajadores secuestrados fue confeccionada por el directorio que encabezaba Blaquier. La Noche del Apagón es el hecho que da cuenta de esta estrecha relación entre los militares y la burguesía argentina.
Los juicios vertidos por Blaquier sobre Perón pasaron a un segundo plano en ese momento ya que el empresario dedicó comentarios elogiosos a los Kirchner y se definió como “cristinista a rabiar” a través de un poema que desafía las reglas de la estética: "Se ha incrementado la venta/del cerdo vivo o carneado/después de haber escuchado/a Cristina presidenta./Las propiedades del cerdo/eran para mí un enigma,/desde hoy son un paradigma/y la vaca es un recuerdo./Y por potenciar la cosa/como cerdo a toda hora/y gracias a la Señora/hoy tengo novia mimosa./Por eso soy cristinista/y nada me hará cambiar/soy cristinista a rabiar/y un convencido activista."
Para cerrar el círculo, el kirchnerismo en sus 12 años apenas avanzó sobre la responsabilidad empresarial en el genocidio. Blaquier goza de la “falta de mérito” en la causa sobre los obreros desaparecidos en Ledesma.
En su balance, Blaquier tiene en claro el rol que jugó el peronismo a la hora de enfrentar el ascenso obrero en los 70 y el rol que jugó en la “década ganada”, en donde los empresarios la juntaron en pala. Más allá de cómo termine el affaire de la asunción presidencial, Blaquier sabe que, más tarde que temprano, los verdaderos dueños del país volverán a recibir la pleitesía de su personal político.