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General: El barrio más pobre y peligroso de Haití
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De: Ruben1919 (message original) |
Envoyé: 21/09/2012 18:47 |
El barrio más pobre y peligroso de Haití
La vida en Cité Soleil transcurre sin que nada cambie tras el terremoto
Han pasado casi tres años desde que el 12 de enero de 2010 un terremoto hizo temblar Haití con consecuencias devastadoras. Ya entonces era el país más pobre de América. Cité Soleil es, además el barrio más desfavorecido del país y también el más peligroso. Antes y después de que trepidara la tierra. Las voces de un coro de niñas grabadas en Cabo Haitiano, pone fondo musical al retrato visual realizado, para ‘El País Semanal’ el próximo domingo, por el fotógrafo Rafael Sánchez-Fabrés. Maye Primera firmará el reportaje sobre este lugar en el que ni siquiera la atención internacional que despertó la tragedia ha conseguido que sus habitantes salgan del paro, la miseria y la violencia.
Nadie se atreve a contarlos pero se estima que en esta explanada de unas 200 hectáreas que comienza a espaldas del aeropuerto y acaba en la bahía de Puerto Príncipe, la capital, viven unas 300.000 personas. Treinta y cuatro barrios en uno con viviendas del tamaño de una habitación, construidas con ladrillos de arena y techos de zinc, donde los niños juegan y recolectan ‘tesoros’ entre la basura, mientras sus padres deambulan sin trabajo, las bandas violentas se multiplican y los ritos y ligas vuduistas ganan terreno frente a la desesperanza. Los soldados de la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití, la Minustah, siguen recorriendo sus calles para guardar el orden en todo el país, por supuesto también en Cité Soleil.
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Soleil, Haití: Tierra del hambre y de la desesperación
Fernando Krakowiak | pagina12.com.ar | 08-11-2009
Puerto Príncipe.- Supo ser la villa más peligrosa de América latina. Hasta hace poco más de dos años estuvo controlada por bandas armadas que la utilizaban como centro de operaciones para organizar secuestros, traficar armas y drogas. Entre fines de 2006 y principios de 2007, estos grupos, conocidos como gangs, resistieron allí el avance de las tropas de la ONU. Finalmente, fueron desarticulados luego de varios operativos que les costó la vida a decenas de mujeres y chicos que no tuvieron dónde esconderse. Todavía hoy la emblemática Cité Soleil genera una mezcla de temor y respeto entre los haitianos y si un extranjero quiere ingresar recomiendan hacerlo con gente del lugar o escoltados por fuerzas de la ONU. Página/12 eligió la primera opción y, una vez adentro, pudo contemplar la pobreza extrema que sirvió como caldo de cultivo para el surgimiento de las gangs. La gente vive en casas precarias sin agua potable ni luz eléctrica, que albergan cerca de diez personas cada una. La mayoría son desocupados que pasan su tiempo en las calles, donde la basura se fue acumulando durante años e incluso bloquea el curso de varios arroyos. A ese escenario desolador se le suma el dato asombroso de que el 80 por ciento de la oferta educativa es privada y los hospitales están arancelados porque el Estado es casi una entelequia en Haití.
Cité Soleil es una villa que comenzó a poblarse de manera acelerada en la década del ’80. Por entonces, todavía gobernaba el dictador Jean-Claude Duvalier, conocido como Baby Doc para diferenciarse de su padre, el también dictador François Duvalier, que se hacía llamar Papa Doc. Para que todo quedara en familia, a este barrio, ubicado en la costa norte de Puerto Príncipe, le habían puesto Cité Simone, en homenaje a la esposa de François. Por ese entonces los Duvalier figuraban hasta en los billetes, pero cuando el régimen cayó, su rastro se fue perdiendo y Cité Simone fue rebautizada como Ciudad del Sol. Los que llegaron del campo escapaban del hambre, y en Sonapi los esperaban las maquilas donde trabajaban para contratistas de las grandes multinacionales por sólo 2 dólares al día. Esa zona franca limita con Cité Soleil. Por eso empezaron a radicarse allí.
En 1991 el flamante presidente Jean Bertrand Aristide se ganó el apoyo de los pobres con un conjunto de medidas que buscaban mejorar un poco su situación desesperante, pero la primavera duró sólo seis meses porque luego fue derrocado por el Ejército. El golpe generó un amplio rechazo internacional y Estados Unidos impuso un bloqueo económico que aisló a la dictadura y destruyó a la ya débil economía haitiana, reduciendo las maquilas a su mínima expresión. Aristide volvió al poder en 1994 de la mano de los estadounidenses para terminar su mandato y disolvió el Ejército en represalia por haberlo destituido. En 2001 el pueblo lo volvió a elegir, pero le resultó imposible gobernar y tres años después fue forzado a renunciar con un juego de pinzas que incluyó a los ex militares en las calles y una operación relámpago de los marines estadounidenses, que esta vez no sólo no lo respaldaron, sino que lo sacaron del país. Aristide contó con el apoyo de grupos de jóvenes excluidos conocidos como “chimeres”, que protagonizaron hechos violentos para tratar de resistir su salida. Algunos de esos jóvenes integraron luego las gangs, al igual que ex militares y delincuentes comunes.
La salida de Aristide dejó un clima de anarquía en las calles y la ONU envió tropas en 2004 como parte de la Misión para la Estabilización en Haití (Minustah). Las gangs se replegaron sobre los barrios marginales y tomaron el control de Cité Soleil. Como en Haití el 76 por ciento de la población es pobre y en las fortalezas de los ricos es muy difícil entrar, el robo no era un buen negocio. Entonces, optaron por los secuestros para financiarse. Cité Soleil pasó a ser entonces uno de los lugares donde guardaban a las víctimas porque la policía no se animaba a entrar. Después de varios enfrentamientos con las tropas de la ONU, Cité Soleil fue liberada, pero la extrema pobreza sigue vigente.
“La mayor dificultad es que no podemos mandar a los chicos a la escuela porque no tenemos la plata”, afirma a Página/12 Denise Charles, una vecina del barrio. El 80 por ciento de los colegios son privados y esa proporción se mantiene incluso en las zonas pobrísimas. La matrícula cuesta 3600 gourdes (90 dólares) y deben abonar otros 600 gourdes por mes (15 dólares) en concepto de cuota. Además, los vecinos afirman que los colegios públicos también les exigen dinero a modo de “contribución” para aceptar a sus hijos.
Otro de los dramas que enfrentan es el precario e insólitamente arancelado sistema de salud. El hospital público Isaïe Jeantry les cobra 800 gourdes los análisis (20 dólares). “El médico te los encarga, pero si no los podés hacer porque no tenés el dinero no te vuelve a recibir”, sostiene Michelle Erani. Una situación similar se vive en una salita llamada Immaculee, mientras que en el Sainte Catherine no hay doctores y los enfermos están a la deriva.
Los alimentos también son inaccesibles porque la mayoría de los habitantes de Cité Soleil están desocupados y no reciben ningún tipo de ayuda del gobierno. Incluso para los que trabajan comer es una odisea porque en las fábricas maquiladoras de la zona les pagan 125 gourdes por día al empleado común (3 dólares) y 200 (5 dólares) a los calificados. Un agravante que obstaculiza aún más el consumo es que la gran mayoría de la oferta de alimentos es importada debido a la falta de producción nacional. En este contexto, no es de extrañar que el año pasado haya vuelto a haber disturbios por la suba del precio internacional de los commodities agrícolas. De hecho, los más pobres llegaron a comer galletas de barro para engañar el estómago.
La cooperación internacional intenta revertir esta situación colaborando con un Estado haitiano raquítico, pero los vecinos dicen que la ayuda no da resultado y recientemente conformaron un foro de organizaciones de base para tener incidencia en la orientación de esos recursos. “La gente no se siente tocada por ese dinero”, afirma Rivage Elle a este diario. Las estadísticas avalan esa percepción. Según un reciente informe de Flacso, entre 1990 y 2003 Haití recibió más de 4000 millones de dólares de fuentes multilaterales y bilaterales, sin incluir remesas, y Estados Unidos aportó otros 1500 millones de manera directa entre 1990 y 2005. Sin embargo, en esos años Haití cayó del puesto 150 al 154 en el Indice de Desarrollo Humano. Los países latinoamericanos que integran la Minustah, más Venezuela y Cuba, afirman que los datos reflejan el fracaso de la cooperación Norte-Sur y avanzan con acciones para consolidar un eje Sur-Sur. Argentina, por ejemplo, implementa el programa Pro Huerta en Haití desde hace cuatro años y recientemente puso en marcha una experiencia piloto en Cité Soleil. El gobierno de Estados Unidos, sin embargo, no resigna su lugar y evalúa darle énfasis nuevamente a la maquila. Incluso se habla de convertir a Cité Soleil en una zona franca. Por ahora, las casi 400 mil personas que viven allí están en calma, pero el hambre y la desesperación acortan los tiempos de un pueblo que sabe lo que significa rebelarse.
fkrakowiak@pagina12.com.ar
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El sol no sale en Cité Soleil
Es el barrio más pobre del país más pobre de América, Haití
También el más peligroso
La vida en Cité Soleil transcurre sin que nada cambie
Ni el terremoto que asoló la zona en enero de 2010, ni la posterior atención internacional han sacado a sus habitantes del paro, la suciedad y la violencia
Hubo una guerra en Cité Soleil de la que Herold Charles salió herido. A un lado del campo de batalla se atrincheraban las bandas de Amaral Duclona, de Ewens Ti Coto, de Dread Wilmé: los pandilleros armados de fusiles que hicieron correr la voz de que Cité Soleil, el más pobre de los barrios del país más pobre del hemisferio occidental, era además el más violento del Caribe. Contraatacaban al otro lado los soldados de la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití, la Minustah, que desembarcaron en la isla en febrero de 2004 para traer la paz, un día después de que el presidente Jean-Bertrand Aristide partiera al exilio en un Boeing 707 con rumbo a Sudáfrica, tras ser derrocado por un golpe de Estado.
Los muros de la agencia de loterías St. Celeste Bank, de la boutique Le Samaritan, los techos de zinc de las chabolas y el flanco izquierdo de Herold Charles conservan las huellas del fuego que entre 2004 y 2007 intercambiaron ambos bandos. Herold se alza la camisa. Muestra la hernia que le cuelga del ombligo y, un par de centímetros a la izquierda, la cicatriz de una bala de fusil que le atravesó el cuerpo. Señala el lugar exacto de la calle donde le alcanzó la bala y donde cayeron muertos un maestro de escuela y dos vendedoras de fruta. Cuenta cómo se puso a salvo en un depósito de mercancías, cómo lo llevaron a rastras al hospital de St. Catherine y cómo pidió a los médicos que le salvaran la vida. “En Haití siempre se dice que cuando vives en Cité Soleil no eres inocente. Pero yo sí, soy uno de los inocentes”.
¿Cuántos son? Nadie lo sabe, porque nadie se atreve a contarlos. Pero se estima que en esta explanada de unas 200 hectáreas, que comienza a espaldas del aeropuerto y acaba en la bahía de Puerto Príncipe, viven unas 300.000 personas. Y se tiene la certeza de que el hacinamiento de Cité Soleil comenzó hace 40, con una matanza de cerdos y dos incendios.
François Duvalier llamó a este lugar Cité Simone, en honor a su esposa, Simone Ovide. Ella –mulata, esbelta, huérfana– era enfermera en uno de los hospitales donde Duvalier –médico sanitarista, electo en 1949 como presidente de Haití– se ganó el favor de los más pobres por salvarles del tifus y de la malaria, y el mote de Papa Doc. Simone Ovide fue el poder detrás del trono durante los 37 años de la dictadura que condujo su marido y que luego heredó Jean-Claude, el hijo menor de ambos.
Cuando se fundó, en 1958, Cité Simone era una villa de 52 casas, construidas para dar albergue a los trabajadores de la Haitian American Sugar Company (Hasco), una central azucarera estadounidense que en las décadas siguientes se convirtió en la segunda fuente de empleo más importante del país, que pagaba un poco más de cuatro dólares por cada jornada de 12 horas.
En haití siempre se dice que cuando vives en cité soleil no eres Inocente”
“No importaba de qué lugar de Haití vinieras. En Hasco había trabajo para ti”. Jean Louis Phenold tiene ahora 49 años y fue uno de los campesinos que emigró a Puerto Príncipe en la década de los ochenta del siglo pasado, cuando una campaña de exterminación de cerdos creole, ordenada por Estados Unidos para prevenir la propagación de una epidemia de gripe porcina, asoló la provincia haitiana. “Cité Soleil era entonces un buen lugar para vivir y trabajar”. El barrio ya había crecido: en 1966, el Gobierno de Papa Doc construyó más casas para los damnificados de un incendio que arrasó la villa vecina de La Saline; y en 1972, su hijo, Baby Doc, envió allí a los damnificados de otro incendio que consumió los alrededores del mercado de Puerto Príncipe.
Cité Soleil es hoy día el mosaico de ladrillos de arena y techos de zinc que miran por la ventanilla los pasajeros que despegan o aterrizan del aeropuerto internacional Toussaint L’Overture. Hay 34 pequeños barrios dentro: Bois Neuf, Boston, Partie Droullard, Brooklin, Linthau; una sucesión de viviendas del tamaño de una habitación cada una donde viven familias con tres, cinco y siete niños, que ya no salen a saludar el paso de los aviones, acostumbrados a escuchar a toda hora su estruendo. A la comuna la atraviesa un delta de aguas negras: seis gruesos canales por los que corren las aguas residuales de las comunas altas de la zona metropolitana de Puerto Príncipe, que desembocan en las aguas del puerto. Punto donde atracan cada día veleros que han zarpado de Jeremie, de Cabo Haitiano, de Miragoane, para traer cargas de carbón, plátanos y madera y llevarse pacas de ropa de segunda mano, comestibles en lata y detergentes importados.
Del complejo azucarero Hasco quedan solo las ruinas. Un amasijo de almacenes y calderas carcomidas por el salitre. La locomotora del tren que llevaba el azúcar hacia el puerto, bañada de herrumbre. Y la chimenea que, hasta la quiebra de la empresa en los años siguientes a la caída del duvalierismo, sonó tres veces al día para anunciar el comienzo y el fin de la jornada de más de 3.500 obreros haitianos que ahora vagan por Cité Soleil sin hallar otro empleo.
El profesor Allain Gilles, vicerrector de la Universidad Quisqueya, los ha estado observando. “Esa gente que ves en las calles, sin hacer nada, está trabajando. ‘Trabajar’ significa en Haití que estás recibiendo un cheque del Estado o de las organizaciones no gubernamentales”. Varias décadas antes de que el terremoto del 12 de enero de 2010 sacudiera la zona metropolitana de Puerto Príncipe con catastróficas consecuencias, este país ya era el epicentro de la pobreza occidental, y el Estado y las pocas empresas privadas ya dependían de la renta de las donaciones internacionales. “Cerca del 80% de la población ha vivido así durante cinco o seis generaciones y es normal para ellos”.
Aquí trabajar significa que estás recibiendo un cheque del estado o de las organizaciones no gubernamentales”
Con 146 combates ganados y 4 perdidos, a Evens Pierre se le conoce en los cuadriláteros como The Sun City Kid, el muchacho de Cité Soleil. Cuando camina por la polvorienta Rue Soleil 13, deja una estela de mujeres que suspiran y de niños que lo vitorean. Tiene ahora 28 años. Jacques Deschamps es el empresario haitiano del boxeo que lo descubrió liándose a golpes en las plazas del centro de Puerto Príncipe cuando era un chico de 17. Deschamps lo alimentó, lo entrenó y arregló para él su primera pelea amateur en Panamá. Allí vive desde hace ocho años y ha venido de visita.
Si sus contrincantes le temen por decir que ha nacido en Cité Soleil, mejor para Evens. “Hay magistrados, diputados, que vienen de este barrio y no se atreven a decirlo. Pero cuando yo sea campeón mundial, sí lo voy a decir: yo sí soy de Cité Soleil”. Aquel 12 de enero de 2010, Evens Pierre estaba dentro de la casa de sus hermanos, en la calle 19 de Village Reinassance, en Cité Soleil, que con el terremoto se vino abajo. Salió con vida. Cinco meses más tarde, ganó su primer título de la WBA, la Asociación Mundial de Boxeo, y volvió de inmediato al barrio para celebrarlo. Los dólares que Evens hace con los puños los envía una vez al mes a Puerto Príncipe, y de eso viven sus cinco hermanos desempleados.
De eso y de la caridad vive la población entera de Haití: el 2% que son ricos, el 8% que es clase media y el 90% que son pobres. Más de la mitad del dinero líquido que corre por las calles de la isla lo aporta la diáspora haitiana, instalada en su mayoría en República Dominicana, Estados Unidos y Canadá; los 1,5 millones de haitianos que huyeron del país en tres oleadas: durante la ocupación norteamericana (1915-1934), durante la dictadura de los Duvalier y a fines de los sesenta, en la emigración de los boat-people. Los expatriados envían a sus familiares aproximadamente 1.500 millones de dólares anuales: el equivalente a la mitad del presupuesto de todo el país. En cada esquina de Puerto Príncipe hay una oficina de Western Union o de Money Gram que hacen circular ese dinero fresco. El Gobierno del presidente Michel Martelly se queda con una parte, desde que en mayo pasado estableció un impuesto del 1,5% sobre todas las transferencias que vienen del extranjero.
Cuando las remesas llegaban, antes del terremoto de 2010, se agotaban los frascos de crema desrizante marca Prima y los tubos de Raaja Body Lotion en el puesto del mercado de madame Fleurant Ilerest. “Hace cuatro años, la gente tenía más dinero para comprar. Ahora la vida no es buena ni en la calle ni en la casa, pero siempre es mejor estar en la calle haciendo algo”, se queja la vendedora. Son las siete de la tarde del 6 de septiembre de 2012 y desde que salió a trabajar, a las seis de la mañana, solo ha vendido el equivalente a 200 gourdes: 5 dólares americanos. Al menos el marido de Fleurant tiene trabajo: es el hombre que abre y cierra la llave del agua en el Centro Autónomo Metropolitano del Agua Potable. El agua potable que no llega a Cité Soleil.
Quienes buscan empleo fuera de la comuna prefieren no confesar que viven en Cité Soleil. “Si escribes en tu hoja de vida que eres de acá, seguramente no te dan el empleo que buscas”, dice Reginald Louis, técnico en comunicaciones de 35 años, con cuatro hijos, desempleado desde que el Gobierno anterior, del presidente René Préval, privatizó la empresa de telecomunicaciones Teleco. Desde hace poco más de un año, Reginald trabaja recolectando basura para una organización no gubernamental que promueve el reciclaje. Durante los ocho meses siguientes al terremoto vivió en un campamento de damnificados; luego volvió a mudarse a su vieja casa del barrio Soleil 11. En una de las paredes cuelga un retrato del expresidente Aristide, y a la derecha, un machete. “Aristide es como mi padre. Cuando él estaba en el Gobierno, yo tenía trabajo, y el saco de arroz que ahora cuesta 1.500 gourdes costaba 800”, dice. “Sí es verdad que las familias envían dinero desde fuera. Pero cuando el dinero se acaba, la gente roba porque tiene hambre”.
A los miembros de la Liga de los Vuduistas de Cité Soleil les preocupa el vértigo con que han ganado terreno la fe de los evangélicos y las muertes violentas, y creen que solo uno de los suyos puede salvar a la comuna de las garras de la oscuridad. “Ningún político ha hecho nada por Cité Soleil, y por eso es que el coordinador de la Liga vuduista ha decidido lanzarse como candidato a alcalde de la comuna”, explica Cheguevara Kermidor: un hougan (sacerdote vudú) de 51 años que en la década de los ochenta conspiró contra Jean-Claude Duvalier y que durante un breve exilio en Cuba adoptó como suyo el nombre de Ernesto Che Guevara. Él y Merite Merissaint –mujer, de 40 años– dirigen la sucursal de la Liga de la calle Soleil 17.
La Federación Haitiana de Iglesias Protestantes calcula que la mitad de la población haitiana se ha sumado a su redil y se jacta de tener representación parlamentaria en la Asamblea Nacional de Haití. La religión vudú, la amalgama sincrética practicada por los esclavos negros durante los siglos de la colonia, se ha visto obligada a abrir el secreto de sus ritos para no perder practicantes. Los vuduistas comenzaron a agruparse en ligas, en asociaciones, y en 1997 un concilio de más de 70 hougans de toda la isla acordó la elección de una autoridad única: la mayoría de los votos favoreció a Max Beauvoir, un bioquímico formado en París y Nueva York, que desde entonces se hace llamar “el Papa de vudú”.
“La misión vuduista es repensarlo todo, guiar a los jóvenes que no tienen guía ni empleo, que cambien las pistolas por los libros”, dice Cheguevara Kermidor. La Liga ha enviado cartas a todas las ONG y agencias de cooperación que trabajan en Cité Soleil, pidiéndoles financiación para llevar a cabo sus proyectos sociales. Ninguna ha respondido.
Las nuevas bandas de cité soleil no tienen nombre, pero tienen zonas, una por cada barrio de los 34 de la comuna
La guerra entre los cascos azules y las pandillas de Wilmé, Duclona y Ti Coto terminó oficialmente en febrero de 2007, con una última batalla que se prolongó 12 horas. La Minustah ha multiplicado sus fuerzas. En los últimos ocho años, 57 países han enviado a sus soldados y policías a guardar el orden, el Estado de derecho, las elecciones libres, los derechos humanos, y garantizar el desarme en Haití. Hay tropas de Burkina Faso, Burundi, Camerún, Chad, Costa de Marfil, Egipto, Rusia, Guinea, Jordania, Kirguizistán, Madagascar, Malí, Nepal, Níger, Nigeria, Pakistán, Ruanda, Serbia, Sierra Leona, Sri Lanka, Togo, Turquía, Yemen… Las patrullas de Brasil siguen encargadas de la vigilancia de Cité Soleil. La policía de Haití monta retenes a lo largo de las principales avenidas.
Pero las paredes del barrio siguen pintadas de obituarios. “Adiós, Mama, RIP”, “Adiós, Esaie”, “Adiós, Félix”. El más grande, el más vistoso, es el de Jean Liphète Nelson: fundador de Radio Boukman y director de una de las ocho escuelas de la ONG Hands Together, que ofrece educación gratuita a 10.000 chicos del barrio. “Vyolans se pwazon be devlopanan”: “La violencia es un veneno para el desarrollo”, dice en creole la inscripción sobre el retrato a gran escala del periodista en la esquina que conduce a la emisora. Nelson fue asesinado de un disparo el 5 de marzo de 2012, frente a la escuela que dirigía, por un nuevo pandillero apodado T-Watson, de no más de 17 años y que ya ha ido a parar a la cárcel. Radio Boukman ya está de nuevo en el aire, pero los comerciantes de la ciudad tienen miedo de seguir anunciando allí sus servicios.
La nuevas bandas de Cité Soleil no tienen nombre, pero tienen zonas, una por cada barrio de los 34 que conforma la comuna. T-Watson era el terror de Bois Neuf y se sospecha que mató a Nelson solo para granjearse respeto. En agosto también fue asesinado Félix, voluntario en el hospital St. Catherine, que administra Médicos Sin Fronteras: le disparó un sicario que iba a pie. “Aunque la policía y la Minustah maten a todos los pandilleros, en un año vamos a tener otros nuevos. Porque no hay empleos, no hay escuelas”, dice Joachim Jorel, el antiguo administrador y nuevo director de la emisora. Esa guerra, muy pocos la están peleando.
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Hace 200 años declaró su decisión de presentarse ante Petión para solicitar su ayuda
Arribo de Bolívar a Haití marcó un cambio radical en el destino de la independencia Suramericana
27 diciembre 2015
Bolívar decide ir a la capital, Puerto Príncipe, a pedir apoyo al Presidente Petión, a quien no conocía. La generosidad e incondicional contribución que este prestará en dos ocasiones a las empresas del Libertador, como se verá en 1816
El 26 de diciembre de 1815, hace doscientos años, el Libertador Simón Bolívar quien, procedente de Jamaica había llegado al puerto de Los Cayos de Haití, escribe una misiva a su amigo y benefactor Maxwell Hyslop, confirmándole la culminación del periplo y su deseo de dirigirse el 27 de diciembre, tal día como hoy, a la capital, Kingston para entrevistarse con el Presidente Alexander Petion.
ADÓNDE IR
Bolívar se había embarcado en Jamaica el 18 de diciembre de 1815, con destino a Cartagena de Indias. Sin embargo, y de acuerdo a Vicente Lecuna, el día siguiente en de la tarde, 19, hallándose en altamar, hace contacto con un corsario que le entera de la trágica caída del histórico puerto. Se trataba del capitán de la nave El Republicano, un italiano conocido como Barbafán, quien le pormenoriza de la “retirada de los principales patriotas hacia Los Cayos de San Luis (Haití). En el acto Bolívar cambia de rumbo a este puerto a reunirse con sus compañeros de armas, y a solicitar la protección del General Petión” [Crónicas razonadas ee las guerras de Bolívar, Tomo I].
Este viaje, y las subsecuentes reuniones que sostendrá con el Jefe de Estado de Haití, Alejandro Petion -pequeña nación que para entonces, constituía junto con las provincias del Río de la Plata los únicos territorios independizados de la América del Sur en que funcionaban gobiernos republicanos- significarán un vuelco favorable a la causa patriota de Suramérica.
A PUNTO DE CAER PRISIONERO
El sometimiento de Cartagena de Indias por parte del Pacificador Pablo Morillo, puso en manos de este valiosa documentación acerca de los planes de los patriotas exiliados en el Caribe. Así, el 18 de diciembre, cuando zarpa de Kingston para dirigirse a Cartagena y compartir los horrores del sitio, o sucumbir entre sus ruinas, como él mismo lo expresara, versiones que circulaban en el cuartel general realista, señalan que el héroe caraqueño se encontraba en Haití. De allí que Pablo Morillo dirija una carta al Presidente Petión, solicitando que impida una expedición que Bolívar tramaba:
“Sé de positivo, le dice, que la expedición se ha de formar en esa isla (Haití), pues he sorprendido la correspondencia de…los rebeldes en Jamaica (…) Para este objeto se han llevado [los patriotas] de Cartagena las armas y municiones que han podido embarcar (…) detenidos por Vuestra Excelencia no se emplearían contra nosotros” [Ibídem). Ignorante el Libertador del pensamiento realista, estuvo a punto de caer por engaño, pues de haber llegado al puerto de Cartagena, seguramente habría sido apresado por los españoles, quienes mantuvieron izada la bandera republicana en sus instalaciones y los mismo barcos simulando el bloqueo previo a la caída de Cartagena
EN LOS CAYOS
Paul Verna indica que el héroe caraqueño fue recibido en Los Cayos por el jefe militar Ignacio D Marion, el administrador Adam, y Godelier, cirujano jefe de hospitales, además del nutrido grupo de exiliados escapados del terrible sitio de Cartagena. Entre los exiliados de Los Cayos destacaban Francisco Antonio Zea, Pedro Briceño Méndez y los oficiales Chipía, Antonio Páez y William Chamberlain. Este último, dos años después, ofrendará su vida en la Casa Fuerte de Barcelona.
Un cronista europeo de aquellos tiempos apellidado Rafter, registra en su obra Memorias de Grégor McGrégor la impresión que le causó el pequeño puerto de cinco mil habitantes “El idioma, modales y costumbres son franceses y conservan -sus habitantes- un considerable grado de urbanidad que (…) podrían rivalizar con el refinamiento y la elegancia que se encontraba en la metrópoli”.
GIRO COPERNICANO
El ánimo favorable a su persona que se le dio en Los Cayos, así como el nuevo cuadro histórico de una república que convocaba a elecciones, y donde generales, abogados, diputados, médicos y hacendados eran negros exesclavos y mulatos en su mayoría, cambió de modo tajante la visión que hasta ese momento pudo guiar el enfoque social y político del Libertador. Ese cambio lo enrumbó hacia su verdadero destino como caudillo que aúna a la lucha contra las potencias coloniales de una época, el reclamo social de abolicionismo e igualdad a favor de las clases sometidas en una formación agroesclavista, como la colonial de América española. De allí que sin mayor dilación Bolívar decida ir a la capital, Puerto Príncipe, a pedir apoyo al Presidente Petión, a quien no conocía. La generosidad e incondicional contribución que este prestará en dos ocasiones a las empresas del Libertador, como se verá en 1816, hacen deber de todo suramericano, tributar a perpetuidad al gran benefactor de la causa emancipadora y abolicionista.
T/ Néstor Rivero I/ Grabado de A.Petion
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