
Luna llena en La Habana, Cuba, el 25 de diciembre de 2015. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate
Ismael Francisco, compañero inseparable de aventuras periodísticas en este 2015, me envía la foto que tomó anoche desde el techo de su casa. Es nuestra versión de la extraña luna llena del 25 de noviembre, la que desde 1977 no veían los terrícolas y, obviamente, nosotros tampoco. La verdad es que no recuerdo otra anterior. ¿Qué hacía yo hace 38 años? Era niña en Sancti Spiritus, una que difícilmente repararía demasiado en la luna del 25 de noviembre por muy llena que estuviera. Esa noche, como tantas otras de mi infancia, debí estar sentada en el muro que daba al breve jardín de mi casa, con un mundo de flores, cocuyos y lagartijas a mis pies. El universo hasta la altura de mis rodillas solía ser mucho más interesante, despejado y diverso que el que tenía encima de mi cabeza. De modo que esta es mi primera luna llena de Navidad, la primera que miro a conciencia gracias a Ismaelito; luna donde se asoma la sonrisa de una “v” en su cara rugosa, luna de anclaje habanero por ese poste del alumbrado público que le da ciudadanía y que pareciera que también lo prevee de electricidad. O si no, ¿cómo explicar que la luna blanca y llena de tantas noches iguales está coloreada ahora de amarillo incandescente? “Mírala. Es tu espejo”, nos diría Borges.
La Luna
Por Jorge Luis Borges
A María Kodama
Hay tanta soledad en ese oro.
La luna de las noches no es la luna
que vio el primer Adán. Los largos siglos
de la vigilia humana la han colmado
de antiguo llanto. Mírala. Es tu espejo.
(Tomado del blog de la autora Desbloqueando Cuba)