Depardieu era y seguirá siendo francés, a pesar de los impuestos, los cataclismos sociales o las declaraciones ofensivas de ciertos políticos. Cyrano de Bergerac, Danton, Balzac… Sin estos papeles de Depardieu es imposible presentar al cine francés ni a su cultura en general. Y la atracción por Rusia es parte de esta cultura.
Al preguntarle sobre esta cercanía, Depardieu sorprende por lo profundo de su respuesta: "¿Qué tiene de hermoso el alma rusa? Rusia es un país poco montañoso y el viento sopla libremente. Yo creo que de ahí les viene su potente temperamento. Igual que yo, soy de la provincia de Berry, allí tampoco hay montañas y siempre sopla el viento. En eso nos parecemos. Hay que ser muy fuerte para ser ruso y para sentirse orgulloso de ello".
¿Le gusta la lengua rusa?
¡Mucho!
¿Habla usted ruso?
Lo entiendo, y espero empezar a hablarlo pronto. Si quieres ser sabio y educado, aprende lenguas. La lengua es también formación e incluso inteligencia. La literatura rusa todavía me interesa enormemente.
¿Y cómo entró en contacto con la literatura rusa? ¿Qué fue lo primero que leyó?
Dostoievski. Después Tolstói, después Pushkin y después Bulgákov.
¿Qué edad tenía?
Veinte años, y esta literatura me fascinó. Y sigue fascinándome. Adoro a las mujeres chejovianas. Adoro a Tolstói. Tolstói escribió cosas impresionantes. Cómo quisieron liberar a los siervos pero estos se negaban, querían seguir a las órdenes de los ricos. Esto en toda Europa todavía no se comprende.
Depardieu ha plasmado esta obsesión en los escenarios en repetidas ocasiones. Participó con compañías francesas en la puesta en escena de 'Los hermanos Karamázov' y 'El idiota'. Rasputín y Pugachov son dos de sus grandes papeles rusos en el cine. Y Tolstói, Bulgákov y Chéjov por ahora están en sus sueños y en sus planes.
¿Y por qué Europa no lo comprende?
Porque no son capaces de entender que Rusia, que todos los países de la antigua URSS, necesitaban un protectorado., porque eran países pequeños que a menudo luchaban entre sí: el Cáucaso, Turkestán... Y necesitaban una mano de hierro para unirlos a todos.
Ya antes de conseguir la nacionalidad rusa Depardieu seguía muy atentamente la política interna de la Rusia moderna. "La oposición rusa no tiene programa, no tiene nada. Son gente muy inteligente, como Kasparov, pero sólo para el ajedrez, y ya está. La política es algo mucho más complejo. Bastante más complejo", comenta el actor.
Del mismo modo que la historia rusa, en la que Depardieu intenta distinguir lo más importante desde su perspectiva como extranjero: "En la historia rusa ha habido distintas épocas, ha habido violencia y después moderación, pero cuando ves a un bailarín del teatro Bolshói, cuando ves a Valeri Guérguiev, cuando escuchas a Olga Borodiná, vas a la ópera rusa o ves bailar a Nuréyev, te das cuenta de que sólo estas cosas son importantes. Esto es lo principal, lo más profundo en la historia rusa".
Depardieu está seguro de que los medios de comunicación echan a perder la cultura mundial. Pero hay esperanzas. El actor francés por ahora no ha aceptado la propuesta de encargarse de ello profesionalmente (en Mordovia le ofrecían el puesto de ministro de Cultura), aunque es un gran experto en este ámbito: "Ustedes tienen a los clásicos rusos. Gracias al presidente Putin los dibujos animados rusos han vuelto a la televisión.
Putin ha recuperado una colección de Rostropóvich que estaba perdida. He conocido a muchos rusos en Francia, y no sólo en Francia, que volvieron a Rusia porque echaban de menos esta calidez de espíritu".
En general, Gerard Depardieu se considera un hombre cercano a la época del Renacimiento. No se le dan bien (no es algo que el actor esconda) las normas y limitaciones contemporáneas. A pesar de haber actuado en cientos de películas se siente incómodo delante de una cámara.
Llega la parte más exclusiva de la entrevista (encendemos la cámara del teléfono móvil) entre amigos y lejos de los detractores, tanto de los franceses de antes como de los nuevos, los rusos: "A los franceses les encanta criticar. Como pasó con el caso de Pussy Riot. Pero imagínense que estas chicas entran, por ejemplo, en una mezquita. No habrían salido de allí con vida.
Incluso en el ámbito católico habría sido algo terrible. Pero cuando digo esto en Francia me toman por idiota. Sí, me caí de la moto, pero soy un ser humano después de todo. Por desgracia, las masas son tontas, solamente el individuo es formidable. Especialmente cuando no tiene miedo”.
Artículo publicado originalmente en Vesti.ru