Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Pensamiento Crítico” en el diario PÚBLICO, 19 de enero de 2016.
Este artículo critica la
incoherencia que la dirección del PSOE muestra en su prohibición de que
se establezcan los grupos parlamentarios de los partidos En Comú Podem,
Compromís-Podemos y En Marea, incoherencia que aparece clara tanto en
cuanto a su propia historia (donde en el pasado reconoció a otros
grupos) como en la aprobación de grupos parlamentarios para Democràcia i
Llibertat y para Esquerra Republicana.
Como he escrito en anteriores ocasiones
(ver “El enorme coste del olvido histórico”, Público, 07.01.16), el
abandono del proyecto de recuperar la memoria histórica y corregir la
percepción de nuestro pasado, claramente tergiversado por la dictadura y
por el régimen democrático postfranquista que le siguió (que
promovieron una versión favorable a las fuerzas conservadoras que
dominaron tanto la dictadura como la transición), ha facilitado que no
se conozca lo ocurrido en este país, dificultando enormemente la
comprensión del presente. La discusión actual sobre la oposición del
PSOE al establecimiento de los cuatro grupos parlamentarios relacionados
con Podemos es un ejemplo de ello.
Veamos, primero, la historia desconocida
(ignorada u ocultada) del PSOE. Tal partido había aceptado la
plurinacionalidad de España, luchando contra la dictadura, con el
objetivo, entre otros, de establecer un Estado democrático que así lo
reconociera. Y así consta en los documentos del Congreso de Suresnes, en
Francia, en los que está escrito que “la definitiva solución del
problema de las nacionalidades y regiones que integran el Estado español
parte indefectiblemente del pleno reconocimiento del derecho de
autodeterminación de las mismas, que comporta la facultad de que cada
nacionalidad y región pueda determinar libremente las relaciones que va a
mantener con el resto de los pueblos que integran el Estado español”
(Resolución sobre nacionalidades y regiones). Y más tarde, en el 27
Congreso del PSOE en diciembre de 1976, se aprobó que “el Partido
Socialista propugnará el ejercicio libre del derecho a la
autodeterminación por la totalidad de las nacionalidades y
regionalidades que compondrán en pie de igualdad el Estado federal que
preconizamos… La Constitución garantizará el derecho de
autodeterminación”, manteniendo que “el análisis histórico nos dice que
en la actual coyuntura la lucha por la liberación de las nacionalidades…
no es opuesta, sino complementaria con el internacionalismo de la clase
trabajadora”. Es difícil escribirlo de una manera más clara. Se
reconoce en estos documentos el derecho de autodeterminación, que es el
derecho a decidir sobre la articulación deseada por parte de las
naciones y regiones con el Estado, incluyendo como una alternativa,
entre otras, la separación. La reclamación del derecho a decidir no es,
como constantemente y maliciosamente se presenta, homologable a la
demanda de independencia, pues hay otras alternativas, además de la
separación, que la población pueda desear. El caso más claro es el que
existe en Catalunya hoy, donde la gran mayoría de catalanes desean
ejercer el derecho a decidir, sin que ello implique que esta mayoría
quiera separarse de España (el 48% sí que lo desea, pero el 52% ha
votado a partidos no separatistas en las últimas elecciones autonómicas
catalanas). Lo que hay detrás del derecho a decidir es el deseo de que
se respete la capacidad de decisión del pueblo catalán. En otras
palabras, la mayoría de los catalanes son soberanistas, pero no
independentistas.
¿Por qué el PSOE abandonó la visión plurinacional?
Como he subrayado en otro artículo (ver
mi artículo “Qué hay detrás de la defensa de la ‘unidad de España’”,
Público, 30.12.15), la razón de que el PSOE abandonara tal compromiso
fue ni más ni menos que una imposición del Ejército y del Monarca
durante la Transición, forzando a que se aceptara la visión
característica del nacionalismo conservador español, heredero de un
nacionalismo imperialista borbónico, que concebía un Estado uninacional y
radial basado en la capital del Reino, y que negaba la existencia de
otras naciones en España. El sistema de transporte radial en España
refleja, incluso hoy, la visión de este nacionalismo, el único
nacionalismo que hoy no se define a sí mismo como nacionalismo (a pesar
de que los conservadores que promueven esta visión de España son
herederos de los golpistas que la impusieron militarmente, definiéndose a
sí mismos como los nacionales).
El PSOE aceptó al principio del periodo democrático la existencia de grupos parlamentarios, incluso dentro de su seno
Ahora bien, a pesar de que el PSOE
abandonó el compromiso de establecer una España en la que las distintas
naciones estuvieran unidas voluntariamente y no por la fuerza, el PSOE
mantuvo un cierto reconocimiento de esta plurinacionalidad, cuando
aprobó la existencia de un Partido Socialista de Catalunya, el PSC
(resultado este de una coalición amplia de partidos políticos
catalanes), y de un Partido Socialista Vasco (que reunió a los
socialistas vascos y navarros), cada uno de los cuales tuvieron un grupo
parlamentario propio, que perdieron más tarde, resultado de la presión
realizada por el Monarca y por el Ejército. Tal como ha señalado Enric
Juliana en su artículo reciente en La Vanguardia (“Cuando el PSOE tenía
tres grupos”, 15.01.16), la reforma parlamentaria que prohibía la
existencia de tales grupos fue aprobada el 13 de abril de 1981, solo
tres meses más tarde de que ocurriera el intento del golpe militar el 23
de febrero del mismo año (la aprobación definitiva por las Cortes fue
reafirmada en febrero de 1982). De nuevo se ha olvidado, ignorado u
ocultado un hecho histórico de capital importancia. Tal intento de golpe
militar (que contó con una amplia simpatía en el Ejército) tuvo un
enorme impacto negativo en la vida política del país, atemorizando a las
instituciones políticas, alertándolas del gran poder que continuaban
teniendo las Fuerzas Armadas, que no querían que apareciera ninguna
indicación de la plurinacionalidad del Estado. Hay también que recordar
que en la primera reunión después del intento del golpe militar que tuvo
el Rey con los dirigentes de la mayoría de partidos políticos (con la
exclusión de los partidos nacionalistas periféricos) de las Cortes
Españolas, este enfatizó la necesidad de remarcar la uninacionalidad de
España. Una vez más, el Ejército y el Monarca impusieron la
uninacionalidad de España.
Y el PSOE, una vez más, se acomodó
fácilmente a esta imposición, abandonando lo poco de plurinacional que
había conservado. Ni que decir tiene que el aparato central de este
partido también se benefició de dicha medida, pues aumentaba su poder
sobre las periferias. El PSC se convirtió así en la rama catalana del
PSOE, origen de su enorme declive electoral en Catalunya. Las políticas
económicas y sociales del PSC pasaron a ser meras correas de transmisión
del PSOE. El PSC, que históricamente había estado más a la izquierda
que el PSOE, pasó a llevar a cabo las políticas menos transformadoras
del PSOE, siendo su respuesta a la crisis económica una mera copia de la
respuesta del gobierno Zapatero. De ahí que los dos partidos, PSC y
PSOE, cayeran electoralmente en picado. Es más, la transformación del
PSC en rama del PSOE permitió a los nacionalistas catalanes,
hegemonizados por las derechas (CDC y UDC), presentarse en las Cortes
Españolas como los únicos defensores de Catalunya frente al Estado
español.
La repetición de la historia
Hoy estamos viendo una situación
parecida. El PSOE, que continúa oponiéndose a que el PSC tenga su propio
grupo parlamentario, también se opone a que las coaliciones de partidos
de izquierda que se han ido formando en distintas partes de España,
surgiendo, la mayoría, de lo que tendenciosamente se considera “la
periferia”, tengan sus propios grupos parlamentarios, alegando
incorrectamente y maliciosamente que son meras ramas de un mismo
partido, situación negada por los dirigentes de Podemos, conocidos por
su claro compromiso con la plurinacionalidad de España, y que han
liderado, a nivel del Estado, esta recuperación de la otra visión de
España, la España poliédrica, plurinacional, profundamente democrática,
en la que los distintos pueblos y naciones estén unidos por consenso y
no por la fuerza.
Y para mayor inri, el PSOE se ha aliado
con la derecha nacionalista españolista (PP y Ciudadanos) negándose a
que En Comú Podem, Compromís-Podemos y En Marea tengan su propio grupo
parlamentario. Esta negación ha sido un enorme error y torpeza, pues el
mismo PSOE que ha facilitado (en teoría, por mero compromiso
democrático) el establecimiento de los grupos parlamentarios a dos
partidos secesionistas catalanes (DiLl y ERC), permitiéndoles que tengan
voz propia en el Senado (medida que considero positiva), ha prohibido a
la vez que las izquierdas no separatistas de estas naciones y pueblos
puedan tenerla en las Cortes. Este favoritismo a favor de los partidos
independentistas y en contra de los partidos soberanistas (portadores de
otra visión de España) solo puede explicarse por el estancamiento del
PSOE en su visión uninacional, que prefiere que el debate de las Cortes
se centre en la independencia de Catalunya que en la redefinición de
España. Facilitar que los secesionistas catalanes sean los que se
presenten como la única voz de Catalunya es un enorme favor que se les
está haciendo, negándoles, a la vez, la voz a los catalanes soberanistas
no secesionistas en las Cortes Españolas. ¿Es que no se dan cuenta de
su incoherencia? En realidad, es difícil pensar que ello se deba a mera
torpeza. Parece más ser una medida calculada para que el PSOE se
presente como el defensor de España (la España uninacional) frente a los
secesionistas, lo que, como el PP y Ciudadanos han mostrado, es
sumamente rentable electoralmente en el resto de España. Si el debate se
centrara, en cambio, sobre cuál es la España o la Catalunya que se
desea, se vería entonces que el PSOE está al lado de la España y de la
Catalunya que de una manera creciente la población está rechazando. De
ahí que prefieran centrarse en el primer tema, dificultando el muy
necesario debate sobre el segundo.
Observaciones sobre el programa “El Objetivo” de este domingo
Escribí este artículo el domingo por la
mañana. Por la noche vi el programa El Objetivo de La Sexta sobre el
debate generado en la vida política del país como consecuencia de la
negativa de la Mesa de las Cortes a establecer los grupos parlamentarios
de En Comú Podem, Compromís-Podemos y En Marea, debate que por
desgracia era previsible. Como ocurre frecuentemente en este programa,
la explicación de la realidad fue insuficiente, presentada dentro de una
discusión (definida como un debate) en la que las más mínimas normas
democráticas no se respetaron. Como ocurre en todos los mal llamados
debates en los grandes medios televisivos y radiofónicos, los
participantes de los partidos conservadores, liberales y socioliberales
(representantes del PP, Ciudadanos y PSOE) constantemente interrumpían,
insultaban y no permitían presentar sus posturas a los representantes de
izquierdas (Podemos y ERC), puestos siempre en una situación defensiva.
Este estilo, que alcanza en La Sexta Noche dimensiones auténticamente
ofensivas, es profundamente antidemocrático. Es el indicador de la
escasísima cultura democrática del establishment político-mediático
español. Comparen tales “debates” con los que aparecen en la BBC en el
Reino Unido, o en la PBS en EEUU, y verán. En realidad, ni en la Fox en
EEUU se alcanzan estos niveles de mala educación y grosería.
Pero este no es el motivo de mi
observación. El que sí lo es, es que el programa hizo una buena labor
mostrando la mentira (o más probable, la ignorancia) del Sr. Pedro
Sánchez, al indicar que el PSOE había ofrecido voluntariamente la
desaparición del Grupo Parlamentario del PSC y el del Partido Socialista
Vasco a fin de facilitar la gobernabilidad de España. El programa
mostró que, en realidad, el PSOE se había opuesto vivamente a este
cambio. Ahora bien, esta información era profundamente incompleta, pues
ignoraba (u ocultaba), a su vez, que la razón más importante de que
desaparecieran estos grupos fue el fallido golpe militar y la presión
que realizó, forzando tales cambios como he señalado en este artículo.
Este dato fue ocultado, lo cual es práctica común en los medios de
información y persuasión de este país.