El verano de 2016 no es uno cualquiera. Nadie podía suponer que iba a ser ordinario, corriente, usual. Con la asunción de un presidente opositor al signo político que gobernó la Argentina en los anteriores 12 años nadie podía suponerlo. A principios de diciembre -cuando habitualmente los trabajadores empezaban a pensar en dónde pasar las fiestas y, los afortunados, en las vacaciones- los argentinos estuvieron expectantes por la asunción del nuevo gobierno y por las primeras medidas que se anunciaron. Y las noticias no fueron buenas. Inflación, pérdida del poder adquisitivo, represión a la protesta social y despidos son sólo algunas de las malas nuevas.
A pocas horas de asumir, el flamante presidente, Mauricio Macri, informó sus primeras decisiones: se eliminaría la mayor parte de las retenciones a las exportaciones y se reducirían las de la soja. Dos días más tarde sus colaboradores informaron sobre el “levantamiento del cepo cambiario” que implicó una inmediata devaluación del 42 por ciento. A partir de entonces, los precios –que ya venían en una suba desmedida en las semanas anteriores- aumentaron todavía más, en una escalada que no parece tener fin. Además, con la declaración de la Emergencia energética se anunció el quite de subsidios que se irá materializando con subas de hasta el 300%, o bastante más, en las boletas de luz.
Así, a menos de una semana de asumir, el gobierno de Macri realizó una notoria transferencia de recursos: beneficios para el sector agropecuario y para los exportadores y perjuicios para los trabajadores, a quienes sus salarios les alcanzaban para comprar cada vez menos cosas.
Según los últimos datos del INDEC –quien todavía no dio a conocer una medición nacional sino que informó la de dos distritos-, los datos de la Ciudad de Buenos Aires indicaron un aumento de precios de 3,9% para diciembre, con lo cual 2015 cerró con una suba del 26,9%, mientras que para San Luis los aumentos fueron del 6,5 y 31,6%, respectivamente. A esos números hay que sumarles los incrementos de enero –que algunas consultoras privadas estiman en el 3,5%- y con ellos recién podrá tenerse una somera idea de cuán esmerilados quedaron los salarios de los argentinos en las últimas semanas. Y las proyecciones no son nada esperanzadoras. Según esas mismas consultoras privadas, la inflación proyectada para todo el 2016 podría alcanzar el 38 por ciento.
El ministro de Trabajo, Jorge Triaca, es más optimista e indicó que su cartera prevé que las alzas de precios y, por ende, de salarios, ronden el 26 por ciento. En declaraciones al diario español El País, el ministro también se mostró esperanzado con que el famoso “efecto derrame” llegue al empleo. “No (aumentará el desempleo), creemos que al quitar el cepo cambiario se han puesto en marcha energías muy positivas, en especial en el sector agroindustrial, sobre todo exportadores, que son un motor muy fuerte. Esos sectores impulsan mucho las economías regionales. Cuando avanza la industria vitivinícola, el tabaco, la fruta, la madera, todo se pone en marcha en esas zonas”, afirmó. Este diario intentó comunicarse con el ministro pero según informaron desde la cartera laboral, no está ofreciendo entrevistas.
Y parecería que esa intención de mantener las paritarias en el 26% se implementará a través del miedo. “Cada gremio verá dónde le aprieta el zapato y hasta qué punto puede arriesgar salarios a cambio de empleo”, amenazó el ministro de Finanzas, Alfonso Prat-Gay. Lo hizo a principios de enero, como para marcar la cancha desde temprano.
Los bancarios son unos de los pocos sectores privilegiados que consiguieron un paliativo para la pérdida del poder adquisitivo del salario y que recibieron aumentos a cuenta. Su convenio colectivo venció el 31 de diciembre pasado y ya lograron una suma total de 14.500 que se desglosa en un plus de fin de año y en un adelanto de la paritaria, que será negociada después de marzo, cuando se hayan firmado más acuerdos.
Además, ya habían recibido bonos de fin de año los camioneros, los trabajadores del peaje y los aceiteros, entre otros. Estos gremios pertenecen a sectores muy rentables económicamente y con sindicatos fuertes que suelen hacer valer su poder de fuego.
Pero no todos tienen esa suerte. Los trabajadores de la administración pública bonaerense, por ejemplo, no podrán soñar con ningún aumento en los próximos seis meses. La gobernadora María Eugenia Vidal anuló, vía decreto de necesidad y urgencia, las paritarias de los empleados municipales de la provincia. El decreto 26/15, con fecha del 15 de diciembre de 2015 pero publicado en el Boletín Oficial casi un mes después, suspendió por 180 días una ley que regulaba la negociación paritaria y los derechos laborales de los trabajadores bonaerenses.
Donde no se descarta que haya conflicto es en la paritaria docente. Esta es una negociación particular porque incluye dos instancias: una nacional y –una vez acordada aquella- una por distrito. En la nacional ya se vislumbran cortocircuitos, ya que el ministro de Educación, Esteban Bullrich, manifestó que el gobierno aspira a cerrarla con un alza de “hasta el 25%”, mientras que los cinco gremios docentes nacionales coincidieron en un pedido del 35 por ciento.
Un enero muy particular. El primer mes de año suele ser de impasse, de calma, de vacaciones de funcionarios y empresarios. Pero este enero no fue un mes “stand by” como suele ocurrir. Muchos de los funcionarios nacionales, provinciales y municipales estaban recientemente asumidos y debían ponerse al frente de sus administraciones, familiarizarse con las realidades de cada distrito y comenzar a gestionar. Macri, sin embargo, encontró huecos que le permitieron recibir el año nuevo en Villa La Angostura y descansar en la Quinta "Los Abrojos", donde se fisuró una costilla, motivo por el cual no pudo viajar a la cumbre de la CELAC.
Pero sus colaboradores más cercanos se encargaron de cumplir con un mandato muy claro: limpiar al Estado de trabajadores que ellos consideran “ñoquis” o “grasa militante” –términos utilizados públicamente por los propios funcionarios-.
Desde que asumió Mauricio Macri como presidente de la Nación, los despidos de trabajadores ya superan los 20 mil en el sector público y otros 10 mil en el ámbito privado, según un relevamiento del Observatorio de Derecho Social de la CTA y ATE.
En una conferencia de prensa, el presidente fue consultado por los despidos y su respuesta fue la siguiente: "Yo sueño que tengamos una Argentina donde cada uno de nosotros encuentre un lugar donde ser feliz. Para eso es tan importante la tarea de cada día, la vocación, que cada uno esté orgulloso de su trabajo, que sea digno e íntegro, que no haya más argentinos a los que se le dibuje un recibo salarial por algo que no hace."
Para alcanzar esa felicidad, Macri firmó un decreto por el cual se revisarán en los próximos meses los contratos de trabajadores públicos aprobados por el Estado en los últimos tres años y la renovación de miles de empleados temporales será objeto de evaluación. Por lo tanto, los despidos podrían ser muchos más. El Congreso Nacional, el Ministerio de Justicia, el Centro Cultural Kirchner, son sólo algunas de las reparticiones nacionales donde se cesanteó personal.
Pero los despidos también llegaron a provincias y municipios y uno de los casos más conflictivos –hasta el momento- se dio en la ciudad de La Plata, cuando un grupo de manifestantes reclamaba contra el cese de aproximadamente 4500 contratos laborales. Unos 20 manifestantes resultaron heridos después de que cerca de 200 agentes de la Policía Bonaerense arrojaran balas de goma y gas pimienta contra ellos.
En el sector privado también hay conflictos y ya se registraron despidos. En el sector petrolero hay amenaza de 5000 cesantías si las empresas petroleras no reciben un subsidio del gobierno (estatal o provincial) para equiparar el precio que reciben por el barril de petróleo de exportación -cuyos valores de mercado están en torno de los 30 dólares- con el que reciben las petroleras que venden en el mercado local por encima de aquel valor.
Aún cuando el sol caliente y la playa invite, las noticias para los trabajadores en este verano no son buenas. Habrá que ver si las que vendrán serán en la misma tónica y habrá que esperar las reacciones de los sindicalistas frente a esta realidad. «