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General: el liberalismo como enfermedad mental
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De: alí-babá (Mensaje original) |
Enviado: 31/01/2016 01:19 |
Todos conocemos el relato del origen del dinero. Lo cuenta Adam Smith en La riqueza de las naciones: primero intercambiábamos las cosas mediante trueque, cuatro gallinas por un cerdo, tres cerdos por una vaca, tres vacas por dos caballos, un caballo por mi reino, pero cuando la complejidad de lo social llegó a un máximo, pasamos a la moneda para simplificar las transacciones. Un cuento muy bonito, que aparece en cualquier tratado introductorio de economía hoy en día (Begg, Fischer, Dornbuch 2005, Maunder et al 1991, Parkin and King 1995, Stiglitz and Driffill 2000). Pero falsísimo: ningún etnógrafo hasta ahora ha podido confirmar el relato de Smith, sino justo el hecho contrario: el trueque como forma de intercambio habitual es virtualmente inexistente en todas las sociedades del mundo, desde las más pequeñas a las más postmodernas. El intercambio se produce normalmente vía mera reciprocidad (en sociedades más pequeñas), redistribución centralizada o vía mercado, pero nunca por trueque, que sólo ocurre en casos extremos de colapso social, como Argentina cuando el corralito, o en el contacto casual entre extraños de tribus diferentes (por ejemplo, el encuentro inicial de Colón con nativos?). Una pequeña discordancia sin importancia, diría el crédulo. Pero esta anomalía, divorcio entre hecho y discurso, es en realidad totalmente fundamental en el relato de Adam Smith, porque de lo que se trata es de desvincular moneda y Estado, de considerar la invención de lo primero como algo previo y ajeno a la existencia de un gobierno, aunque la realidad histórica lo contradiga y atestigüe que desde la invención de la moneda en el primer milenio antes de Cristo por allá Anatolia, lo habitual es que el Estado acuñe moneda (o al menos ceda el monopolio de su producción) y luego cree el mercado. En el libro Deuda: Los primeros cinco mil años, el antropólogo libertario David Graeber (“líder” de Occupy Wall Street -¡!- según la editorial castellana -bravo) desmonta así el mito liberal del trueque, anomalía en forma de afirmación supuestamente científica sin base empíricacon una particular agenda política. Casualidad? Lo dudo.Nueva York, universidad de Columbia, hace un año. En clase de teoría de juegos, el profesor Morelli, más de dos metros y ciego, podría ser un personaje de David Lynch pero es brillante académico TOP de la economía política de uno de los mejores departamentos de economía del mundo nos describe el modelo matemático de la "Guerra de desgaste". Resulta que en este juego cada uno de los dos agentes racionales evalúa la utilidad propia y ajena de ganar la guerra en función del modelo. El que obtenga más provecho aguantará más tiempo el desgaste, así que lo lógico para el otro es entregar las armas ipso facto. Pues muy bien. Al terminar, un alumno pregunta: “así que, según la teoría de juegos, la guerra de desgaste nunca se juega“. Morelli asiente.Pues vaya mierda la teoría de juegos, si uno tiene en cuenta la multitud de guerras de desgaste que ha habido a lo largo de la historia. La justificación habitual es que se trata de una idealización, una mera aproximación a la realidad empírica, como cuando los físicos ignoran la fricción del viento en las caídas y les sale casi el mismo número. Pero es que esta peculiar aproximación se queda tan lejos de la realidad como mi abuela de Manhattan. Otra casualidad? En absoluto. Resulta que, en otro juego, el del ultimátum (donde un jugador ofrece una partición de cien dólares y si el otro acepta los dos se quedan con lo decidido y si no pues nada y la puta al río), los chimpancés se comportan de un modo mucho más racional que los humanos, ya que éstos últimos demuestran tener un sentido innato de justicia; rechazando ofertas demasiado injustas y ofreciendo particiones demasiado justas – lo racional sería aceptar la oferta 99-1, porque un dólar es mejor que cero.La enésima casualidad? Lo dudo mucho. Resulta que desde Samuelson en la década de los 1940 la ciencia económica se ha dedicado a construir complicados modelos matemáticos inaccesibles al lego, las conclusiones de los cuales dependen lógicamente de las premisas adoptadas pero es que esas premisas no tienen por qué tener nada que ver con la realidad empírica. Otro ejemplo. En un seminario de economía política, el hijo de Helenio Herrera, el Mago, nos describía su modelo teórico sobre turf wars (guerras de competencias entre agencias del gobierno). Todo muy bonito y consistente. El problema es cuando terminó de explicar las conclusiones del modelo: en ciencias naturales como la física o la biología, lo normal en ese momento es pasar a explicar los resultados experimentales y compararlos con la predicción teórica. En cambio, el hijo del Mago simplemente terminó la presentación, applause y hasta otro día.En esto consiste la teoría económica: ni premisas ni conclusiones son contrastadas experimentalmente con precisión.Inquietante, ¿verdad? Desde un punto de vista popperiano (sí, el de la sociedad abierta y tal), la teoría económica sólo puede ser considerada una pseudociencia entre la parapsicología y la ufología de Iker Jiménez, no sólo por sus premisas habitualmente erróneas sino también por su metodología tramposa, que la convierte automáticamente en imposible de falsar. Como dijo el spendaholicKrugman, los economistas confundieron la belleza (de los modelos) por la verdad. Hasta Stiglitz, pope alternativo, construyó su modelo ganador del Nobel para justificar la existencia de desempleo en una economía sin salario mínimo usando el deus ex machina de que los trabajadores holgazaneaban en el trabajo (shirking), algo que no tiene base empírica [Schlefer 2012, The Assumptions Economists Make].Ya que no hay confrontación experimental, muchos críticos han equiparado el model-building a un mero contar cuentos [Gibbard and Varian 1978, Klamer 1992, Colander 1995, McCloskey 1990, Morgan 2001, and Cowen 2007]. Klein y Romero [2007] examinan el prestigioso Journal of Economic Theory y encuentran que un 88% de los artículos no llega al nivel de ser considerado teoría. McCloskey, más radical, reduce la teoría económica a mera retórica: en ser convincente y persuasivo en los congresos, revistas académicas y demás encuentros sociales, que se convierten en un pulso para la hegemonía del discurso. Ormerod afirma que cada vez es más claro que el intento (iniciado por Samuelson en la posguerra) de hacer de la economía una ciencia exacta ha fracasado. Y esto que sólo nos hemos escarbado en la metodología.
“Ninguna teoría económica fue abandonada nunca porque fuera refutada por un test experimental econométrico.” Aris Spanos, econometrista, Statistical Foundations of Econometric Modeling
Sino que además el test que la refuta se olvida con el tiempo, pero la teoría permanece (Minsky). Eso convierte la economía en la más sutilmente manipulable de las ciencias con fines ideológicos. Mantras mediáticos como que las pensiones son insostenibles, la salud pública es insostenible, la austeridad es necesaria para el crecimiento o mejor controlar la inflación que crear empleo no son más que OVNIs conceptuales a prueba de evidencias-bomba que parten de modelos matemáticos todos con origen en un paradigma teórico, el modelo DSGE de expectativas racionales, uno de sus máximos exponentes, premio Nobel, Eugene Fama, afirmaba tranquilamente (después de 2008) que eso de las burbujas económicas no existía, porque implicaría que los agentes económicos no son racionales. Ah. Pues vale. Si la realidad me desmiente la premisa, es que la realidad está equivocada.Él era el célebre creador de la hipótesis de la eficiencia del mercado (EMH), que sostiene que como el mercado es siempre informativamente eficiente, los precios siempre indican el valor real y por lo tanto uno nunca puede enriquecerse a partir del mercado (ejem, claro, eso es la paradoja de Stiglitz), aunque hasta haya una fórmula matemática para hacerlo (Black-Scholes). La EMH, con la trickle-down economics, la mano invisible (en macro), la austeridad o la privatización conforman lo que Quiggin llama ideas zombies, que las matas y no importa que vuelven a por ti, porque son invulnerables a la evidencia empírica. En el fondo, todos estos modelos teóricos no son más que creencias supersticiosas frondosamente camufladas intelectualmente, pero supersticiones puras y duras al fin y al cabo.
“Locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes.” Albert Einstein
Quiggin lo llama económicas zombies, Einstein lo llama locura, Artur Mas lo llama seny, Rajoy responsabilidad y yo lo llamo enfermedad mental. En su base fundamental, ese gran timo de la historia que es la fenomenal entelequia del Homo Economicus, el ser racional que siempre maximiza su utilidad, un constructo histórico de Robinson Crusoe (que nace de los denodados esfuerzos de los liberales de conceptualizar lo que antes era mera avaricia como una noble empresa moral conducida por caballeros con monóculo; Hirschman) y un constructo social, como indican Callon, Granovetter, MacKenzie o Bourdieu. Pero es que la libertad de Robinson Crusoe, la de Hayek, Ayn Rand y Aguirre, la libertad en el vacío, está hecha de la misma materia que los OVNIs de Iker Jiménez, es puro humo: en una comunidad, cada interacción social es un juego de tensiones y tu libertad es mi represión, aunque eso pueda reducirse a un simpático si quedar a las 4 o 4 y media para un café. Una espada de doble filo, porque el derecho de unos es la coacción sobre otros: mi libertad de enriquecerme sin límite es la inmersión en la miseria para otros; la cruel imposición que sufro de pagar impuestos implica la libertad de otros para acceder a una sanidad de calidad; un techo a mis ambiciones y a mis sueños es la salud de mi abuela, etcétera.Qué novedad, que el hombre sea un animal social. Nos constituimos en sujetos delante de los ojos de los otros y construimos sociedad, que es sobre todo interacción. No sólo sociedad, sino realidad en sí misma: es una hegemonía, un consenso resultado de una compleja lucha de tensiones. El liberal que se enfunda en el disfraz de Robinson Crusoe y reclama para sí una inexistente libertad en el vacío no sólo está exigiendo la imposible emancipación de la red social, sino también otra cosa: la posibilidad de vivir una realidad individual desconectada de la colectiva y consensuada – vivir en una realidad paralela. Es decir, que el liberalismo fuera enfermedad mental no era recurso estilístico, sino verdad de la buena.
En 1953, Milton Friedman publicaba un artículo que se haría famoso, The Methodology of Positive Economics, donde defendía que no importaba que las premisas de una teoría fueran realistas o no; lo que importaba eran sus predicciones (o que cace ratones, diría Deng Xiaoping). El problema es que, con suficiente imaginación, uno puede inventar y jugar con las premisas hasta dar con las conclusiones lógicas deseadas – es lo que se desprende de latesis de Duhem-Quine y no sólo pasa con la economía sino con toda ciencia: uno también puede describir las trayectorias planetarias desde el paradigma ptolemaico que pone la Tierra en el centro de todo -con complicados epiciclos- o también se puede describir la física de partículas sin neutrinos, pero se carga el principio de relatividad de Galileo. Pero estos intentos se quedaron en eso, en meros intentos.No sólo existe la crítica sobre el uso de las premisas, sino que una restricción meramente técnica como la falta de ordenadores con la que tratar las ingentes cantidades de datos que requiere el estudio de los sistemas complejos hacía que se priorizara, por necesidad práctica, la construcción de modelos teóricos sobre la econometría. Por lo que respecta a la metodología, se puede hablar de crisis del paradigma samuelsoniano de la ciencia económica – pero eso no quiere decir que no se pueda hacer ciencia. Lo que pasa es que uno pilla la sensación de que la antropología económica describe la realidad económica tal como es mientras que la ciencia económica, tal como debería ser (oséase, teniendo en cuentas tales premisas y tal).
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Xavier Sala-i-Martín: Es lo que los economistas llaman incentivos. Y los incentivos excesivamente igualitaristas, que es lo que quieren los socialistas, hacen que las cosas no funcionen. Por ejemplo, una pregunta para ti: ¿crees que es 1) eficiente y 2) justo que un profesor ponga notables a toda la clase? Jotdown: Ni lo uno ni lo otro, evidentemente.
Curioso que XSiM saque este ejemplo siendo profesor de Columbia, porque en Columbia se puntúa casi siempre con A, porque se da por descontado el esfuerzo del alumno en una universidad tan prestigiosa. De todas estas abstractas premisas, la más problemática es precisamente la premisa madre, la del Homo Economicus, un ser individual y robinsoncrusoniano, con derechos por justicia natural, producto de la imaginación ilustrada y que opera al margen de las relaciones sociales. Como comenta Granovetter, Adam Smith ya postula que un requisito necesario para la competencia perfecta es la atomización social. La cuestión está en que la misma realidad se construye, a nivel epistemológico, en el juego de interacciones humanas – lo que llamamos realidad es un discurso consensuado sobre qué alucinaciones son compartidas y cuáles no – una alucinación se constituye socialmente como tal (como enfermedad mental) cuando se vive sólo individualmente, al margen del colectivo. Es por eso que el Homo Economicus es un enfermo mental.O, dicho de otro modo, una utopía. Polanyi apunta bien en esto: el libre mercado -es decir, regido por interacciones impersonales con la única función de maximizar la utilidad individual- no puede convertirse en el mecanismo central que organice toda una sociedad, porque simplemente no está hecho para ello. Es su famoso double movement: la expansión del libre mercado implicará siempre una reacción en contra de la sociedad para protegerse de él, llámese fascismo, comunismo, socialdemocracia, altermundialismo o la PAH. En otras palabras, el liberalismo nos impone una visión idealizada y artificial del ser humano y de la sociedad, como si fuera cualquier otra ideología utópica, y no escapa por lo tanto de sus mismas problemáticas totalitarias: imponer la atomización social como quería Smith es algo que simplemente va contra natura, si es que existe la natura humana… Sus mismas problemáticas totalitarias – un gravísimo cataclismo social: cuando Smith escribía sus textos, en ese momento en la misma Inglaterra muchos campesinos estaban siendo masivamente expulsados y expropiados de las tierras comunales que constituían su único medio de subsistencia con el fin de poderles dar un ‘uso eficiente’ por parte de la clase propietaria, es decir, el pastoreo de ovejas, la lana de las cuales era muy valorada en Flandes. Estos desterrados serían un grave problema para el relato triunfalista de la revolución industrial (a lo Leibniz, ese mejor de los mundos posibles) y tendrían que ser invisibilizados, disciplinados y domesticados para pasar a constituir la nueva clase obrera inglesa. Los discursos de los autores liberales y moralistas que Polanyi o Thompson describen tan bien, criticando el comportamiento poco eficiente y productivo del pobre culpable de su pobreza (cuando había sido expulsado de su tierra por la fuerza!), evocan inevitablemente relatos de corte estalinista sobre la necesidad de re-educación del personal, del cual tú y yo ahora mismo somos resultado – idéntico al coetáneo discurso orientalista sobre el sujeto colonial: son vagos, holgazanes y brutos que tienen que ser civilizados e iluminados por el pensamiento racional. Eso a nivel interno:a nivel externo, se sucedía el colonialismo y el genocidio negro – el esclavo y el obrero asalariado como dos reflejos de la misma cosa – el libre trabajo como algo esencialmente extraño al liberalismo.Una pregunta válida, dado el historial de la cosa, sería hasta qué punto el mercado se asemeja al mundo idealizado de Smith que después parió los DSGE y la respuesta es un bueno-sin-pasarse. Resulta que en un mundo de Homo Economicus no hay empresas, porque los empleados se guían por el oportunismo egoísta (free-riding). Pero en realidad (la de la sociología económica, no presentemos como natural otra visión de la cosa) resulta que se coopera mucho más y las relaciones de negocios que se consideran que determinan el éxito de una empresa no son en absoluto impersonales (Granovetter), sino fundamentadas en la cercanía y la reciprocidad con los clientes y proveedores (Uzzi, Powell).Obviamente también existen las relaciones impersonales y maximizadoras, que además son más frecuentes en general, pero no son cruciales como se las pinta. Así que al final resulta que en el mercado cooperamos con los que tenemos cerca y maximizamos con los que tenemos lejos: vaya, igualito que lo que los antropólogos siempre han llamado reciprocidad. O, como lo llama Graeber, comunismo, porque se basa en dar de modo altruista, sin esperar nada a cambio (teóricamente) aunque en la práctica es un quid pro quo, hoy por ti, mañana por mí (o por otro que sea miembro del grupo). Este ‘mañana por mí’ implica la obligación de reciprocar el favor hecho, es decir, una deuda – eso constituye la sabia misma de la sociedad humana: una tupida red de favores y obligaciones en la que todos estamos inmersos. En la línea de la antropología, lo interesante de Graeber es este esfuerzo de situar las relaciones económicas en su contexto tanto social como moral, precisamente contra el esfuerzo habitual de los teóricos liberales de presentar un tipo muy específico de ellas como natural, universal y absoluto.En ese sentido, se presenta como una mera operación matemática en un libro de cuentas -el saldo acumulado después de tener más gastos que ingresos durante varios periodos- lo que en el fondo es una obligación social con toda su profundidad humana: reciprocar un favor pasado. No es que operemos siempre con la misma racionalidad económica: utilizamos diferentes en contextos sociales diversos. Graeber cuenta, con razón, que en los contextos altruistas-comunistas, como la familia o la amistad (o una estrecha relación política o de negocios…) las relaciones profundas y largas lo son precisamente porque se construyen como un intercambio continuo de favores, pero en el cual la deuda contraída nunca termina de ser cancelada – porque cancelar definitivamente la deuda equivale a terminar la relación. En cambio, en una relación impersonal, una reciprocidad lejana, la deuda siempre es cancelada ipso facto (porque a ver cuándo te veo otra vez). Más que si mercado postmoderno o tribu primitiva,el factor determinante es la frecuencia de interacción con la persona en cuestión.El relato de Graeber es un fascinante viaje histórico esencialmente descriptivo pero muy poco analítico, a través de los primeros-cinco-mil-años de deuda como concepto más social que económico: cómo el primer Estado arcaico, en Sumeria, más que funcionar según el relato lysenkiano de Smith, sí documentaba en tabletas de arcilla la totalidad de las deudas contraídas en toda su complejidad (¡por algo se inventó la escritura!), cómo, mucho más tarde, fueron los Estados griegos que financiaron sus mercenarios, de aventura imperial, con la invención de la moneda (y así forzando la creación de mercados en los territorios conquistados, ya que ésos tenían que pagar el tributo imperial en esa misma moneda con la que el mercenario recibía la paga y ¡alehop! círculo cerrado), cómo la historia es una alternancia entre periodos de paz basados en complejos sistemas de crédito (época preclásica y medieval) tejidos a través de redes estables de confianza, y periodos de guerra y destrucción regidos por el complejo militar-monetario-esclavo (época clásica/axial)… Hasta llegar a la Inglaterra de Smith.
“No es de la benevolencia del carnicero, el cervecero o el panadero de lo que esperamos nuestra cena, sino de sus miras al interés propio, y nunca les hablamos de nuestras necesidades sino de sus ventajas” – La Riqueza de las Naciones
Al contrario, una vez más: como indica Graeber, el problema de Smith es que uno sí apelaba a la benevolencia del carnicero, el cervecero o el panadero, porque se vivía a crédito -entendido como confianza interpersonal-, que era el fundamento de las economías locales de entonces. En ese momento, dos racionalidades convivían en la misma sociedad – el crédito en el comercio local, pero los impuestos tenían que ser pagados en metálico – impuestos para sufragar la deuda del Estado inglés, sumido en guerras endémicas, con los bancos. La moneda, primero oro y plata y luego papel, concebida como deuda del Estado y controlada por banqueros, gobierno y grandes mercaderes, constituía el medio de intercambio habitual en los edificios comerciales y de gobierno – y ésos no dudaron en usar las instituciones estatales, como la policía y las cárceles, para imponerla en toda la población y extraerle el máximo de su productividad, disciplinándola y domesticándola. La ideología liberal justificó todo ese proceso por mor de una eficiencia abstracta que iba a beneficiar tanto empleador como empleado – aunque luego eso no pasara y el aumento de productividad se la quedara tan sólo uno de los dos.De ese modo, la armonía que desprende el relato lysenkiano de Smith - la sociedad entera se beneficia de que cada uno maximice su propio interés- no concuerda en nada con la violencia inusitada que supuso la activa planificación y construcción del laissez faire en Inglaterra.Los mercados son instituciones y no brotan espontáneamente – son construidos por agentes particulares y por ello requieren necesitan justificación ideológica que los presente como universales y absolutos – ése es el rol de Smith, de toda la teoría económica, que es ‘performativa’ y en absoluto neutra (Callon, MacKenzie, Mitchell). Cuando alguien te viene y te propone actuar como absolutos extraños -reciprocidad lejana- porque eso en el fondo nos beneficiará a todos, duda: sólo está justificando que no tenga que responder ante ninguna obligación social y así pueda metértela doblada, porque claro, eso se supone que es teóricamente el mercado (aunque luego no sea así). A nivel global, parece que eso es el neoliberalismo, sembrador de burbujas económicas allá donde se instala: mientras unos recogen los frutos de su inversión, los otros se sumen en deudas crónicas.
Como decíamos, la sociedad no es en absoluto ese horrible mundo de robots y robinsons crusoe tal como lo pinta la economía neoclásica, todavía anclada en anticuados conceptos de la Ilustración sobre el ser humano: la racionalidad económica nunca opera en el vacío, sino estrechamente acoplada en el marco particular de interacciones sociales. La sociedad no es un etéreo colectivo de átomos de gas cada uno a su bola, sino más bien algo mucho más líquido y viscoso y turbulento – la sociedad como una tupida red de favores y obligaciones de reciprocarlo, de una multitud calidoscópica de constantes quid pro quo – ahora bien, qué pasa si alguien se dedica a manipular estratégicamente la red de favores y obligaciones en beneficio propio, primero desinteresadamente dando favores a tutiplén y luego centralizando el flujo de obligaciones contraídas hacia sí?Así emerge el Padrino siciliano en la segunda película y termina con un “le voy a hacer una oferta que no podrá rechazar” – la versión mafiosa del there is no alternative. Ésa es la esencia del poder, saber aprovecharse de la economía de escala en una red de favores centralizada, favores (o… capital a la Bourdieu) que luego son redistribuidos según el principio graeberiano de jerarquía: el Padrino o el gran jefe o la cienciología o el Estado o el banco o la Iglesia o la empresa capitalista, toda estructura de poder se basa en la redistribución de capital, en colocarse como intermediaria en los flujos de ese capital, no sólo económico, sino también político o social o ideológico o cultural y la redistribución no es de modo equitativo, claro está, que por algo existen. Los restos de los frutos de la economía de escala son las migajas con las que se contentan los que están debajo en la jerarquía – llamadlo Estado de bienestar, plan privado de pensiones, una subida del salario o una absolución del cura.Lo interesante del relato de Graeber es, por lo tanto, demostrar el mantra antropológico de que la deuda es mucho más que una expresión financiera de tecnócratas en tiempos de crisis, sino una expresión cultural-social de confianza, que luego -y sólo luego- se puede matematizar con complejos argumentos lógicos – pero en su origen es y sólo es tan sólo una convención social. Igual que la moneda; como si fuéramos un mercenario griego, sólo aceptamos ese trozo de vil metal que ya no es oro porque sabemos que en otro sitio nos lo aceptarán a cambio de una cerveza. O aceptamos como salario ver simplemente que nuestro saldo en el banco ha subido mil enteros, porque sabemos que alguien aceptará restarnos otra cantidad a cambio de la compra en el súper. Al final, como dice Manu Chao, todo es mentira y de lo que se trata es, como Milton Friedman, de ser un padrino creativo e inventar buenos discursos -religiosos, políticos, económicos- que legitimen para toda la comunidad esa mentira que es la necesidad de contribuir a un bote común que otro -obviamente, siempre otro- regulará y redistribuirá (pero por nuestro bien). Pero no una necesidad meramente ética, algo que conviene y punto, sino algo de profundo significado cósmico, inevitable e inexorable – como un si no cumples arderás en el infierno o un there is no alternative. La victoria del discurso del padrino es cuando el crédulo lo asume como ley natural y es entonces que deviene hegemonía. Las víctimas de los sacrificios humanos aztecas realmente creían que su muerte servía para que el sol siguiera su curso en el cielo y los mártires cristianos creían que su muerte anticipaba el reino de Dios. Pero dejaron de morir aztecas y cristianos y el sol no cayó – ni tampoco vino el reino de Dios. En ese mismo sentido, qué es el interés? Vendrá Sala i Martín y te dirá que es el precio de la moneda, coste de oportunidad, que es el riesgo de la inversión, etcétera. Pero mucho antes de que se teorizara eso de ese modo ya existían usureros – y prohibiciones de usura por el judaísmo, cristianismo e Islam. No porque Jesús leyera Le Monde Diplomatique, sino porque en ese contexto el interés era siempre el plus que pide libremente (o exige?) el rico usurero al campesino en apuros cuando ése pide libremente (o suplica?) un préstamo. Las religiones del libro prohíben así el interés porque en la Antigüedad uno caía esclavo no sólo por conquista, sino también por deudas y esas religiones eran, sobre todo, movimientos populares (o populistas?) que se alineaban por la emancipación de los esclavos. Así, el cristianismo surge en Europa en medio de una gigantesca crisis de deuda que se estaba llevando por delante a los ciudadanos libres del Imperio. Por algo que desde Mesopotamia que las protestas populares siempre pasaron por el demasiado familiar Cancelad las deudas y redistribuid la tierra. Antes la tierra, ahora el capital. Periódicamente, los reyes sumerios, por presión popular, tenían que declarar jubileos donde se rompían esas tablas de arcilla con todas las deudas inscritas y así liberar a los esclavos por deudas – hacer tabula rasa a la Fanon – se llamaban declaraciones de libertad.
Un momento. El Libro prohíbe la usura, cierto, excepto en una línea, Deuteronomio 23:19-20: “Podrás cobrar interés a un extranjero, pero a tu hermano no le cobrarás interés”. A un extraño, no un amigo, como si fuera mera reciprocidad: por esa misma razón el Banco Central Europeo presta a interés casi nulo a los bancos privados mientras se presta a altísimo interés a Grecia o España. Si deuda es una expresión de confianza social, el interés representa una asimetría en esa deuda y por lo tanto en el poder, como el rico usurero con el campesino en apuros de antaño o el BCE con los PIGS. Es otra cosa que después se camufle con palabras técnicas pilladas de la Biblia o de The General Theory of Employment, Interest and Money. El libre mercado ya funcionó en el mundo árabe sin interés y, ciertamente, de un modo mucho más libre que el anglosajón. A diferencia del mundo islámico, si el BCE presta a interés casi-nulo a los bancos privados, es porque sabe que la sociedad hará todo lo posible (austeridad y recortes y rescates: usar al Estado, aunque la sociedad no quiera) para que estos bancos puedan devolver esos créditos. Si Estados Unidos puede imprimir tanta moneda como quiera, como querría Krugman, es porque es el Imperio y puede hacer un default cuando le dé la gana y los otros países tendrán que aceptar, como con Nixon en 1971. Parece que el default es un privilegio.Como decían los rusos, todo lo que nos habían contado sobre el comunismo era mentira, pero todo lo que nos habían contado sobre el capitalismo era verdad. El liberalismo era eso. Su escándalo secreto, que nunca se ha organizado básicamente en torno al trabajo libre: ése ha sido siempre el privilegio de una minoría hipercualificada. Pero, ¿dónde está esa masa trabajadora de esclavos, siervos, inmigrantes sin papeles, campesinos sin tierra, debt peons y jornaleros que han levantado los grandes monumentos de la historia? Desde cuándo se puede considerar un free agent aquél que lo único que puede vender es el trabajo de su cuerpo? El trabajador libre es una entelequia anarquista, al igual que el mercado libre: Adam Smith tenía que prohibir la cooperación en el mundo ideal para evitar que estructuras jerárquicas emergieran en el mercado. Pero eso no pasa en el mundo real – donde continuamente intermediarios en los flujos de capital necesitan colocar a otros en la periferia social y por lo tanto sumirlos en deuda crónica: hipotecas,student loans, salud privada, deuda pública, ofertas que no podrá rechazar… El fondo de pensiones privado se interpone entre tú y yo: ahí coloqué mis ahorros y quiero el interés más alto para pagar la educación de mis hijos – pero el interés más alto implica maximizar el retorno de las inversiones de mi fondo – desmantelar la fábrica SEAT de Martorell donde tú trabajas o tu centro de atención primaria financiado con deuda pública. La financialización de los 1970s en la era post-industrial no despolitizó las relaciones económicas, sino que amplificó su antagonismo más básico y lo convirtió en ley natural.Qué es un default cuando el de abajo debe al de arriba en la asimetría social de poder? Es un ejercicio de soberanía. Es romper las tablas de la ley natural en mil pedazos. Es la emancipación mental del esclavo y el colapso de la hegemonía del padrino. Es darse cuenta de que el sacrificio humano no es una deuda con los dioses (del altiplano mejicano o de la economía) para que todo siga su curso – es darse cuenta de que el juego es tan sólo un juego. Es matar al Rey cuando nos explican que sus poderes son divinos. Es la dación en pago: si sólo yo no pago la hipoteca, soy un moroso – si no la pagamos cien mil, somos la PAH. Porque el sistema -el color no importa- siempre se basa en la acumulación de capital a lo largo de redes de confianza, tejidas por gente que comparte una misma visión epistemológica del mundo / una locura colectiva y eso genera ganadores y perdedores -de libertad. Cuando los primeros son pocos y los segundos muchos, lo que toca es exigir un jubileo, una tabula rasa a lo Frantz Fanon, pura descolonización del imaginario del oprimido, una dación en pago retroactiva a lo Ada Colau, un default de los PIGS: eso no es un mero re-cálculo de una triste cantidad matemático-financiera – es literalmente un ejercicio de soberanía, la liberación mental del síndrome de Estocolmo por parte de la víctima, la muerte de Samuel L Jackson -el house negro- en Django, Prometeo liberado de las cadenas de su propia imaginación. Irónicamente, es la teoría de juegos la que resume perfectamente la dinámica mental del síndrome de Estocolmo – en el juego del gallina. Dos coches frente a frente, corriendo hacia la colisión. El primero que concede y cambia el rumbo pierde. Desde el coche de enfrente siempre vamos a oír lo mismo: obedece, concede y cambia el rumbo, si no ¡arderás en el infierno! ¡el sol va a caer! ¡la economía va a colapsar! En el fondo, es el mismo discurso del marido maltratador, epítome del intermediario: sin mí no eres nada. La deuda me conecta y encadena con el adversario – pero la deuda es humo, tan sólo una enfermedad mental – la soberanía que se ejerce a través del default es darse cuenta de que el error está en creer que la economía funciona por leyes naturales e inmodificables, es decir, creer que el coche de enfrente nunca cambiará de rumbo, ésa es la victoria de la hegemonía capitalista, pero es que la economía está compuesta por personas que sí pueden cambiar. ¡ Exacto! Entonces agarra fuerte el volante, yo es que estoy muy loco, mi rumbo no cambia y sigo con el escrache hasta el final. Siempre que se intente cambiar una estructura de poder, sea la esclavitud negra en USA o la esclavitud por deudas en la UE, se amenazará con alterar el curso cósmico de la historia, pero lo cósmico no es más que un relato compartido, una alucinación mental de muchos, un juego las reglas del cual no están escritas por nadie más que por nosotros mismos. Sí es posible que sea el otro quien cambie de rumbo y no nosotros. Sí hay alternativa. Sí se puede.Fuente:Club Pobrelberg - Parvulesco
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"Por el temor que tenemos a la muerte estamos sometidos a la esclavitud del demonio". S. Pablo El término "cultura" de la muerte se refiere a una mentalidad, a una manera de ver al ser humano y al mundo, que fomenta la destrucción de la vida humana más débil e inocente por parte de los más fuertes y poderosos, de los que tienen voz y voto. El término "cultura" de la muerte fue acuñado por el Papa Juan Pablo II en su encíclica "El Evangelio de la Vida" publicada el 25 de marzo de 1995. "Estamos frente a una realidad más amplia, que se puede considerar como una verdadera y auténtica estructura de pecado, caracterizada por la difusión de una cultura contraria a la solidaridad, que en muchos casos se configura como verdadera cultura de muerte" Juan Pablo II. Evangelium Vitae. N.12
Con las nuevas perspectivas abiertas por el progreso científico y tecnológico surgen nuevas formas de agresión contra la dignidad del ser humano… amplios sectores de la opinión pública justifican algunos atentados contra la vida en nombre de los derechos de la libertad individual, y sobre este presupuesto pretenden no sólo la impunidad, sino incluso la autorización por parte del Estado, con el fin de practicarlos con absoluta libertad y además con la intervención gratuita de las estructuras sanitarias. "Quien con su enfermedad, con su minusvalidez o, más simplemente, con su misma presencia pone en discusión el bienestar y el estilo de vida de los más aventajados, tiende a ser visto como un enemigo del que hay que defenderse o a quien eliminar. Se desencadena así una especie de «conjura contra la vida», que afecta no sólo a las personas concretas en sus relaciones individuales, familiares o de grupo, sino que va más allá llegando a perjudicar y alterar, a nivel mundial, las relaciones entre los pueblos y los Estados”. Evangelio de la vida. JP IIEn esta web se pretende exponer y denunciar aquellas ideologías que alientan la "cultura" de la muerte presente en el mundo actual, así como desvelar sus estrategias e indicar quienes son sus actores principales.
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El paganismo es la religión en la que se rinde culto a la Tierra como "madre" de los vivientes. El hombre está supeditado a ella, por lo que el ser humano es reducido a un animal cualquiera. Los cultos paganos revindican el estado salvaje primitivo como un estado de felicidad perdido. La única ley que admiten es la de la selva, en la que el más fuerte aniquila al más débil. Los sacrificios a los elementos naturales (sol, luna, agua, tierra, volcán, etc.) son de seres humanos cuya sangre tiene por objetivo aplacar la ira de las fuerzas de la madre naturaleza. Las culturas aztecas, incas, mayas, china, india, africanas, etc. tenían asesinatos rituales de infantes, mujeres, prisioneros de guerra, ancianos, etc.
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El esclavismo fue la estructura económica principal del mundo antiguo, que pervivió durante la edad media en el mundo islámico. Sólo el cristianismo consiguió liberar y hacer iguales a todos los hombres al considerarlos Hijos de Dios. En la era moderna el esclavismo renace en el mundo protestante. Inglaterra, Francia, Holanda, Dinamarca, EE.UU. Portugal,... consiguen grandes beneficios económicos con el comercio de esclavos, el trabajo de estos en las plantaciones y la venta de las materias primas en el viejo continente. El esclavismo se justificó basándose en la doctrina calvinista de la predestinación. Durante los siglos XVI, XVII y XVIII y XIX más de 20 millones de africanos fueron arrancados de sus tierras y embarcados rumbo a las américas. Aproximadamente la mitad pereció en las razias en el continente africano y en las insalubres condiciones en que eran transportados en barco por el Atlántico. En 1807 un grupo de cristianos ingleses liderados por William Wilberforce, consigue prohibir el comercio de esclavos y en 1830 consiguen la abolición de la esclavitud en Inglaterra. Poco a poco el resto de estados occidentales (no así los países del ámbito islámico) irán prohibiendo con sus leyes esta estructura inhumana.
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La ilustración pretende construir un mundo sin Dios. Su defensa de una cultura laica y su obsesión por excluir a la religión del ámbito público segregándola a la esfera privada, no es otra cosa que pretender la autosuficiencia del hombre. Fruto de la ilustración son todas las ideologías materialistas laicistas que surgirán a los largo del siglo XIX y del s. XX: positivismo, utilitarismo, marxismo, comunismo, vitalismo, psicologismo ateo, existencialismo ateo, la ideología de género,... Estas ideologías alentaron políticas totalitarias como el camunismo, el nazismo, el maoismo, el fascismo, etc. Eliluminismo ilustrado se basa en la idea de que el progreso conducirá a la humanidad hacia un paraiso terrenal. Un progreso entendido como un perfeccionamiento biológico del ser humano gracias a la ciencia y la política positiva.
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En 1789, año de la revolución francesa, el inglés Thomas Malthus publico su Ensayo de la población en el que afirma que el crecimiento exponencial de la población ponía en peligro la supervivencia del resto de los seres humanos y la permanencia de los privilegios de las clases acomodadas. Defiende pues un control de la población mediante medidas preventivas y obstáculos al crecimiento. Entre ellos defiende la guerra, la enfermedad, la miseria y el hambre como eficaces políticas de control social. Entre los métodos de control de natalidad propondrá la continencia, retrasar los matrimonioso no casarse nunca, pero en ningún momento aceptó el vício y los métodos anticonceptivos. Serán sus seguidores como Francis Place, Paul Robín, Annie Besant... quienes defiendan el uso de los métodos de anticoncepción en las clases bajas y las relaciones extramatrimoniales para las clases altas, como métodos de control social.
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El racismo es una ideología materialista con bases biológicas que busca el perfeccionamiento y la pureza de las razas superiores, así como la eliminación de las razas inferiores. El racismo surge con la ilustración (Voltaire, Hume, Kant, Hegel y Comte) pero será el francés A. Gobineau quien postule los principios básicos del pensamiento racista, que podemos resumir en tres ideas:
1. Existen una raza superior dominante llamada ARIA y que ha dado vida a las formas culturales más brillantes y a las naciones más poderosas. 2. Las naciones y la cultura aria están en decadencia debido a una degeneración biológica de las razas causada por el mestizaje con otras inferiores. 3. La historia no es otra cosa que el campo de batalla donde se libran la “Lucha de razas”
El racismo fue llevado a la práctica en la política durante los siglos XIX y XX. Así elcolonialismo e imperialismo se justificó en bases raciales. Las políticas segregacionistas de los EE.UU y el apartheid de Sudáfrica fueron escenialmente racistas. Por último el estado nazi fue, en palabras de Hitler, la aplicación de la biología racista a la política.
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El darwinismo no es únicamente una teoría biológica que explique el origen de los seres vivos, sino que también pretende ser una ideología política en la que se justifique la supervivencia de los más fuertes, y la eliminación de los más débiles. Así es como la propusieron algunos de los pensadores materialistas del s. XIX como Herbert Spencer,Charles Darwin, Walter Bagehot, Ernst Haeckel, W. Graham Summer y Thomas Huxley, entre otros.
El darwinismo social postula que la vida social no es otra cosa que una lucha por la supervivencia entre los individuos mejor dotados, en detrimento de las clases más pobres, los enfermos, y los débiles de la sociedad quienes están destinados a perecer. La política, la economía, la cultura y la religión se entienden en términos dialécticos de lucha: lucha de clases, lucha de razas, lucha de sexos, lucha por la competencia empresarial, etc. Los grandes capitales de personajes como Rockefeller, Carnegie, Ford y Bill Gates han sido creados y son mantenidos siguiendo esta filosofía egoista.
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En 1886 Francis Galton publica el libro "La herencia del genio" en el que defiende la necesidad de depurar la raza human mediante matrimonios controlados y la eliminación de aquellas personas cuya herancia genética fuera un peligro para la sociedad (Ladrones, enfermos mentales y disminuidos físicos, pobres, enfermos hereditarios, razas inferiores, etc.). Esta "ciencia" del cultivo humano la denominará Eugenesia, del griego eu (buen), genes (herencia).
La eugenesia fue adoptada por los países de influencia anglogermana como Inglaterra, EE.UU., Alemania, Suiza, Finlandia, Noruega, Suecia, Dinamarca, etc.
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Continuando los movimientos neomalthusianos surgidos durante el s XIX, surge los movimientos del "Control de la natalidad" (Birth control) en los países de tradición protestante, para, rápidamente difundirse por todo el planeta. Margaret Sanger yClarence Gamble en los EE.UU. y Marie Stopes y Annie Besant en Inglaterra, serán las principales impulsoras de estas políticas de control social, mediante el control de la fecundidad y la natalidad.
Margaret Sanger creará las primeras clínicas anticonceptivas en los barrios de gente pobre, negra e hispano, con el claro propósito racista de reducir sus nacimientos. Creará la Liga por el control de la natalidad, que conseguirá importantes subvenciones de fortunas privadas (Rockefeller, Carniege, Ford, etc.) así como de fondos públicos. La estrategias incluyen la difusión de los métodos anticonceptivos, esterilizaciones masivas, aborto, difusión de propaganda sexual, etc.
Después de la Segunda Guerra mundial, Sanger cambío el sospechoso nombre de "Liga por el control de la natalidad", por el políticamente correcto nombre de "Planificación Familiar", (IPPF en la actualidad). A partir de entonces sus acciones se multiplicaron por todo el globo. Se crearon clínicas abortivas por todo el mundo, dirigidas por agentes antinatalistas. Financió al doctor Pincus para elaborar la píldora anticonceptiva, en la actualidad la IPPF constituye la mayor multinacional del aborto, técnicas de esterilización y anticoncepción que hay en el mundo, con ingresos que igualan a otras industrias de la muerte, como son las del tráfico de armas, el tráfico de drogas y el negocio de la pornografía y la prostitución.
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El materialismo, las ideologías del nazismo y el marxismo y la codicia de las naciones expresada por el colonialismo y el imperialismo habían llevado a los pueblos a dos de las peores guerras que ha sufrido la humanidad. Al finalizar la Segunda, los hombres de bien se ponen a trabajar para que Europa y el mundo entero no tenga que volver a sufrir una Guerra Mundial, que tanto dolor ha causado. Es el momento de la Descolonización, de la aparición de las Naciones Unidas, del surgimiento de la Unión Europea,... y tantas otras obras de bien que buscan la paz y el desarrollo de los pueblos.
Los defensores de la eugenesia se dan cuenta que no pueden presentar a la sociedad sus planteamientos de selección de los mejores, purificación de la raza, eliminación de los indeseables, etc. como habían venido haciendo hasta ahora. Es por ello que se adopta una estrategia de manipulación del lenguaje y de infiltración de las administraciones nacionales y mundiales como la ONU. Los principales impulsores de esta nueva estrategia criptoeugenista son Frederick Osborn, Julian Huxley y David Rockefeller III
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En 1875 la ruso-norteamericana Helena Blavatsky funda el los Estados Unidos la Sociedad Teosófica, una organización basada en el esoterismo masón y la espiritualidad oriental. Su objetivo era restaurar las religiones paganas de la antiguedad realizando un sincretismo entre oriente y occidente. En su obra "La doctrina secreta" expone su pensamiento y espiritualidad, con una base claramente racista radical. En su opinión el ser humano es el resultado de la evolución de 7 razas que se han ido sucediendo en el tiempo a lo largo de varias eras. En estas eras se irían pasando por estados naturales cada vez más perfeccionados: mineral, vegetal, animal, humano,... Asi mismo el estado humano tendría una graduación, estando en lo más bajo, los negros, los aborígenes australianos y los judíos, mientras que en lo alto de la escala estaría la raza aria representados por los británicos, alemanes, etc. Pero la evolución no se para aquí, sino que esta sigue progresando para dar paso a lo que denomina Homo noeticus, un tipo de ser humano espiritual, carente de pecado y superior al homo sapiens actual. Esta progresión se daría en ciclos de 2000 años, y extarían asociados a la precesión de los equinocios a lo largo del cinturón zodiacal: Tauro (Babilonia), Aries (Judaismo), Piscis (Cristianismo) y en la actualidad Acuario (Nueva Era).
Muchos fueron los seguidores de las paranoias de la Blavatsky: Annie Besant, A. Hitler, Alice Bailey, etc.
En la actualidad la teosofía se conoce como Movimiento de la Nueva Era (New Age), y agrupa a multitud de grandes coorporaciones espirituales en el mundo.
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Desde una visión puramente materialista del hombre y la sociedad, pensadores del pacifismo como Eugen Relgis postulan que "los dos ejes que sostienen la existencia terrestre son el hambre y la reproducción, el vientre y el sexo". Eugen argumenta que el eugenismo es un humanismo y que la causa principal de todas las guerras es la superpoblación. Por ello, trabajar por la esterilización y el control de natalidad de los pobres es luchar por la paz futura. ___________________________________________________________
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Esta ideología concita los peores aspectos del pensamiento marxista y neoliberal radical respecto a la sexualidad, la persona y el matrimonio. La revolución sexual tiene su base pseudocientífica en el fraudulento "informe Kinsey" de finales de los años 40, el cual tuvo sus derivaciones ideológicas en Wilhelm Reich y Hebert marcuse, quienes invitaron a experinentar todo tipo de situaciones sexuales. La revolución sexual supone la ruptura del polinomio: matrimonio-amor-sexualidad-procreación.
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El transhumanismo se define como "el estudio de los medios y de los obstáculos para la humanidad que emplea medios tanto tecnológicos como racionales para volverse posthumanos, así como también del estudio de los problemas éticos implicados. "posthumano" es un término utilizado para denominar a los seres humanos mucho más desarrollados de los actuales". A los "seres posthumanos" se llegará si "somos capaces de conducir nuestra naturaleza actual a una calidad superior y xtender nuestras capacidades de manera radical". Los seres posthumanos ya no son los seres humanos porque han sido tan modificados que ya no representan a la especie humana. El ideal filosófico de estos dos movimientos es el del Renacimiento, pero mezclado con el relativismo ético postmoderno y el escepticismo ético postmoderno. Del Renacimiento proviene una visión titalmente reduccionista de la vida humana. A esta visión se añade una sustitución de Dios de carácter triunfalista, utópico y arrogante. El pensamiento transhumanista rechaza la afirmación de que la naturaleza humana es constante. Para ellos, en la naturaleza, y especialemente en la humana, no hay nada de sagrado, digno de respeto y de protección de los cambios artificiales. Por esto no se puede rechazar la crítica de modificar la naturaleza como expresión de un "dios juego" o de un orgullo humano supremo.
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antidesarrollismo:
En los últimos tiempos se ha dejado sentir la necesidad de un enfoque global de la crisis capitalista desde una perspectiva libertaria y antidesarrollista, o sea, contraria al productivismo y estatismo de los dirigentes, instalados o aspirantes, tanto en sus versiones duras como en las alternativas. El nuevo planteamiento no consiste en un simple rechazo del neoliberalismo y del keynesianismo, del desarrollo “sustentable” y de la economía “social” integrada, distintas fórmulas politico-económicas de la implantación real y global del capitalismo. Más bien apunta contra el modo de vida industrial que éste impone (consumista y urbano), contra sus vías de penetración y expansión, contra la política institucional y contra el Estado.La idea de desarrollo es un reflejo degradado de la idea burguesa de progreso. En el lenguaje político, su uso es relativamente reciente y a menudo lo ha sido en oposición a la de “subdesarrollo” o dificultad de engendrar “riqueza” y repartir “bienestar”, es decir, problemas a la hora de acumular capitales y generar una determinada capacidad adquisitiva. El desarrollo no se justificaba en sí mismo, sino por su contrario, supuestamente indeseable. Así pues, no ofrecía posibilidad alguna de elección: era como un “tren en marcha” al que obligatoriamente había que subir. Al acabar la Segunda Guerra Mundial, el crecimiento económico –el desarrollo- pasó a ser no sólo el principal objetivo de la política, sino la solución capitalista a todos los problemas políticos y sociales. En la nueva etapa desarrollista, el proletariado dejaba de ser un obstáculo, pues a partir de un cierto grado de “bienestar” su potencial revolucionario desaparecía.Es más, a medida que devenía una fuerza instruida y consumista, a medida que se alejaba de la penuria y devenía “capital humano”, contribuía a la estabilización del régimen. Gracias a una conjunción favorable de factores históricos de diversa índole, el capital había superado una etapa de dominio formal, estrictamente económico, y se estaba adueñando de cualquier actividad humana. En tanto que relación social mediatizada por mercancías absorbía cualquier aspecto de la vida íntima o pública. El sector terciario aumentó en detrimento de la industria y donde antes había clases luego hubo masas, suma de individuos aislados, sin memoria y sin vínculos, incapaces de relaciones intensas y compromisos duraderos, entregados a sus intereses particulares, fáciles de atemorizar y aptos para ser manipulados. Evidentemente, los cambios no ocurrieron sin contratiempos ni retrocesos, pues la resistencia obrera fue tenaz y la negativa de las nuevas generaciones a vivir sometidas a los imperativos del consumo dio lugar a episodios gloriosos de rebeldía como la revuelta americana de los sesenta, el Mayo francés del 68, la rebelión checoeslovaca de 1969, el Movimiento de la autonomía italiana del 77, el movimiento asambleario hispano o la irrupción de Solidarnosc en Polonia.Por otra parte, la propia casta política vencedora era reacia a un uso moderado de sus privilegios y a sacrificar a su amplia clientela en aras de las exigencias de los mercados, por lo que a menudo trató de salvaguardar sus intereses corporativos recurriendo al nacionalismo y populismo en un afán de retardar la fusión del Estado y el Mercado. Sin embargo, la fusión era consecuencia lógica de un desarrollismo que unificaba la política con la economía, las finanzas con la vida y la urbe con el territorio. A partir de entonces, el anticapitalismo será también antidesarrollismo y antiestatismo, crítica de la política y de la industrialización del vivir, lucha antiurbanista y defensa del territorio. Las últimas crisis inmobiliarias, crediticias y financieras han puesto en entredicho la capacidad del sistema para aumentar la “demanda interna”, pero no han bloqueado su desarrollo. Simplemente han demostrado que las contradicciones que traban el crecimiento de la economía son cada vez mayores, pero de momento, posibles de superar por ejemplo con el empuje de los mercados “emergentes”, aunque al precio de reproducirlas a escala ampliada. Eso quiere decir que en la última etapa del capitalismo, el crecimiento global depende cada vez más de la demanda mundial de tecnología, materias primas y alimentos, es decir, de la logística, de las multinacionales y de las zonas donde, gracias a unareserva enorme de mano de obra, todavía es posible la expansión.Sin embargo, la crisis interna, estructural, no es la única que amenaza con paralizar el funcionamiento del sistema. La privatización y explotación intensiva de recursos conduce rápidamente a su agotamiento, dando lugar a una deriva demencial, tal como ilustran los proyectos empresariales y las guerras surgidas tras despuntar la crisis energética. Así pues, la fase extractivista que caracteriza el actual momento económico, sumada a las consecuencias ambientales de dos siglos de actividad industrial y al extraordinario auge de las infraestructuras, sobre todo de transporte, incuba un nuevo tipo de crisis que actúa desde fuera y se manifiesta en forma de ruina ambiental, fealdad, contaminación, agujero en la capa de ozono, cambio climático, pandemias, urbanización generalizada, destrucción del territorio, etc. El sistema intenta reproducirse y desarrollarse convirtiendo, con la ayuda de la tecnología, esa crisis externa en mercado, de acuerdo con los postulados de la “sostenibilidad”, pero sin poder evitar que las condiciones de vida bajo el régimen capitalista sean cada vez más física y mentalmente insoportables. La crisis aunque plantea la urgencia de una respuesta de masas, no desemboca necesariamente en una movilización general que reclame cambios drásticos y pugne por ellos. Predomina en las masas afectadas una actitud contraria, posibilista, ya que la sumisión es inevitable en sociedades anómicas. Fenómenos como la precarización de la mano de obra, el empobrecimiento y la exclusión no han provocado conflictos sociales de importancia, contrariamente a lo que hubiera pasado hace tan sólo unas décadas.En el terreno laboral, la comunidad de intereses es extremadamente difícil. La naturaleza del trabajo asalariado ha llegado a ser tan antinatural que nadie en sus cabales puede considerar seriamente la autogestión. En cambio, dicha comunidad resulta fácil en las luchas en defensa del territorio. Éstas ha podido llevar más lejos la oposición al desarrollismo, puesto que el nivel de americanización y artificialización de la vida es menor que en los aglomerados urbanos. Además, el territorio es el eje sobre el cual pivota actualmente la producción y circulación de mercancías, y por lo tanto, el eslabón principal de la cadena. Sin embargo, tales luchas casi nunca han sobrepasado el horizonte reivindicativo local, ni tampoco han conseguido extenderse lo suficiente salvo allí donde existían sólidas comunidades campesinas. Para un sector importante de la población no es tan deseable la eliminación de las contradicciones del sistema mediante un cambio social radical y se pronuncia por el voto ciudadanista. Las crisis no han sobrepasado situaciones financieras límite sino en contados casos y por lo tanto, no han empujado con fuerza a las masas, fundamentalmente urbanas, hacia soluciones drásticas e imaginativas. Signo de que la enfermedad mortal del sistema no ha entrado en su fase terminal, es más, éste se adapta a ella hasta incorporarla como un componente más. Esto explica que las alternativas autónomas surgidas al margen del capital hayan podido ser recuperadas en gran parte y sus promotores cooptados por el Estado (abundan los ejemplos en Brasil, Argentina, Grecia...). El dominio real del capital en su etapa actual se manifiesta como un proceso de quiebra controlada y rentabilizable.El mercado de la tecnología ha tropezado con límites insalvables, y, por consiguiente, la innovación tecnológica no puede seguir actuando de motor económico. Las dificultades crecientes del desarrollo capitalista que evidencia la caída del consumo en las conurbaciones han orientado el sistema hacia la explotación de los recursos naturales: bosques, agua, minerales, gas de esquistos, paisaje, tierra... En adelante, el crecimiento económico se sostiene principalmente sobre el expolio territorial. En consecuencia, el desarrollo social capitalista se muestra ante todo como crisis del territorio, causa de múltiples resistencias y experiencias autónomas capaces de poner en pie una comunidad de combate, o si se quiere, un sujeto consciente. La cuestión territorial se convierte entonces en cuestión social: los conflictos del territorio no son medioambientales ni tampoco simplemente económicos, son eminentemente sociales. La construcción de una fuerza social consciente de sí misma y de sus objetivos en un momento esencialmente defensivo puede darse de modo paulatino, ya que va ligada a la conflictividad desencadenada por procesos de destrucción rural típicos del periodo extractivista y también a procesos de descomposición urbana, responsables de proporcionar a la lucha la mayoría de efectivos. Pero para la reaparición del sujeto histórico no bastan una defensa del empleo, una protesta “nimby” o una moneda “social”. Habrá que reducir el interés privado a la proporción justa y reproducir a la vez un espíritu comunitario para salir del capitalismo manteniéndose lejos de las instituciones.La emergencia del sujeto de la historia dependerá, tanto del grado de segregación del capitalismo que la comunidad de lucha sea capaz de alcanzar, como de la intensidad de sus enfrentamientos con el Estado, pero por encima de todo, dependerá de que haya sabido reapropiarse de una perspectiva histórica, condición sine qua non de un pensamiento estratégico. Desde luego, una situación crítica excepcional que arroje a la calle y al campo a contingentes numerosos puede favorecer la constitución de una nueva clase proletaria universal, pero sólo si el punto de vista histórico se halla presente. Puede incluso brindar la ocasión de una ofensiva con tal de que los proletarios de nuevo cuño consigan organizarse sin jefes, elaborar una estrategia de lucha y dotarse de instrumentos de ataque adecuados. La crítica antidesarrollista quiere aportar su grano de arena en la clarificación necesaria que precede a cualquier batalla.El combate antidesarrollista se inscribe en un proceso múltiple de desglobalización, desurbanización, desindustrialización y desestatización abocado al objetivo de una sociedad descentralizada y autogobernada, antipatriarcal, organizada horizontalmente, equilibrada con la naturaleza y capaz de defenderse sin necesidad de recurrir a ejércitos ni a prisiones. Una sociedad libre no tiene nada que ver con fundamentalismos naturalistas, ni con proclamas anticivilizatorias, puesto que la libertad no consiste en un retorno a la naturaleza primigenia, ni en una erradicación de la historia y de la cultura humanas. Consiste más bien en que los individuos sean los protagonistas directos de su propia historia.El gran éxito de la dominación ha sido privar de perspectiva histórica a los oprimidos. Sin los conocimientos históricos suficientes no hay conciencia revolucionaria ni sujeto posible, algo que deben saber todos los rebeldes y en primer lugar los libertarios si no quieren verse como una fuerza de choque destinada a desvanecerse tras los primeros embates.
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Al poner en tela de juicio el fenómeno delictivo, habremos de cuestionar necesariamente la legalidad que lo reprime en aras del llamado bien común, ese «bien común» que el delincuente destruye y que se consigue con la explotación económica a la que la clase obrera está sometida y con la marginación de ciertos sectores de la sociedad. Con su conducta, el delincuente no sólo explicita de una manera propia la lucha de clases, sino que, como marginado que rompe con la legalidad, apunta el doble juego del Estado: crear el delito y reprimirlo.Como libertarios, nuestra postura ha de basarse en la denuncia de ese «bien común» que se mantiene, no sólo con las porras de la policía, sino también con la complicidad y la modorra del resto de la sociedad, en la denuncia del Estado como único delincuente. A la hora de analizar la delincuencia como fenómeno social hemos de empezar rechazando las interpretaciones que «los civilizados» de izquierda y derecha han vertido a los cuatro vientos sobre el tema. Los análisis que ellos nos ofrecen están mediatizados por unas categorías ideológicas que los hacen ser intencionadamente parciales e incompletos. Se analiza la delincuencia desde el concepto de la ley, una ley definida por y desde el Poder, y que en último extremo es la institucionalización de la dominación de una clase sobre otra.Todo análisis de la delincuencia está presidido por la dicotomía «normal-anormal», pero no cuestiona quién marca la norma, sino que se da por admitido el abstracto consenso universal que tiende a identificar norma y justicia. Su norma, su justicia, las que unos crean y otros padecen.Las interpretaciones que nos ofrecen las «fuerzas organizadas» que intentan cambiar el mundo desde los cómodos sillones del Parlamento no difieren mucho de los análisis que desde el Poder nos hacen aceptar, y acaso alguien se sorprenda de que de las disciplinadas filas del inefable PC salgan declaraciones como la que nos brinda Antonio Rato: «Creo que al delincuente se le debe aislar por la misma razón que se aísla al portador de un virus o a un demente peligroso. Es decir, sin tratar de penetrar en el fondo de su conciencia, ni mucho menos de evaluar hasta qué punto es responsable en concreto de su personalidad.» No es en absoluto casual que se difundan en el PC estas interpretaciones: existe el mismo interés por la represión en los grupos que están en el Poder como en los que aspiran a él.El hecho de que se ofrezca esta «realidad de la delincuencia», presentándola como un fenómeno a reprimir, pero sin intentar buscar sus causas y raíces, sólo puede responder a una asombrosa ingenuidad o a una estrategia interesada, y hay quienes no nos creemos eso de la ingenuidad del Poder.La «necesidad» del delitoSe trata de hacer de la delincuencia una realidad al servicio del sistema, de aislar al delincuente y colgarle la etiqueta del «mal»; el Estado se presentará esgrimiendo la bandera del «bien», y con este aval se encargará de eliminar las malas hierbas que crecieron junto a los demás ciudadanos de «bien» y, de «orden».En última instancia el fenómeno delictivo presta al Estado un pingüe servicio: justifica su existencia en cuanto defensor del orden y la paz. El Estado necesita del desorden y del mal para justificar sus mecanismos de reproducción y defensa. ¿Qué sentido tendría una policía en una sociedad sin delito?El Estado necesita del delito tanto que cuando le interesa se lo inventa: se provoca para después reprimir.Detrás de esta fachada de defensores quedan camuflados los intereses de la clase dominante, que con esta ideología del delito mata dos pájaros de un tiro: asegura su reproducción como clase (no sólo a nivel político, sino también a nivel sicológico, en cuanto que sus criterios morales son asimilados por la sociedad) y, por otro lado, institucionaliza y normaliza la represión y el castigo para destruir a los elementos rebeldes con la irnpunidad que le da la aceptación del delincuente como «malo» y «peligroso», no sólo para el Estado, sino para toda la sociedad.Es un círculo: unas estructuras crean el delito y otras lo reprimen, pero una sola mano maneja los hilos.De este modo se hace recaer toda la violencia reprimida de la sociedad sobre una parte de ella misma, los delincuentes, desviando así lo que pudiera tener de revolucionario y subversivo.El «caldo de cultivo»Una ciencia al servicio del sistema va a interpretar la delincuencia como un fenómeno desligado de su contexto social: el mundo capitalista. Así, la genética hablará del cromosoma del criminal y la sociología y sicología intentarán explicarla como resultado de un aprendizaje patológico; pero si queremos buscar las raíces de la delincuencia ciertamente las encontraremos en el carácter capitalista de la sociedad, tanto de los Estados llamados capitalistas como de aquellos otros países basados en un capitalismo de Estado.Decir que la delincuencia es patrimonio de la clase obrera no es desvelar ningún misterio: la procedencia de la población penal está clara a los ojos de todos; pocos hijos de la burguesía podemos encontrar en Carabanchel o en la Modelo. Es del mundo obrero de donde salen los candidatos a las celdas de nuestras prisiones.Las grandes ciudades donde nos almacenan para que seamos más rentables y productivos son viveros de delincuencia. El emigrante que llegó a la capital a pedir que le explotaran se da cuenta de que las ocho horas de trabajo, si es que aceptaron su solicitud de explotación, no llegan para comprar esos productos que a todas horas le estan incitando a comprar. La constante frustración que crea el desequilibrio entre el deseo incrementado por la publicidad y la limitada capacidad adquisitiva tiene dos salidas: la docil (horas extras, letras para toda la vida…) y la rebelde, es decir, el delito.El mundo capitalista está organizado para producir dóciles currantes que produzcan más y mejor y que consuman aquellos que mayores beneficios rinda al capitalismo. En un mundo tal el único delincuente es el Estado, de aquí la necesidad de dar la vuelta al concepto de la delincuencia: debemos asumir el hecho de que en esta sociedad ser delincuente es rebelarse contra las estructuras alienantes que la configuran. Intentar ser libre y recuperar lo que nos pertenece es ser calificado de delincuente por esta sociedad.Estado y delincuenteUna ideología represiva subyace en el discurso de las relaciones capitalistas: unos mandan, controlan la producción, los medios de comunicación, hacen las leyes…. otros obedecen, producen y acatan las leyes y la autoridad. Esto es el orden y el bien común, el Estado cuida de nosotros para que el mundo no se sumerja en el caos y la anarquía; en tres palabras: establece la norma.Frente a esta sociedad ordenada, de individuos normales y obedientes, y en contra ella se levantan la antisociedad, el desorden, el caos y el mal. No se sabe, ni por otro lado interesa saber, de dónde procede este grupo de transgresores, pero el poder ha de combatirlos y estirparlos del mundo del orden, porque ponen en peligro el bien común, o sea los intereses del Poder.Y para combatir este grupo social se crean las leyes, la justicia. Aquí encuentra la cárcel su razón de ser: aislar al delincuente, encerrarlo para que no destruya al «bien común», que tan trabajosamente hemos construido.La cárcel no está destinada a extinguir el delito, sino a controlarlo y a rentabilizarlo; en cuanto tal, la cárcel significa el último eslabón que cierra el círculo de la opresión y el más degradante de todos.«Tenemos que convertir las cárceles en islotes donde meter a los delincuentes para que se destruyan entre sí.» Estas declaraciones de un fiscal de Burgos son suficientemente elocuentes.Pero, ante todo, la cárcel es el lugar en donde la represión institucionalizada alcanza las más altas cotas de degradación humana: palizas, chantajes, tortura, incomunicación, aniquilación sicológica, todo queda oculto tras los muros y las vallas electrificadas.En una carta al ministro de Justicia, Emilio Monteseril, funcionario de la cárcel Modelo de Barcelona, después de pedir la excedencia, decía textualmene: «Las cárceles no son más que trituradoras de hombres, y nosotros los carceleros somos sus verdugos.»Los medios de comunicación: un arma eficazLos medios de comunicación, como canales que el poder utiliza para la transmisión de su ideología, juegan un papel decisivo en el «manejo» del fenómeno delictivo.A través de la prensa de sucesos se constata la presencia de otros jueces, «los jueces de papel impreso», que se yerguen como tendenciosos moralizadores de los hechos y que, en última instancia, constituyen una «conciencia normativa» paralela.El lenguaje utilizado no es, ni mucho menos, neutral, va dirigido a crear un sistema de reflejos emocionales que actuarán ante valores-palabras fetiche. «Delincuente», «drogado», «homosexual», son ejemplos claros de palabras fetiche que desencadenarán una intensa emocionalidad.Tras ser objeto de bombardeo continuo sobre situaciones de accidentes, robos, suicidios (previamente moralizados), nos invade un sentimiento de inseguridad total que nos lleva a reclamar la presencia de un poder que con su control, vigilancia y castigo nos garantice el «bien» amenazado y el «orden» transgredido.La jugada que se efectúa a través de los medios de comunicación es pcrfecta: reclamamos nosotros mismos lo que ellos desean establecer. No imponen la vigilancia, el control o el castigo, sino que éstos son solicitados y el Poder los concede.Delincuencia y subversiónAnte el Poder, el delincuente y el revolucionario son, con algunas diferencias de matiz, subvertidores del sistema social establecido.A pesar de que el delincuente no actúa movido por una concepción revolucionaria o crítica de la realidad, marca el camino de la revolución, a menudo olvidado por el político: la destrucción fáctica del orden establecido. El delincuente se presenta así como un «subversivo» sin conciencia de tal, que a su modo lucha contra la opresión de unas estructuras capitalistas que marginan a los individuos según su poder adquisitivo o su clase social.Pero la identificación total del delincuente y el revolucionario es, con mucho, una afirmación gratuita. Si bien el delincuente lleva impresa en su conducta una crítica al trabajo asalariado, un rechazo de la moral de obediencia y resignación que el Poder nos impone, sus actos no tienen como fin la abolición del salario, de la autoridad o de la moral burguesa, sino que son la expresión de una rebeldía espontánea pero sin objetivos.Del mismo modo, el delincuente explicita una crítica de la mercancía que es sólo parcial e inconsciente: con el robo critica el valor de cambio de la propiedad, pero sin cuestionar su valor de uso, El robo viene a menudo a satisfacer las exigencias del consumismo.Marginación y revoluciónLa delincuencia y la marginación en general vienen a indicarnos que la lucha contra el Estado no puede quedarse en las ‘reivindicaciones salariales y en meros intentos de recuperación de plusvalía, que la opresión ideológica es quizá más sutil, pero también más virulenta y brutal que la opresión económica. La marginación señala la lucha contra la superestructura como condición «sine qua non» para la liberación social, así la lucha de los grupos marginados está centrada en la crítica a la autoridad y la ideología represora que conlleva, en la rebeldía contra la alienación que enmarca nuestra vida, pero a menudo pierde de vista al factor central del sistema capitalista: las relaciones de producción.En este sentido la tarea fundamental sigue sin hacerse: dotar a la lucha de los marginados de unos horizontes de lucha social, extender la crítica individualizada y visceral que el marginado hace a la autoridad y al sistema y situarla en un contexto global y crítico. Es decir, reivindicar la «locura», la sexualidad libre, el consumo de droga o la negación al trabajo asalariado, no como expresiones viscerales de unos cuantos maniáticos ante una sociedad represiva, sino como propuesta de subversión ante una sociedad enferma.El revolucionario ha de darse cuenta de que ha de ser un delincuente si quiere acabar con el orden establecido.Delincuentes del mundo, si es que llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones, unámonos y destruyamos éste.
Germinal Rodríguez
Bibliografía• Deligny, Fernand: Los vagabundos eficaces. Ed. Estela, Barcelona, 1971. – Grupos marginados y peligrosidad social. Campo Abierto Ed., Madrid, 1977.• Basaglia, Franco: La institución negada. Ed. Barral, Barcelona, 1977.– La mayoría marginada. Ed. Laia, Barcelona, 1973.• Becker, Howard: Los extraños, sociología de la marginación. Editorial Tiempo Contemporáneo, Buenos Aires, 1971.Artículo publicado en la revista Bicicleta (región ibérica) Nº6 Mayo 1978 |
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No se puede transformar la realidad radicalmente solo desde una lógica institucional”
resumen.cl / Rebelión
A fines del 2015, el investigador y docente Franck Gaudichaud publicó en Chile el libro “América Latina. Emancipaciones en construcción” (1), el cual consiste en una compilación de textos de distintos autores, respecto al devenir de diversas iniciativas políticas desarrolladas en nuestro continente. Venezuela, Colombia, Chile, Argentina, Ecuador, Uruguay, México, Brasil y Bolivia están presentes a partir de estos relatos, introducidos por un estudio general del compilador. A partir de la lectura de esta obra, Resumen conversó con él y aquí está el registro.
1.- En el prólogo, el prefacio y la introducción del libro hay una insistencia en la necesidad de buscar formas de lucha y de vida que se identifiquen plenamente con los pueblos que optan por ellas. De acuerdo a tu experiencia, qué condiciones propician el encuentro de esta autenticidad.
Efectivamente varios textos de este libro vuelven sobre eso. Sobre una “vía” que busque un proceso de emancipación, es decir deshacerse de los lazos que nos amarran y nos oprimen. En uno de los artículos [del libro] sobre Colombia aparece la idea de “lazos que liberan”. En este relato se habla de una experiencia comunitaria indígena en el Bajo Sinú (Colombia) donde, en contexto de guerra, y frente a un desastre ambiental y problema hídricos, una comunidad logra recrear espacios de vida colectivos en torno a la producción agroecológica. A través de ésta y otras experiencias, se ve que para lograr estas nuevas formas de creación de vida social, hay que tener previamente una experiencia de organización colectiva o comunitaria, tener espacios donde se pueda deliberar, tomar decisiones de conjunto y enfrentar todo tipo de agresión o dificultades. También es importante construir ideas fuerza comunes, o sea, un eje organizacional y subjetivo que permita cimentar ese espacio de vida y lograr que ese espacio sea lo más democrático y participativo posible. A menudo, una experiencia de conflicto permite gatillar estos procesos, pues el antagonismo crea un “nosotros” y un “ellos”, y este nosotros permite crear un espacio de vida más comunitario.
2.- Dentro de esta búsqueda, ¿qué relevancia tiene la recuperación de conceptos e interpretaciones propias de las culturas precolombinas?
Creo que los pueblos indígenas u originarios, en particular en los últimos 15 años en América Latina, han permitido volver a poner en el centro del escenario político continental, justamente, ideas fuerza antagónicas al neoliberalismo. Un ejemplo es el problema del enfrentamiento con las multinacionales extractivas y su lógica de despojo: las comunidades indígenas supieron enfrentarla en varios países y en algunos casos han sido capaces de plantear alternativas… También ha sido importante el rescate de la forma comunidad o forma comunal-barrial, con sus pro y sus contra por supuesto, pues no hay tampoco que esencializar lo “indígena” de manera romántica y descontextualizada, como separado del resto de la sociedad, evidentemente también existen casos de caudillismo indígena, reproducción de visiones patriarcales de vida y una fuerte presión de incorporación hacia el orden capitalista global…
3.- Desde fines de la década de los noventa hasta la actualidad han accedido a la administración de diversos Estados, líderes y partidos que han generado la expectativa de una restitución de derechos para la población de sus países. En general, cómo se puede caracterizar la trayectoria de estos gobiernos y cómo explicas que muchos de éstos hayan perdido apoyo popular en estos últimos años.
Se habla mucho del “ciclo” progresista, y últimamente se debate sobre un posible “fin” de este ciclo, o por lo menos de un reflujo y pérdida de fuerza de los progresismos gubernamentales. Por cierto, estos gobiernos, algunos de carácter nacional-popular radical, otros de centro-izquierda, son producto de una crisis profunda de hegemonía del neoliberalismo en parte de la región, en particular en América del Sur.
Correa, Morales, Chávez, los Kirchner, en menos medida Lula vienen de ese ciclo hacia arriba de los movimientos sociales, sindicales, campesinos y populares, con marcado cariz antimperialista y soberanista. Pero, obviamente el proceso bolivariano venezolano es muy diferente –por su radicalidad a partir de los años 2002-2003- de gobiernos social-liberales como él de Dilma en Brasil o del peronismo progresista de los Kirchner. No obstante, a más de 15 años de la elección de Chávez, vemos un reflujo importante a nivel regional y cierto agotamiento de esta “época de cambio”. Afloran claramente los obstáculos que deben enfrentar estos procesos y las contradicciones políticas de estos gobiernos en un contexto de ofensiva de las derechas y de un nuevo posicionamiento de Washington. Se confirma, una vez más, que no se puede transformar la realidad radicalmente o sea desde la raíz, solo desde una lógica institucional y desde “arriba” y también que la izquierda puede ganar elecciones y el gobierno, pero no por eso ganan las clases populares, mecánicamente, el poder. De la misma manera, algunos gobiernos progresistas o nacional-populares sufren este reflujo porque ellos mismos lo incentivaron, a través de la cooptación, de la institucionalización de los movimientos, de diversas formas de “revolución pasiva”: y sin los movimientos no se puede avanzar y enfrentar el capital. De hecho, el propio Álvaro García Linera [vicepresidente de Bolivia] reconoce que ésta sería una “tensión creativa” de la revolución, pero creo que solo podría ser creativa si hay una dinámica permanente, dialéctica entre gobierno y poder popular, carcomiendo el Estado burgués, sin embargo este lazo parece roto en varios países. Hoy, de hecho, varios movimientos se oponen a lo que consideran que no cumplieron los gobiernos y presidentes o denuncian la continuidad del extractivismo (por ejemplo en Ecuador), se movilizan frente a la burocracia, frente a la corrupción, frente a las alianzas con la burguesía (por ejemplo en Venezuela y Brasil).
4.- La extracción y producción de materias primas para la exportación ha caracterizado la economía de América Latina desde su colonización. Cómo describirías la política de estos gobiernos respecto a este modelo y cuál ha sido su repercusión en la política de estas naciones.
Creo que un nudo central del reflujo electoral, social y político actual tiene que ver con las debilidades de los cambios en el modelo de acumulación, la continuidad del despojo extractivista y el nacimiento de cierto descontento en sectores medios y populares, a lo cual hay que añadir elementos más específicos (por ejemplo el descalabro económico en Venezuela o la corrupción en Brasil).
El economista argentino Claudio Katz habla de una situación “dual”: progresismo político con continuidad extractiva, nuevas autonomías soberanas en un plano geopolítico con un reforzamiento de su condición dependiente primo-exportador en un plano económico. Sin duda, pesa aún una herencia maldita de 5 siglos. Esta es la de la dependencia y la de las materias primas. Por cierto, nadie dice que los gobiernos puedan terminar yacon el extractivismo, en 5 minutos: son procesos de transición profundos y complejos que no se pueden encaminar ni en un año, ni en cinco, ni en quince… Pero, eso sí, hay que ver la direccionalidad tomada por las políticas públicas “progresistas” y su relación a las clases subalternas movlizadas, si es que van hacia una transición postextractivista, basada en una perspectiva sustentable y el desarrollo de una economía inclusiva, menos depredadora, y capaz de fomentar el poder popular. Y en este caso, como lo dicen Eduardo Gudynas, Alberto Acosta, Maristella Svampa, los gobiernos progresistas vivieron un periodo de oro gracias a un precio de las materias primas muy alto, el “consenso de los commodities” y efectivamente redistribuyeron hacia abajo esa renta, lo cual por supuesto es muy importante y notable, porque le permitió salir de la pobreza a millones de personas y reconstruir el Estado, pero, ahora que bajan los precios, se ve la debilidad de esta lógica “rentista”, junto a las consecuencias de no haber logrado transformar la estructura desigual de la sociedad, producto de esa dependencia y “reprimarización” de las economías de Nuestramérica.
García Linera critica con fuerza a sus críticos de izquierda, los llama “intelectuales de cafetín” o “ecologistas infantiles” diciendo que quieren transformar a los países de América Latina en “guardabosque del norte”, congelando la naturaleza y sus recursos. Creo que es una maneara caricatural y peligrosa de evitar o impedir el debate. ¿Necesitamos extracción de recursos y transformación de recursos? Obvio que sí: para responder a la urgencia social, a la pobreza, a la construcción de los servicios públicos, pero hay que ver si esta necesaria extracción de recursos permite comenzar a salir de la mega-extracción dependiente e incluso de un neodesarrollismo (como en Bolivia o Argentina) al final funcional al capital extranjero. Ahora, si vemos los niveles de dependencia del petróleo en Ecuador y en Venezuela, de la soja en Argentina y otros, del cobre en Chile, del gas y litio en Bolivia, etc parece que no se ha logrado debutar una ruptura con este modelo extractivista y que las perspectivas neodesarrollistas encontraron su piedra de tope.
5.- Diversos artículos del libro se refieren a procesos de lucha social que tienen a la habitabilidad de los territorios como objetivo fundamental de sus acciones. De acuerdo a tus observaciones, en qué radica la importancia de la territorialización de la lucha comunitaria.
Si miramos la historia, el movimiento obrero siempre fue territorializado. Sus luchas siempre estuvieron ancladas a un territorio determinado, como el de la fábrica, el del barrio o del lugar de producción en general. Lo que se ve en el ciclo neoliberal, es una fragmentación-pulverización de la clase obrera industrial tradicional, de sus identidades y, al mismo tiempo, una nueva espacialización del neoliberalismo… o como se fija la acumulación por desposesión en territorios dados. Por eso son tan importantes las luchas que logran organizarse en torno a la defensa de su hábitat, de sus territorios, de su comuna, en el campo como en la ciudad. Ahora, el desafío para el movimiento sindical, en el caso de Chile viendo la experiencia de la Unión Portuaria, es como combinar la lucha sindical clasista con una alianza amplia en un territorio dado con otros sujetos populares en lucha, como pobladores, estudiantes, mujeres… Porque el conflicto capital – trabajo sigue siendo un eje antagónico central del modelo, y los trabajadores la base de la plusvalía capitalista. Cómo desde estos territorios se aúna a estos sectores para, desde ahí, poder construir formas de poder popular y auto-organización democrática.
6.- En los artículos referidos a Colombia y México, la violencia en contra de las comunidades se expresa como factor determinante en sus decisiones. ¿Se pueden pesquisar patrones comunes en estos países? Si es así, cuáles.
Si, son dos países dónde existe un “neoliberalismo de guerra”, donde el Estado está capturado por la narcopolítica, donde el paramilitarismo, los sicarios, junto al Estado reprimen a la población civil y el movimiento popular. Las fuerzas militares y policiacas, los programas “anti-drogas” de EE.UU. hacen parte de esta lógica de guerra contra la población, aunque digan “combatir” los carteles. De ahí la importancia de experiencias de policías comunitarias y de autodefensa, para y por de la población, como en Guerrero o Oaxaca. Lo otro es entender cómo el neoliberalismo vive dentro de este contexto y se nutre de esta violencia extrema. También está el fenómeno de los flujos de las drogas y de los migrantes en este círculo de violencia que parece sin fin. En Colombia son más de 6 millones de campesinos desplazados, son centenas de miles de muertos desde el comienzo del conflicto. En México, en 7 años, hubo más muertos que en guerras como la de Afganistán, con más de 160 mil víctimas.
7.- En un artículo respecto a la situación política boliviana y el desempeño del MAS (Movimiento al Socialismo) en el gobierno, se plantea la pregunta si es que se orienta o no “hacia una democracia poscolonial”. A tu juicio, qué elementos son relevantes para responder esta pregunta y cómo la responderías en términos generales.
De manera inmediata podemos decir que en Bolivia, esa emergencia campesina-indígena-popular que rompió el equilibrio del dominio de la rancia oligarquía, racista, blanca (y mestiza) tanto de Santa Cruz como de La Paz, desplazó una casta estaba instalada en el poder históricamente. Lo que vino con Evo Morales y el MAS fue un desplazamiento brusco en las alturas, una emergencia de los sectores medios mestizos y popular-indígenas hacia el centro de la política, de las subjetividades y del poder estatal. Pero esta irrupción política institucional y simbólica tiene como antecedes luchas callejeras de gran dimensión, como la “guerra” del agua y del gas, la rebelión popular de los años 2000. Este cambio radical en el sistema político se tradujo por la nueva Constitución plurinacional y nuevos derechos. Ahora bien, para quienes reivindican la decolonialidad del poder en todas sus dimensiones, en particular teóricos críticos que fueron un tiempo cercanos a Garcia Linera en el seno del grupo “Comuna” o sectores del indianismo radical, existe una tensión –incluso una contradicción- entre la retórica del “buen vivir” de gobierno hacia afuera y la política real neodesarrollista de Evo, sin haber transformado el corazón postcolonial de la sociedad.
8.- En los textos “Democracia participativa en tiempos de revolución boliviariana” y “Control obrero y autogestión: el ejemplo de SIDOR en Venezuela”, se desarrollan relatos respecto a iniciativas de participación popular que, si bien se han desarrollado relativamente, se han mostrado insuficientes para lograr una democratización radical de la nación. A partir de tu interpretación, cuáles son los factores que propician esta situación y qué conflictos ha provocado al interior de la sociedad venezolana.
El proceso bolivariano está en un momento muy complejo, de descomposición del proyecto inicial, de enfrentamiento de poderes entre el ejecutivo y un parlamento ya controlado por la oposición. Por cierto, hay que insistir que ha habido una agresión constante de parte del imperialismo norteamericano hacia Venezuela. No lo ha dejado respirar, porque era un ejemplo peligroso, según Washington, por su impacto regional y esta agresión contribuyó a la guerra económica, al desabastecimiento, a reforzar una oposición violenta, etc. Pero, el propio Chávez dijo en sus últimos momentos, que la mejor manera de combatir esta asfixia era dar un “golpe de timón” e incentivar el poder popular. En Venezuela, todos los ministerios se llaman “del poder popular”, pero sabemos que eso no significa forzosamente que sea así… Todo lo contrario., los niveles de mala gestión, corrupción, nepotismo son terribles en los pasillos de Miraflores o del PSUV.
La experiencia de los Consejos Comunales es lo más avanzado que ha habido en Venezuela en términos de poder popular, pero la práctica es variada, dependiendo de la presencia militante y siempre, en una relación bastante vertical con la comisión presidencial que otorga la plata a los Consejos y también a las iniciativas que emanaban de la presidencia. Entonces hay un límite en la participación desde abajo que éstos representan.
Y lo otro que daba mucha esperanza fueron los ensayos de cogestión obrera. Experiencias como SIDOR [Siderúrgica del Orinoco] y otras como ALCASA o INVEVAL, han tenido un balance final negativo. Después de batallas campales, venció la burocracia sindical, ganaron los funcionarios más hostiles a la participación y los enemigos del código laboral -muy avanzado- de Venezuela, pero que no se aplica. En Venezuela, hoy, siguiendo a las denuncias de compañeros del “chavismo popular” y crítico, la información de sitios como Apporea, hay represión sindical empresarial, hay militantes o indígenas reprimidos y el Estado no ha sido capaz de resguardar esos derechos fundamentales. Obviamente, en el momento de criticar, uno no debe olvidar de analizar la actuación violenta de la oposición, antes de finalmente vencer en las urnas en las últimas elecciones y tampoco la situación desastrosa de estos derechos donde domina la derecha neoliberal como en Colombia, México, Honduras… Pero existe una visión mistificadora, desde la óptica del “socialismo del siglo 21”, que impide a parte de las izquierdas entender lo que pasa realmente en Venezuela (y escuchar las voces del movimiento popular venezolano).
Entonces, la pregunta es, ¿cómo se puede construir una política de la emancipación desde un Estado rentista, petrodependiente, y con un proceso agredido tanto desde afuera como desde dentro? Es un desafío bastante grande…
9.- En el artículo sobre la Iniciativa Yasuní-itt en Ecuador se cuenta la decisión de del gobierno de Rafael Correa de explotar los pozos petroleros del gran Parque Nacional Yasuní, renunciando al proyecto de dejar sin extraer el 20% de las reservas petroleras ecuatorianas con el propósito de no alterar de manera irreversible los ecosistemas en protección. El argumento gubernamental más recurrente fue que Ecuador requiere, para su modernización, el dinero de la venta de ese petróleo, no obstante, quienes se oponen a esta decisión afirman que el inicio de estas operaciones, en realidad, terminará por agravar la precarización de la vida de los ecuatorianos. ¿Cuál es tu mirada respecto a este problema?
Yasuní fue un proyecto audaz y un símbolo de otra manera posible de relacionarse con la naturaleza. Para explicar el retroceso, el Gobierno argumentó diciendo que no tenían el apoyo suficiente de la comunidad internacional, lo cual fue totalmente verdad. Pero, gran parte del movimiento ambientalista proponía mantener igual el proyecto, como desafío desde el sur hacia los países del norte y subrayando que esto podía ser, incluso, un incentivo para la misma economía ecuatoriana, más allá de la perdida inicial en petróleo bruto. Eso gatilló aún más el conflicto social entre la CONAIE [Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador] y el Gobierno, un divorcio que explica las grandes movilizaciones durante el 2015.
Ecuador solo, como pequeño país periférico, no puede emprender la lucha ambiental planetaria. Estamos de acuerdo, pero hubiese sido un ejemplo muy fuerte para el resto del mundo. Ahora, incluso ampliaron la zona petrolífera y la frontera extractiva en Ecuador y, si se considera que Yasuní es una de las zonas más importantes en cuanto al biodiversidad en el mundo, es un desastre.
10.- Las empresas recuperadas por sus trabajadores en Argentina, constituyen un tema tratado en uno de los trabajos de este libro. Éstas son unas de las iniciativas populares que persisten y se desarrollan, llegando a existir, según el IV relevamiento de Empresas Recuperadas, 311 de éstas en diversos rubros y donde laboran 13.462 personas. A tu juicio, qué posibilidades tienen estos espacios de convertirse en núcleos que aporten a la lucha de la clase trabajadora en general y, a qué situaciones se enfrentarán en el contexto del gobierno de Mauricio Macri.
Creo que aportaron muchísimo las empresas recuperadas, sean cooperativas o autogestionadas bajo control obrero. En particular en Argentina, hay empresas como Fasinpat, exZanon, con una fuerte politización clasista, pero hay otras que no, que no tienen militantes de organizaciones políticas revolucionarias y que igual son trabajadores que defendieron su puesto de trabajo frente al lock out de la patronal y frente a la crisis del 2001, y son también experiencias muy valiosas. Ahora, este movimiento es muy complejo, porque se dividió en varias corrientes, algunas muy cercanas al peronismo, y al gobierno en los últimos años y otras encontradas con el peronismo y más autónomas. Pero, al margen de ello, aportaron mucho, porque demostraron que una economía de los trabajadores, autogestionada, es posible. Que es posible gestionar de manera racional la fuente de trabajo sin necesitar patrones, capataces y verticalismo. Que se puede tener un lugar de trabajo horizontal y democrático, donde tengan todas y todos el mismo sueldo.
En el contexto del gobierno de Macri, podemos decir que la reorganización sindical clasista existente en Argentina desde hace varios años, en el sector automotriz, industrial, en el metro, etc. será muy importante para organizar la resistencia frente a un ejecutivo de la derecha neoliberal represiva. Aunque se presente como una derecha “moderna” y abierta: Macri tendrá dificultades para implementar sus reformas, pues hay sectores con capacidad de respuesta y una sociedad politizada.
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Presentación de la antipedagogía, al hilo de La gitaneidad borrada
La Escuela. Presentación de la antipedagogía
La gitaneidad tradicional (o histórica) ha constituido, hasta mediados del siglo XX, un bellísimo ejemplo de resistencia a los poderes homogeneizadores de la sociedad occidental. La idiosincrasia gitana (asentada en el nomadismo, la oralidad, un vigoroso sentimiento comunitario, la aversión al trabajo alienado, al productivismo y a las lógicas políticas de los Estados, un derecho oral consuetudinario transnacional que recibe el nombre de Kriss Romaní, etc.) fue capaz de resistir durante siglos a estrategias virulentas de aniquilación (expulsión, sedentarización forzosa, encarcelamiento masivo, esclavización, eliminación física,…) desplegladas en casi toda Europa por la sociedad mayoritaria —las hemos designado “Pogrom”—; pero no ha logrado, en la contemporaneidad capitalista, sobrevivir al “Programa”, vehiculado por la Escuela y desgranable en trabajo social intensivo, asistencialismo altericida, proyectos interculturales de asimilación, discriminaciones positivas, etcétera. Ha sobrevenido, en efecto, la “integración” como etnocidio y, una vez más, la diferencia genuina e inquietante se ha disuelto en una amable e inofensiva diversidad. Como en el caso de los indígenas, de los habitantes de los entornos rural-marginales, la escolarización obligatoria se ha revelado decisiva para asegurar el aplastamiento de lo Otro. Ofrecemos, a continuación, el primer capítulo de La gitaneidad borrada, ensayo escrito desde el amor al gitano de ayer, la solidaridad con los gitanos sublevados de hoy y el anhelo de un mundo que, ante lo extraño, ante lo distinto, ante cuantos no se nos parecen, en lugar de diseñar dispositivos de “integración”, se contentara con la más laxa de las “convivencias”. Porque, en el Occidente que padecemos y hacemos padecer, el principio de Auschwitz sigue plenamente vigente, como lamentan hoy los miles de gitanos que no olvidan las palabras y los hechos de sus ancestros, gente linda, gente noble, gente libre, que ya casi no queda… I) LA ESCUELA. PRESENTACIÓN DE LA ANTIPEDAGOGÍA “¡Qué terrible aventura es sentarse junto a un hombre que se ha pasado toda su vida queriendo educar a los demás! ¡Qué espantosa es esa ignorancia! (…) ¡Qué limitado parece el espíritu de semejante ser! ¡Cómo nos cansa y cómo debe cansarse a sí mismo con sus interminables repeticiones y sus insípidas reiteraciones! ¡Cómo carece de todo elemento de progreso intelectual! ¡En qué círculo vicioso se mueve sin cesar! Pero el tipo del cual el maestro de escuela deviene como un mero representante (y de ínfima importancia), paréceme que domina realmente nuestras vidas; y así como el filántropo es el azote de la esfera ética, el azote de la esfera intelectual es el hombre ocupado siempre en la educación de los demás” Oscar Wilde, “El crítico artista” 1) GENEALOGÍA DE LA ESCUELA La Escuela (general, obligatoria) surge en Europa, en el siglo XIX, para resolver un problema de gestión del espacio social. Responde a una suerte de complot político-empresarial, tendente a una reforma moral de la juventud —forja del “buen obrero” y del “ciudadano ejemplar”. En Trabajos elementales sobre la Escuela Primaria, A. Querrien, aplicando la perspectiva genealógica sugerida por M. Foucault, desvela el nacimiento de la Escuela (moderna, regulada, estatal) en el Occidente decimonónico. En el contexto de una sociedad industrial capitalista enfrentada a dificultades de orden público y de inadecuación del material humano para las exigencias de la fábrica y de la democracia liberal, va tomando cuerpo el plan de un enclaustramiento masivo de la infancia y de la juventud, alimentado por el cruce de correspondencia entre patronos, políticos y filósofos, entre empresarios, gobernantes e intelectuales. Se requería una transformación de las costumbres y de los caracteres; y se eligió el modelo de un encierro sistemático —adoctrinador y moralizador— en espacios que imitaron la estructura y la lógica de las cárceles, de los cuarteles y de las factorías (A. Querrien, 1979). 2) LA FORMA OCCIDENTAL DE EDUCACIÓN ADMINISTRADA. El “TRÍPODE” ESCOLAR A) El Aula Supone una ruptura absoluta, un hiato insondable, en la historia de los procedimientos de transmisión cultural: en pocas décadas, se generaliza la reclusión “educativa” de toda una franja de edad (niños, jóvenes). A este respecto, I. Illich ha hablado de la invención de la niñez: “Olvidamos que nuestro actual concepto de «niñez» solo se desarrolló recientemente en Europa occidental (…). La niñez pertenece a la burguesía. El hijo del obrero, el del campesino y el del noble vestían todos como lo hacían sus padres, jugaban como estos, y eran ahorcados igual que ellos (…). Solo con el advenimiento de la sociedad industrial la producción en masa de la «niñez» comenzó a ser factible (…). Si no existiese una institución de aprendizaje obligatorio y para una edad determinada, la «niñez» dejaría de fabricarse (…). Solo a «niños» se les puede enseñar en la escuela. Solo segregando a los seres humanos en la categoría de la niñez podremos someterlos alguna vez a la autoridad de un maestro de escuela” (1985, p. 17-8). Desde entonces, el estudiante se define como un “prisionero a tiempo parcial”. Forzada a clausura intermitente, la subjetividad de los jóvenes empieza a reproducir los rasgos de todos los seres aherrojados, sujetos a custodia institucional. Son sorprendentes las analogías que cabe establecer entre los comportamientos de nuestros menores en las escuelas y las actitudes de los compañeros presos de F. Dostoievski, descritas en su obra El sepulcro de los vivos (1974). Entre los factores que explican tal paralelismo, el escritor ruso señala una circunstancia que a menudo pasa desapercibida a los críticos de las estructuras de confinamiento: “la privación de soledad”. Pero para educar no es preciso encerrar: la educación “sucede”, “ocurre”, “acontece”, en todos los momentos y en todos los espacios de la sociabilidad humana. Ni siquiera es susceptible de deconstrucción. Así como podemos deconstruir el Derecho, pero no la justicia, cabe someter a deconstrucción la Escuela, aunque no la educación. “Solo se deconstruye lo que está dado institucionalmente”, nos decía J. Derrida en “Una filosofía deconstructiva” (1997, p. 7). En realidad, se encierra para: 1) Asegurar a la Escuela una ventaja decisiva frente a las restantes instancias de socialización, menos controlables. Como ha comprobado A. Querrien, precisamente para fiscalizar (y neutralizar) los inquietantes procesos populares de auto-educación —en las familias, en las tabernas, en las plazas,…—, los patronos y los gobernantes de los albores del Capitalismo tramaron el Gran Plan de un internamiento formativo de la juventud (1979, cap. 1). 2) Proporcionar, a la intervención pedagógica sobre la conciencia, la duración y la intensidad requeridas a fin de solidificar habitus y conformar las “estructuras de la personalidad” necesarias para la reproducción del sistema económico y político (P. Bourdieu y J. C. Passeron, 1977). 3) Sancionar la primacía absoluta del Estado, que rapta todos los días a los menores y obliga a los padres, bajo amenaza de sanción administrativa, a cooperar en tal secuestro, como nos recuerda J. Donzelot en La policía de las familias (1979). El autor se refiere en dicho estudio, no a la familia como un poder policial, sino, contrariamente, al modo en que se vigila y se modela la institución del hogar. Entre los dispositivos encargados de ese “gobierno de la familia”, de ese control de la intimidad doméstica, se halla la Escuela, con sus apósitos socio-psico-terapéuticos (psicólogos escolares, servicios sociales, mediadores comunitarios, etc.). Alcanza así su hegemonía un modelo exclusivo de familia, en la destrucción o asimilación de los restantes —hogar rural-marginal, grupo indígena, clan nómada, otras fórmulas minoritarias de convivencia o de procreación, etc. Distingue a ese arquetipo prevalente aceptar casi sin resistencia la intromisión del Estado en el ámbito de la educación de los hijos, renunciando a lo que podría considerarse constituyente de la esfera de privacidad y libertad de las familias. B) El Profesor Se trata, en efecto, de un educador; pero de un educador entre otros (educadores “naturales”, como los padres; educadores elegidos para asuntos concretos, o “maestros”; educadores fortuitos, tal esas personas que se cruzan inesperadamente en nuestras vidas y, por un lance del destino, nos marcan en profundidad; actores de la “educación comunitaria”; todos y cada uno de nosotros, en tanto auto-educadores; etcétera). Lo que define al Profesor, recortándolo de ese abigarrado cuadro, es su índole “mercenaria”. Mercenario en lo económico, pues aparece como el único educador que proclama consagrarse a la más noble de las tareas y, acto seguido, pasa factura, cobra. “Si el Maestro es esencialmente un portador y comunicador de verdades que mejoran la vida, un ser inspirado por una visión y una vocación que no son en modo alguno corrientes, ¿cómo es posible que presente una factura”? (Steiner, 2011, p. 10-1). Mercenario en lo político, porque se halla forzosamente inserto en la cadena de la autoridad; opera, siempre y en todo lugar, como un eslabón en el engranaje de la servidumbre. Su lema sería: “Mandar para obedecer, obedecer para mandar” (J. Cortázar, 1993). Desde la antipedagogía se execra particularmente su auto-asignada función demiúrgica (“demiurgo”: hacedor de hombres, principio activo del mundo, divinidad forjadora), solidaria de una “ética de la doma y de la cría” (F. Nietzsche). Asistido de un verdadero poder pastoral (M. Foucault) (1), ejerciendo a la vez de Custodio, Predicador y Terapeuta (I. Illich) (2), el Profesor despliega una operación pedagógica sobre la conciencia de los jóvenes, labor de escrutinio y de corrección del carácter tendente a un cierto “diseño industrial de la personalidad” (3). Tal una aristocracia del saber, tal una élite moral domesticadora, los profesores se aplicarían al muy turbio Proyecto Eugenésico Occidental, siempre en pos de un Hombre Nuevo —programa trazado de alguna manera por Platón en El Político, aderezado por el cristianismo y reelaborado metódicamente por la Ilustración (4). Bajo esa determinación histórico-filosófica, el Profesor trata al joven como a un bonsái: le corta las raíces, le poda las ramas y le hace crecer siguiendo un canon de mutilación. “Por su propio bien”, alega la ideología profesional de los docentes… (A. Miller) (5). C) La Pedagogía Disciplina que suministra al docente la dosis de autoengaño, o “mentira vital” (F. Nietzsche),imprescindible para atenuar su mala conciencia de agresor. Narcotizado por un saber justificativo, podrá violentar todos los días a los niños, arbitrario en su poder, sufriendo menos… Los oficios viles esconden la infamia de su origen y de su función con una “ideología laboral” que sirve de disfraz y de anestésico a los profesionales: “Estos disfraces no son supuestos. Crecen en las gentes a medida que viven, así como crece la piel, y sobre la piel el vello. Hay máscaras para los comerciantes así como para los profesores” (Nietzsche, 1984, p. 133). Como “artificio para domar” (Ferrer Guardia, 1976, p. 180), la pedagogía se encarga también de readaptar el dispositivo escolar a las sucesivas necesidades de la máquina económica y política, en las distintas fases de su conformación histórica. Podrá así perseverar en su objetivo explícito (“una reforma planetaria de las mentalidades”, en palabras de E. Morin, suscritas y difundidas sin escatimar medios por la UNESCO) (6), modelando la subjetividad de la población según las exigencias temporales del aparato productivo y de la organización estatal. A grandes rasgos, ha generado tres modalidades de intervención sobre la psicología de los jóvenes: la pedagogía negra, inmediatamente autoritaria, al gusto de los despotismos arcaicos, que instrumentaliza el castigo y se desenvuelve bajo el miedo de los escolares, hoy casi enterrada; la pedagogía gris, preferida del progresismo liberal, en la que el profesorado demócrata, jugando la carta de la simpatía y del alumnismo, persuade al estudiante-amigo de la necesidad de aceptar una subalternidad pasajera, una subordinación transitoria, para el logro de sus propios objetivos sociolaborales; y la pedagogía blanca, en la vanguardia del Reformismo Pedagógico contemporáneo, invisibilizadora de la coerción docente, que confiere el mayor protagonismo a los estudiantes, incluso cuotas engañosas de poder, simulando espacios educativos “libres”. En El enigma de la docilidad, valoramos desabridamente el ascenso irreversible de las pedagogías blancas (2005, p. 21): “Por el juego de todos estos deslizamientos puntuales, algo sustancial se está alterando en la Escuela bajo la Democracia: aquel dualismo nítido profesor-alumno tiende a difuminarse, adquiriendo progresivamente el aspecto de una asociación o de un enmarañamiento. Se produce, fundamentalmente, una «delegación» en el alumno de determinadas incumbencias tradicionales del profesor; un trasvase de funciones que convierte al estudiante en sujeto/objeto de la práctica pedagógica… Habiendo intervenido, de un modo u otro, en la rectificación del temario, ahora habrá de padecerlo. Erigiéndose en el protagonista de las clases re-activadas, en adelante se co-responsabilizará del fracaso inevitable de las mismas y del aburrimiento que volverá por sus fueros conforme el factor rutina erosione la capa de novedad de las dinámicas participativas. Involucrándose en los procesos evaluadores, no sabrá ya contra quién revolverse cuando sufra las consecuencias de la calificación discriminatoria y jerarquizadora. Aparentemente al mando de la nave escolar, ¿a quién echará las culpas de su naufragio? Y, si no naufraga, ¿de quién esperará un motín cuando descubra que lleva a un mal puerto? En pocas palabras: por la vía del Reformismo Pedagógico, la Democracia confiará al estudiante las tareas cardinales de su propia coerción. De aquí se sigue una invisibilización del educador como agente de la agresión escolar y un ocultamiento de los procedimientos de dominio que definen la lógica interna de la Institución. Cada día un poco más, la Escuela de la Democracia es, como diría Cortázar, una «Escuela de noche». La parte visible de su funcionamiento coactivo aminora y aminora. Sostenía Arnheim que, en pintura como en música, «la buena obra no se nota» –apenas hiere nuestros sentidos. Me temo que este es también el caso de la buena represión: no se ve, no se nota. Hay algo que está muriendo de paz en nuestras escuelas; algo que sabía de la resistencia, de la crítica. El estudiante ejemplar de nuestro tiempo es una figura del horror: se le ha implantado el corazón de un profesor y se da a sí mismo escuela todos los días. Horror dentro del horror, el de un autoritarismo intensificado que a duras penas sabremos percibir. Horror de un cotidiano trabajo de poda sobre la conciencia. «¡Dios mío, qué están haciendo con las cabezas de nuestros hijos!», pudo todavía exclamar una madre alemana en las vísperas de Auschwitz. Yo llevo todas las mañanas a mi crío al colegio para que su cerebro sea maltratado y confundido por un hatajo de educadores, y ya casi no exclamo nada. ¿Qué puede el discurso contra la Escuela? ¿Qué pueden estas páginas contra la Democracia? ¿Y para qué escribir tanto, si todo lo que he querido decir a propósito de la Escuela de la Democracia cabe en un verso, en un solo verso, de Rimbaud: «Tiene una mano que es invisible, y que mata»”. Frente a la tradición del Reformismo Pedagógico (movimiento de las Escuelas Nuevas, vinculado a las ideas de J. Dewey en EEUU, M. Montessori en Italia, J. H. Pestalozzi en Suiza, O. Decroly en Bélgica, A. Ferrière en Francia, etc.; irrupción de las Escuelas Activas, asociadas a las propuestas de C. Freinet, J. Piaget, P. Freire,…; tentativa de las Escuelas Modernas, con F. Ferrer Guardia al frente; eclosión de las Escuelas Libres y otros proyectos antiautoritarios, como Summerhill en Reino Unido, Paideia en España, la “pedagogía institucional” de M. Lobrot, F. Oury y A. Vásquez en América Latina o los centros educativos inspirados en la psicoterapia de C. R. Rogers en Norteamérica; y la articulación de la Escuela Socialista, desde A. Makarenko hasta B. Suchodolski, bajo el comunismo), no existe, en rigor, una tradición contrapuesta, de índole antipedagógica. La antipedagogía no aparece como una corriente homogénea, discernible, con autores que remiten unos a otros, que parten unos de otros. Deviene, más bien, como “intertexto”, en un sentido próximo al que este término conoce en los trabajos de J. Kristeva: conjunto heterogéneo de discursos, que avanzan en direcciones diversas y derivan de premisas también variadas, respondiendo a intereses intelectuales de muy distinto rango (literarios, filosóficos, cinematográficos, técnicos,…), pero que comparten un mismo “modo torvo” de contemplar la Escuela, una antipatía radical ante el engendro del praesidium formativo, sus agentes profesionales y sus sustentadores teóricos. Ubicamos aquí miríadas de autores que nos han dejado sus impresiones negativas, sus críticas, a veces sus denuncias, sin sentir necesariamente por ello la obligación de dedicar, al aparato escolar o al asunto de la educación, un corpus teórico riguroso o una gran obra. Al lado de unos pocos estudios estructurados, de algunas vastas realizaciones artísticas, encontramos, así, un sinfín de artículos, poemas, cuentos, escenas, imágenes, parágrafos o incluso simples frases, apuntando siempre, por vías disímiles, a la denegación de la Escuela, del Profesor y de la Pedagogía. En este intertexto antipedagógico cabe situar, de una parte, poetas románticos y no románticos, escritores más o menos “malditos” y, por lo común, creadores poco “sistematizados”, como el Conde de Lautréamont (que llamó a la Escuela “Mansión del Embrutecimiento”), F. Hölderlin (“Ojalá no hubiera pisado nunca ese centro”), O. Wilde (“El azote de la esfera intelectual es el hombre empeñado en educar siempre a los demás”), Ch. Baudelaire (“Es sin duda el Diablo quien inspira la pluma y el verbo de los pedagogos”), A. Artaud (“Ese magma purulento de los educadores”), J. Cortázar (La escuela de noche), J. M. Arguedas (Los escoleros), Th. Bernhard (Maestros antiguos), J. Vigo (Cero en conducta), etc., etc., etc. De otra parte, podemos enmarcar ahí a unos cuantos teóricos, filósofos y pensadores ocasionales de la educación, como M. Bakunin, F. Nietzsche, P. Blonskij (desarrollando la perspectiva de K. Marx), F. Ferrer Guardia en su vertiente “negativa”, I. Illich y E. Reimer, M. Foucault, A. Miller, P. Sloterdijk, J. T. Gatto, J. Larrosa con intermitencias, J. C. Carrión Castro,… En nuestros días, la antipedagogía más concreta, perfectamente identificable, se expresa en los padres que retiran a sus hijos del sistema de enseñanza oficial, pública o privada; en las experiencias educativas comunitarias que asumen la desescolarización como meta (Olea en Castellón, Bizi Toki en Iparralde,…); en las organizaciones defensivas y propaladoras antiescolares (Asociación para la Libre Educación, por ejemplo) y en el activismo cultural que manifiesta su disidencia teórico-práctica en redes sociales y mediante blogs (Caso Omiso, Crecer en Libertad,…). 3) EL “OTRO” DE LA ESCUELA: MODALIDADES EDUCATIVAS REFRACTARIAS A LA OPCIÓN SOCIALIZADORA OCCIDENTAL La Escuela es solo una “opción cultural” (P. Liégeois) (7), el hábito educativo reciente de apenas un puñado de hombres sobre la tierra. Se mundializará, no obstante, pues acompaña al Capitalismo en su proceso etnocida de globalización… En un doloroso mientras tanto, otras modalidades educativas, que excluyen el mencionado trípode escolar, pugnan hoy por subsistir, padeciendo el acoso altericida de los aparatos culturales estatales y para-estatales: educación tradicional de los entornos rural-marginales (objeto de nuestro ensayo libre Desesperar), educación comunitaria indígena (que analizamos en La bala y la escuela) (8), educación clánica de los pueblos nómadas (donde se incluye la educación gitana), educación alternativa no-institucional (labor de innumerables centros sociales, ateneos, bibliotecas populares, etc.), auto-educación,… Enunciar la otredad educativa es la manera antipedagógica de confrontar ese discurso mixtificador que, cosificando la Escuela (desgajándola de la historia, para presentarla como un fenómeno natural, universal), la fetichiza a conciencia (es decir, la contempla deliberadamente al margen de las relaciones sociales, de signo capitalista, en cuyo seno nace y que tiene por objeto reproducir) y, finalmente, la mitifica (erigiéndola, por ende, en un ídolo sin crepúsculo, “vaca sagrada” en expresión de I. Illich) (9). ------------------- NOTAS: (1) Poder pastoral, constituyente de “sujetos” en la doble acepción de M. Foucault: “El término «sujeto» tiene dos sentidos: sujeto sometido al otro por el control y la dependencia, y sujeto relegado a su propia identidad por la conciencia y el conocimiento de sí mismo. En los dos casos, el término sugiere una forma de poder que subyuga y somete” (1980 B, p. 31). (2) En La sociedad desescolarizada, I. Illich sostuvo lo siguiente: “[La Escuela] a su vez hace del profesor un custodio, un predicador y un terapeuta (…). El profesor-como-custodio actúa como un maestro de ceremonias (…). Es el árbitro del cumplimiento de las normas y (…) somete a sus alumnos a ciertas rutinas básicas. El profesor-como-moralista reemplaza a los padres, a Dios, al Estado; adoctrina al alumno acerca de lo bueno y lo malo, no solo en la escuela, sino en la sociedad en general (…). El profesor-como-terapeuta se siente autorizado a inmiscuirse en la vida privada de su alumno a fin de ayudarle a desarrollarse como persona. Cuando esta función la desempeña un custodio y un predicador, significa por lo común que persuade al alumno a someterse a una domesticación en relación con la verdad y la justicia postuladas” (1985, p. 19). (3) Asunto recurrente en casi todas las obras de F. Nietzsche —véase, en particular, Sobre el porvenir de nuestras escuelas (2000). En una fecha sorprendentemente temprana, 1872, casi asistiendo al nacimiento y primera expansión de la educación pública, el “olfato” de F. Nietzsche desvela el propósito de las nuevas instituciones de enseñanza: “Formar lo antes posible empleados útiles y asegurarse de su docilidad incondicional”. De alguna forma, queda ya dicho lo más relevante; y podría considerarse fundada de una vez la antipedagogía, que había empezado a balbucear en no pocos pasajes, extremadamente lúcidos, de M. Bakunin (en el contexto de su crítica pionera de la teología). A “la doma y la cría del hombre” se refiere también F. Nietzsche en Así habló Zaratustra, especialmente en la composición titulada “De la virtud empequeñecedora” (1985, p. 237-247). (4) En Reglas para el parque humano, la idea de una “élite moral domesticadora” (que actúa, entre otros ámbitos, en la Escuela), siempre al servicio del proyecto eugenésico europeo, es asumida, si bien con matices, por P. Sloterdijk, a partir de su recepción de F. Nietzsche: “[Para F. Nietzsche] la domesticación del hombre era la obra premeditada de una liga de disciplinantes, esto es, un proyecto del instinto paulino, clerical, instinto que olfatea todo lo que en el hombre pudiera considerarse autónomo o soberano y aplica sobre ello sin tardanza sus instrumentos de supresión y de mutilación” (2000 B, p. 6). (5) Para A. Miller (Por tu propio bien, 2009), toda pedagogía es, por necesidad, “negra”; y enorme el daño que la Escuela, bajo cualquiera de sus formas, inflige al niño. Desde el punto de vista de la psicología, y con una gran sensibilidad hacia las necesidades afectivas del menor, la autora levanta una crítica insobornable del aparato educativo, erigiéndose en referente cardinal de la antipedagogía. (6) No podemos transcribir sin temblor estas declaraciones de E. Morin, en Los siete saberes necesarios para la educación del futuro, obra publicada en París, en 1999, bajo el paraguas de la ONU: “Transformar la especie humana en verdadera humanidad se vuelve el objetivo fundamental y global de toda educación” (p. 42); “Una reforma planetaria de las mentalidades; esa debe ser la labor de la educación del futuro” (p. 58). (7) Véase Minoría y escolaridad: el paradigma gitano, estudio coordinado por J. P. Liégeois (1998). Las conclusiones de esta investigación han sido recogidas por M. Martín Ramírez en “La educación y el derecho a la dignidad de las minorías. Entre el racismo y las desigualdades intolerables: el paradigma gitano” (2005, p. 197-8). Remitimos también a La escolarización de los niños gitanos y viajeros, del propio J. P. Liégeois (1992). (8) Remitimos a nuestro ensayo La bala y la escuela. Holocausto indígena, publicado por Virus Editorial en 2009. Contra la diferencia indígena, el imperialismo cultural de Occidente y la globalización del sistema capitalista que le sirve de basamento disponen de dos instrumentos fundamentales: la bala (paramilitarización, terror policíaco, ejércitos invasores) y la Escuela. Como en el caso gitano, hay, en lo “impersonal”, una víctima inmediata y otra mediata: la educación comunitaria en un primer momento y la alteridad cultural a medio plazo. Como acontece en el ámbito romaní, hay también, en el horizonte, miles de víctimas “personales”: los portadores de caracteres específicos, idiosincrásicos, anulados por la Subjetividad Única euro-norteamericana. (9) “La escuela esa vieja y gorda vaca sagrada” es el título que I. Illich eligió para una de sus composiciones más célebres, publicada en 1968. Transcurrida una década, fue incluida en el número 1 de la revista Trópicos (1979, p. 14-31). ——————– Para acceder a la obra completa, que liberamos absolutamente, autorizando de antemano cualquier uso: https://www.dropbox.com/s/4yn7mykxmjreev9/La%20Gitaneidad%20Borrada.%20Sin%20ilustraciones.pdf?dl=0&preview=La+Gitaneidad+Borrada.+Sin+ilustraciones.pdfhttps://www.dropbox.com/s/j31tvjj1m2nny5m/La%20Gitaneidad%20Borrada.%20Si%20alguien%20te%20pregunta%20por%20nuestra%20ausencia.pdf?dl=0&preview=La+Gitaneidad+Borrada.+Si+alguien+te+pregunta+por+nuestra+ausencia.pdf
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