|
General: foucault
Elegir otro panel de mensajes |
|
De: alí-babá (Mensaje original) |
Enviado: 04/02/2016 18:44 |
Michel Foucault: Aportes para una nueva filosofía política
Prof. Flavio Gigli
Publicado el: 20/03/06
Publicidad que nos ayuda a mantener el sitio. Te invitamos a hacer click en el anuncio.
|
|
Ciertamente es una tarea difícil el intento
de encasillar a Michel Foucault dentro de un ámbito determinado del
saber, porque ¿qué es en última instancia? ¿un historiador, un
historiador de las ideas, un filósofo -con pleno derecho a la palabra-,
un intelectual o un simple profesor -como gustaba definirse-?
|
Ciertamente es una tarea difícil el intento de encasillar a Michel
Foucault dentro de un ámbito determinado del saber, porque ¿qué es en
última instancia? ¿un historiador, un historiador de las ideas, un
filósofo -con pleno derecho a la palabra-, un intelectual o un simple
profesor -como gustaba definirse-? Fiel al estilo de la singularidad y
preocupado por darle a su trabajo un sesgo propio, la obra y el
pensamiento de Foucault rebasan de lleno estas totalizaciones. No
obstante, es preciso reconocer que algunos núcleos problemáticos
aparecen en su obra de manera más o menos constante, lo que permite
ubicar estos problemas dentro de ciertos campos con alguna precisión. En
realidad la riqueza del pensamiento de Foucault reside en el hecho de
combinar algunos temas ya clásicos de la filosofía -como el problema del
poder, la historia o la ética- con algunas otras cuestiones
absolutamente nuevas y originales -como el problema de la sexualidad, la
locura y el encierro. Es posible enhebrar todas estas cuestiones a
partir de una posición fundamental: en esencia la filosofía es, para
Foucault, una ontología del presente.
Sin embargo el planteo del presente ha implicado para Foucault la
necesidad de considerar el modo de constitución de la sociedad y del
régimen de verdad también presentes. Siguiendo la línea trazada por
Nietzsche, Foucault afirma que la verdad no queda ajena a la cuestión
del poder; la verdad se produce de acuerdo a múltiples relaciones y
luchas por el poder, a disputas, a agonísticas constantes que conllevan
efectos en los individuos, en las instituciones, y por supuesto en el
amplio dominio del saber. Cada sociedad construye su régimen de verdad,
su ?política general de la verdad?; lo que equivale a decir que cada
sociedad produce históricamente los rituales y mecanismos que permiten
aceptar lo verdadero y rechazar lo falso. La verdad, por lo tanto, no se
encuentra fuera del poder ni carece de efectos de poder. De este modo
el planteamiento de la verdad conduce a la política. Como el mismo
Foucault lo expresa ?el problema político esencial para el intelectual
no es criticar los contenidos ideológicos que estarían ligados a la
ciencia, o de hacer de tal suerte que su práctica científica este
acompañada de una ideología justa. Es saber si es posible constituir una
nueva política de la verdad. El problema no es cambiar la conciencia de
las gentes o lo que tienen en la cabeza, sino el régimen político,
económico, institucional de la producción de la verdad?.
La relación entre la actividad filosófica de Foucault y sus
consecuencias políticas ha sido retomada recientemente por Michel Onfray
en Política del rebelde. De acuerdo con este autor, los sucesos de mayo
del ?68 pusieron en cuestión al llamado ?monoteísmo del poder?: su
unidad, centralidad y ubicación fundamental como poder de Estado. De
allí partió la necesidad de pensar el poder en forma múltiple, plural y
diseminada así como las nuevas modalidades de resistencia y de
insumisión por parte de una nueva generación de pensadores. Foucault,
Deleuze y otros intelectuales de la época comenzaron a trazar ese camino
privilegiando la dispersión y la difícil identificación de los poderes
que se encuentran actuando allí donde haya fuerzas y resistencias
recíprocas. Sin embargo Onfray reduce los aportes de Foucault al simple
análisis del funcionamiento del poder, minimizando su participación
política y compromiso militante y haciendo de su pensamiento una fuente
de la que bebe una nueva versión del anarquismo. Onfray parte de manera
más o menos conciente de tres premisas erróneas, a saber:
1.- El poder es esencialmente negativo. En cualquier lugar que se lo
ejerza, de cualquier modo que se lo ejerza este ejercicio será
inexorablemente malo, destructivo y perjudicial.
2.- El poder pervierte a quien lo ejerce ?Estas son pues las lecciones
anarquistas de hoy: la eterna perversión de quienes ejercen el poder,
sean quienes fueren, sean filósofos que se volvieron reyes o reyes con
veleidades filosóficas?.
3.- El poder produce la división salomónica de la sociedad y del género
humano entre aquellos que lo detentan y aquellos que lo sufren. ?Por un
lado, los que tienen el poder, lo ejercen, lo aman, lo desean, lo
reclaman y casi siempre disponen de él; por el otro aquellos sobre los
que se ejerce?.
Esta visión tan estrecha del poder, que no permite pensar sus efectos
positivos ni su capacidad productora, no puede asociarse ni siquiera
remotamente con el pensamiento foucaultiano. Por el contrario, lejos de
postular un modo original de anarquismo o neo anarquismo Foucault luchó
por la creación de nuevas formas individuales y colectivas de poder que
pusieran en jaque sus modos habituales de realización y concentración.
Este trabajo sostiene la tesis que hoy más que nunca es necesario
repensar las formas de militancia y compromiso con los otros por él
inauguradas: su forma de concebir la práctica militante signada por una
indeclinable resistencia a los poderes, por la originalidad en la
gestación de nuevas microfísicas y por la defensa de los derechos de las
minorías y los Derechos Humanos marcan un rumbo fundamental en el
momento de plantearse una nueva filosofía política.
En este sentido el pensamiento foucaultiano se encuentra sosteniendo un
entrecruce de caminos entre la filosofía y la realidad histórico -
social. Quizás haya que entender de este modo aquella frase que afirmaba
?todos mis libros deben ser leídos como fragmentos de una biografía?:
si en las obras foucaultianas pueden encontrarse algunos signos, algunos
trazos que remiten a la propia vida de Foucault es entonces en la vida,
en la vida material de Foucault, donde deben rastrearse algunas
rúbricas propias de su obra. Y si su obra ha señalado nuevas rutas para
el pensamiento filosófico occidental, en lo relativo a la analítica del
funcionamiento del poder por ejemplo, entonces es su propia militancia
la que ha señalado nuevos caminos para la participación política. Tal
como lo señalaba a comienzos de los años ´70, un intelectual no puede
convertirse en un consejero de los demás, no puede erigirse en una
conciencia supra universal, no puede ser el detentador de la verdad (al
estilo de J. P. Sartre, dicho sea de paso). Lo que el intelectual puede
hacer es brindar instrumentos de análisis para una mejor comprensión de
la realidad presente, investigación que requiere necesariamente de la
matriz histórica al menos en algunas de sus dimensiones. ?Se trata en
efecto de tener del presente una percepción espesa, amplia, que permita
percibir dónde están las líneas de fragilidad, dónde se han aferrado los
poderes (...), dónde estos poderes se han implantado. Dicho de otro
modo, hacer un croquis topográfico y geológico de la batalla... Ahí está
el papel del intelectual. Y ciertamente no en decir: esto es lo que
debéis hacer?.
Luego de su ingreso al Còllege de France, Foucault se volcó con suma
decisión a la participación política, en contraste con sus años de
juventud de relativa indiferencia y sólo signados por el acercamiento al
Partido Comunista Francés durante un breve período. Con el correr del
tiempo su distanciamiento con el PCF se fue transformando en una honda
repulsión por el dogmatismo y la verticalidad, síntomas que percibió
impresos no sólo en el ámbito de la praxis sino incluso en el núcleo de
la teoría marxista. De los años de mayor fermento y ebullición social,
sobresalió sin duda su participación en el Grupo de Información sobre
las Prisiones. El GIP se constituyó con el apoyo y el compromiso
efectivo de ciertos intelectuales de prestigio, tales como Jean Marie
Domenach, Pierre Vidal Naquet y el propio Michel Foucault. A todos los
unía una profunda desconfianza, e incluso desprecio, hacia un sistema
que había abierto las puertas a la ocupación nazi, que había avalado las
violaciones a los derechos humanos en Argelia y que sostenía en ese
momento particular uno de los regímenes carcelarios más retrógrados de
Occidente. Es interesante citar textualmente una parte del manifiesto
fundacional que, en formato de opúsculo, se presentó con el nombre de
Intolerable. ?Son intolerables: los tribunales, la bofia, los
hospitales, los manicomios, la escuela, el servicio militar, la prensa,
la tele, el Estado?. Pero como correctamente afirma Didier Eribon el
objeto de fondo lo fueron las prisiones. La declaración fundacional del
GIP denunció duramente un ?nuevo estado de cosas? con respecto al
encarcelamiento: ?ninguno de nosotros puede estar seguro de no ir a la
cárcel. Hoy menos que nunca, el control policial de nuestras vidas
diarias se hace más estrecho: en las calles y en las carreteras, sobre
los extranjeros y los jóvenes, una vez más es un delito expresar una
opinión; las medidas antidrogas están llevando a un incremento de las
detenciones arbitrarias. Vivimos el signo de la garde à vue (detención
por averiguación de antecedentes). Nos dicen que los tribunales están
empantanados. Podemos verlos. Pero ¿y si fuera la policía quienes los
hubiera empantanado? Nos dicen que las prisiones están sobrepobladas.
Pero ¿y si fuera la población la que estuviera siendo
sobreencarcelada??.
Ahora bien ¿de qué manera se debe luchar contra los mecanismos de
represión, más allá de las movilizaciones, denuncias y acciones
reformistas? Michel Foucault pensaba en ese momento que las acciones
puntuales al estilo del GIP podían llegar bien lejos. Sus objetivos no
se limitaban a producir beneficios o mejoras en las prisiones; por el
contrario buscaban que se pusiese en debate la división social entre
inocentes y culpables a partir de denuncias de la situación carcelaria
elaboradas de acuerdo a informaciones provistas por los propios presos,
familiares, ex convictos y hasta integrantes arrepentidos del Servicio
Penitenciario. Estas informaciones no perseguían objetivos humanistas ni
reformistas; sino que pretendían ser un ataque directo al corazón del
sistema penal vigente que alcanzase las fibras más íntimas de la
sociedad. ?(...) el humanismo consiste en querer cambiar el sistema
ideológico sin tocar la institución; el reformismo en cambiar la
institución sin tocar el sistema ideológico. La acción revolucionaria se
define por el contrario como una conmoción simultánea de la conciencia y
de la institución; lo que supone que ataca a las relaciones de poder
allí donde son el instrumento, la armazón, la armadura?.
A comienzos de la década del ?70 Foucault dio inicio a su militancia no
como práctica de caridad o de justicia sino con la idea de generar
tantos frentes de batalla donde el combate pareciese posible.
Actualmente sorprende el uso de algunas frases con las que calificaba la
coyuntura histórico - política de entonces tales como ?movimiento
revolucionario? o ?luchas radicales?, y de ciertos términos como
?proletariado?, ?clase dominante?, ?sistema ideológico? y otras por el
estilo, aunque en general se expresaba de esta manera en diálogos y
entrevistas para los medios de comunicación donde la rigurosidad
terminológica no siempre estaba a la orden del día. A menudo Foucault se
vio en la necesidad de explicar sus posiciones políticas en estas
entrevistas o incluso participó en diálogos y debates como los que llevó
a cabo con Gilles Deleuze y con los maoístas de Izquierda Proletaria.
En esas situaciones echaba mano de una prosa encendida, a veces dura y
agresiva, lo que revela no tanto la falta de precisión de un filósofo
profesional sino más bien el compromiso de un pensador con la urgencia
de los tiempos. Son estos años de preocupación por los grupos
inmigrantes de países subdesarrollados (como el caso del Comité
Djellalí), de la creación junto a un grupo de amigos y militantes de la
Agencia de Prensa Libération, del incidente internacional producido por
la condena a muerte de los militantes de la ETA por el gobierno de
General Franco y otros casos semejantes.
Pero hacia fines de esa misma década y comienzos de la del ?80 Foucault
?se estaba desplazando hacia una arena política dominada por la
disidencia y los derechos humanos?, como afirma uno de sus biógrafos más
importantes. Su militancia se vio orientada a crear y defender espacios
nuevos para las minorías, entre las que sobresale su preocupación por
los grupos homosexuales. Foucault estaba interesado por gestar una
suerte de ?cultura gay? a partir de nuevas formas de constitución de sí
mismo que incluyera, entre otras cosas, la experimentación con el
placer. Las líneas de trabajo de El uso de los placeres y La inquietud
de sí proponían, en esencia, ciertas formas de combate contra el
ejercicio de un poder pequeño, sutil y disciplinario, que operaba no
sólo a niveles colectivos sino más que nada sobre la propia singularidad
de los sujetos. La puesta en cuestión del hedonismo, la conformación de
una nueva erótica, la revitalización de la amistad, la fundación de una
política de la templanza apuntaban a un proyecto de envergadura que
pretendía marcar rumbos para construcción de una reflexión sobre el
individuo soberano. Todo este propósito guiado por el estandarte estoico
de hacer de la propia vida una obra de arte, en donde ética, estética y
existencia quedaran fuertemente comprometidas. En consonancia con estos
temas Foucault desarrolló una honda preocupación por el avance
arrollador de los poderes del Estado sobre los derechos de los
ciudadanos, situación que resumía con su postulado ?Frente a los
gobiernos, los Derechos Humanos?.
Es interesante rescatar los orígenes de esta declaración. El texto fue
leído en julio de 1981 en Ginebra en una conferencia de prensa en la que
se anunciaba la creación de un Comité Internacional para la defensa de
los DD HH (aunque recién fue publicado por primera vez en Libération el 1
de julio de 1984). Los corredores del recinto se encontraban repletos
de fotografías gigantes de refugiados políticos de países orientales los
cuales, bajo condiciones paupérrimas, pugnaban por ingresar en las
naciones protectoras. Foucault se había hecho presente junto a algunos
integrantes de la asociación Médicos del Mundo; redactó su intervención
rápidamente y la leyó a la conferencia sin ninguna corrección. ?Los aquí
reunidos somos únicamente hombres privados que para hablar, para
expresarse juntos no poseen otro título que una cierta dificultad común
para soportar lo que está pasando?. A continuación enumeraba tres
principios que, a su juicio, debían ser fundamentales para llevar a cabo
esta iniciativa. Resumidamente proponía:
La existencia de una ciudadanía internacional que, con sus deberes y
derechos propios, asume el compromiso de alzarse contra todo abuso de
poder sea quien fuere su autor y sean quienes fueren sus víctimas.
Uno de los deberes de esta ciudadanía internacional consiste en mostrar a
los gobiernos los sufrimientos de los hombres, ya que en definitiva
ellos son responsables por tales sufrimientos.
Los individuos particulares tienen derecho a intervenir efectivamente en
el orden de la política y las estrategias internacionales. La voluntad
de los individuos debe inscribirse en una realidad que los gobiernos han
pretendido monopolizar, pero que hay que socavar día a día.
Estas palabras estarían destinadas a una realidad más inmediata y
comprometida unos pocos meses más tarde. En diciembre de 1981 las
fuerzas armadas de Polonia dieron un golpe de estado declarando el
?estado de guerra? e imponiendo la ley marcial contra todo sospechoso.
Los líderes de la oposición fueron arrestados (sobre todo del movimiento
sindical Solidaridad) y se montaron importantes dispositivos de control
en las principales ciudades del país. El silencio con que recibió estos
hechos el gobierno socialista de François Mitterrand fue notable. Más
tarde expresó la esperanza de que los polacos resolvieran la crisis sólo
por sí mismos y se deshizo en excusas argumentando en base al
Principio de no intervención de los pueblos. Por su parte, Foucault no
se iba a quedar quieto. Junto a Pierre Bourdieu redactó un texto de
protesta que fue publicado por completo en Libération y
fragmentariamente en Le monde al que adhirieron unos cuantos
intelectuales y hombres de la cultura francesa. A partir de este hecho
comenzó una verdadera avalancha de peticiones, cartas abiertas y
declaraciones en contra del régimen de facto polaco y de la pasividad (o
complicidad) del gobierno francés. Nombres conocidos y desconocidos, de
artistas y universitarios, líderes sindicales y religiosos expresaron
su indignación por la prepotencia militar y por el silencio cómplice de
los sectores dirigentes. Una vez más los gobernados hacían suyo el
derecho de alzarse contra los gobiernos; una vez más los individuos se
levantaban contra todo abuso de poder. Rápidamente estas declaraciones
ganaron la simpatía de la mayor parte de la población. Como corolario se
organizó una movilización de repudio que congregó en las calles de
París a más de 50 mil personas.
Para finalizar ¿por qué el pensamiento y la vida material de Michel
Foucault pueden ser entendidos como un aporte a la reflexión política?
¿De qué modo pueden ser interpretados hoy en día su militancia y
compromiso con los otros? ¿Qué entiende Foucault por ?política??
Invirtiendo la sentencia de von Clausewitz Foucault piensa que la
política es la continuación de la guerra por otros medios. Si es
evidente que las relaciones de poder existentes en una sociedad
constituye el dominio de la política, pero que a la vez una política es
una estrategia más o menos global que intenta coordinar este tipo de
relaciones entonces:
1.- Es necesario plantearse la tarea de investigar a fondo el tejido
reticular que constituye las relaciones de poder. Esto equivale a
afirmar que el análisis y la crítica políticos se deben inventar y
reinventar día a día.
2.- Es urgente poner en marcha nuevas estrategias de acción que permitan
a la vez modificar estas relaciones de fuerza e imprimir esas
modificaciones en la realidad social. Se trata de llevar a cabo nuevos
esquemas de participación y compromiso político.
Prof. Flavio Gigli
Universidad Nacional del Comahue
Fuente: http://www.geocities.com/Athens/Olympus/9234/fouc.htm
|
|
|
Primer
Anterior
Sin respuesta
Siguiente
Último
|
|
|
|
|
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados | |
|
|