Página principal  |  Contacto  

Correo electrónico:

Contraseña:

Registrarse ahora!

¿Has olvidado tu contraseña?

LA CUBA DEL GRAN PAPIYO
¡ Feliz Cumpleaños dulceperfume Anais !
 
Novedades
  Únete ahora
  Panel de mensajes 
  Galería de imágenes 
 Archivos y documentos 
 Encuestas y Test 
  Lista de Participantes
 Conociendo Cuba 
 CANCION L..A 
 FIDEL CASTRO.. 
 Fotos de FIDEL 
 Los participantes más activos 
 PROCLAMA AL PUEBLO DE CUBA 
 
 
  Herramientas
 
General: Los milicos de Macri ... un peligro para el pueblo
Elegir otro panel de mensajes
Tema anterior  Tema siguiente
Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 09/02/2016 11:02

SOCIEDAD › UN PATRULLERO DE LA BONAERENSE ARROLLO A UNA ANCIANA Y A UNA NIÑA

La inseguridad con uniforme

Una mujer de 82 años murió atropellada por un patrullero del Comando de Prevención Comunitaria de San Martín. El vehículo entró a contramano, sin sirena, y después de chocar un camión subió a la vereda y mató a la anciana e hirió a una niña.

Una anciana de 82 años murió ayer y una niña resultó herida tras ser atropelladas por un patrullero en la localidad bonaerense de Villa Ballester, partido de San Martín. La camioneta policial, que se subió a la vereda luego de chocar a un camión, circulaba a contramano y sin sirena con dos oficiales del Comando de Prevención Comunitaria (CPC) del mismo partido quienes, según voceros del ministro de Seguridad bonaerense, Cristian Ritondo, quedaron desa- fectados y quedaron detenidos a disposición de la Justicia. Para los familiares de la anciana fallecida, Beatriz Sanfelia, hubo irregularidades en los peritajes y señalaron que los procedimientos fueron llevados a cabo por la misma fuerza policial involucrada en el hecho. Tanto la nena atropellada como los uniformados que iban a bordo del patrullero permanecen internados aunque fuera de peligro.

El hecho ocurrió ayer por la mañana en la esquina de Mendoza y Pueyrredón, en Villa Ballester, donde Sanfelia realizaba unas compras. En ese momento, una camioneta del CPC local recibió un alerta de urgencia por la activación de la alarma de un Banco Galicia de la zona. El conductor del móvil policial tomó a contramano por la calle Mendoza y chocó con un camión cargado con alimentos que transitaba por Pueyrredón.

Tras el impacto, el patrullero dio varios trompos, se subió a la vereda, impactó contra un árbol y un poste de alumbrado público y embistió a la anciana y también a una niña de 10 años que estaba parada frente a una verdulería. Como consecuencia del impacto, Sanfelia murió en el acto y la nena resultó herida, por lo que fue trasladada de urgencia al Hospital Manuel Belgrano de San Martín, donde los médicos constataron que presentaba una fractura en un pómulo.

La fiscal de la causa, Ana De Leo, de la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) 4 del Departamento Judicial San Martín, indagará hoy a los dos policías por el delito de “homicidio con dolo eventual”, es decir, que los acusados debieron haberse representado la gravedad del daño que podían ocasionar con su accionar. El superintendente de Zona Norte aclaró que, además de la investigación judicial, se inició una investigación administrativa a cargo de la auditoria de Asuntos Internos de la cartera de Seguridad.

“Venía por Pueyrredón llegando al cruce con Mendoza y miro para donde viene el tránsito, cuando miro para adelante veo en un flash que pasa alguien y clavo los frenos, veo al patrullero y a la señora que sale volando”, relató a la prensa el chofer del camión chocado. El hombre indicó que el móvil policial “venía de contramano, sin la sirena y no venía persiguiendo a nadie” y que en un momento pensó que iba a matarlos a él y su acompañante porque iba “a más de cien” kilómetros por hora.

Por su parte, María, propietaria de la empresa alimentaria para la que trabaja el chofer, contó que el patrullero “venía sin sirena, sin luces y a alta velocidad”. “Lo que más me indigna es que al chofer que conducía el patrullero sus compañeros lo bajaron y se lo llevaron”, afirmó la mujer.

En ese sentido, otro vecino relató que debido a la violencia del impacto “las sandalias” que llevaba puestas la víctima quedaron a “treinta metros” de distancia de donde cayó el cuerpo.

En tanto, Norberto, hijo de la víctima, se manifestó desconforme con el procedimiento realizado luego del accidente porque fue la misma policía bonaerense la que realizó los primeros peritajes en el lugar. “El peritaje lo hacen los mismos que mataron a mi mamá, tendría que haber venido Gendarmería Nacional”, afirmó el hombre, quien estuvo presente en el lugar del hecho junto a otros familiares y vecinos consternados por lo sucedido. El nieto de la víctima, que se encontraba a pocos metros de la mujer, relató que él estaba “yendo a clases particulares” cuando un “patrullero sin sirena” chocó con un camión y “levantó” a su abuela, a la que “arrastraron varios metros”. El joven también contó que a los pocos minutos llegaron sus padres. “Mi mamá se desmayó por el estado en que vio a mi abuela”, añadió.

El hijo de la anciana dijo que la “bronca” de la familia y los vecinos se debe a que, según él, después del hecho se “cambiaron los choferes” del patrullero porque “se querían limpiar”. El hombre también exigió a las autoridades que “se hagan cargo y que le aclaren por qué se hizo de esta manera”.

Compartir: 

Twitter
  

La camioneta policial que atropelló a la anciana avanzó a contramano para acudir a una alarma bancaria.


Primer  Anterior  2 a 2 de 2  Siguiente   Último  
Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 09/02/2016 11:10

EL PAIS › GUSTAVO GONZALEZ, DIRECTOR DE LA MURGA BALEADA POR GENDARMERIA, DESCRIBE EL HORROR VIVIDO POR CHICOS DE 5 AÑOS

“Acá se tiene que hacer justicia, fue una locura”

En su casa del Barrio Illia, Gustavo “Marola” González cuenta a Página/12 el momento en que los gendarmes comenzaron a tirar indiscriminadamente. Asegura que a su hijo de 14 años le tiraron con balas de plomo. Las pruebas y la denuncia que presentará la Procuvin.

 Por Carlos Rodríguez

La entrevista con Gustavo “Marola” González empezó en la esquina de Riestra y Camilo Torres. Diez cuadras caminó con Página/12 hasta llegar a su casa, en el Barrio Illia, pegado a la villa 1.11.14. Al director de la murga Los Auténticos Reyes del Ritmo todo el mundo lo conoce, todo el mundo lo saluda. En la esquina de la calle Charrúa, donde el 29 de enero se produjo la represión de Gendarmería contra los niños y adolescentes que integran la murga, Gustavo se detuvo para denunciar: “A mi hijo Jonathan, de 14 años, le arrancaron un pedazo de pierna con una bala de plomo, no era de goma, era de plomo”, ratificó. La denuncia presentada por la Procuvin afirma haber recogido al menos “tres casquillos dorados, presumiblemente de pistola 9 milímetros” (ver aparte).

El chico está postrado en su casa y tiene para varios meses de recuperación para la pierna izquierda. Su padre tiene 14 impactos de balas de goma en la espalda, mientras que Gabriela, una adolescente que forma parte de la murga, le “ganó” a él porque suma “18 marcas de bala de goma” en distintas partes del cuerpo. “Acá se tiene que hacer justicia, porque lo que pasó fue una locura.”

En el trayecto hasta la casa en la que Gustavo vive con su mujer, María Laura, y sus nueve hijos, siguen apareciendo las víctimas de una “locura” que pudo haber tenido consecuencias mucho más graves, todavía. Ariel tiene 8 años y pasea bajo un sol abrasador, acompañado por otros tres chicos de su edad. Los cuatro tienen el mismo y moderno corte de pelo. Sobre la frente, a centímetros del párpado derecho, Ariel tiene una herida que le “arde” y que le pudo haber costado la pérdida de un ojo.

Y todo por qué, por ensayar una noche con la murga. La historia de Los Auténticos Reyes del Ritmo es muy reciente. Su director, Gustavo González, dice en broma que estaba “aburrido” porque “faltaba algo en el barrio”. Por esa razón, el 11 de enero comenzó la tarea de juntar a los pibes, de 12 hasta poco más de 20 años, para empezar los ensayos. “Empezamos con diez personas, al segundo día éramos cincuenta, al tercer día había setenta pibes y al cuarto vino una banda de gente”.

Gustavo, que ya había armado otra murga, años atrás, cuando vivía en la localidad de Villegas, en el partido de La Matanza, dice que quiere “sacar a los pibes de sus casas, porque se la pasan encerrados, y también para juntar a los que andan jugando en la calle, para que tengan algo que hacer y no vean nada de lo que no tienen que ver; la idea es que se diviertan y que se despejen de todo”.

En Villegas, la murga que tenía se llamaba Los Reyes, y se vestía de “azul y amarillo, altos colores”, remata Gustavo, hincha de Boca explícito, luciendo la casaca de fondo blanco, con los listones de los clásicos colores del equipo de la Ribera.

El viernes 29 de enero, pasadas las nueve de la noche, Gustavo regresaba al barrio con María Laura, su mujer, luego de hacer una recorrida para contratar los micros que tenían que llevar a la murga, el sábado 30, a una actuación. Venían “con toda la onda” porque le iban a contar a los chicos, que estaban ensayando, que ya habían conseguido los micros para el traslado.

“Eran nueve y cinco, nueve y diez, cuando vimos doblar un móvil de la Gendarmería” por la calle Charrúa, seguido por un camión de remolque de la fuerza. “Ellos vieron muy bien que los que estaban sobre la calle eran los chicos de la murga, pero avanzaron como si no estuvieran; nosotros le pedimos a los pibes que se corrieran, que los dejaran pasar, y ellos pasan, pero dos gendarmes que iban en el remolque, pararon, se bajaron y allí fue cuando empezó todo”, relata Gustavo González ante Página/12.

Los dos gendarmes “se bajaron con las armas en la mano y entonces yo me acerqué para pedirles que las guardaran porque había muchos chicos”. Sin responder a su pedido, uno de los gendarmes lo empujó hasta tirarlo al piso. “Cuando pasa eso, mi hijo Jonathan me ayuda a levantarme y se pone entre ellos y yo; en esas circunstancias, uno de los gendarmes hace un disparo y el plomo, porque era munición de plomo, le pega en la pierna izquierda a Jonathan, que recibe el plomazo que me parece que me lo tiraron a mí, que seguía en el piso. Ese plomo era para mí.”

Durante la charla con Gustavo y su mujer, en la casa del barrio Illia, Jonathan permanece en silencio, acostado boca abajo en un colchón tirado en el piso, escapándole al calor con un ventilador que le apunta al cuerpo. Tiene la pierna izquierda vendada arriba del tobillo, donde recibió el balazo. La herida le impidió uno de sus ideales futbolísticos: ir a entrenar con las divisiones inferiores de Sportivo Barracas, para iniciar su sueño de ser jugador de fútbol profesional.

“Esta no fue una bala de goma, fue una bala de plomo, mirá cómo le arrancaron una parte de la pierna”. Las fotos de la herida que tiene el chico parecen corroborar lo que dice su padre. El impacto lo tomó de perfil, en la parte posterior, cerca del tobillo. Todo indica que el balazo entró y salió sin tocar el hueso ni el tendón de Aquiles. La herida, en forma de círculo, es diez veces mayor al tamaño de cada uno de los 14 balazos de goma que recibió Gustavo en su espalda. Y también es visiblemente más grande que el hueco que le quedó al pequeño Ariel en la frente. “Esto fue plomo, no goma”, insiste Gustavo González.

El entrevistado vuelve a rememorar las escenas del viernes 29 de enero. “El gendarme que disparó, cuando vio a los chicos que estaban bailando sobre la calle, se enojó y preguntó: ‘¿Qué pasa, son todos guapos?’.” Cuando Gustavo se pudo levantar del piso, luego del empujón y el primer disparo, salió corriendo pidiéndoles a los chicos que salieran de la calle. “A mi hijo le hicieron una herida profunda, al punto de que se le ve el hueso, mientras que a mí y a los demás chicos nos tiraron balas de goma sin asco.”

Aunque no puede confirmar la cantidad de gendarmes que intervinieron en la represión, dice que “primero fueron dos, pero después aparecieron muchos más, de todos lados”. Ratificó que todo fue “una verdadera locura, porque había 70, 80 chicos bailando en la calle, pudo haber sido una masacre. Hoy muchos chicos no quieren venir y algunos me dijeron los padres tienen pesadillas nocturnas, porque recuerdan lo que les pasó”.

Según González, los peritos de Gendarmería se presentaron en la escena de los hechos “cuatro días después de la represión”. Parece que “lo hicieron para buscar casquillos, rastros de supuestos ataques nuestros contra ellos”. Comentó que “en algún momento recogieron piedras que estaban bajo el agua, tal vez para decir que se las habíamos tirado nosotros. Lo triste es que eran piedras que estaban allí desde hace mucho tiempo, porque estaban verdes, llenas de musgo, lo que indica que están tratando de llevar pruebas falsas, mentirosas para eludir responsabilidad”. La causa que presentó González ya se unificó con la que promueve la Procuraduría de Violencia Institucional, Procuvin. El director de la murga cree que “no hay dudas de que la violencia, la única violencia, la pusieron los gendarmes”.

Compartir: 

Twitter
  

Ariel, de 8, con sus amiguitos más chicos. Sobre la ceja, a milímetros del ojo, la marca de Gendarmería.



 
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados