Ocurre estos días en Las Vegas que uno está en la habitación de su hotel y a las nueve de la mañana oye a las trabajadoras de la limpieza por el pasillo, en perfecto español mexicano y a gritos: "¡Oigan! ¡Vegan todos a la cafetería de empleados que viene Hilary Clinton en cinco minutos!". Igual que la campaña de Iowa es de granja en granja, la de Nevada es en hoteles, restaurantes y casinos, mesa por mesa.
La última vez que Nevada se movilizó en unas primarias demócratas discutidas, en 2008, Hillary Clinton ganó por estrecho margen a Barack Obama. Su campaña sobre el terreno y su capacidad de movilización del voto está engrasada desde entonces y en estas primarias tiene voluntarios que ya la ayudaron hace ocho años. Las encuesta le daban una ventaja cómoda sobre el senador Bernie Sanders desde el principio. En diciembre, la diferencia era de 23 puntos a favor de Clinton. La última encuesta de CNN revela casi un empate (48% Clinton por 47% Sanders) impensable hace solo unos meses. Sanders ha ganado en presencia gracias a su empate en Iowa y la victoria en New Hampshire. De pronto, es un candidato viable. Sanders tiene el momentum. Una encuesta nacional publicada por Fox el jueves daba por primera vez a Sanders tres puntos por delante.
Con esos datos sobre la mesa, Clinton y Sanders se enfrentaron el jueves por la noche por primera vez a las preguntas directas en televisión del público de Nevada, el primer estado del Oeste de EE UU que se va a pronunciar, este sábado (los republicanos lo hacen el martes 23). Entre el público estaban Carmela Pérez y María Cortés. Son dos inmigrantes mexicanas de mediana edad que llevan dos décadas en Las Vegas trabajando en los casinos. Pertenecen al poderoso sindicato de Hostelería de la ciudad, que en 2008 apoyó a Barack Obama y que se considera una fuerza importante a la hora de decantar cualquier elección demócrata. En esta ocasión, por el momento no han dado su apoyo a nadie. "Dependerá de este debate, de lo que digan aquí", decía Pérez antes de empezar.
Ambos candidatos lo sabían. Sanders reiteró su propuesta de subir el salario mínimo en todo el país a 15 dólares la hora, ampliar la cobertura de la seguridad social, hacer la universidad gratuita y pagarlo todo con una tasa sobre Wall Street. Clinton contestó con precisión a todos los asuntos: elevar el salario mínimo a 12 dólares la hora y promover que los estados vayan más allá; explicó problemas muy concretos de la seguridad social que se propone arreglar; habló del sistema de inmigración, de frenar las deportaciones, de un camino a la ciudadanía para los irregulares y de cuánto aportarían a la economía. En un momento dado, apeló sin tapujos a los sindicatos: "Ellos me apoyan porque yo los he apoyado a ellos muchos años, no aparezco solo en años electorales", y defendió su currículum a favor de las organizaciones obreras.
Pero el ascenso de Sanders se basa en los jóvenes, un grupo de población al que el currículum de Clinton en favor de los inmigrantes y de los sindicatos no emociona lo suficiente. Se vio en New Hampshire, donde según encuestas a pie de urna Sanders ganó el 83% del voto entre los menores de 30 años y un 66% entre los menores de 45 años. En Nevada, los partidos se van a encontrar un estado con un 17% de voto latino. Pero eso ya era así en diciembre, cuando Clinton arrasaba en las encuestas. La clave puede estar en que el 45% de ellos son millenials entre 18 y 30 años.
En el debate del jueves estaba también Edwin Valls, latino de 24 años que decía que iba a votar por Sanders. "No sigo la política", decía. "Pero mis amigos empezaron a hablar de política en las redes y fue como conocí a Sanders". Así es como el senador, en solo unos meses, está seduciendo al público joven, y esos jóvenes, están convencidos de estar desafiando al establishment demócrata con esta campaña. Entre los voluntarios de Sanders hay jóvenes que no lo conocían antes de Iowa y ahora están tocando puertas para pedir el voto. La inercia de la "revolución política" de Sanders busca este sábado en Nevada un nuevo empujón.