El candidato del PSOE, Pedro Sánchez, en su escaño del Congreso durante el debate de investidura.
Con una abstención de Coalición Canaria, 130 votos a favor de PSOE y C's y 219 en contra del resto, Pedro Sánchez abandonó este miércoles el Congreso con un primer 'no' a su investidura. Ahora le toca decidir si, antes del viernes –jornada en que se celebrará una segunda votación- pone sobre la mesa una oferta de última hora dirigida a Podemos, IU y Compromís, después de haberlo intentado sin éxito el pasado lunes. Así, Sánchez tendrá que elegir entre aprovechar las próximas horas al máximo, “mirando al futuro sin ira y dejando a un lado los agravios”, como llegó a decir el socialista Antonio Hernando para resumir cómo han de afrontar inmediatas negociaciones, o aguardar hasta la próxima semana, como en principio prefieren otros.
El aspirante del PSOE está obligado a redefinir estrategia después de escuchar en el hemiciclo suspicacias ante su proyecto y dudas, avisos serios de los catalanes y un par de rifirrafes con Mariano Rajoy y Pablo Iglesias que tardarán en evaporarse de la memoria colectiva, especialmente el protagonizado con el jefe de Podemos, que fue subiendo de tono hasta alcanzar un colofón áspero, con alusiones a Felipe González y su pasado “manchado de cal viva”. Esto es, el terrorismo de Estado (los GAL) que se produjo durante su mandato y que, entre otras cosas, fue responsable de secuestrar, asesinar y enterrar en cal viva en 1983 a los etarras Joxean Lasa y Joxi Zabala.
El líder de CiudadanosAlbert Rivera utilizó la sesión parlamentaria para darle un serio repaso a Rajoy y al PP
El sorprendente episodio dialéctico provocó enojo de los socialistas, la ira de algunos de ellos (que mandaron “a la mierda” al político de Vallecas), el agrio enfrentamiento de Iglesias con la bancada de Sánchez ante un presidente del Congreso perplejo y a ratos sin control de la situación y, como ellos mismos reconocieron sin micrófonos delante, la decepción de destacados podemistas que creyeron que no era necesario que su jefe fuera tan lejos.
EL FANTASMA DE LAS ELECCIONES
El intercambio entre Sánchez y el líder de Podemos –en el que también salió a relucir las víctimas de ETA o Arnaldo Otegi- remueve a las bases de ambas partidos en un momento en que, paradójicamente, sus secretarios generales siguen tendiéndose la mano mientras se miran con desconfianza. “Nos lo ha puesto difícil”, sostienen fuentes socialistas en alusión a Iglesias, admitiendo que es lógico que la sensación ahora sea que el pacto es inalcanzable. Pero desde el PSOE se insiste en que se intentará la investidura hasta el último minuto.
Sí disfrutó Sánchez del aval explícito de Albert Rivera, rebautizado por parte de Iglesias en esa sesión como “la naranja mecánica”. Se dedicó a defender su pacto con Sánchez y a reclamar a Podemos y al PP su abstención. Ahora bien, Rivera dedicó la mayor parte de su intervención a explicar por qué no había elegido a su supuesto aliado natural, Mariano Rajoy, a quien ve ya como una rémora por no frenar la corrupción y, además, por declinar la oferta del Rey para que se someteria a una investidura.
El presidente del Congreso Patxi López perdió a ratos las riendas de un debate largo y tenso
Asi las cosas hubo enfrentamientos de izquierdas, pero también de las derechas. Rivera golpeó duro. Por si acaso. Por si hay elecciones. Por aquello de marcar territorio. Rajoy, por su lado, recurrió a potentes dosis de ironía (que hicieron las delicias de sus diputados, necesitados de aplaudir a un líder) y se encargó de poner el grito en el cielo por el hecho de que, por primera vez en democracia, el que queda segundo en unas elecciones se presente como “un tal señor cambio” e intente llegar al poder con ayuda de C's, a sabiendas, dijo, de que no le cuadran los números. Sólo por “supervivencia política” ante una probable repetición de generales, denunció. Se explayó con Sánchez. Fue más comedido con el jefe de los 'naranjas', pese a que en sus filas no ocultan que le tienen ganas.
EL REFERÉNDUM, EL CATALÁN Y EL BESO
El aspirante socialista a La Moncloa tuvo también enfrentamiento con Joan Tardá, de ERC, mientras que vivió un debate más sosegado con Francesc Homs, de Democracia i Llibertat, a quien recomendó que se olvidara de un referéndum y se centrara en negociar en los márgenes de la ley. Los políticos catalanes se repartieron los papeles, pero ambos votaron 'no' a Sánchez. Éste, a su vez, aprovechó cuantas ocasiones tuvo para decir que no busca su apoyo, aunque en esta ocasión prefirió centrarse en Esquerra para subrayar que sobre sus hombros no puede sostenerse un Gobierno de España.
La liturgia parlamentaria incluye una puesta en escena en la que los guiños cuentan tanto como los argumentos. En esa capa dramática del debate, rechazar el cruce de miradas con el orador cunde lo mismo que ponerle caritas y aplaudir con fervor al líder cotiza tanto como patalear al adversario. A todo esto, Pablo Iglesias lo llamó ayer “el teatro de la vieja política”.
El líder de Podemos, que había reservado su camisa blanca para el día de su debut en el Congreso, se quejaba así de la decisión de Pedro Sánchez de no mirarle a los ojos mientras le hablaba desde el estrado. Por más que trataba de agarrarle de la solapa llamándole por su nombre -“¡Señor Sánchez, señor Sánchez!," le decía una y otravez-, el candidato mantenía la cabeza agachada en el escritorio sin devolverle la mirada, postura que no adoptó con ningún otro orador de la jornada.
Lo cierto es que Iglesias se quejaba de vicio, pues pocos dominan mejor que él las artes de la dramaturgia, como demostró con sus guiños –subió a la tribuna saludando en las cuatro lenguas oficiales del Estado-, sus citas –en su discurso llegó a juntar a Millán Astray con Manu Chao- y sus gestos: de tan forzado, su beso a Xavier Domènech pareció todo menos espontáneo.
Ocultaba Iglesias en su queja que pellizcar la fibra sensible del adversario hasta sacarle de sus casillas también forma parte del teatro parlamentario, del viejo y del nuevo, y ni siquiera él se resistió a usar esa arma. Su alusión “al pasado manchado de cal viva de Felipe González” enfureció a la bancada socialista, que protestó airadamente con gritos de “¡Fuera, fuera!”. En pleno momento de crispación, hasta el presidente de la Cámara, que acabó arrepintiéndose de la manga ancha que tuvo con las réplicas, terminó tuteando a Pablo para convenirlo al orden.
El rifirrafe de la cal abrasó por unos instantes un debate que duró menos de lo previsto y en el que, salvo ese lance, hubo más guantes blancos que zancadillas. Y eso que comenzó con los populares con ganas de guerra. El largo aplauso que dedicaron a Rajoy a su llegada sonó a palmada en la espalda justo cuando su figura empieza a girar al sepia y anunciaba una bronca que luego no se produjo. Según pasaban las horas, la bancada popular se desdibujaba, mientras el resto de la Cámara se citaba para seguir hablando la próxima semana.
Villalobos y el móvil
Probablemente, ayer fue el día que más tiempo ha sonado el catalán en el Congreso. Lo habló Domènech en su despedida -advertencia mediante de Celia Villalobos al presidente de la Cámara para que se lo recriminara-, y se extendió más Albert Rivera, cuya alocución pilló a la vicepresidenta del Congreso trasteando en el móvil. Tan pronto reparó en el detalle, se lo advirtió a Patxi López, quien le hizo saber con gestos que tampoco el delito era para tanto.
Hubo abucheos, muchos, pero tampoco faltaron las carcajadas, como las que Rajoy arrancó de la mitad izquierda del Hemiciclo cuando se resistió a llamar a su partido “de derechas”. Y hubo mímica, mucha, desde los escaños –Rivera llamó caradura a Iglesias dándose cachetadas en el rostro y este hizo lo mismo con Sánchez en otro lance del debate-. Nada que no forme parte de la eterna liturgia del parlamentarismo.
EL MUNDO › EL SOCIALISTA ESPAÑOL COMPARECIO EN EL PRIMER DEBATE DE INVESTIDURA SANCHEZ IMPLORA UN ACUERDO CONTRA EL PP
Sánchez implora un acuerdo contra el PP
Ante un Congreso hostil, el dirigente del PSOE apeló a la necesidad de entendimiento entre formaciones. Podemos y los partidos de izquierda ratificaron su rechazo tras el pacto firmado por Sánchez con el conservador Rivera.
Por Flor Ragucci
Página/12 En España
Desde Barcelona
Primer debate de investidura en la historia democrática española de un candidato que no ganó las elecciones o primer acto de campaña para unas posibles nuevas votaciones en junio, según se mire. Ambos podrían ser los titulares de lo que fue ayer el discurso del socialista Pedro Sánchez durante la sesión de investidura que hoy, después de que emitan su veredicto el resto de partidos, definirá si finalmente se forma gobierno en España o se debe continuar el proceso con un segundo acto el viernes.
Todo parece indicar hasta el momento que el líder del PSOE (Partido Socialista Obrero Español) no obtendrá en esta ocasión la mayoría absoluta que necesita para ser investido presidente, ya que sólo cuenta con el apoyo de Ciudadanos, partido de centroderecha con el que la semana pasada firmó un pacto de legislatura. Tanto Podemos como el Partido Popular (PP) anunciaron que no respaldarían a Sánchez, tampoco las formaciones independentistas ni las confluencias de izquierda, por lo que los 130 diputados que suman socialistas y Ciudadanos no serían suficientes para alcanzar los 176 que suponen la mayoría absoluta en el Congreso y el viernes tendría que repetirse la votación. En ese segundo debate, Sánchez necesitaría mayoría simple (más “sí” que “no”), hecho que –de mantenerse la postura que hasta hoy defiende el resto de partidos– tampoco sería posible.
En este contexto –y tras un mes de negociaciones– el candidato propuesto por el Rey para la presidencia de España subió ayer al estrado del Parlamento y profirió un discurso durante poco más de hora y media. Sus palabras apuntaron, principalmente, a un objetivo: Podemos. El partido de Pablo Iglesias abandonó el diálogo con el PSOE el pasado jueves, luego de que Sánchez firmara un acuerdo con el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, y ahora el socialista no pierde ocasión de reprochárselo. Ante los 350 diputados que lo aguardaban, Sánchez apeló, ya desde los primeros minutos, a la necesidad de entendimiento urgente entre formaciones porque “los españoles esperan de noso- tros que evitemos la campaña electoral”, según señaló al inicio de su discurso y acto seguido, en clara alusión al rechazo de Iglesias, advirtió: “No nos vale la imposición, el chantaje y el abandono de la mesa de negociación. Necesitamos ceder, entendernos e ilusionarnos por el cambio”.
Pedro Sánchez enfocó su larga intervención hacia la imperante necesidad de un “gobierno del cambio y del diálogo” que recupere al país de la degradación política y social de “la era” de Mariano Rajoy. El candidato socialista aseguró desde la tribuna que “18 millones de españoles votaron no a la continuidad del actual gobierno” y, para cumplir ese mandato, es urgente alcanzar un acuerdo que evite volver a las urnas (y correr el riesgo de que el PP vuelva a ser la fuerza más votada). “Si la investidura no finaliza con la elección de un presidente habremos hecho mal nuestro trabajo”, alertó y, por eso, durante toda la sesión, Sánchez llamó a Podemos a comenzar el cambio “la próxima semana”.
Desde su escaño, Pablo Iglesias recibía con sonrisa escéptica los ofrecimientos del socialista y confirmaba así la negativa que ya anunció que daría a su investidura. El pacto firmado con el dirigente de centroderecha, Albert Rivera, supuso para los de Podemos un portazo a todo posible acuerdo con el PSOE, dado que lo consideran un refuerzo de las medidas económicas de austeridad impulsadas por Rajoy, y que no garantiza la recuperación de los derechos sociales perdidos durante su legislatura.
Por eso, tanto Podemos como las confluencias de izquierda regionales –En Marea, En Comú Podem y Compromís– e Izquierda Unida (IU) mantuvieron intacta su postura después de haber escuchado la intervención de Pedro Sánchez en el debate. “Si el acuerdo con Ciudadanos sigue vigente nuestro ‘no’ es rotundo”, aseveró el portavoz de IU, Alberto Garzón y, por su parte, el número dos de Podemos, Iñigo Errejón, ratificó también tras el Pleno su “no a una serie de vaguedades que pretenden hacer una cosa y la contraria” y se mostró “decepcionado” con el discurso del candidato socialista que, según su opinión, fue “un conjunto de buenas intenciones” y una intervención “a la carta”.
Sánchez, sin embargo, no se da por vencido. Pese a que en el debate de ayer lo escuchaban 219 diputados que ya declararon votar en su contra, él defendió hasta el cansancio su tesis de un “gobierno de coalición”. Para el socialista, “hay una amplia mayoría que defiende, desde diferentes sensibilidades, un cambio de gobierno, un cambio de las políticas que se han impuesto y un cambio en las formas de gobernar” y asegura, pese a las reiteradas negativas de los partidos de izquierda a apoyar su acuerdo con Ciudadanos, que existe una opción conjunta entre quienes rechazan el mandato del PP, que él denomina –tal como repitió innumerables veces durante su discurso– “gobierno del cambio”.
“Existe un amplio acuerdo sobre los cambios que queremos en materia de regeneración democrática, reconstrucción del Estado del bienestar, reactivación y modernización económica, creación de empleo con derechos y lucha contra la dualidad del mercado laboral, o el combate sin cuartel contra la corrupción. Sólo hay dos opciones. Nos quedamos parados o nos ponemos en marcha”, advirtió Sánchez desde la tribuna, remarcando la idea de que si Rajoy sigue al frente del Estado será porque Podemos no quiso responder a su llamada y plegarse al pacto con Ciudadanos.
“No hay mayoría suficiente en este Parlamento para sumar un gobierno de izquierdas”, admitió en un momento el secretario general del PSOE, justificando así su polémico acuerdo con el joven partido conservador. En su insistencia al diálogo sin “renunciar a nada, ni traicionar a nadie”, Sánchez no dudó en agradecer directamente a Albert Rivera “por su valentía y coraje”. Según el socialista, “hasta la peor de las medidas propuestas en nuestro acuerdo con Ciudadanos es mejor que un gobierno de Rajoy”.
El líder socialista Pedro Sánchez llamó a Podemos a comenzar el cambio “la próxima semana”.
No era arbitraria la indumentaria de Iglesias en la tribuna. Abjuró del traje de la casta en beneficio de una camisa ensabanada que parecía representar su virginidad y su pureza entre tantos depredadores ensangrentados. Por eso revistió su debut del proverbial adanismo. Iglesias reivindicaba el altar de la política a salvo del pecado original, razón suficiente para vincular al PP con el franquismo y al PSOE con las fosas de cal.
Más complicado resultaba encontrar al cándido Rivera un linaje diabólico, pero Iglesias resolvió el ardid atribuyéndole el papel de César Borgia en El príncipe de Maquiavelo. Y despojándolo, al mismo tiempo, de toda valentía y de coraje, una marioneta en manos del Ibex, un siervo del poder establecido. Pasaba revista Iglesias no como si estuviéramos en el Congreso, sino en la tribuna del juicio final, naturalmente porque la corrupción de los adversarios permitía al líder de Podemos recrear su papel inmaculado y mesiánico. Fue el motivo por el que se dejó en el perchero el disfraz de socialdemócrata danés. A cambio, se trajo el megáfono y recuperó su gloria mitinera, puño en alto, para delatar el sabotaje de las fuerzas ocultas. Oligarcas. Banqueros. Políticos despiadados. La troika. Los mercados. El capitalismo.
No fue tanto una transformación como una regresión, hasta el extremo de que Iglesias se erigió a sí mismo en portavoz y adalid del 15-M. Estuvo fuera del Congreso hace nada para acordonar a la casta. Y ahora está dentro, como artífice de una implosión benefactora que le impide apoyar la investidura de Pedro Sánchez. Y no tanto por beligerancia personal como porque al PSOE se le han caído dos siglas, “la S y la O”, explicaba Iglesias con vehemencia.
Ahora el objetivo es la P, disputarle a los socialistas la hegemonía de la izquierda. Iglesias recuperó su antigua hostilidad verbal y escénica para identificar a su enemigo con mayor precisión que nunca. Y no es Rajoy, sino Pedro Sánchez, cuya obstinación en la investidura pretende demostrar a Iglesias que renegar del cambio inminente significa prolongar la vida del líder popular, concederle la oportunidad de arraigarse en La Moncloa.
Es la paradoja de estas sesiones. Iglesias tiene entre sus manos el porvenir de Sánchez y el de Rajoy, aunque la estrategia incendiaria de esta sesión establece como argumento prioritario el sacrificio del líder socialista, más aún cuando el acuerdo preliminar con Ciudadanos le proporciona una coartada absoluta, sea por el modelo de Estado, sea por las discrepancias en política económica.
Pablo Iglesias, político mutante, ha recurrido a su imagen original. El tipo enfadado. El orador agresivo. El héroe libertario. El portavoz de los desfavorecidos. Parecía haber emprendido un proceso de normalización y de ortodoxia, llegándose a poner una corbata roja y construyéndose una imagen afable, sonriente, pero el púlpito del Congreso ha debido parecerle la proa del barco de Ulises oteando, mordiendo, la orilla de Ítaca.
Pablo Iglesias está siendo asesorado por el Glorioso Enano Infiltrado, aunque el candidato al Nobel de Poesía ya le ha advertido de los peligros de hacer el mismo papelón que el bobo de Tsipras.
No dudo de que los troskos y adlateres de España y todo el mundo , en el caso de que llegara Iglesias al poder ...empezarían a decir que él es lo mismo que Sanchez o Rajoy ...porque con él tampoco se va a abolir el capitalismo de inmediato .... Tenemos el doloroso ejemplo de Venezuela y Argentina .....
Hay que saber un poco de estrategia y de táctica y darle tiempo al tiempo ....de batalla en batalla ...inclusive con traspiés, es como se gana la guerra .-
un aspecto bastante asqueroso tiene este desagradable personaje,tiene todas las caracteristicas de usar poca agua y jabon......un ente mas en este planeta.......
Nuevos palos en las ruedas de una negociación que no arranca, pero que debería comenzar la próxima semana. Los equipos de PSOE y Ciudadanos se reunieron este sábado para acordar que, en la ronda de diálogos que se abre tras la investidura fallida, irán de la mano. El partido de Albert Rivera tiene que estar presente. Los socialistas no están dispuestos a reunirse con Podemos, IU y Compromís sin contar con C's, una decisión que complica todavía más la puesta en marcha de las conversaciones y que situó la pelota en el tejado de Pablo Iglesias.
En declaraciones a este diario fuentes de la dirección podemista mostraron su sorpresa por la nueva exigencia y anunciarion que, con este planteamiento, no se van a sentar a negociar. "Sería hacer el paripé. No puede haber acuerdo en materia económica entre Ciudadanos y nosotros", señalan, y opinan que si el PSOE reivindica la presencia de C's es porque han "quedado atrapados" por el pacto que han firmado. Sostienen que, con esta medida, resulta evidente que buscan la repetición de las elecciones.
El secretario político, Íñigo Errejón, dejó constancia de su desacuerdo en Twitter.
MESA A CINCO
Lo cierto es que Sánchez y Rivera saben que esta nueva estrategia de invitados a las reuniones desencadena dos problemas inmediatos. El primero. Podemos siempre ha exlcuído a Ciudadanos de cualquier negoaciación y su pretensión era volver a convocar la mesa de las izquierdas, la mesa a cuatro bandas que, con esta decisión, sería a cinco. Parece difícil pensar que Iglesias recapitule en los próximos días y se avenga a pactar con Rivera, puesto que considera que son "incompatibles". Aunque el partido morado retiró su veto formal a que Pedro Sánchez dialogara con C's, la cuestión de fondo permanece. Los podemistas opinan que las políticas económicas de la fuerza naranja son la continuidad del PP.
El segundo problema es el documento básico a partir del cuál se va a trabajar. Iglesias quiere que su equipo negociador se siente a dialogar retomando las conversaciones donde las dejaron, cuandodecidieron levantarse de la mesa al sellarse el pacto entre PSOE y C's. La reunión quedó atascada en política económica, porque Podemos reclama la derogación de las reformas laborales de populares y socialistas, y el equipo de Sánchez no aceptó su propuesta.
Los portavoces de PSOE y Ciudadanos, en cambio, reivindicaron que esa mesa a cinco trabaje a partir del documento acordado entre ambos partidos. Para el diputado 'naranja' Juan Carlos Girauta ese texto es "el corazón de la acción política a partir de ahora". Su homólogo socialista, Antonio Hernando, también señaló que su apuesta para "sumar voluntades" pasa por "enriquecer ese acuerdo".
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