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General: La visita del presidente Barack Obama a Cuba: recordando un poema
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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 20/03/2016 09:17

La visita del presidente Barack Obama a Cuba: recordando un poema de Robert Frost

20 marzo 2016 | +
4 
Fidel y Malcom X en el Hotel Teresa.

Fidel y Malcom X en el Hotel Teresa.

Las historias de los Estados Unidos y Cuba están entrelazadas de muchas formas y maneras. Cubanos y norteamericanos han vivido y aprendido mucho unos de los otros. Y así ha sido no solo en la cultura, sino también en la política, la economía y la sociedad. Es una larga historia.

En 1953 los revolucionarios cubanos atacaban el cuartel Moncada en Santiago de Cuba. En esos días, una escuela en Tennessee iniciaba clases para organizar y entrenar a trabajadores por los derechos civiles, la mayoría negros. La movilización ciudadana en la Cuba de los años 50 constituía una expresión de una misma y paralela lucha por los derechos civiles en el sur y norte de los Estados Unidos. Al mismo tiempo, las luchas sociales y políticas a nivel de base en Cuba y los Estados Unidos –aunque separadas–, eran, a su vez, expresión de los procesos de descolonización de África y Asia después de la Segunda Guerra Mundial. Los argumentos que utilizara en su defensa Fidel Castro fueron muy similares a los conceptos de derechos ciudadanos que la Corte Suprema de los Estados Unidos reconoce en Brown vs. Board of Education, prohibiendo la segregación de las escuelas. Estas dos tradiciones hacían referencia a pensadores del siglo XVII y XIX, parte de una cultura netamente revolucionaria.

Los cubanos, como los norteamericanos, confrontan a las autoridades de sus respectivos países por violar su respectivas Constituciones.

La acción de un pequeño grupo de revolucionarios en Cuba, al igual que Rosa Parks y sus compañeros en Montgomery, Alabama, incita a mayores acciones que serían consideradas radicales, ilegales y revolucionarias. El movimiento revolucionario cubano se inicia con demandas legales y poco después adopta métodos armados. En los Estados Unidos el movimiento de derechos civiles utilizaría métodos pacíficos, aun cuando el Estado lo agredía violentamente. Y poco a poco un mayor número de instituciones sociales, incluyendo las iglesias, apoyaron cada vez más a sus respectivos movimientos en defensa de los derechos civiles de la población. En ambos países, figuras cimeras del sistema judicial llegaron a identificarse con esos movimientos, cada vez más populares. Mientras en los Estados Unidos el movimiento de los derechos civiles y políticos tiene un basamento constitucional y religioso como el del Southern Christian Leadership Conference, en el caso cubano es netamente político aunque muchos participantes eran católicos, presbiterianos y bautistas.

Por una parte, gobernadores estatales en el sur de los Estados Unidos –en Arkansas y Mississippi, por ejemplo– y el FBI y, por otra, el gobierno de Fulgencio Batista tratan de desarticular por diferentes medios esa creciente oposición. Ambos aparatos represivos emplearon la misma tecnología militar y los mismos métodos. Y sin embargo, en los dos países surgen líderes carismáticos que cohesionan al naciente movimiento de masas: Martin Luther King, Jr. en los Estados Unidos y Fidel Castro en Cuba.

En Cuba, el movimiento triunfa y llega al poder en 1959, no así en los Estados Unidos. El movimiento por los derechos civiles y políticos primero, y el movimiento estudiantil y contra las guerras coloniales después, solo logran algunas concesiones civiles y políticas. Pero esa lucha continuó en los Estados Unidos y parte de la población reformista y radical de jóvenes en el norte del país fue al Deep South para ayudar a obtener derechos sociales y políticos. El triunfo revolucionario tiene un enorme impacto entre los luchadores por los derechos civiles. Y aun cuando utilizaron métodos diferentes –la no violencia–, reconocieron las contribuciones y los cambios de los cubanos.

El triunfo cubano se asumió como propio por los luchadores y revolucionarios de los Estados Unidos. Además, luchadores por los derechos civiles en los Estados Unidos presionaron al gobierno para que no ayudara a la dictadura, “El gobierno de estados Unidos es un socio del dictador de Cuba, Fulgencio Batista, en el asesinato de cerca de 4,000 Cubanos hasta el momento, y ha llegado el momento de largarnos ya” –declaró Adam Clayton Powell, congresista negro norteamericano, el 20 de marzo de 1958 ante la Cámara del Congreso de los Estados Unidos.

El triunfo de la rebelión tuvo particular impacto en la población negra norteamericana. Durante los primeros meses de 1959 muchos intelectuales, periodistas, líderes obreros, congresistas, actores y escritores negros fueron a Cuba y defendieron el proceso social recién iniciado. Entre estos se encontraban William Worthy y Richard Gilbson [periodistas], James Baldwin, James Oliver, Julian Mayfield, Leroi Jones, Harold Cruse, [escritores], John Henri Clarke [historiador], Adam Clayton Powell, Malcolm X [políticos], entre otros.

En septiembre de 1960 Fidel Castro viajó a Nueva York para representar a la Revolución Cubana ante las Naciones Unidas. Bajo la presión del Departamento de Estado de los Estados Unidos, durante la administración de Dwight Eisenhower el establishment hotelero le negó a la comitiva cubana acceso a los hoteles. Pero la comunidad negra de Harlem abrió su corazón y sus espacios a los revolucionarios cubanos. No fue solo el Hotel Teresa el que tomó esa iniciativa. La comunidad negra, que en esos precisos momentos luchaba en numerosos frentes contra el racismo, la exclusión social, la pobreza y la explotación, también entendía que sus hermanos negros, mulatos y blancos de la Isla comenzaban todo un proceso de destrucción de los instrumentos racistas, segregacionistas y explotadores que se habían enraizado en la “isla de la libertad.” Negarle al líder revolucionario blanco el acceso a un hotel era un acto similar a lo que confrontaba la población negra en general en Estados Unidos.

La lucha por los derechos civiles, de una larguísima historia en los Estados Unidos, veía reflejada sus ilusiones y esperanzas en la nueva Cuba. Aunque muchos no recuerdan o han querido olvidar o no lo conocen, la realidad fehaciente es que el movimiento por los derechos civiles, políticos, culturales, económicos y humanos que se desarrollaba en el sur de los Estados Unidos tenía muchísimos enlaces y conexiones con lo que estaba sucediendo en Cuba. Aún más ilustrativo es que en septiembre de 1960 ya la Revolución Cubana había nacionalizado una proporción grande de las corporaciones norteamericanas. Y, sin embargo, Malcolm X declaraba en Harlem: “El [Hotel] Teresa es hoy mas conocido como el lugar a donde fue Fidel Castro durante su visita a las Naciones Unidas, y logro una Victoria psicológica contra el Departamento de Estado de los Estados Unidos cuando fue confinado a Manhattan. Nunca soñaron que Fidel se quedaría en “uptown”, en Harlem, donde dejaría una enorme y positiva impresión entre los negros.”

Un autor escribe: “Además, miles estaban encantados viendo al comandante [negro] Juan Almeida entre los revolucionarios. El 22 de Septiembre todo Harlem estaba alrededor del Hotel Teresa congratulando, saludando, gritando por Fidel, sus compañeros y la revolución.   Almeida y los otros miembros del Ejército Rebelde caminaron 20 cuadras enteras en Harlem. El 22 de Septiembre Fidel Castro almorzó con los trabajadores del hotel. Y se reunió con Malcolm x en el Hotel Teresa. Malcolm escribió entonces: “El Teresa es ahora mucho más conocido como el lugar a donde Fidel Castro fue durante su visita a las Naciones Unidas, y logró un golpe psicológico contra el Departamento de Estado de los Estados Unidos cuando lo confinaron a el a estar solo en Manhattan. Nunca soñaron que él se hospedaría en Harlem donde dejaría una enorme impresión entre los Negros.” [1]

Y otro escritor nos informa, “… los activistas de Harlem sugirieron, que las dificultades en encontrar donde hospedarse se transformaran en una oportunidad única para expresar las expresiones culturales y políticas de solidaridad y anti-racismo. Cuando la delegación cubana acepto la amistosa bienvenida del dueño del Hotel Teresa, Love B. Woods, los lazos ideológicos y políticos entre los progresistas Afro-Americanos y los revolucionarios cubanos fueron cultivados…. La reunión de Malcolm X y Fidel Castro en Harlem simbolizaba una era de la post-II Guerra Mundial, de los movimientos anticoloniales y a favor de la lucha por los derechos humanos de los pueblos negros y del Tercer Mundo. Un periódico, el New York Citizen Call, declaraba en esos días: “Para los oprimidos habitantes de Harlem, Castro era el revolucionario barbudo que había expulsado a los bribones y les ha dicho a los blancos de Estados Unidos que se fueran al infierno.” [2]

El movimiento por los derechos civiles y democráticos de los norteamericanos, particularmente de los negros, veía el proceso revolucionario en Cuba con buenos ojos. Igual sucedía con el movimiento estudiantil universitario que se iba configurando. Una alianza de los revolucionarios de la Isla con los revolucionarios y reformistas de los Estados Unidos se convertía en una enorme preocupación para la estructura del poder norteamericano. Y en poco tiempo, ambos lados cooperaban más.

En 1960 varios norteamericanos de izquierda establecen el Fair Play for Cuba Committee en favor de la Revolución Cubana y en oposición a la política de la administración Eisenhower. Muchos de sus miembros también pertenecían a la lucha por los derechos civiles de negros, blancos y trabajadores, entre estos el escritor James Baldwin. Ralph Feathrstone, uno de los líderes del Student Non Violent Coordinating Committee (SNCC), consideraba a Cuba “una zona liberada”. El poeta negro, de izquierda, LeRoi Jones escribía, “los Cubanos, y los otros nuevos pueblos (en Asia, África, América del Sur) del mundo no nos necesitan, y lo mejor que podemos hacer es no bloquearles el camino.” [Cuba Libre, 1960]. O sea, un sector significativo de la población negra norteamericana reconocía y apoyaba la autodeterminación, concepto que ya se defendía también en el sur de los Estados Unidos. La organización de solidaridad Fair Play for Cuba Committee existía contra la injusticia, y a su vez integraba a norteamericanos de todos los colores. En sí el “fair play” es lo que los sectores mas necesitados pedían para sí y para el mundo.

Pero la relación y cooperación entre los movimientos progresistas norteamericanos y la Revolución Cubana fue atacada desde el primer momento. Ambos movimientos confrontaban a un mismo enemigo.

Poco a poco estas dos fuerzas fueron aisladas por la invasión organizada por el gobierno de Estados Unidos el 17 de abril de 1961 a Cuba. También la sistemática persecución de la izquierda por el Congreso [House Un-American Activities Committee], el FBI y muchas otras instituciones estatales tuvo sus efectos sobre esa relación. Los propios liberales norteamericanos corrieron en dirección opuesta a la revolucionaria. Pero la lucha por la justicia y por la igualdad de derechos democráticos continuó en los Estados Unidos, si bien cada vez más separada de la realidad cubana. La Crisis de los Misiles, de octubre 1962, fue un parteaguas que abrió una mayor brecha entre ambos movimientos. Ya a la Cuba revolucionaria se le definía como un enemigo de los Estados Unidos, mientras que el gobierno demócrata norteamericano de John Kennedy se identificaba con un sector reformista del movimiento por los derechos civiles. Sin embargo, la relación continuó a niveles menos conocidos. Pero no queda duda de que la Revolución Cubana y la lucha por los derechos de los norteamericanos tiene una larga y estrecha relación.

Esa historia, que sólo hemos tocado someramente, revela que las relaciones entre los revolucionarios cubanos y las fuerzas progresistas de los Estados Unidos tiene una larguísima historia. José Martí vivió durante años en Nueva York y Tampa. Exploró como pocos la historia de los Estados Unidos y la de Cuba, por separado y en relación con los dos países. Entendió como pocos el sentido real de lo que significa la independencia nacional. El movimiento progresista negro de los Estados Unidos también comprendió esa lucha. Martin Luther King fue clasificado por el FBI como un “hombre peligroso”. El gobierno de Estados Unidos también le dio esa misma clasificación a Fidel Castro. Ambos entendieron la relación estrecha entre la independencia nacional y los derechos civiles y políticos. Un país imperial no puede ser respetuoso de los derechos humanos y civiles. Y una colonia tampoco los respeta.

El 22 de octubre de 1995 Fidel Castro volvió a visitar Harlem. Dijo: “aquí en Harlem conocí a Malcom X, conocí a otras muchas personalidades. Eran días difíciles, siempre son difíciles los días, pero por delante estaba una lucha muy grande: las grandes batallas de Martin Luther King por los derechos civiles; las grandes luchas de las minorías negras, hispánicas, latinoamericanas de todas partes, por mejorar sus condiciones de vida; la lucha de los ancianos, los enfermos, todos.” [3]

El Congressional Black Caucus [CBC] de los Estados Unidos ha tenido una posición amistosa y solidaria hacia el proceso político y social cubano. Y ha representado el sector mas progresista y favorable a la normalización de las relaciones entre los dos países. Desde 1999 delegaciones y representantes del CBC ha visitado Cuba y se ha reunido con Fidel Castro. Cuba, a su vez, ha proporcionado becas a estudiantes norteamericanos con el apoyo de los Congresistas del CBC. Ya Fidel Castro había señalado que las circunstancias eran propicias para el mejoramiento de las relaciones pues “era necesario utilizar este momento histórico en que coinciden un Presidente negro en la Casa Blanca y una corriente de opinión favorable a la normalización de las relaciones.” [4]

Cómo tendrían que hablar el presidente de Estados Unidos y el ex presidente Fidel Castro sobre la historia de ambos países. Ya uno de ellos dijo: “en la buena voluntad y disposición de las personas hay infinitos recursos que no se guardan ni caben en las bóvedas de un banco. No emanan de la política única de un imperio.” [5] Bien vale recordar a Robert Frost:

Dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo, /Yo tomé el menos transitado, /Y eso hizo toda la diferencia.

———————————–
Notas

[1]See: Joy James, Review: Harlem Hospitality and Political History: Malcolm x and Fidel 



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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 20/03/2016 09:22

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Por Carlos Rodríguez Almaguer*

Imagen activa"Amamos a la patria de Lincoln, tanto como tememos a la patria de Cutting." 
José Martí. 
Vindicación de Cuba.The Evening Post. Nueva York, 25 de marzo de 1889.

Para muchos cubanos vinculados por vida y profesión a la República Dominicana, cada 25 de marzo es fecha de obligada recordación. Pues fue en la norteña ciudad de Montecristi donde José Martí, Delegado del Partido Revolucionario Cubano, y el dominicano Máximo Gómez, maestro del arte militar para los patriotas cubanos, héroe invicto de la Guerra de los Diez Años (1868-1878) y General en Jefe del Ejército Libertador de Cuba en la Guerra Necesaria de 1895, firmaron el visionario Manifiesto que ha quedado en la historia registrado con el nombre de ese entrañable rincón de la hermosa Quisqueya.

Este 25 de marzo, sin embargo, tendrá nuevos motivos de recuerdo y reflexión. La visita que, entre los días 20 y 22 de marzo, realizará a Cuba el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, marcará un hito en la historia contemporánea de la mayor de las Antillas. Más de ocho décadas después del último arribo de un presidente norteamericano a la isla, vendrá Obama a pisar el suelo sagrado de la patria de José Martí, tierra por cuya libertad, independencia y soberanía el banilejo Máximo Gómez desafió de frente a la muerte a lo largo de 30 años.

El acontecimiento ha sido recibido con beneplácito por la inmensa mayoría de los cubanos de la isla y de todas partes, además de los millones de amigos que la resistencia estoica de Cuba le ha ganado en el último medio siglo, pues esta visita confirma la intención de ambos gobiernos de construir nuevas relaciones sobre la base del respeto mutuo a la soberanía de las naciones y al derecho internacional. Sin embargo, para algunos ha sido vista, por un lado, como una "concesión" del gobierno de Obama, y por otro, como un "giro audaz" hacia la política de soft y el smart power, que pretende atacar, precisamente, el núcleo duro de los argumentos que los representantes de la isla han esgrimido durante medio siglo y que básicamente incluyen el bloqueo económico, comercial y financiero, la ocupación ilegal de la Base Naval de Guantánamo y la política de doble rasero aplicada a Cuba en temas migratorios, para no hablar de las campañas mediáticas dirigidas a socavar el inmenso prestigio que la política exterior de la isla le ha granjeado en la mayoría los pueblos y gobiernos del mundo, especialmente de Asia, África y América Latina.

Desde el 17 de diciembre de 2014 han sido numerosas las voces de amigos que alientan a los cubanos a cuidarse de semejante acercamiento. No obstante, en más de un año de avances en las conversaciones se ha podido comprobar la mesura del gobierno cubano y la serenidad con que ha demostrado su buena intención de avanzar sin hacer concesiones de principios por los que se ha peleado durante casi doscientos años. A lo largo de todos los continentes, los hombres y mujeres de buena voluntad y de honrada memoria tienen claro las circunstancias en que se ha llegado hasta aquí: nada se nos regala; lo hemos ganado los cubanos con firmeza y sin odio. Rara combinación ésta en los tiempos que corren.

Pero es bueno echar una mirada a la historia para ir a la raíz de esas justificadas aprensiones que, si bien han de tenerse en cuenta y a la vista, no deben convertirse en freno del proceso en el que están inmersas ambas naciones. Siempre será mejor dirimir las diferencias en paz y respeto que por medio de la coerción y la violencia.

Un 25 de marzo de 1889, seis años antes de la firma del Manifiesto de Montecristi, aparece publicado en el diario neoyorquino The Evening Post, el artículo Vindicación de Cuba, firmado por José Martí. Aquel texto rebatía las descalificaciones que contra el pueblo y el carácter cubano lanzaban algunos diarios norteamericanos como The Manufacturer, de Filadelfia. Martí señala, en una lección de equilibrio moral y justicia política, los hechos admirables de la historia del pueblo de los Estados Unidos que eran asumidos como suyos por el naciente pueblo de Cuba. Celebra lo digno de alabanza, y con esa misma honestidad señala los peligros que determinadas fuerzas internas, tendentes al imperialismo continental, representaban para los deseos de libertad e independencia de la pequeña isla antillana, esclava todavía, luego de tres siglos, del despótico colonialismo de España.

Sin chovinismos ni mezquindad alguna, Martí declara, refiriéndose a los Estados Unidos, que los cubanos "Admiran esta nación, la más grande de cuantas erigió jamás la libertad; pero desconfían de los elementos funestos que, como gusanos en la sangre, han comenzado en esta República portentosa su obra de destrucción. Han hecho de los héroes de este país sus propios héroes, y anhelan el éxito definitivo de la Unión Norte Americana, como la gloria mayor de la humanidad; pero no pueden creer honradamente que el individualismo excesivo, la adoración de la riqueza, y el júbilo prolongado de una victoria terrible, estén preparando a los Estados Unidos para ser la nación típica de la libertad, donde no ha de haber opinión basada en el apetito inmoderado de poder, ni adquisición o triunfos contrarios a la bondad y a la justicia. Amamos a la patria de Lincoln, tanto como tememos a la patria de Cutting." 

La confirmación de esta sentencia final sobre las relaciones de los cubanos con los estadounidenses se ha demostrado fehacientemente a lo largo del último medio siglo de Revolución en el poder. Por respeto a la patria de Lincoln, en las innumerables marchas y concentraciones en las que millones de cubanos han protestado contra las continuadas agresiones de que han sido víctimas por parte de la política injerencista del gobierno norteamericano, jamás se ha quemado una bandera de ese país, ni se ha agredido a la que hasta hace poco fue su Oficina de Intereses, ahora embajada. En pocos países ha tenido un ciudadano norteamericano tanta seguridad, simpatía y hospitalidad como en la agredida y calumniada Cuba. Cuando han llegado diversas delegaciones solidarias, como la Caravana de los Pastores por la Paz, han sido recibidas con el cariño y la admiración que jamás la cultura del pueblo cubano le ha negado a gesto noble alguno en los doscientos años de forja de su nacionalidad profundamente arraigada en valores propios y, al mismo tiempo, con vocación ecuménica y universal.

De igual manera se han recibido a sus delegaciones oficiales, y a los organismos con los que las distintas instancias del Estado cubano han coordinado acciones conjuntas con sus homólogas norteamericanas a fin de hacer avanzar investigaciones científicas, proyectos culturales y deportivos, o preservar la seguridad de ambos pueblos frente a diversas contingencias. Jamás se ha condicionado la colaboración cubana a este nivel por cuestiones ideológicas, religiosas o de otra índole.

La rosa blanca de José Martí ha sido cultivada y entregada por igual a amigos y a enemigos, a estos últimos solo hasta donde aconseja la prudencia. Pero cuando se ha acercado a nuestro horizonte, en lugar de la bondad patriótica de Lincoln, la oreja peluda del picapleitos Cutting, entonces vuelve a su urna la rosa blanca del Apóstol y brilla fiero, bajo el sol del trópico indomable, el duro acero del machete del Titán de Bronce, Antonio Maceo. La imagen y el recuerdo de Baraguá han pasado a ser la capital moral de la república y el intruso ha tenido que vérselas entonces, como los romanos con los galos, con un pueblo de moral estoica y valor espartano, como en Playa Girón o la Crisis de Octubre.

El próximo lunes, cuando el presidente Obama rinda el merecido tributo a José Martí en el Memorial donde el pueblo de Cuba honra su memoria y en cuyos muros inscribió, en letras de oro, las máximas sagradas que encierran la fe en que fue fundada la Nación, habrá de recordarse que ese día de 1889 fue el escogido por Martí para escribir aquella tremenda protesta que constituyó su artículo Vindicación de Cuba publicada un 25 de marzo. Y ese espíritu, a la vez rebelde frente a todo lo que hiera la dignidad cubana, y solidario hasta la ternura en todo lo que toca su sensibilidad de pueblo amasado con esa rara mezcla de espiritualidad y de bravura, habrá de ser tomado en cuenta para continuar dando los pasos necesarios a fin de devolverle a los cubanos el trozo de patria secuestrado en Guantánamo y acabar de una vez con el estrangulamiento vergonzoso que ha significado estas más de cinco décadas de bloqueo, para acercar definitivamente, sin suspicacias ni temores, a dos pueblos leales que han sabido pelear por lo que creen.

Solo entonces, cuando el respeto y la confianza hayan enterrado al odio y la agresión, podremos invocar en justicia aquella sentencia magna del Apóstol de Cuba, que vivió la tercera parte de su vida en las entrañas mismas de la nación norteamericana, cuando aseveró, confiado en lo mejor del ser humano, que "el mundo es un templo hermoso donde caben en paz los hombres todos de la Tierra." 

Santo Domingo, 18 de marzo de 2016.


 
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