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La carrera presidencial está desatada en Chile. La baja popularidad de la presidenta Michelle Bachelet —apenas un 15%, la menor de un jefe de Estado desde la llegada de la democracia— motiva un adelanto de las candidaturas, sobre todo en el centroizquierda, cuando faltan todavía 18 meses para el fin de la legislatura.
Ricardo Lagos, presidente entre 2000 y 2006, ha anunciado su decisión de ser candidato por el bloque del que forman parte varias formaciones, desde la Democracia Cristiana hasta el Partido Comunista.
El exsecretario general de la OEA José Miguel Insulza también se ha mostrado disponible. En los últimos meses, el senador independiente cercano al Partido Radical Alejandro Guillier se ha ofrecido también como una alternativa. De esta forma, ya son cuatro los dirigentes que quieren concurrir a los comicios del año entrante y asumir la presidencia en marzo de 2018.
Elecciones primarias
Al menos en teoría, los candidatos se escogerán a través de primarias. Lagos ya se ha pronunciado a favor de esta fórmula, que intenta terminar con la antigua práctica de que sean las cúpulas partidistas las que designen a los aspirantes. En la práctica, sin embargo, resulta altamente probable que las precandidaturas que no susciten demasiado entusiasmo entre los militantes se retiren antes de llegar a las primarias.
Guillier tiene un 44% de aceptación, Lagos un 35%, Allende un 35% e Insulza un 33%, según una encuesta del Centro de Estudios Públicos. El porcentaje de indecisos, que llega por primera vez al 62%, deja la larga carrera presidencial totalmente abierta: cualquier precandidato puede tomar fuerza en los próximos meses.
En esta lucha por ganarse al electorado de centroizquierda, los dirigentes comienzan a marcar diferencias. En la reunión del Partido Socialista de este fin de semana, Insulza, por ejemplo, deslizó alguna crítica al expresidente Lagos, del que fue su ministro del Interior. La presidenta Bachelet también intervino en el debate: a través de un mensaje en el cónclave de su partido, donde milita desde la universidad, la socialista llamó a la unidad y elegir de manera conjunta el próximo liderazgo de la Nueva Mayoría. “De nosotros depende actuar coordinadamente por el bien de nuestra coalición y nuestros ideales, y definir de manera conjunta el liderazgo que nos representará de cara a los próximos años”, señaló.
Una de las mayores preocupaciones de los líderes socialistas es la forma en que terminará el Ejecutivo de Bachelet. Sin respaldo ciudadano, con una agenda de reformas estructurales a medio hacer y con una desaceleración económica que se comienza a sentir en las calles, la gestión del Ejecutivo afectará a las opciones electorales de la Nueva Mayoría.
En esa línea, la senadora Allende manifestó la importancia de mantenerse “cien por ciento leales” a la actual Administración y evitar el “fuego amigo” desde dentro de la propia coalición. A diferencia de lo que ha planteado Lagos, Allende no cree que Chile esté pasando por una grave crisis institucional, aunque reconoció una situación adversa.