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General: MARXISMO ... MATERIALISMO CIENTIFICO .-
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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 24/11/2010 14:24

«La unidad del mundo —subraya Engels— no consiste en su ser, aunque su ser es una premisa de su unidad, ya que el mundo tiene ante todo que ser, para ser una unidad... La unidad real del mundo consiste en su materialidad, que no tiene su prueba precisamente en unas cuantas frases de prestidigitador, sino en el largo y penoso desarrollo de la filosofía y las ciencias naturales.» {(13) F. Engels. Anti Düring. (C. Marx y F. Engels. Obras., t. 20, pág. 43).}

 

 

El sistema heliocéntrico creado por Copérnico fue uno de los jalones más importantes en la cognición de la unidad material del mundo. Hasta Copérnico predominó la idea de que el centro del Universo era la Tierra, alrededor de la cual se encontraba «la esfera celeste», con sus cuerpos celestes «ideales» —el Sol, los planetas, la Luna y las estrellas—, cuya perfección se manifiesta en la rigurosa esfericidad de su forma y en la limpieza absoluta de la superficie. En la Tierra, se decía, todo es pasajero, perecedero, mientras que en la esfera celeste todo es eterno e inmutable. Copérnico refutó estas ideas al crear la doctrina heliocéntrica. Demostró que la Tierra no es, ni mucho menos, el centro del Universo, sino sólo uno de los planetas que se incluía antes en la esfera celeste «ideal». Resultó, pues, que la contraposición del «mundo terrenal» al «mundo celestial» carecía de toda base.

 

 

La obra iniciada por Copérnico la continuaron Galileo y Giordano Bruno. Cuando Galileo construyó el primer telescopio y lo dirigió hacia el cielo, hizo un descubrimiento [98] que pasmó a todos sus contemporáneos: la Luna, que era considerada uno de los cuerpos celestes «ideales», no tiene en absoluto una forma esférica perfecta y está cubierta de depresiones, valles y montañas semejantes a las que hay en la superficie de la Tierra. Galileo descubrió también que en la superficie del Sol existen manchas de la forma más irregular. Giordano Bruno demostró que en el espacio infinito del Universo —allí donde, según afirman los teólogos, se encuentra únicamente «el mundo celestial ideal»— están diseminados innumerables mundos materiales como nuestro mundo terrenal.

 

 

El descubrimiento de las leyes de la mecánica y de la ley de la gravitación universal aportó nuevas pruebas de esta verdad. Los defensores de la idea de los dos mundos diferentes afirmaban que el movimiento de los cuerpos terrestres y celestes está subordinado a leyes distintas por principio. Consideraban un sacrilegio la idea no sólo de la identidad, sino incluso de la semejanza de estas leyes. Newton demostró, realizando con ello una gran hazaña científica, que las leyes de la mecánica de los cuerpos terrestres y celestes son las mismas; que es la misma, por su naturaleza, la fuerza que obliga a todos los cuerpos carentes de apoyo a caer a la Tierra, que obliga a la Luna a moverse alrededor de la Tierra y que obliga a los planetas, incluida la Tierra, a girar alrededor del Sol. Resultó que absolutamente todos los cuerpos del mundo infinito están unidos por una interacción material, única por su esencia, que no reconoce ninguna división en mundo terrestre y mundo celeste.

 

 

El empleo del análisis espectral —que permite estudiar la composición química de los cuerpos por el carácter de la luz que emiten cuando se encuentran en estado gaseoso incandescente— tuvo gran importancia para refutar la idea de los dos mundos. Cada elemento químico tiene su grupo especial de líneas (espectro). Las investigaciones efectuadas por medio del análisis espectral han demostrado que los cuerpos celestes están integrados, en lo fundamental, de los mismos elementos químicos que la Tierra. Estas investigaciones han reafirmado más todavía la gran idea de la unidad material del mundo.

 

 

Pero aun en el caso de que los científicos hubieran descubierto en cualquier cuerpo celeste un elemento que no [99] exista en la Tierra, eso no habría significado una alteración de la unidad material del mundo. No se trata de que en todos los astros y en todas las galaxias existan los mismos elementos químicos, sino de que todos los elementos —independientemente de que existan o no en todas partes— son unas u otras variedades de la materia, que poseen propiedades fundamentales iguales y se subordinan a las leyes naturales objetivas.

 

 

Los átomos de todos los elementos químicos son sistemas materiales, compuestos de partículas elementales del mismo tipo (protones, neutrones y electrones) y que tienen la misma estructura. Los rasgos principales de esta estructura se manifiestan en la existencia en dichos elementos: a) de núcleo central compuesto de partículas elementales más pesadas y que, por ello, contiene la parte mayor de la masa del átomo; b) de una envoltura estratiforme que lo rodea, compuesta de partículas elementales más ligeras; c) de cargas eléctricas contrarias en el núcleo y en la envoltura. Por consiguiente, los átomos de los elementos químicos son únicos por su composición y su estructura. A ello está vinculado el hecho de que toda su diversidad no sea una acumulación de cuerpos que existen casualmente, sino un conjunto de objetos materiales concatenados internamente y unidos, en particular, por el sistema periódico, por la ley periódica general que descubrió D. Mendeléiev.

 

 

Al contraponer el «mundo celestial» al «mundo terrenal», los teólogos afirmaban que en la Tierra todo es mutable, todo llega a su fin tarde o temprano, mientras que en el cielo todo es inmutable, imperecedero. Pero ¿dónde están la eternidad e inmutabilidad de los cuerpos del mundo celestial? Las ciencias naturales han demostrado que el sistema de cuerpos celestes denominado sistema solar no ha sido siempre, ni mucho menos, como es ahora. Tiene su historia. Tampoco las estrellas son inmutables. Muchas de ellas se encienden y se apagan. Surgen y perecen sistemas estelares enteros.

 

 

El movimiento eterno, el cambio, es inherente a todo, y no existe ningún mundo especial que no se someta a esta ley del ser. Sin embargo, donde desaparecen unas formas de la materia, surgen ineluctablemente otras nuevas que empiezan su propia historia. [100]

 

 

Ninguna partícula de la materia, ni siquiera la más minúscula, desaparece sin dejar huella ni surge de la nada: la materia no hace más que transformarse de una forma en otra, sin perder jamás sus propiedades fundamentales. Por ejemplo, si desaparece un objeto material con una masa determinada, aparecen obligatoriamente otro u otros materiales con una masa igual a la del cuerpo desaparecido. En todos los procesos de transformación de los átomos permanece invariable la carga eléctrica total. En ésta, como en otras leyes semejantes de la naturaleza, se manifiesta la eternidad de la materia.

 

 

La indestructibilidad y la increabilidad de la materia y de su movimiento se expresan en muchas leyes de la conservación de la materia y de sus propiedades esenciales: la masa, la energía, el impulso, el momento del impulso, la carga eléctrica, el espín de las partículas elementales y varias propiedades más, cuyo conocimiento consecutivo por la ciencia pone al descubierto nuevos aspectos de la estabilidad en el movimiento y en las transformaciones de los objetos materiales, su unidad y su concatenación internas. Al paso se descubren diversos aspectos de la unidad material del mundo. Federico Engels escribió que, debido al descubrimiento de la ley de la conservación de la energía, «se han borrado hasta las últimas huellas de un creador del universo al margen de él.» {(14) Ibíd., pág. 13.} Nada puede comunicar ningún movimiento a un cuerpo material, incluso al más minúsculo, excepto la influencia real de otro cuerpo material, que le transmite total o parcialmente su propio movimiento. En virtud de esta ley, todos los procesos forman una cadena única, en la que no hay ni puede haber nada que no haya sido engendrado por la materia. En ninguna parte, en ningún fenómeno de la naturaleza y de la sociedad, hay ni puede haber acciones que partan de un misterioso «mundo inmaterial» y que testimonien su existencia. Todo tiene sus causas naturales, que radican en estos o aquellos cuerpos materiales, en sus propiedades y desarrollo. La ciencia explica el mundo material a partir de él mismo y no necesita de ninguna esencia sobrenatural al margen de la naturaleza. [101]

 

 

Hubo un tiempo en que los hombres ignoraban en qué consistía la esencia de la vida. Las peculiaridades de los organismos vivos, que los diferencian tan extraordinariamente de la naturaleza inorgánica, sirvieron de pretexto a algunos pensadores para afirmar que la base de la vida es cierta «fuerza vital» inmaterial que dirige todos los procesos en los organismos vivos. En particular, los idealistas declararon que la transformación de la materia inorgánica en orgánica —que tiene lugar en los animales y las plantas— es resultado de la actividad de esa «fuerza vital». Pero las ciencias naturales demostraron que la esencia de la vida es un proceso material de metabolismo, que transcurre de una manera singular y está subordinado a las leyes de la conservación de la masa y la energía, las cuales actúan también en toda la naturaleza restante.

 

 

En otros tiempos se desconocía el origen del hombre. Y eso dio motivo a que se formulara la idea de que ciertas fuerzas inmateriales habían creado el hombre por medio de un «milagro». Sin embargo, llegó un momento en que se dio a este problema una solución auténticamente científica, que excluía la concepción religiosa sobre las fuerzas inmateriales y el misterioso mundo sobrenatural. Esa solución fue iniciada con la doctrina evolucionista de Carlos Darwin. Por su parte, el marxismo hizo una aportación decisiva al esclarecimiento de este problema, demostrando el papel que había desempeñado el trabajo para destacar al hombre del mundo animal.

 

 

Los fenómenos de la conciencia se distinguen radicalmente, por su carácter, de todos los fenómenos materiales. Esta diferencia es aprovechada por los idealistas para declarar carente de base la idea de la unidad material del mundo. Pero como veremos en el capítulo siguiente, la conciencia, aun no siendo material, es una propiedad de la materia organizada de un modo especial, es un producto suyo y no existe sin ella. Los fenómenos de la conciencia no forman ningún mundo singular que se encuentre fuera del mundo material, por encima de él e independiente de él. Y, por consiguiente, no entran en contradicción con la unidad material del mundo. Lo único que hacen es demostrar cuán polifacética y completa es esta unidad, que incluye una gran variedad de formas de la materia en movimiento y una [102] cantidad infinita de sus diversas cualidades y propiedades.

 

 

La vida de la sociedad humana, su historia, la actividad de los hombres y el progreso social son declarados con frecuencia producto de las prescripciones de «la voluntad divina» o resultado de la acción de ciertas ideas, situadas, supuestamente, por encima de la realidad material y dominantes sobre ella. El materialismo histórico ha probado la falsedad de esas opiniones, poniendo al desnudo las leyes objetivas y las causas materiales del desarrollo de la sociedad.

 

 

Para argumentar la tesis que proclama la unidad del mundo tiene importancia decisiva establecer el carácter universal del nexo que existe entre todas las formas de la materia, cualitativamente diferentes, y de las correspondientes formas del movimiento. Este nexo de las diferentes formas de la materia y de las diferentes formas del movimiento ha existido, existe y existirá siempre y en todas partes. En el mundo jamás ha existido, existe ni existirá en parte alguna nada que no sea materia en movimiento o que no haya sido engendrado por la materia en movimiento. En eso consiste precisamente la unidad del mundo.

 

 

El mundo es material. Es único, eterno e infinito. Y el propio hombre, su producto superior en la Tierra, es una parte del gran todo denominado naturaleza.

 

 

La unidad del mundo no puede reducirse a la homogeneidad de su composición físico-química o a la subordinación de todos los fenómenos a las mismas leyes conocidas de la física. En virtud de la acción de la ley universal del paso de los cambios cuantitativos a cualitativos, cada cualidad concreta existe entre determinados límites de medida a escalas finitas de espacio y tiempo. No se la puede extrapolar (extender) al infinito. Por eso toda teoría científica concreta tiene también una esfera limitada de aplicación. La verdad es siempre concreta. Cualquier teoría científica concreta tiene también una esfera limitada de aplicación. La verdad es siempre concreta. Cualquier teoría científica es ineludiblemente un sistema abierto de conocimientos.

   

La materia es de una variedad infinita en sus manifestaciones. Cuando cambian (aumentan o disminuyen) las proporciones de espacio y tiempo, en determinadas etapas, se producen ineludiblemente cambios cualitativos en las propiedades parciales, en las formas de organización estructural [103] y en las leyes de movimiento de la materia. Muchas leyes del micromundo son distintas, en cualidad, de las leyes de los fenómenos macroscópicos, y a la escala gigantesca del Universo existen procesos y estados singulares, insólitos, de la materia, y aún está por crear la teoría que los explique.

   

Así y todo, pese a las diferencias cualitativas y a la inagotabilidad estructural de la materia, el mundo es uno. Esta unidad se manifiesta a escala global en que la materia y sus atributos son absolutos, sustanciales y eternos; en que todos los sistemas materiales y niveles estructurales están concatenados entre sí y se condicionan mutuamente; en que la determinación de sus propiedades es natural; y en que las formas de transformación recíproca de la materia en movimiento son muy variadas y corresponden a las leyes universales de conservación de la materia y a sus propiedades fundamentales.

   

La unidad del mundo se manifiesta asimismo en el desarrollo histórico de la materia, en el surgimiento de formas más complejas de materia y de movimiento basadas en formas relativametne menos complejas. Se manifiesta, por último, en la acción de las leyes dialécticas universales del ser que se revelan en la estructura y en el desarrollo de todos los sistemas materiales.

   

Manifestaciones locales de la unidad del mundo son la homogeneidad de la composición físico-quimica de los cuerpos, la comunidad de sus leyes cuantitativas de movimiento, el parecido de la estructura y de las funciones de los sistemas, la semejanza de las propiedades, que hacen posible modelar los sistemas y procesos complejos, basándose en fenómenos más simples con el fin de obtener mueva información del mundo.

   

La doctrina dialéctica materialista del mundo sobre la materia y las formas de su existencia constituye el cimiento de la filosofía marxista-leninista, la base de la concepción monista, integral del mundo. Reviste inmensa importancia metodológica para la ciencia contemporánea y contribuye a la integración de las ciencias y a la elaboración de una interpretación integral del mundo como materia en movimiento y desarrollo. [104]



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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 04/12/2016 11:57
"Marx es normalmente citado, junto a Émile Durkheim y a Max Weber, como uno de los tres principales arquitectos de la ciencia socialmoderna,2 y ha sido descrito como una de las figuras más influyentes en la historia de la humanidad, en 1999 una encuesta de la BBC fue votado como el "mayor pensador del Milenio" por personas de todo el mundo.3 4 "

En mi humilde concepto Carlos Marx es el más grande pensador que ha tenido   la humanidad  y el que más
 ha contribuido a la liberación de las clases explotadas ...

Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: alí-babá Enviado: 06/12/2016 10:18
Coincido en que es el fundador de la ciencia social, porque en este campo segimos usando la praxis, además fue un genial filósofo. 


 
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