Mañana domingo 14 de junio se arribará al aniversario 170 del natalicio del Mayor General Antonio de la Caridad Maceo Grajales, ocurrido ese día y mes del año 1845 en Santiago de Cuba, en la vivienda donde radica el Museo Casa Natal Antonio Maceo, en la actual calle Los Maceo, no. 16. Su bautizo se registró en la iglesia de Santo Tomás Apóstol de esta ciudad, donde aparece como hijo natural de Mariana Grajales Cuello, pues ella aún no había contraído matrimonio con Marcos Evangelista Maceo y este no se oficializa hasta 1851. En 1899 el acta fue enmendada y reconocido el origen paterno.
Su infancia transcurrió bajo las normas éticas impuestas por los padres en el hogar, consolidadas por maestros privados, por lo que su instrucción fue elemental. Se casó el 16 de febrero de 1866 con María Magdalena Cabrales Fernández, su compañera en la vida e ideales. Se incorporó a la Guerra de los Diez Años pocos días después del estallido revolucionario. Aparece entre los condenados a muerte por el gobierno español, según resolución dictada por el Conde de Valmaseda, en marzo de 1869 y ratificada en enero de 1871.
Desde el inicio de la contienda despuntó por su gran capacidad política y militar que le permitió en poco tiempo convertirse en uno de los hombres más grandes del proceso independentista cubano, no solo por las numerosas acciones combativas y heridas que recibió, sino por el alto sentido de la disciplina e intransigencia demostradas con creces en diferentes momentos de los 28 años dedicados a la causa redentora de la Patria. Significativa fue su respuesta ante el Pacto del Zanjón cuando se creía todo perdido. En Mangos de Baraguá, hizo posible que la bandera enarbolada el 10 de Octubre de 1868 no cayera, convirtiéndose en representante genuino de la dignidad del pueblo cubano y su anhelo emancipador. Este acontecimiento es conocido en la historia de Cuba, como la Protesta de Baraguá y José Martí lo califica como “[…] de lo más glorioso de nuestra historia”.1
Durante la Tregua Fecunda vivió en varios países del Caribe y Centroamérica, sin perder la esperanza de libertar a su pueblo. Al estallar la Guerra Chiquita trató de incorporarse con una expedición desde Haití, pero el espionaje español, a través del personal diplomático y sus agentes, frustraron sus planes, para lo cual acudieron además, al intento de secuestro y asesinato, todos sin éxitos.
Ante el fracaso de la Guerra Chiquita regresó a Kingston, Jamaica. Aquí nació en mayo de 1881 su único hijo, nombrado también Antonio, resultado de su relación extramatrimonial con Amelia Marryat; a él dedicó atenciones afectivas y económicas. Tras el nacimiento del pequeño, marchó a Honduras, donde permaneció hasta 1884 en el cargo de Comandante de los puertos de Omoa y Cortés, con el grado de General de División.
El nuevo intento insurreccional conocido como Plan Gómez-Maceo, lo condujo en agosto de 1884 a salir de Honduras y realizar un periplo por el Caribe, en busca de recursos para el movimiento, periodo en el cual, en Nueva York, el 2 de octubre de 1884, conoció personalmente a José Martí, con quien había tenido un intercambio epistolar en 1882. El Apóstol dejó en varios escritos sus impresiones sobre Maceo, en uno de ellos expresó: “Ud es para mí —y lo digo a boca llena y a pluma continua uno de los hombres más enteros y pujantes, más lúcidos y útiles, de Cuba […] y ud, es demasiado grande Maceo”.2
Tras el fracaso del movimiento —entre otras causas por falta de recursos económicos, organización y el accionar del espionaje español—, el Titán se mantuvo en Panamá por algún tiempo, donde trabajó en la construcción del canal. De allí partió a Jamaica y luego a Cuba, para realizar un nuevo intento conspirativo conocido como Paz del Manganeso, que también fracasó y propició su expulsión de Santiago de Cuba.
Entre 1891 a 1895 se estableció en Costa Rica, en la región de Nicoya, donde organizó una colonia agrícola en espera de mejores condiciones para reiniciar la lucha; a este asentamiento lo nombró “La Mansión”. Durante esta etapa lo visitó José Martí en dos ocasiones, con propósitos conspirativos.
El 25 de marzo de 1895 partió desde Puerto Limón, en una expedición dirigida por el Brigadier Flor Crombet que desembarcó en Duaba, Baracoa el 1ro. de abril. Con su llegada a Cuba logró incorporar numerosas fuerzas a la causa independentista, libró con éxito campañas militares en Oriente y desarrolló junto a Gómez y otros patriotas la Invasión a Occidente.
El 7 de diciembre de 1896 en San Pedro, Punta Brava, se produjo su heroica caída en combate, junto a su ayudante, el Capitán Francisco “Panchito” Gómez Toro. Su cuerpo tenía 26 heridas y por su coraje e intransigencia revolucionaria se ganó el epíteto de “El Titán de Bronce”. Con su muerte perdió Cuba a uno de sus más firmes pilares; al respecto el Generalísimo Máximo Gómez, en carta de pésame a María Cabrales escribió: “[…] pierde usted el dulce compañero de su vida, pierdo yo al más ilustre y al más bravo de mis amigos y pierde en fin el Ejército Libertador a la figura más excelsa de la Revolución”.3
El pueblo cubano lo recuerda y ha seguido su ejemplo en las múltiples batallas por la definitiva independencia. Constituye un paradigma de los más altos valores morales, donde resalta su profundo humanismo, su altruismo revolucionario, su férrea disciplina y su incondicional amor a Cuba. La actuación ejemplar del Mayor General Antonio Maceo Grajales como soldado de la Patria, le hizo merecer importantes grados militares y alta estima de sus coterráneos y su pueblo e incluso el respeto de muchos de sus enemigos. Estudiar su vida, hazañas y epopeyas nos hará sentirnos aún más comprometidos con la obra de la Revolución Cubana.
*Investigadores del Centro de Estudios Antonio Maceo Grajales.
1José Martí: Carta a Maceo, 25 de mayo de 1893, desde New York, Aparece en las Obras Completas, tomo III, p.223.
2 José Martí. Ob. Cit., p.149.
3 Máximo Gómez Báez. Carta de pésame a María Cabrales, escrita el 1ro. de enero de 1897. Aparece en: Gonzalo Cabrales Nicolarde: Epistolario de héroes. Cartas y documentos históricos. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1996, p. 169.