Y de las rejas salió la luz

. ¿Qué fue lo que más leyó y escudriñó Fidel en los libros que empuñó por armas en Presidio?, son algunas de las reflexiones a que invita en la actual batalla, la recordación de su excarcelación hace 47 años

Por: Diego Rodríguez Molina

El 15 de mayo de 1955, a su triunfal salida de la cárcel, regresó Fidel al frente del combate que nunca ha abandonado.

Volvió con más experiencia y arraigo, pero ya no solo como jefe del destacamento de los muchachos del Moncada, como también les llamaban, sino de todo su pueblo, que desde entonces devino segura tropa e hizo a los comités por amnistía, primero, y las células del Movimiento 26 de Julio, después, las columnas que abrieron el camino de la lucha indetenible.

Si para esa vanguardia el 26 de Julio constituyó su bautismo de fuego, el Presidio apenas meses después, en el mismo año 1953, fue una de las mayores pruebas para la resistencia y temple de los 28 sobrevivientes de aquellas acciones, confinados a la entonces Isla de Pinos.

Enorme fue el desafío de sufrir la doble condena del encierro en un modelo de terror y el destierro a más del centenar de kilómetros de mar, alejándolos aún más del resto de la nación, además de otras represalias: constantes vejámenes, torturas físicas y psicológicas, amenazas y presiones, el aislamiento de su líder de apenas 27 años junto al hermano, de menor edad, la incomunicación y la permanente censura, los acosos extremos de dormir bajo la cegadora iluminación de bombillos de 500 watt, mientras mantenían a Fidel apartado y sin luz durante casi seis semanas, entre otras privaciones y arbitrariedades, en fin, los mayores absurdos para mellar los pocos años y frustrar sus sueños.

“... la cárcel será dura como no lo ha sido nunca para nadie, preñada de amenazas, de ruin y cobarde ensañamiento, pero no la temo, como no temo la furia del tirano miserable que arrancó la vida a setenta hermanos...”, anticipa Fidel en su autodefensa del 16 de octubre del 53, el día antes de llegar aquí.

En represalia a la osadía de cantarle la Marcha de la Libertad (llamada luego del 26 de Julio) al tirano en sus mismas narices, Agustín Díaz Cartaya, fue llevado a las infernales celdas del pabellón de enfermos mentales, al igual que otros asaltantes: Ramiro Valdés, Oscar Alcalde, Ernesto Tizol e Israel Tápanes, quienes permanecieron allí durante 15 días de perenne maltrato. 

--Abrieron la celda y me cayeron arriba. Me desnudaron dándome trompones, patadas y con “bichos de buey”, relataría el propio autor de aquel Himno, hasta que quedó herido y sin conocimiento tras la paliza de seis matones.

“Ya tengo luz; estuve cuarenta días sin ella –narra Fidel en carta el 22 de marzo del 54-- y aprendí a conocer su valor. No lo olvidaré..., como no olvidaré la hiriente humillación de las sombras; contra ellas luché... con una lucecita de aceite pálido..., los ojos ardientes, el corazón sangrando de indignación.

El 12 de junio refería otra de las vicisitudes: “Solo tengo compañía cuando en la pequeña funeraria que está delante de mi celda tienden algún preso muerto que en ocasiones son ahorcados misteriosos, asesinatos extraños en hombres cuya salud fue aniquilada a fuerza de golpes y torturas. Pero no puedo verlos porque hay perennemente una mampara de seis pies... frente a la única entrada de mi celda para que no pueda ver ningún ser humano, ni vivo ni muerto...”

Hay pesadumbre, mas, no abatimiento. Ni soñar aquí tampoco con los fusiles para el adiestramiento, ni las trincheras de piedra donde apoyar el rifle, pero los libros devinieron armas y peldaño a peldaño de estudio, en la Academia Ideológica Abel Santamaría, la biblioteca Raúl Gómez García o las lecturas colectivas, se erigieron trincheras de ideas que hoy hacen suyas todo un pueblo.

Según me revelara hace poco Mario Mencía, Fidel aquí leyó más de Historia que de otra temática y más de Historia de Cuba que de las restantes; conocía más de las revoluciones Francesa  y Americana que de la de Octubre, y escudriñó más en la literatura narrativa –y en esta la social- que otros géneros, al tiempo que profundizó más en otras escuelas filosóficas que la marxista-leninista, lo que ejemplifica cómo amplió sus conocimientos y se preparó para hacer irreversible el triunfo de las futuras batallas.

Y en carta donde alertaba de los posibles gastos materiales en que pudieran incurrir los amigos afuera para la inminente salida, aclara: “...no necesito absolutamente nada; libros solo he necesitado y los libros los tengo considerados como bienes espirituales”, y enfatiza “...nosotros estamos fuertes como robles, insensibles ante las privaciones, menos necesitados de que... se sacrifiquen... deseo... que mis libros –ya enviados– estén arreglados y en orden para cuando yo llegue, me conforta, me alegra y me hace más feliz...”.

Lo decía con el convencimiento de quien había llegado a la conclusión, según asevera en esa misma carta del 2 de mayo del 55: “Valdré menos cada vez que me vaya acostumbrando a necesitar más cosas para vivir,... eso me hace tanto más temible como apasionado defensor de un ideal... Más independiente seré, más útil, cuando menos me aten las exigencias de la vida material.”

“Los muchachos todos son magníficos. Constituyen la elite porque han pasado por mil pruebas –reconocería el líder indiscutible entre ellos--. Los que aprendieron a manejar las armas, aprenden a manejar los libros para los grandes combates de mañana. La disciplina es espartana...”

“¡Que escuela tan formidable –sentenció entonces—es esta prisión!...siento reafirmarse más mi convicción de sacrificio y de lucha”. Uno a uno rechazaron los ofrecimientos de libertad condicionadas al abandono de la lucha. La respuesta fue bien clara: “Mil años de cárcel antes que la humillación”.

Nunca se sintieron derrotados, pese a las calumnias lanzadas sobre ellos. Nada ni nadie podía ya detenerlos. Se sabían invencibles como sus ideas, y continuadores de Martí y Maceo. El tiempo, su firmeza y la lucha dentro y fuera, con el pueblo presionando al dictador, les concedió la libertad, dio la razón e hizo dueños, junto a todos los cubanos, de los destinos de la nación.

Ya no había rejas lo suficientemente fuertes y altas que pudieran retener a Fidel y sus compañeros. Solo quedaban dos opciones. O asesinar al joven líder, como querían y hubieran preferido los que rodeaban a Batista, aunque ya era tarde. O proceder a la amnistía para confundir al pueblo, quien movilizado la hizo posible y demostró cuan claro y lejos vio el camino de lucha.

La cercanía del sesquicentenario del natalicio de Martí, vuelve a convocar a las nuevas generaciones al combate frente a calumnias y amenazas del imperio más poderoso y endeble a la vez, con las mismas e invencibles armas que entonces desmoronaron rejas, muros e infamias.

Hoy, cuando se impone multiplicar el 15 de mayo y seguir abriendo las cárceles del engaño impuesto por el imperio yanqui y de su injusticia atroz contra nuestros cinco héroes condenados en sus entrañas, urge convertir las conciencias en tribunas abiertas al razonamiento, e incitar a las muchas preguntas con las que vendrán las respuestas justicieras y revolucionarias que exigen este mundo encadenado por el pensamiento único neoliberal, entre cuyas rejas, como hace 47 años, volverá a salir la luz.

                         PASEN TODOS UN BUEN FIN DE SEMANA ! ! !

                            Y UN FELIZ DIA DEL AMIGO ! ! ! ! !

                                  REVOLUCIONARIAMENTE . . .

                                         (Gran Papiyo)