Distantes por los años, cercanos en ideas. Las fechas no logran separar a quienes nacen con estirpe de emancipador. Sesenta y cinco años después de la muerte de Simón Bolívar, advertía Martí que lo que no había hecho el Libertador estaba por hacerse todavía. Supo tempranamente el Apóstol cubano que América no era lo que el venezolano había soñado. Sabía de la desigualdad, de la miseria, de un continente que administraba mal la libertad que para ella había ganado el inmenso Bolívar.
Con la integración, con uniones inexpugnables soñaron, cada uno en su momento, Bolívar y Martí. La Gran Colombia desveló a Bolívar, a Martí, la idea de arrancar de todos los cubanos las divisiones que ayudaron a echar por tierra la Guerra de los Diez Años. Por eso fundó el Partido Revolucionario Cubano, el ente aglutinador de voluntades que ayudaría a materializar la Independencia cubana de España. Por eso hablaba incansablemente, por eso sumaba conciencias y brazos, quizás por eso mismo recordaba a Bolívar.
En su sueño anhelante de libertad para una Cuba todavía esclava, evocaba Martí a Bolívar, “hombre en verdad extraordinario”, como dijo. Y preguntaba, para sí y para sus oyentes, en aquel inolvidable discurso en la Sociedad Literaria Hispanoamericana el 28 de octubre de 1893, qué sitio ocuparía, a más de medio siglo de su muerte, el Libertador.
“(…) ¿A dónde irá Bolívar? ¡Al respeto del mundo y a la ternura de los americanos! ¡A esta casa amorosa, donde cada hombre le debe el goce ardiente de sentirse como en brazos de los suyos en los de todo hijo de América, y cada mujer recuerda enamorada a aquel que se apeó siempre del caballo de la gloria para agradecer una corona o una flor a la hermosura! ¡A la justicia de los pueblos, que por el error posible de las formas, impacientes o personales, sabrán ver el empuje que con ellas mismas, como de mano potente en lava blanda, dio Bolívar a las ideas madres de América! ¿A dónde irá Bolívar? ¡Al brazo de los hombres, para que defiendan de la nueva codicia y del terco espíritu viejo la tierra donde será más dichosa y bella la humanidad! ¡A los pueblos callados, como un beso de padre! ¡A los hombres del rincón y de lo transitorio, a las panzas aldeanas y los cómodos harpagones para que, a la hoguera que fue aquella existencia, vean la hermandad indispensable al continente, y los peligros y la grandeza del porvenir americano!”.
Casi un siglo después de la fundación del Partido Revolucionario Cubano, y a casi dos del natalicio del Libertador, otro hombre evocaba, a través de las palabras de Martí, la obra inacabada de Bolívar.
En 1982, el capitán Hugo Chávez dio un discurso donde hacía suyas las palabras del Apóstol cubano. “Bolívar tiene qué hacer en América todavía”, dijo.
Y siguió: “Pero así está Bolívar en el cielo de América vigilante y ceñudo, sentado aún en la roca de crear, con el inca al lado y el haz de banderas a los pies; así está él, calzadas aún las botas de campaña, porque lo que él no dejó hecho, sin hacer está hoy”, citó el capitán.
Sostienen algunos historiadores que esta arenga fue el germen del Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR200), fundado bajo la sombra del Samán de Güere, y que tomó los ideales del Libertador como bandera.
De la mano de Bolívar, y de la de Martí, hacía nacer Hugo Chávez una nueva esperanza para América. ¿A dónde irá Bolívar?, había preguntado Martí muchas décadas antes. Y la respuesta parece haberla oído claramente el joven e idealista capitán: “¡Al brazo de los hombres, para que defiendan de la nueva codicia y del terco espíritu viejo la tierra donde será más dichosa y bella la humanidad!”
En el aniversario 109 de la caída en combate de José Martí, el 19 de mayo de 2004 Chávez daría fe de la grandeza del cubano. Ese día, recordando al Apóstol, reiteró la decisión que le acompañaba de “construir la Patria que nos robaron tantas veces, la Patria que nos negaron tantas veces”. Así se refirió entonces, el ya presidente de Venezuela, al héroe de la isla antillana.
“19 de mayo de 1895, día de gloria que hay que recordar con gloria, con honor y con mucha fuerza. La muerte de Martí (…) fue producto del valor, un valor rayando en la audacia, en la temeridad y en la gloria. Martí no había combatido nunca en guerras, con armas en la mano, pero fue quien armó la Revolución, viajó por el Caribe, incluso por Estados Unidos, buscando apoyo. Armó las ideas y la logística, produjo la unión de las distintas corrientes que había en Cuba, pero él no había combatido, quiso ir a combatir también. (…) Yo me conseguí a Martí hace muchos años, lo conseguí en los cuarteles de Venezuela, vean hasta donde dejó sembrado este bolivariano su huella aquí en Venezuela”.
Y la semilla que en Venezuela dejara Martí germinó en otros sueños integracionistas, en alianzas de amor que hablan en quechua y guaraní, que devuelven a los ojos luz, que dan a los niños lápices en vez de azadas, que reparten alegrías y esperanzas y buscan hacer la tierra “más dichosa y bella la humanidad”.
(Tomado de Ciudad CCS)