Exactamente 147 años atrás, el 10 de octubre de 1868, "la siempre fiel Isla de Cuba", se rebelaba contra el poder colonial de España, comenzando una gesta por su independencia que trascendió sus fronteras.
Lo que pocos saben es que los ecos de esa epopeya llegaron hasta el imperio ruso, motivando la admiración y la solidaridad de algunos de sus hijos al punto de llegar a enrolarse en aquella guerra.
El Coronel René González Barrios, presidente del Instituto de Historia de Cuba, ha seguido como nadie las huellas dejadas por aquellos mambises rusos. Hoy, Sputnik Nóvosti conversa con este reconocido investigador.
¿Cómo se reflejaron en Rusia las guerras por la independencia de Cuba?
La prensa del gigante euroasiático siguió muy de cerca los acontecimientos de la isla. Algunos de los más resueltos revolucionarios liberales emigrados en Ginebra, Suiza, se plantearon en 1870, en el seno de la Sección Rusa de la Primera Internacional, viajar a combatir "a Cuba donde comenzó la insurrección republicana", según recoge el libro de Ángel García y Piotr Mironchuk, Diario de un mambí ruso.
Al gobierno imperial ruso le resultaba de interés el desarrollo de la guerra y el estudio de sus experiencias. En la contienda del 95, el Cuartel General del Ejército envió como observador en el Ejército Español al coronel I. Zhilinski. En 1898 incorporaría al ejército interventor de los Estados Unidos, al también coronel N. Ermalov, quien un año después describiera en un libro sus experiencias de la guerra.
¿Quiénes fueron y qué motivó a los rusos que decidieron enrolarse en la lucha cubana?
Llevados por sus ideales, o por la admiración que despertaba el heroísmo cubano, hijos de Rusia marcharon por su cuenta y riesgo a compartir la suerte de la isla rebelde.
A inicios del mes de abril de 1896, tres jóvenes rusos residentes en San Petersburgo y amigos de infancia, decidieron pelear por Cuba Independiente. Piotr Platonovich Strelsov, de 21 años, era teniente de la reserva del ejército imperial y trabajador de ferrocarriles en el momento de la partida. Eustafi Iosifovich Kontantoinovich, tenía 22 y estudiaba arquitectura en la Academia de Bellas Artes. Nicolai Guerasimovich Melentiev, también de 22 años de edad, laboraba en el Departamento de Medicina de aquella ciudad.
¿Cómo llegan a Cuba?
En el vapor mexicano Nicaragua, realizaron la travesía de diecinueve días que los condujo a Nueva York, donde se pusieron en contacto con representantes del Partido Revolucionario Cubano, a quienes revelaron sus nobles intenciones.
El 23 de julio parten de Nueva York y comienzan el largo calvario que los conduciría definitivamente a la isla. La persecución y hostilidad del gobierno norteamericano a los revolucionarios cubanos, lejos de demostrar neutralidad en el conflicto, lo identificaba plenamente con el gobierno español, a quien ofrecían todo tipo de apoyo logístico y colaboración militar. En el puerto de Charleston permanecieron hasta el 13 de agosto. Trasladados al puerto floridano de Jacksonville, de allí marcharon el 31 de agosto y tras varias maniobras de distracción, burlando al espionaje español y norteamericano, lograron abordar el 3 de septiembre el vapor Three Friends. El 7 de septiembre, desembarcaban en la playa de María la Gorda, península de Guanahacabibes, extremo occidental de la provincia de Pinar del Río.
¿Qué se conoce de su experiencia ya en tierras cubanas?
La expedición en la que se enrolaron estaba destinada a reforzar al Lugarteniente General Antonio Maceo, quien al conocer su arribo, marchó a su encuentro. Los jóvenes rusos quedaron a las órdenes del héroe cubano. Deslumbrados por su figura, Strelsov escribiría en su diario: "Maceo nos recibió con mucho agrado y entre otras cosas expresó que se sentía muy satisfecho de tener ante sí a representantes de una nación tan grande y lejana como Rusia. Cada vez que llega un extranjero —subrayó él- me da una nueva esperanza en la pronta liberación de nuestra desdichada patria, ya que teniendo las simpatías de todo el mundo venceremos."
En Montezuelo, el 24 de septiembre, tienen su bautismo de fuego. Fue una batalla encarnizada. Los cubanos sufrieron setenta y ocho bajas entre muertos y heridos; los españoles más de un centenar. Tres días después, en Tumbas de Estorino, dos columnas españolas intentan cercar al general Antonio Maceo produciéndose otro encarnizado combate. Las bajas cubanas esta vez pasaron del centenar y la de los españoles de doscientos. El joven ruso Eustafi Konstantinovich, recibió un balazo en una pierna.
Tras el combate, los heridos y enfermos fueron trasladados a la prefectura de Francisco. Allí el general Antonio Maceo se despidió de los tres jóvenes rusos. En menos de un mes de guerra, Konstantinovich herido y Melentiev padeciendo terriblemente de disentería y fiebre amarilla. El joven Strelsov quedó a su cuidado, junto a cuatro soldados cubanos y otros heridos.
En aquellas excepcionales y adversas condiciones de campaña, sin medicamentos, médicos, ni comida, tras varios días de travesías, vagando por montes desconocidos, llegaron a la conclusión, según palabras de Strelsov, "…de que nuestra permanencia en Cuba ya era una inútil pérdida de tiempo" y que "… si hubiéramos podido llegar adonde estaba Maceo, mis compañeros se hubieran convertido en una carga para los insurgentes…" A fines de octubre de 1896 concluían su odisea presentándose en el fuerte de Punta de la Sierra. Fueron hechos prisioneros, sufriendo maltrato. En el clima y la naturaleza, encontraron los mambises rusos a sus principales enemigos.
¿Cuál fue su destino posterior?
El 5 de noviembre de 1896, eran deportados a Nueva York en el navío norteamericano Yumurí. Su llegada a la gran ciudad fue reseñada por el diario New York Times. Desde entonces, sin olvidar a Cuba, concentraron sus esfuerzos en la lucha contra el zarismo, ingresando años después en las filas del Ejército Rojo.
¿Hubo algún otro mambí ruso que se conozca?
Sí. Impactado también por la causa cubana, a principios de enero de 1898 llegaba a La Habana, enviado desde París por el patriota puertorriqueño Ramón Emeterio Betances, un ciudadano ruso de apellido Arkomatoff. El 15 de ese mes, el mayor general José María Rodríguez, "Mayía", refería en una carta, "el militar ruso está con nosotros desde hace unos días…"
Poco después, pasaba la trocha en dirección a la provincia de Pinar del Río y se incorporaba al Estado Mayor del Sexto Cuerpo del Ejército Libertador. El destino de su vida continúa siendo una incógnita.
La solidaridad de los rusos fue años después reciprocada con la de jóvenes cubanos que combatieron en la Gran Guerra Patria, forjando la simiente de una amistad que llega hasta hoy.