El Centro Ruso de Estudios de la Opinión Pública (VTsIOM, por su siglas en ruso), se estblaeció en 1987 y es la insitución más antigua de la Rusia postsoviética dedicada a la realización de encuestas. Es uno de los principales centros sociológicos del país y de estudios de mercado. Se trata de una agencia estatal, dependiente del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales.
— Recientemente el índice de aprobación de Putin ha alcanzado su máximo, cercano al 90%. ¿Hasta qué punto cree que es posible se mantenga y qué significa este apoyo público para el futuro desarrollo del país?
— Cuando hace año y medio el apoyo llegó hasta el 86%, nadie pensaba que iba a ser tan alto durante tanto tiempo, de hecho, se esperaba que bajase hasta el 65-70%. Pero eso no ocurrió. ¿Por qué? En mi opinión, Putin ha tenido su segundo renacer a nivel simbólico. Pasó de ser un político comparable a otras figuras públicas, a convertirse en una especie de figura histórica.
Su capacidad para determinar el futuro del país está fuera de toda discusión. Los rusos pensaban que las acciones en Crimea y Ucrania eran necesarias y que había que demostrar al mundo lo que es Rusia, sin depender de presiones externas. Básicamente, en algunos sentidos, cumple las características propias de un "zar".
Este epíteto tiene connotaciones negativas, pero tiene un paralelismo interesante. ¿Quién debería medir la aprobación del zar? Resulta absurdo.
Por otro lado, se puede medir la popularidad del primer ministro y en este sentido el sistema ruso es cuasimonárquico: Putin ha ido mucho más lejos que otros políticos y se ha convertido en una institución en sí mismo. Al menos que decida dejar su posición, seguirá en el poder.
— ¿Qué riesgos provoca esto a largo plazo?
— El riesgo proviene cuando llegue el momento de dejar la política y lo haga sin un sucesor, lo que puede provocar el colapso del sistema. Pero no me parece que sea urgente. La actual legislatura termina en 2018 y es muy probable que gane esas elecciones. Así que si hay riesgos serán en 2022.
— ¿Cuál es la correlación entre el desarrollo interno de Rusia y su política exterior?
— Al hablar de Rusia en el contexto global, es necesario indicar que no éramos nada en los años 90. No creíamos en nosotros mismos y apenas teníamos recursos para sobrevivir, ni para garantizar el desarrollo económico.
Durante los últimos 15 años hemos sido capaces de resolver algunas cuestiones urgentes y centrarnos en áreas con mayor potencial. Hay buenos resultados en lo que respecta al desarrollo económico y también en el aspecto político. Sin embargo, estos logros se consiguieron pagando un precio: Rusia sigue siendo, sobre todo, un exportador de materias primas con los riesgos que conlleva la fluctuación de los precios del petróleo. Las materias primas se comercian en dólares y el sistema financiero es vulnerable a la influencia externa, lo que es evidente en relación a las sanciones.
También está claro que todavía estamos lejos de actuar como iguales con Occidente. La habilidad de Rusia para sostenerse a sí misma bajo presión es limitada. Hay cuestiones urgentes en áreas como la tecnología, las finanzas y los negocios que tienen que resolverse de manera urgente. De modo que nuestra prioridad es enfocarse en el desarrollo interno.
En este sentido, podemos hablar de una situación similar en China. Desde1975 el país asiático ha tenido un gran desarrollo económico y un notable avance tecnológico. Sin embargo todavía hay una brecha entre China y Occidente. Algo que también existe entre Rusia y Occidente. Nuestro principal foco es interno, no externo.
Las iniciativas de la política exterior rusa en el último año no responden a querer mostrar “nuestro músculo”, sino que son una consecuencia inevitable de nuestro estatus como superpotencia. Esta situación implica requisitos que si no se cumplen provoca que te expulsen de esta "liga". Ahora estamos en una posición diferente a nivel mundial.
— ¿Cómo caracteriza la relación entre la política exterior de Moscú, la opinión pública y la cobertura mediática? ¿Los medios estatales influyen sobre la opinión pública para que apoye al Kremlin o es la opinión pública la que hace que el Kremlin se adapte?
— En los años 90 apenas había medios comunistas y la televisión era básicamente liberal, estaba a favor de una economía de mercado. Sin embargo, el Partido Comunista y el nacionalista LDPR conseguían gran apoyo parlamentario. Esto es un ejemplo de las dificultades de los medios para dirigir al público.
Actualmente la situación es diferente. Las voces liberales no se oyen y carecen de poder político. Los medios liberales son marginales, mientras que en los últimos años la mayoría de los medios apoyan al Estado, tienen un discurso patriótico y antioccidental. Esto resulta muy popular.
¿Tratan de imponer una agenda política o es que hablan la misma lengua que la gente de a pie? Estoy inclinado a pensar que la segunda opción es la correcta. En los últimos años ha crecido la popularidad de la televisión. Mucha gente la ve porque responde a sus demandas. Creo que son los medios los que han cambiado, y no el estado de ánimo de la gente.
— En relación a las relaciones ruso-estadounidenses, ¿cómo ha cambiado la actitud de la población respecto a los EE UU? ¿Cuáles son los principales factores que influyen en los rusos?
— Para Rusia los EE UU siempre serán uno de los países más importantes y con el que nos compararemos, aunque nos resulte molesto. Por esta razón la dinámica de nuestra relación es cíclica.
El momento más positivo fue tras el colapso de la URSS. Después, en 1998, hubo un desencanto, tras nuestra debacle económica y los bombardeos de Yugoslavia. En 2001, tras los ataques del 11S hubo un momento de simpatía, cuando los EE UU se convirtieron en un víctima y mostraron cierta debilidad.
Dos años después, tras la invasión de Irak, llegó un periodo de enfriamiento de las relaciones. Ahora vivimos otro alejamiento y el porcentaje de personas que tiene una actitud positiva hacia los EE UU está en mínimos históricos. Al mismo tiempo, la actitud hacia China, que siempre ha estado caracterizada por el escepticismo y el miedo a una colonización, ha mejorado considerablemente.
Así que se espera que el acercamiento entre Rusia y EE UU se produzca en 2016, tras las elecciones presidenciales. Cada nuevo presidente de los EE UU trata de restablecer las relaciones, olvidándose de lo ocurrido hasta ese momento y apostando por un nuevo inicio. Para Rusia es más complicado hacer esto: nuestra historia es cinco veces más larga y tendemos a mirar hacia el pasado y no tanto hacia el futuro.