El día en que se conmemoraba la partida del Granma, exactamente en ese mismo día como seguramente lo quiso, Fidel partió en busca de nuevos horizontes de lucha. Lo hizo en la seguridad de que la siembra que hizo a lo largo de su vida ya había germinado. Que sus enseñanzas serían imperecederas. Que el capitalismo conduce a la humanidad a su extinción. Que sólo el socialismo y el comunismo le otorgarán condiciones para la sobrevivencia.de la especie humana. Que la lucha contra el imperialismo es un combate que se libra día a día, bajo diversas formas y que sólo finalizará con la derrota definitiva del monstruo. Que jamás éste admitirá la soberanía, la autodeterminación y la felicidad de los pueblos. Que apelará a cualquier recurso para mantenernos bajo su yugo. Que el socialismo y el comunismo son por definición internacionalistas y solidarios, como lo fue la Revolución Cubana bajo su inspiración. Y como lo seguirá siendo.
Por eso Fidel vive en cada una y en cada uno que lucha sin descanso por un mundo mejor. Fidel se fue pero está como inspiración, ejemplo, estímulo. Como una vez también se fue Bolívar, y algunos hombres pequeños y mediocres pensaron que se había ido para siempre. No se dieron cuenta de que volvería, sólo que de otro modo, como lo asegura la bella poesía de Pablo Neruda. Como se fue el Che, para al poco tiempo regresar y estar presente en todas las luchas a lo ancho y a lo largo del planeta. Como lo está Chávez, eterno en el alma de nuestros pueblos. Y lo mismo ocurrirá con Fidel, más presente que nunca sólo que bajo otra forma. Iluminándonos como la reencarnación contemporánea del Quijote, ese amante de las utopías realizables que vivía para “Soñar el sueño imposible, luchar contra el enemigo imposible, correr donde los valientes no se atrevieron, alcanzar la estrella inalcanzable. Ese es mi destino.” Seguiremos por el camino que nos ha señalado, hoy más que nunca Comandante. ¡Hasta la victoria siempre!