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Respuesta  Mensaje 1 de 4 en el tema 
De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 12/03/2017 11:07
PREMATURO DESGASTE DE UN GOBIERNO QUE MUESTRA LOS DIENTES
Tres es tres
Las tres movilizaciones y los paros de la semana pasada, más los que se avecinan la próxima y hasta el 24 de marzo, junto con el rebrote inflacionario, el incremento de las percepciones negativas sobre el futuro y el descrédito sobre la honestidad presidencial marcan el peor momento en sus quince meses. Ante el desgaste y el clima social que desbordó a la CGT, el gobierno muestra los dientes y endurece posiciones.
 
(Imagen: Leandro Teysseire)

Lunes 6, docentes; martes 7, centrales sindicales; miércoles 8, mujeres. La semana más intensa de los últimos años transcurrió con multitudes en las calles (cerca de un millón de personas según los organizadores) y casi sin incidentes, salvo unos forcejeos y empujones al terminar el acto de la CGT y una cacería de mujeres lanzada desde los gobiernos nacional y porteño dos horas después de la desconcentración. Los opinadores seriales del establishment gráfico, radial y televisivo compararon el primer episodio con los crímenes de la Triple A en 1974 y con la quema del cajón de Herminio Iglesias en 1983, ejemplos de la incurable barbarie peronista, y se gastaron todos los adjetivos para denigrar a las pibas que no quisieron callarse su opinión sobre el rol que asignan a la Iglesia Católica en la situación desmedrada que padecen. El segundo paro de género en dos años coincidió esta vez con el día internacional de la mujer trabajadora e, igual que en octubre de 2016, con las idas y vueltas de la CGT que no termina de fijar fecha para el primer paro general bajo el gobierno de la Alianza Cambiemos. Uno de los posters anónimos que convocaron decía “Putas como Eva/Locas como las Madres/ Yeguas como Cristina/ Negras como Milagro/ Y con los ovarios que le faltan a la CGT”. Y entre las consignas repetidas con más entusiasmo en la calle, una decía “Pusimos fecha/ La puta que los paró” y otra “Sí-se-puede/hacerle un paro a Macrì”. El gobierno y los medios que lo apoyan buscan minimizar el impacto que los paralizó de asombro. 

Descontrol programado

Una pobre quema de papeles en la vereda fue convertido por los comentaristas en un atentado a la Catedral, y el secretario de Seguridad de la Ciudad, Marcelo D’Alessandro, justificó la acción policial contra lo que llamó “violencia brutal” de las chicas. Nada dijo de la agresión a quemarropa contra una de ellas con balas de caucho, ni sobre la decisión de no detenerla para evitar que quedara registro de sus heridas, y muy poco sobre la presencia junto con la policía del militante del partido neonazi del fuhrer de Balvanera Alejandro Biondini, Ignacio Montagut, el hombre joven que exhibió una bandera del Vaticano frente a las mujeres que gritaban por el aborto libre y gratuito frente a la Catedral, lo que provocó su reacción e inició los pequeños incidentes. Montagut se autodefine como “Amigo de la Gorra”, teoría que demostró el miércoles.  Además trabaja con el manager de redes oficial Yamil Santoro y ambos son dirigentes del partido de Patricia Bullrich, Unión por la Libertad. Las palabras de D’Alessandro son graves porque defendió la presencia de policías de civil encargados de marcar manifestantes para detenerlos horas después y a centenares de metros de distancia, con el pretexto de “proteger la integridad física de los terceros”, lo cual es un contrasentido. Dos de las chicas detenidas en forma violenta son colaboradoras de este diario y estaban trabajando. Tampoco nada prueba que el resto haya tenido alguna relación con la reyerta frente a la sede confesional. Según D’Alessandro los policías se atuvieron a la ley  “que tuvo el consenso mayoritario de la Legislatura porteña por su contenido moderno de derechos humanos”. D’Alessandro se burla de sus cándidos oyentes o no conoce la ley 5688 que cita, del Sistema Integral de Seguridad Pública, porque en forma taxativa prohíbe en caso de manifestaciones la actuación de policías de civil y también de uniforme sin la placa identificatoria (artículo 100). Esto coincide con la Orden del Día 184 de la Policía Federal y con la Resolución 210 del Ministerio de Seguridad de la Nación, de 2011, que no fue derogada. Es decir que cualquiera sea el cuerpo policial actuante, lo hizo al margen de la legalidad vigente, lo cual no se subsana con las opiniones de los funcionarios ante la prensa, sólo útiles para medir el desconocimiento de casi todo que les aqueja o su impavidez para mentir. Ya antes de la concentración, la policía había operado en forma injustificable contra cuatro chicas hostigadas por una patota de Cristo Rey a las que persiguieron durante varias cuadras acusándolas de pintar consignas sobre la marcha. Ellas fueron detenidas por supuesto daño y atentado, no se sabe a qué ni a quién, y ellos siguieron camino muy sueltos. Lo único claro fue la adhesión política al descontrol represivo. La confusión imperante era tal que recién al día siguiente fue posible reconstruir en parte la cadena de responsabilidades. Actuaron la nueva Policía de la Ciudad (tanto grupos provenientes de la ex Policía Federal cuanto de la ex Policía Metropolitana) y algunos de lo que queda de la Policía Federal, cuya presencia en la Ciudad no se explica. En las planillas con nombres de detenidos, la policía se refiere a sí misma como Metropolitana en algunos casos y como ex PFA en otros. El caos irremediable se verificó en la conferencia de prensa (por desgracia sin control de alcoholemia) en la que Patricia Bullrich asumió haber impartido las órdenes, aunque el operativo lo coordinó la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. A esto se sumó el vacío judicial, acentuado por el traspaso y la unificación de fueros. Ni en la web de la justicia ni en el teléfono 0800 del Ministerio Público Fiscal de la Ciudad era posible determinar cuáles eran la fiscalía y el juzgado de turno para tramitar la libertad de las detenidas. Fuera de horario (y todo ocurrió bien entrada la noche), sólo el comisario podía hablar con la fiscalía y el juzgado de turno. Tampoco estaba abierto el juzgado de turno de habeas corpus, cuya titular tardó tanto en resolver que se le anticipó el juez de menores, porque según se dice pero tampoco consta, había alguien de menos de 18 años que atrajo la competencia del resto. Una vez concedida la libertad, no se efectiviza hasta que se certifica el domicilio y llega el médico legista. Como además las trasladaron de una comisaría a otra, se duplicaron la certificación y la revisión médica, lo cual duplicó el tiempo de privación de la libertad. 

Aún así, fue imposible disimular que el movimiento de mujeres, travestis y trans, heterogéneo y sin jefas, iniciador del fenómeno del #NiunaMenos en Buenos Aires en 2015, ya se generalizó a 41 naciones del mundo. En ninguna de ellas se llegó a las 200.000 personas que participaron de las concentraciones en 60 ciudades argentinas. Para encontrar antecedentes hay que remontarse hasta la década de 1940, con las patas de los obreros industriales en las fuentes del poder o a la de 1970, a partir de la cual los organismos defensores de los derechos humanos fueron un condicionante insoslayable. El paro fue transversal a todas las fuerzas políticas, e incluso mujeres dirigentes de la Alianza Cambiemos publicaron su adhesión, como la diputada de PRO Silvia Lospennato, quien resumió su acompañamiento en la jerarquización del Consejo Nacional de la Mujer y en la igualdad de derechos laborales. En su libro “Mujer, sexualidad, internet y política”, el consultor Jaime Durán Barba declara la muerte de las ideologías y los relatos totalizadores como motivación de “los nuevos electores latinoamericanos”. No obstante el 8M incluyó una extensa serie de reivindicaciones que lo constituyó en un rotundo enfrentamiento con las políticas oficiales. Una represión tan violenta como innecesaria prueba que esa lectura fue compartida por el gobierno.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                           

La primera

El lunes frente al Ministerio de Educación, los manifestantes que estaban más cerca del triunviro Carlos Acuña reclamaron que pusiera fecha al anunciado paro general. El canto se extendió al conjunto de los docentes y de los demás trabajadores que los acompañaban. Incómodo, el orador asintió: “Mañana la CGT va a anunciar la fecha del paro”, dijo. El día siguiente, mientras las columnas iban poblando el acto gigantesco frente al Ministerio de la Producción, el dirigente del sindicato de Panaderos, Abel Frutos, quien estaba a cargo de la seguridad de la concentración, reprochó lo sucedido el lunes a colegas de la Central de Trabajadores Argentinos. 

–Al que intente corrernos con el paro hoy lo llevamos a trompadas hasta la 9 de Julio. Que vayan a la CGT a discutir la fecha –advirtió con simpatía. 

Le respondieron que la consigna surgió de afiliados a gremios que forman parte de la CGT, como los maestros particulares de Sadop, los técnicos de AMET o los docentes de la provincia de Buenos Aires y la Nación unidos en Udocba y UDA, a los que luego se sumaron con entusiasmo los del Suteba bonaerense y la Cetera nacional, que son la columna vertebral de la CTA, y los de la Federación de Educadores Bonaerenses, que integra Docentes Argentinos Confederados, DAC y no forma parte de ninguna central. Esta incomprensión del clima social no era privativa de Frutos. Cuando el Segundo Triunvirato comenzó a percibirlo, decidió adelantar una hora la iniciación del acto, por temor a que se le escapara de las manos, cosa que de todos modos no pudo impedir. Las posteriores acusaciones a la CTA, al kirchnerismo, a la izquierda o a ciertos intendentes sólo desahogan un reflejo maccarthysta en cuya realidad no creen ni quienes las propagan. Esos grupos estaban a centenares de metros del palco y gracias a la desorganización general ni siquiera sabían lo que pasaba, salvo aquellos que consultaban sus teléfonos de bolsillo, porque no había equipos reproductores de sonido que lo difundieran. En los días previos Antonio Caló, Andrés Rodríguez, Gerardo Martínez y José Luis Lingeri se inclinaban por realizar la movilización, que calculaban entre 10 y 15.000 personas, pero no convocar al paro. Coincidía con ellos Rodolfo Daer, hermano del triunviro Héctor y ex secretario general de la CGT, según cuyo análisis marxista “no hay un nivel de conciencia popular suficiente”. El metalúrgico Francisco Gutiérrez, al tanto de la intensidad del conflicto docente por la decisión oficial de suprimir la paritaria nacional y colocar un techo del 18 por ciento y en cuotas a la bonaerense, les advirtió del mar de fondo que se incubaba, por lo cual ese cálculo sobre la magnitud del acto le parecía ridícula. Se podrá discutir como siempre, cuántos centenares de miles asistieron, pero aún la estimación más modesta decuplica lo que imaginaba el Segundo Triunvirato, que no padeció una agresión física sino una exigencia acuciante de pararle la mano a un gobierno que no reconoce límite si no se lo imponen. 

Desgaste y pelea

El desgaste oficial no perdona ningún aspecto. La economía ha dejado de caer con el vértigo del año anterior, pero tampoco se recupera en forma perceptible mientras todas las mediciones indican que han crecido la pobreza y sobre todo la indigencia. Hasta el maquillador Indec oficial midió 2,5 por ciento de aumento del IPC en febrero, de modo que Macrì podría decir que la inflación bajó al doble. Al mismo tiempo cayeron la imagen del presidente y de la gobernadora bonaerense María E. Vidal y las expectativas sobre el futuro de la situación económica y recuperó consistencia la desazón por los problemas de seguridad. De la mano de los negocios personales del presidente con el Correo y con la línea aérea MacAir, que forzaron un apresurado retroceso, se instalaron con una fuerza inédita dos certidumbres paralelas: que el actual es el gobierno de los ricos y que no está en condiciones de predicar honestidad y transparencia. Es como si se hubiera disipado el hechizo que durante un tiempo hizo olvidar quién era y de dónde venía el hombre de negocios dudosos con el Estado Maurizio Macrì. La duda que acucia a su gobierno es si esto tiene regreso o es un plano inclinado que sólo podrá acentuarse. La resistencia social a las políticas oficiales, que retrasó y complicó su ejecución, tampoco se atenuará ahora.

En cualquier caso, es ostensible con el caso de los docentes y el de los metrodelegados que el gobierno no piensa asistir impasible a la respuesta colectiva a sus políticas. La forma en que se produjo el fallo de la sala II de la Cámara de Apelaciones del Trabajo (por el voto de la jueza Graciela González al que adhirieron sus colegas Miguel Angel Maza y Miguel Angel Pirolo, considerados entre los más reaccionarios del fuero), es reveladora. Ante la concesión de la personería a la Asociación Gremial de Trabajadores del Subte y el Premetro, en diciembre de 2015, la UTA apeló a la Cámara. Al mismo tiempo los supervisores reclamaron por su inclusión en la nueva entidad. Los metrodelegados les dieron la razón porque nunca habían pretendido representarlos, pero la Cámara devolvió el expediente al Ministerio de Trabajo para que se pronunciara sobre ese detalle antes de resolver la apelación de la UTA, que reivindicaba la representación del conjunto. El ministro Jorge Triacca se lo quedó durante todo el año 2016, recién lo devolvió en febrero y la Cámara lo resolvió en el record de diez días. La UTA es el gremio clave para el éxito de un paro general, porque la falta de transporte colectivo es la justificación para el ausentismo de los demás trabajadores que impide a las empresas descontarles el día, una práctica histórica del patronato a la que ahora adhiere con entusiasmo el Estado. Pero además, los metrodelegados son uno de los sindicatos más combativos y quebrarlos, igual que a los docentes, es un objetivo estratégico para un gobierno que no sólo se niega a devolver en 2017 algunos de los 7 a 12 puntos de participación en el ingreso que perdieron las distintas categorías de trabajadores en el comienzo de la Revolución de la Alegría, sino que está decidido a incrementar esa pérdida. Con una inflación que ya se advierte que no bajará del 25 por ciento y podría acercarse al 30, la insistencia en paritarias por debajo del 20 por ciento es batir un tambor de guerra. Lo mismo puede decirse de la promoción del juicio político a los camaristas que convalidaron los acuerdos salariales de la Asociación Bancaria, muy por encima de la pauta oficial, y de las tremendas amenazas de matar a un hijo o un nieto del sindicalista docente Roberto Baradel, que coinciden en forma puntual con las instancias de la negociación paritaria docente en dos tramos de 2016 y por tercera vez ahora. Al mismo tiempo el aparato oficial de desinformación se arrojó al cuello del sindicalista, en un intento desesperado de deslegitimación basado en mentiras directas sobre la vida y las calificaciones del imponente Roby, como figura contrapuesta al Hada Buena. Lejos de aislarlo, estos golpes arteros reforzaron la solidaridad entre los seis gremios docentes, que nunca antes se habían mostrado tan unidos. Esto se demostrará en las dos próximas semanas, con nuevos paros y movilizaciones como la Marcha Federal Educativa, junto con actividades de solidaridad de intelectuales, investigadores científicos y estudiantes, que culminarán el 24 de marzo con otra megaconcentación en la Plaza de Mayo y alrededores. Pasado mañana un plenario reunificador de las dos CTA fijará fecha para el paro general sin esperar una decisión del Segundo Triunvirato de la CGT, que ya no tiene espacio para otra cosa. “Vendieron dos veces el levantamiento del mismo paro. No podía salirles bien”, concluye un conocedor de las entretelas del Segundo Triunvirato. 



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De: Ruben1919 Enviado: 12/03/2017 11:36
OPINIÓN
La multitud como protagonista
Tres movilizaciones masivas, una semana inolvidable. Mensaje rotundo contra el Gobierno. Los triunviros que no escucharon, entendieron ni lideraron. Los índices acusadores más la clásica crónica de despidos, suspensiones y cierres de establecimientos. Algo sobre el peronismo en pre campaña.
 
(Imagen: Joaquín Salguero)

Las multitudes movilizadas fueron las protagonistas de la semana. Participaron cientos de miles, no importa la cifra exacta. Algunas o algunos habrán concurrido a dos de las marchas o acaso a las tres. Las jornadas rebosaron de civismo, afirmaciones de pertenencia, júbilo compartido. Expresaron a amplios sectores  activos, que se perciben agredidos por el gobierno del presidente Mauricio Macri. Subestimarlos o ningunearlos es siempre una tentación en Palacio. La conjunción de cuerpos, espíritus, cánticos y consignas revela que sería una gigantesca necedad, de la que nadie está exento. Menos que nadie un oficialismo de derecha, ensimismado, predispuesto a creer los libretos que se inventa o a vestirse con  los disfraces que provee la prensa dominante. Quien quiera oír que oiga y ya se sabe quién es el peor sordo.

- - -

La CGT está en orden: “El primer paro a Macri lo hacemos nosotrxs” pudieron expresar militantes, dirigentes o mujeres de a pie que redondearon el formidable 8-M. 

La acción colectiva es política por definición: interpela al Estado y a los gobiernos, exige cambios. La versión argentina del paro internacional de mujeres produjo aciertos políticos organizativos, más allá del discurso. Una oradora única al cierre es un acierto cuando confluyen (y también contienden o discuten) grupos diferentes. Un documento colectivo, consensuado  es un método atendible. La notable verbalización  de Liliana Daunes  desgranó demandas o afirmaciones que aludían a la sociedad civil, al mundo laboral, a las relaciones familiares, al aborto libre gratuito y seguro. En su torno se coreó, de entrada, “paro general”: el clamor que fogueados sindicalistas no supieron o no quisieron escuchar o interpretar o encabezar.

La Plaza de Mayo versus una asombrosa esquina de la city porteña, otra diferencia abismal. La Plaza es el espacio simbólico ideal para la protesta. Es, además, logísticamente adecuada: un ámbito relativamente amplio al que se accede por tres anchas avenidas: la de Mayo y las Diagonales Norte y Sur.

Escoger la sede del ministerio de la Producción (un damero de calles incomprensible, estrecho y desconocido) fue la primera opción amateur del acto de los trabajadores. No importó  porque la marejada humana, expresiva del vasto abanico de la clase trabajadora, desbordó el marco, se ramificó en calles aledañas. Columnas enormes, grupos numerosos de personas “sueltas”, choris, empanadas fritas en el acto, gaseosas o birra, la tranquila alegría de pertenecer y afirmarse. 

Esa movida, como las otras dos, fue transversal en lo político, pluripartidista, con un enjambre de “independientes”. Los triunviros que conducen la CGT podían haberse anotado un poroto con jugar lo que les marcaba el tablero. “Nadie le impone una fecha a la CGT” explicaron después, confusos, enojados, a la defensiva. La traducción clavada es que se dejaron “conducir”; no por las plurales bases sino por el gobierno. Una falla garrafal para tres peronistas, que deberían saber de eso.

El orden de los oradores pudo ser la enésima metida de pata. El más flojo, último, para cerrar. Héctor Daer, superado por el acontecimiento, le puso la frutilla al postre cuando enunció que el paro se hará “este año”. Furcio o lapsus freudiano, no es simple dictaminar a ciencia cierta. El punto es que la idea que el subconsciente de Daer habló por su boca es verosímil al mango. Leyó mal el contexto como quienes lo antecedieron en el parco y olvidable uso de la palabra. 

Los organizadores no (auto) garantizaron el control de las cercanías del palco, otra impericia. Macanearon al afirmar que solo se embroncaron contra ellos los grupos que rodeaban al estrado.

Este cronista divagó con los pies por las avenidas. Estaba en Belgrano y 9 de julio cuando comenzaron los discursos, una hora antes de lo establecido mientras seguían llegando multitudes. Desde mucho antes que una sola consigna prendía en todos los grupos, sindicales o de organizaciones sociales o del territorio. Era “Paro general”. Se transformó de volea en “poné la fecha/la puta que parió”, como respuesta a la defraudación. 

La cúpula cegetista divulga que quería saltear la fecha del 30 de marzo, que conmemora una formidable jornada de lucha contra la dictadura encabezada por Saúl Ubaldini. Les asiste parte de razón y un sayo les cuelga: ni el macrismo es la dictadura ni ellos son parangonables a Ubaldini. Quedaron expuestos, frustrando a quienes los hubieran vivado  (o por lo menos, se hubieran retirado conformes y en calma) si hubieran cumplido con el mandato “de abajo”… que era, a la sazón, el motivo de la convocatoria.

Sería impropio también el cotejo con el Hugo Moyano de sus buenos tiempos o aún con el vandorismo que entendía que había momentos para golpear, para después dedicarse al deporte predilecto: negociar.

Conceder al gobierno un plazo adicional (una semana, un mes) para que cambie la política económica es un abuso de ingenuidad o de hipocresía. El matutino “Clarín” divulgó que Macri en persona llamó a los triunviros y les pidió que enfriaran el acto. Los concernidos negaron las conversaciones que no son verificables sin la cooperación de quienes pinchan teléfonos. Pero, de nuevo, la especie es creíble aunque no fuera estricta.

La conducción cegetista se ablanda en pos de una reunión, así derive en fiascos tan chocantes como el “pacto anti despidos” o la promesa del bono para fin de año.

Rehusamos hacer vaticinios sobre el futuro inmediato de la cúpula cegetista. Los triunviratos son inestables, por antonomasia. Marco Antonio podría dar fe desde ultratumba.  Hubo uno en la Central Obrera con José Luis Lingieri, Hugo Moyano y Susana Rueda, la ciento y única mujer que fue (un tercio de) Secretaria General de la CGT. El ensayo duró un añito, entre 2004 y 2005 y decantó en la figura del líder camionero. Los triunviros actuales quedaron descangayados. Anunciarán la huelga, se traducirá como una nueva derrota o una concesión in extremis.

El peso específico de la CGT excede el bajo desempeño de sus referentes: pervive. Las convenciones colectivas son una institución que contiene y expresa al conflicto entre patrones y obreros. Cada dirigente mostrará entonces su carnadura, hay varios que llegan con necesidad de revalorizarse, demostrar la representatividad que malversaron en el palco. Habrá que ver.

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Otras voces, otros ámbitos: La Capital concentra la atención pero las revueltas ocuparon otras geografías. Nuevos frutazos, laburantes que se plantan ante los establecimientos que cierran… Son menú cotidiano, más expresivos que guarismos estadísticos de los que algo hablaremos, de todas maneras.

En los próximos días las organizaciones sociales prometieron copar la parada. La Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), la Corriente Clasista y Combativa y Barrios de Pie anunciaron centenares de cortes para el miércoles 15. La Ley de Emergencia Social, estuvo sin reglamentar casi tres meses. En los hechos, es una promesa que cuelga de un cuadrito. El oficialismo se prodiga en encuentros y promesas vacuos. Por lo que parece, los referentes sociales captaron mejor que los cegetistas el pulso de la calle: no hay margen, hoy en día, para dejarse dormir con palabras o conciliábulos sin sustancia.

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Cifras e indicadores: Se conocieron el (excesivamente) célebre informe del Observatorio Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) y el índice de precios al consumidor del INDEC.

Ambos refutaron los embustes optimistas del gobierno. 

Este cronista jamás fue devoto de los datos de la UCA. De cualquier modo, son más creíbles (relativamente) cuando evalúan la evolución o involución que en sus valores absolutos.

El titular del INDEC, Jorge Todesca, habrá intentado retocar un poquito los índices. Pero no hay modo de encubrirlos del todo.

Los indicadores de la calle son, en la mirada impresionista de quien esto escribe, más impactantes. Despidos y suspensiones, a menudo en cupos de cientos de empleados, se reiteran en la crónica cotidiana. Expoagro festeja a la élite “del campo” mientras las economías regionales zozobran. Los tambos caen como moscas, también las grandes corporaciones lecheras que los explotan desde el fondo de la historia. American Express relocaliza sus locutorios, los traslada a México: pésima nueva para el gobierno que no consigue bajar (tanto) los sueldos en dólares para consagrar su modelo de competitividad. Salarios todavía no irrisorios en dólares pero insuficientes en pesos, ese es el escenario que se configura. 

La inflación, el achatamiento del consumo, la devastación de ramas de la producción, de pueblos y ciudades conformados en torno a ciertas actividades evocan demasiado a los finales agónicos de la etapa neoconservadora de la convertibilidad. Los trabajadores son otros, distinta su conciencia, menor su abatimiento. Se creyeron, no más, que son portadores de derechos que exigen y reivindican. La calle no macanea, la polifonía es un desafío para las fuerzas políticas y un mentís para el relato macrista.

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Distracciones y realidades: Parafraseando al presidente Juan Domingo Perón: cuando los gobiernos de derecha agotan su paciencia suelen hacer tronar el escarmiento policial. El macrismo atravesó una semana espinosa y terminó, fiel a su idiosincrasia, atacando con sadismo a mujeres, en las postrimerías del 8-M. Los uniformados violaron derechos básicos, con la anuencia de funcionarios judiciales y del poder político. Ensañarse con el cuerpo de las manifestantes concuerda con el paradigma oficial… mucho más que el ensayado “ni una menos” que Macri tenía escrito en su discurso del primero de marzo. 

Episodios de violencia como los del martes y el miércoles preocupan, siempre. Pero fueron nimios, laterales, numéricamente insignificantes comparados con la magnitud de las jornadas y la cantidad de manifestantes. El Gobierno, con buena ayuda de los medios audiovisuales (que hacen foco en esos detalles morbosos, en detrimento de lo esencial) se esmera en presentarlos como lo más importante que sucedió. Personalizar, criminalizar, judicializar son rebusques para despolitizar el eje.

Terminemos esta columna en capicúa, pues. Las multitudes movilizadas fueron las protagonistas de la semana. Sus voces, sus presencias concuerdan con el cuadro general de empobrecimiento de la clase trabajadora y devastación de buena parte del aparato productivo. La calle habló y su mensaje fue preciso, rotundo, quizá pionero, posiblemente inolvidable.

mwainfeld@pagina12.com.ar


Respuesta  Mensaje 3 de 4 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 12/03/2017 11:49
El poder de la calle
Maestros, mujeres, trabajadores demostraron su poder de movilización y pusieron en crisis los relatos oficiales. Una galería de imágenes que muestra el protagonismo de los sectores populares.
Leandro Teysseire

 

Joaquín Salguero

 

Joaquín Salguero

 

Joaquín Salguero

 

Pablo Piovano

 

Leandro Teysseire

 


Respuesta  Mensaje 4 de 4 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 12/03/2017 12:00

Macri y su tarea atroz: extender odio contra asalariados y ...

ar.blastingnews.com › Opinión › 2016 › 08
31 ago. 2016 - Macri contra "la subversiòn" siembra odio y terrorismo de Estado ... de la clase media y baja, a las que lamentablemente Macri asedia con odio. ... Marcó esa distancia entre el corazón delpueblo y la falta de corazón ... Supo alertar indirectamente que Macri tomó la decisión de poner al Ejército en la calle.


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