Entrevistada poco antes de ser asesinada, Indira Gandhi respondió a una pregunta sobre el miedo que inspira la idea de la muerte. Apelando al legado de su cultura milenaria, afirmó, se empieza a morir desde el momento en que se nace. En un sentido más amplio, el concepto alude a que en la historia y en el existir personal, atravesamos procesos de ininterrumpida transición. Modelado por la publicidad, el mundo contemporáneo se nutre de la incesante multiplicación de un recetario simplón, orientado a crear la fascinación por lo novedoso.
De esa manera, en un ámbito abstracto, el nuevo periodismo tiende a identificarse con los trabajos inspirados en prácticas investigativas, sin tener en cuenta el talento de su hacedor, el medio utilizado y el destinatario del mensaje.
Medio siglo antes, el amarillismo al estilo Hearst encarnaba un nuevo periodismo. Frente al estilo conservador de una prensa caracterizada por largas disquisiciones, la brevedad de la noticia y su repercusión escandalosa entretenían a un destinatario poco instruido, víctima propiciatoria de campañas de manipulaciones demagógicas. Los historiadores han demostrado que en el proceso de la intervención de Estados Unidos en la guerra de Cuba, el sensacionalismo melodramático y la configuración de estereotipos ejercieron un papel decisivo en la conformación de una opinión pública favorable a la participación en el conflicto bélico.
La confrontación entre lo nuevo y lo viejo no se define en términos abstractos. El diseño de la prensa sufrió una evolución histórica modelada por los cambios tecnológicos que abarataron costos y auspiciaron la aparición de un destinatario múltiple, con demandas forjadas en la dialéctica entre el mensaje y el receptor.
En la actualidad, la rápida transformación de las comunicaciones ha precipitado la crisis del periodismo tradicional y amenaza la supervivencia de la prensa plana. Sin embargo, no ha llegado el momento de su entierro definitivo. Antes del responso final, subsiste una etapa de tránsito que varía según los contextos. En una población envejecida, los hábitos adquiridos a lo largo de la vida perduran más allá de los cambios de época. Hay un placer sensorial en el crujir del papel y en el olor a tinta. Aun más, cierto disfrute dimana de la lectura despaciosa y de la autonomía de un lector que no se somete al orden estricto de la secuencia de las páginas y opta por acudir primero al reclamo del deporte, de la cultura o de la información internacional. Y, sin embargo, hay transformaciones que se imponen de manera apremiante en el modo de concebir nuestra prensa.
El periódico no puede considerarse el registro arqueológico de noticias divulgadas ampliamente por otros medios. Lejos de silenciar lo acontecido, ha de volcarse hacia el análisis, la reflexión y la crítica, todo ello en un estilo ágil, directo, sugerente y convocante. En lo que respecta a la información, los titulares deben ser menos enigmáticos y metafóricos. Cierta coquetería literaria corresponde al espacio de la crónica y el artículo, portadores ambos de una marca de autor.
En este preciso momento histórico, quisiera contribuir modestamente con algunas propuestas para un debate impostergable. La elaboración de una Ley de Prensa establecerá, con regulaciones de obligatorio cumplimiento, el compromiso institucional de ofrecer a los periodistas información rápida y pertinente. Corresponderá a los encargados de cubrir el área específica, poseer oficio, entrenamiento como investigadores, corroborar la veracidad de los datos y las repercusiones de las medidas.
En la formación pre y posgraduada de los periodistas, habrá de impulsarse el desarrollo de áreas de especialización. Para los temas internacionales, se requiere una sólida preparación histórica. En el ámbito de la economía, es indispensable un dominio conceptual que permita descifrar las expresiones del neoliberalismo vigente y entender la esencia de su insalvable contradicción con nuestro proyecto social. En esta dirección, importa retomar nociones de marxismo que, en su sentido esencial, no han periclitado a pesar de la evolución sufrida por el capitalismo desde los tiempos de Marx. Se destaca entre ellas el vínculo entre política y economía. Teniendo en cuenta los efectos del cambio climático, los temas de ecología requieren espacios de creciente especialización.
Antes que comunicólogos, palabra que lacera los oídos, los periodistas son hacedores de cultura en el sentido antropológico del término. Están, por ello, ante el centro mismo de un batallar contemporáneo que se libra mediante la construcción de imágenes y de expectativas. Para superar el simple corta y pega, tan frecuente en materiales a los que accedemos todos los días, necesitan disponer de capacidades narrativas y de vías que faciliten un análisis interdisciplinario de los fenómenos. El verdadero periodista, por tanto, ha de ser un intelectual de cuerpo entero, atento a los cambios que se producen en el mundo, profundo conocedor de su historia y con capacidad para convocar a un debate abierto a especialistas entrenados en otras disciplinas.
Es uno de los constructores del gran relato de la contemporaneidad, aunque para profundizar en el ejercicio de la crítica tendrá que apelar al conocimiento y a la experiencia de otros. Así, entre todos, podremos encontrar explicación pertinente, por ejemplo, acerca de nuestros insuficientes resultados en la zafra azucarera, acerca del papel de los intermediarios en el alza de los precios, de la conducta abusiva de los boteros, sometidos muchas veces a la explotación de su fuerza de trabajo por una especie de reciente creación: los carro-tenientes. En la realidad, las cosas no suceden porque seamos ángeles purificados enfrentados a demonios con olor a azufre, sino por obstáculos interpuestos en el adecuado fluir de la cadena puerto/transporte/economía interna.
Por experiencia propia, he reflexionado mucho en torno a la formación de los protagonistas del nuevo periodismo que tanto necesitamos. Quizá en próximas entregas, seguiré conversando sobre el tema.