Chuck Berry fue el forjador del sonido de los grupos de los sesenta y el creador de la mitología del ‘teenager’. Superó numerosos tropiezos en una carrera de más de 60 años
Chuck Berry marcó la historia cultural de la segunda mitad del siglo XX. No solo ayudó a situar la guitarra eléctrica como instrumento central de la música popular; también definió los parámetros de la experiencia juvenil en términos que se harían universales (los coches, los primeros amores, la incomodidad con el mundo adulto, la búsqueda de la liberación laboral). Sus hijos espirituales son tanto los Beatles o Springsteen como los personajes de American Graffiti o Pulp Fiction.
Su biografía se escapa de los tópicos de la música afroamericana. Nacido en 1926, en San Luis (Misuri), creció en un confortable hogar de clase media, alejado de las peores manifestaciones de la segregación racial. Sin embargo, Charles Edward Anderson Berry tiró por el lado salvaje. En 1944, armado con una pistola, robó varias tiendas y secuestró un coche. Pasaría los tres años siguientes en un reformatorio: todavía era menor de edad.
Tras casarse en 1948, se buscó la vida por métodos legales. En los primeros años cincuenta, alternaba labores de esteticista con la música. Entró en la banda del pianista Johnnie Johnson, pronto en un proyecto personal. Aspiraba al éxito de un Nat King Cole pero había una traba: su instrumento era la guitarra eléctrica. Y la música negra de aquella época estaba dominada por pianistas y saxofonistas.
Felizmente, conectó con el sello Chess, en Chicago, donde grababan bluesmenque habían descubierto las ventajas de la guitarra amplificada. De hecho, cuando Chess se hizo con sus servicios, se le sugirió olvidarse del blues y centrarse en una música bailable, aceptable para un público teen que disponía de un insólito poder adquisitivo. Es decir, una audiencia mayoritariamente blanca.
Así fue como Chuck Berry, a punto de cumplir los 30 años, se convirtió en ídolo de adolescentes. Firmaba sus canciones, algo insólito entonces, y era un hombre guapo, como explicó en 'Brown Eyed Handsome Man'. Tenía sentido del espectáculo: hacía virguerías con la guitarra, igual que su admirado T-Bone Walker, y se movía por el escenario con lo que se llamaría el “paso del pato.”.
Musicalmente, funcionaba como sintetizador de géneros. Apreciaba las canciones country, gustaba de los ritmos latinos, facturaba baladas con forma de blues, admiraba el jazz moderno (“hasta que se empeñaron a tocarlo demasiado rápido”, como se quejaba en 'Rock and roll music'). Cantaba con nitidez y se le entendía todo: no caía en las jergas del ghetto. Sus letras eran concisas y ricas en detalles, perfectamente encajadas en estructuras de imparable impulso.
Sin planificarlo, creó la mitología del teenager. Expresó el tedio del instituto ('School Days'), enumeró los inconvenientes de la emancipación ('Too Much Monkey Business'), fundió el impulso sexual con las crónicas de coches en numerosos temas. Ayudó a que el rock and roll tomara conciencia de sí mismo con himnos arrogantes y la creación del arquetipo del rockero, Johnny B. Goode.
Todo se frustró por su mala cabeza. En 1959, conoció a una jovencita de origen apache, Janis Escalante, a la que se llevó a San Luis, para que trabajara en su club. Detenida como prostituta, se descubrió que tenía 14 años. Bajo la ley federal contra la llamada “trata de blancas”, Berry fue procesado. Sus excusas resultaron poco convincentes y, tras un juicio anulado por la flagrante antipatía del magistrado, le cayó una condena de tres años.
Aunque lo niega en su autobiografía, cumplió año y medio en una penitenciaria. Liberado a finales de 1963, le esperaba una sorpresa. Había entrado como un juguete roto, el representante de una despreciable música pasada de moda, y salió a tiempo de verse reivindicado por los Beatles y otros triunfantes conjuntos británicos. Aparte de recrear su repertorio, habían adoptado el sonido metálico de su guitarra y hasta su pose de observador irónico del mundo circundante.
Disfrutó de una segunda etapa de éxitos pero se empeñó en sabotear sus directos: se presentaba sin músicos, dejándose acompañar por bandas locales, con las que no ensayaba. Era inflexible con la duración (corta) de su espectáculo y con las condiciones de pago: en metálico y antes de tocar la primera nota. Hasta los inspectores de Hacienda se enteraron del truco y, como defraudador de impuestos, regresó a prisión en 1979.
Número uno simultáneo
Su desinterés se hizo evidente: apenas componía y sus grabaciones se espaciaron. Con todo, en 1972 consiguió por vez primera un número uno simultáneo en Estados Unidos y Gran Bretaña con una cancioncilla ajena, “My ding-a-ling”, una oda a la masturbación. Dotado de una libido vigorosa, Berry adquirió hábitos peligrosos. De grabar sus encuentros sexuales (“para evitar problemas judiciales”, insistía) pasó a instalar una cámara oculta en el lavabo de señoras de un restaurante del que era propietario. El aparato fue descubierto en 1990 y Chuck estuvo al filo de volver a ser encerrado. Le salvó que finalmente se le considerara una de las glorias vivas de su ciudad; se decidió que nada se ganaba poniéndole entre rejas, aunque debió que pagar considerables cantidades a 59 mujeres que le demandaron.
En las escasas entrevistas que concedía, parecía poco interesado por la posteridad. Hombre amargado y orgulloso, se resistió a encajar en las visiones ajenas de su arte. En 1987, protagonizó la película Hail! Hail! Rock ‘n’ roll, donde discutía con su más ferviente discípulo, Keith Richards, sobre la forma correcta de interpretar sus temas. Con ocasión de su noventa cumpleaños, se anunció que habría un nuevo disco en 2017. No llegó a verlo editado: falleció el sábado en su casa de Misuri.
El músico estadounidense, uno de los pilares del rock and roll, murió en Missouri a los 90 años.
Chuck Berry, cuyo verdadero nombre es Charles Edward Anderson Berry, tuvo una actividad fructífera a finales del 50 y comienzos del 60.Afp
Chuck Berry hizo propia la innovación. Cuando todas las puertas se le cerraban por ser afroamericano y por no tener el dominio preciso de la guitarra, él comenzó de manera autodidacta y con la ayuda de libros prestados a diseñar el camino para dominar las cuatro cuerdas de su instrumento. Así fue como se dejó tentar por la música, con una guitarra a la que le faltaban dos cuerdas, hecho que vio más como una oportunidad que como un obstáculo.
Con el instrumento imperfecto pero con sus capacidades en pleno, Chuck Berry, cuyo nombre real era Charles Edward Anderson Berry, empezó a imprimirles su condición a las manifestaciones cercanas al blues y al swing. De oído y con la disciplina que siempre lo caracterizó por ser hijo de Martha Berry, una maestra de escuela, sacó los acordes del tema Conffesin’ the blues, original de Jay McShann, que se escuchaba en la radio de la época.
El primer público que aplaudió las intervenciones musicales de Berry en su natal San Louis, Missouri, era la gente que visitaba con frecuencia los bares y cantinas del lugar. Con instrumento en mano y una pequeña maleta en la espalda, recorría lugares nocturnos para presentarse en compañía de la banda Sir John Trio, agrupación a la que llegó a hacer un reemplazo y, muy pronto, se quedó con el rol titular.
El líder de la agrupación era el pianista Johnny Johnson, pero todas las miradas estaban siempre sobre el guitarrista. Berry, como si se tratara de un imán, era quien atraía la admiración y el respeto a mediados de la década del 50. Los comentarios y las habladurías de las personas que lo veían sobre el escenario provocaron, incluso, el cambio de nombre de la banda. De llamarse Sir John Trio y registrar números interesantes en locales nocturnos, el colectivo pasó a recorrer escenarios mediados de Missouri bajo el nombre de Chuck Berry Combo.
Las versiones de temas interpretados por sus artistas favoritos, muchos de ellos afrodescendientes también, fueron el primer repertorio que tuvo a la mano. Nat King Cole, pianista y cantante; y Muddy Waters, cantante, guitarrista y uno de sus grandes maestros, alimentaron de manera considerable el catálogo de Berry para sus presentaciones en vivo. A pesar de ser piezas ajenas, este músico siempre trataba de imprimirles su estilo y exhibir lo mejor de los géneros que más dominaba: el boowie-woogie, el blues y el swing.
Por sugerencia de Waters, a quien conoció cuando realizaba una serie de presentaciones en Chicago, buscó la manera de perpetuar su nombre en trabajos discográficos de larga duración. Ya tenía el suficiente kilometraje en vivo para pensar en que sus discos podían ser comercializados sin problema y llegó hasta la puerta de Leonard Chess, propietario de Chess Records, cuya especialidad era la música con fuertes influencias negras. Chuck Berry sostenía con una mano una cinta de carrete abierto grabada de forma aficionada, mientras que con la otra saludaba al empresario. El registro consignaba piezas de blues, pero la que más llamó la atención a los directivos de la firma fue Maybellene, uno de sus grandes clásicos.
Lo que vino después para el músico fue una andanada de éxitos sin medida. Entre 1955 y 1959 la fortuna le sonrió, así como las cifras y los aplausos. Sencillos como Thirty days, No money down, You can’t catsh me y Roll over Beethoven fueron preparando el terreno para la aparición de su primer álbum en estudio, “After School Session”, con el que comenzó a proponer el nuevo sonido del denominado rhythm and blues (R&B).
Faltaban todavía dos temas de inmensa divulgación antes de terminar la década del 50. El sencillo Sweet little sixteen y la canción Johnny B. Goode, compuesta a manera de homenaje al pianista Johnnie Johnson, el primer músico que lo dejó tocar a nivel profesional, consolidaron la fama de Chuck Berry en América y Europa. Las manifestaciones con raíces africanas, mezcladas con elementos tradicionales de Estados Unidos, provocaron un fenómeno muy pocas veces visto en el ámbito de la música popular. Para ese entonces, Berry no era solo un artista, era un estilo.
La exhibición permanente lo llevó a todas parte, incluso lo condujo a la cárcel, donde debió pagar una condena de casi tres años al estar sindicado de tráfico y prostitución de menores. Una admiradora de 14 años le aseguró que ya era mayor de edad, así que él la contrató para realizar un periplo por algunos estados de su país. Las autoridades al revisar la documentación en uno de los clubes nocturnos donde se presentaba Chuck Berry con su banda, encontró que la joven no tenía edad suficiente para trabajar y mucho menos para transitar por lugares con esas características.
Su ausencia, sin duda, fue aprovechada por artistas del Reino Unido que llegaron a conquistar los oídos estadounidense. Los Beatles, The Animals, Los Rolling Stones y The Yarbirds, banda comandada por el guitarrista Eric Clapton, fueron algunos de los músicos europeos que sonaban en ese entonces con insistencia en los medios masivos. Todos ellos, unos de manera más directa que otros, reconocieron la influencia de Chuck Berry en sus creaciones e interpretaciones. El R&B fue el eje temático y sonoro del rock en todas sus aristas.
Lo que hizo Berry en las décadas siguiente fue reforzar su nombre como pionero del rock and roll. Estableció alianzas artísticas con músicos tan diversos como Miles Davis, Aretha Franklin, la banda Fleetwood Mac y Bruce Spingsteen para darles nuevos aires a sus temas clásicos. Se concentró en la realización de presentaciones en vivo y en directo, escenario en el que siempre se sintió cómodo, y se encargó de reposicionar las canciones que a finales del 50 y comienzos del 60 lo ubicaron en los primeros lugares de preferencia en las radios de occidente.
Chuck Berry tenía 90 y la intención de grabar un disco con temas inéditos. Hijos y nietos lo respaldaban en esa empresa pero la muerte lo sorprendió el sábado 18 de marzo en su casa de St. Charles, en Missouri.
“Dentro del hogar, paramédicos encontraron a un hombre inconsciente a quien le administraron técnicas para salvarle la vida. Desafortunadamente, el hombre de 90 años no pudo ser revivido y fue declarado muerto a la 1:26 p.m.”, expresa el reporte oficial. Lo que no dice ahí es que este artista, ahora pasa a ser una eterna leyenda del rock and roll.
Chuck Berry ha fallecido el 18 de marzo a los 90 años, dejando como legado más de dos decenas de álbumes y temas tan célebres como You never can tell o Johnny B. Goode. Esta última, además de en muchos hogares de todo el mundo, está también en el espacio: es una de las canciones que viajan en las sondas Voyager, el instrumento creado por el hombre que más lejos de la Tierra ha llegado.
Las Voyager fueron dos sondas lanzadas en el año 1977 con el objetivo de explorar la parte exterior del Sistema Solar. Según explica la NASA en el portal dedicado a estas sondas, las dos naves incluyen "un mensaje para cualquier forma de vida, por si se encuentra" grabado en un disco de gramófono.
El contenido de este disco, seleccionado por un comité presidido por el divulgador y científico Carl Sagan, incluye un mensaje en inglés de la Secretaría General de la ONU, saludos en 55 idiomas, sonidos representativos de la tierra –de animales, máquinas, fuego, un beso...– y una selección musical. Entre obras de Bach, Mozart o Stravinsky, se incluyeron los guitarreos inconfundibles de Johnny B. Goode.
En las sondas viaja, en cierta manera, parte de la vida de Chuck Berry: el músico reconoció a la revista musical Rolling Stone que la canción es autobiográfica. Cuenta como un chico de campo empieza a tocar la guitarra para convertirse en una celebridad. Durante la fase de creación, el protagonista no era un niño de campo, sino un niño negro: "La letra original decía That little colored boy could play (Ese chico de color podía tocar)", contaba el músico. "Lo cambié por country boy (chico de campo) o de lo contrario no sonaría en la radio". Fue publicada en 1958.
Tras el fallecimiento de Chuck Berry, muchos de sus seguidores lo han recordado en Twitter con la carta que Carl Sagan y su mujer, la también divulgadora científica Ann Druyan, enviaron al guitarrista en su 60 cumpleaños:
"Cuando dicen que tu música vivirá para siempre puedes pensar que, normalmente, están exagerando", dice la carta. "PeroJohnny B. Goodeestá en el disco de la Voyager, ahora a 2000 millones de millas de la Tierra y con destino a las estrellas. Este disco durará mil millones de años o más". La carta se despedía con una mítica frase de la canción: "Go, Johnny, go(vamos, Johnny, vamos)".
Un año después de lanzar las Voyager, el programa estadounidense Saturday Night Live emitió un sketch en el que bromeaban con que una civilización extraterrestre había encontrado el disco de la sonda, y habían contestado con un mensaje de solo cuatro palabras: "Enviad más Chuck Berry".