Los labios se fundieron con amor. En ese beso iba la intensidad con que habían transitado por la vida. Quizás fuera el último. Mercedita bajó del Chevrolet y lo miró fijamente a los ojos. Quería llenarse de ellos. Solo susurró: ¡cuidate!
Horas antes Pedro Nolazco Monzón Martínez (Juan) y Mercedes Balán Campa transitaban por debajo de los árboles frondosos de la carretera central rumbo al Entronque en los límites de las provincias de La Habana y Matanzas.
En esa intersección de la carretera central fue el último adiós. Ella, con su pequeño en brazos, ocupó otro vehículo y los seis kilómetros que la separaban de la casa donde nació le parecieron una eternidad.
Su cabeza era un torbellino. Sabía que se acercaba el momento y su lugar, con su pequeño hijo, era junto a su madre María y esperar noticias.
Días antes recibió la orden de abandonar la vivienda en el Cerro donde se encontraba junto a su esposo e hijo. Allí, en uno de sus cuartos y bajo el colchón y cama, esperaban un grupo de armas el momento de entrar en acción. Su verdadera morada se ubicaba en el Reparto Parajón en Arroyo Naranjo.
Pedro Nolazco quien entre sus allegados fue conocido como Juan, era chofer en los Ómnibus Moderno S.A. en el paradero del Cerro, lugar donde fue un aguerrido dirigente sindical, por lo cual fue perseguido y detenido en varias ocasiones.
Mercedita sorprendió a toda la familia cuando se apareció de sorpresa solo con Juan Lorenzo, el fruto de la unión de ella y Juan. Un tiempo no despreciable no tenían noticias de ella. Solo su hermano mayor pudo conocer donde estaba cuando se apareció en la terminal de ómnibus del Cerro y le indagó a su cuñado. Nunca nadie conoció el verdadero motivo.
La casona de madera, de puntal alto y con tejas, en Aguacate, donde vivía la familia de Simón y María, como de costumbre, desde temprano en la mañana abría las puertas de madera de la sala y el comedor, así como el ventanal desde donde se apreciaba el brilloso piso de losas dibujadas hasta el acceso a la cocina.
Mercedita caminaba de un lado a otro, silenciosa, atenta a las noticias que se escuchaban por el viejo radio que ocupaba su estrado en un rincón de la sala. María, la matriarca de los Balán Campa sabía que algo extraño estaba sucediendo.
El 13 de Marzo de 1957, pasadas las tres de la tarde se escucha la noticia por Radio Reloj y a continuación la alocución de José Antonio Echeverría presidente de la Federación Estudiantil Universitaria.
Mamá ahí está Juan y tengo que partir de inmediato para La Habana, comentó Mercedes. Fue una odisea entre sus hermanos y padres convencerla de que esperara más noticias. Al otro día partió y comprobó que entre los atacantes al Palacio Presidencial se encontraba su esposo y fue uno de los revolucionarios que cayó combatiendo en la madriguera del tirano.
Mercedes Balán Campa colaboró en la lucha clandestina en La Habana, su domicilio fue brutalmente registrado por las hordas de la tiranía batistiana y fue presa por Ventura. Nunca se recuperó del todo de las secuelas del clandestinaje.