Sin recurrir al Consejo de Seguridad y con la sola orden de la Casa Blanca, la flota estadounidense en el Mediterráneo lanzó 59 misiles crucero a Siria contra bases aéreas del gobierno de Bashar Al Assad, a quien acusan del ataque con armas químicas del martes pasado. El bombardeo dejó una veintena de muertos y despertó las alertas de Rusia, que acusó a Washington de “atacar a un Estado soberano” y anunció que reforzará la defensa antiaérea de Damasco.
Las primeras evaluaciones del bombardeo indican que nueve civiles y una decena de soldados murieron en los pueblos sirios de Al Hamrat y Al Manzul, situados en los alrededores de la base área de Shayrat, blanco de los misiles Tomahawk. Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), “los aviones, la pista, el depósito de combustible y las instalaciones de defensa aérea fueron pulverizados". Los daños "disminuyen la capacidad del gobierno sirio para llevar a cabo ataques", informó la agencia siria SANA.