El ataque contra la base aérea de Shayrat traerá a EE.UU. una serie de beneficios a corto plazo, pero a largo plazo solo complicará su posición en Siria, afirma un analista.
La otra cara de la moneda
A pesar de que la decisión de Washington crea un efecto positivo a corto plazo, plantea interrogantes sobre los próximos pasos de Trump.
Lo más probable, según estima el analista, es que el ataque contra la base de Shayrat fuera una "acción puntual" que no buscaba provocar daños físicos graves a las fuerzas de Al Assad, sino que tenía más bien "un significado político simbólico".
Así, el experto no cree que la nueva Administración de EE.UU. quiera involucrarse en otro prolongado conflicto en Oriente Medio, que requeriría un aumento significativo de la presencia estadounidense en la región y tendría graves repercusiones presupuestarias, por lo que sería percibido negativamente por la sociedad norteamericana.
Además, si Trump se atreve a continuar la acción militar contra el Gobierno sirio, reducirá aún más las posibilidades de cooperar con Rusia en materia antiterrorista, contradiciendo así una de sus principales promesas electorales.
Por último, nada indica que el equipo de Trump tenga ningún "plan complejo" para solucionar el conflicto sirio, con lo cual la decisión de atacar la base habrá sido tomada "casi de forma espontánea y no fue un pequeño paso dentro de una gran estrategia".
Mientras tanto, la dura medida "ha dado esperanzas a la oposición siria y a sus principales patrocinadores", que van a esperar a que Washington dé más pasos del mismo estilo y considerarán como "una traición" cualquier inacción de Trump.
En esta situación —y en ausencia de una estrategia elaborada— "otra escalada del conflicto sirio parece casi inevitable", asevera Jlébnikov.