Esa ilusión tan grata de libertad que nos brindan las redes sociales son el arma principal para imponer el dominio sobre toda la sociedad.
Ahora el poder no tortura, tuitea y postea. Se comporta como el enamorado que te googlea, te investiga, te indaga y, cuando finalmente se acerca, sabe hasta la temperatura que debería tener el vino que ablande toda tu resistencia.
Nuestro error consiste en creer que se trata de nuevos “medios de comunicación” y que por lo tanto se rigen por la lógica de la información y la veracidad. Partiendo de esa visión errada, los abordamos con herramientas del periodismo. Intentamos actuar con dureza en un terreno donde solo funciona lo blando.
Y “blando”, por suave que parezca, no indica que las consecuencias de la dominación no sean nefastas. Se trata de un poder que es capaz de hacer que desaparezca toda responsabilidad de las élites sobre tu situación social, mientras te convence de que tienes las capacidades para el éxito, pero debes explotarte al máximo para ganarle a tu prójimo.
El discurso que prevalece es el de la desintegración de lo social, la imposición de lo individual como expresión de máxima libertad. Es una ilusión que funciona plenamente y que garantiza la aceleración de los mecanismos de dominio global, a la vez que impide el encuentro y la revolución.
Recientemente leí que con solo 100 “me gusta” en Facebook, una empresa dedicada a la manipulación de redes sociales es capaz de conocerte mejor que tu pareja y que con 250, ya te conoce mucho más allá de lo que jamás llegarás a conocerte tu mismo.
La campaña de Donald Trump aprovechó estas técnicas para evaluar y segmentar a 250 millones de votantes y elaborar mensajes de acuerdo a los requerimientos de esos segmentos. Los resultados electorales demostraron la eficacia del equipo de Trump.
El sistema neoliberal más allá de imponer, seduce. Es un poder inteligente. No explota la obediencia, explota el gusto. Nos halaga, nos hace opinar, participar, hablar de nuestra vida, deseos y necesidades. Se apodera de la libertad para explotarla.
No se trata de un problema de verdad, todo lo contrario, es un tema de seducción que nos convoca a evaluar nuestros mensajes o a despertarnos como Pablo Neruda “…y en mi red, en la noche, me desperté desnudo,/ única presa, pez encerrado en el viento.”