Cuando el legendario boxeador Muhammad Ali murió el 4 de junio del año pasado, fue reconocido a nivel mundial como el gigante que era, como "el más grande", por su rebeldía, orgullo y por supuesto por su carrera como púgil, informa el diario 'The Washington Post'.
Sin embargo, medio siglo atrás Ali era una figura polémica en EE.UU. debido a que rehusó servir en el Ejército para ir a la Guerra de Vietnam y por denunciar la segregación racial en su país, por lo que era visto como un antipatriota.
"¿Por qué me piden que me ponga un uniforme y vaya a 10.000 kilómetros de casa para lanzar bombas y disparar a gente en Vietnam, mientras que los llamados 'negros' en EE.UU. son tratados como perros y se les niegan simples derechos humanos?", decía Ali, quien había jurado, por motivos religiosos, que si lo llamaban al acuartelamiento no iría.
Hasta 1967 Cassius Clay, el nombre original de Muhammad Ali, había sido clasificado como 'no apto' para el servicio militar. Pero ante el requerimiento de efectivos para la Guerra de Vietnam, esa clasificación cambió, pasando a ser 'idóneo' y tenía que presentarse para el reclutamiento el 28 de abril de 1967, hace 50 años.
Un pacifista religioso
Clay rechazó el servicio militar y solicitó el estatus de objetor de conciencia, alegando ser un pacifista religioso. Pero su solicitud fue rechazada y un tribunal lo declaró culpable de deserción y lo condenó a de cinco años de prisión, aunque este último castigo lo pudo evitar tras pagar una gran fianza que lo dejó en la quiebra. Las autoridades inmediatamente le retiraron la licencia de boxeador y fue despojado de su título mundial. No volvió a pelear hasta que tuvo 29 años.
Ali apeló el fallo del tribunal, pero no fue hasta 1970 que una corte de Texas dictaminó que la condena hacia el boxeador era "arbitraria" e "irrazonable", con lo que pudo recuperar la licencia de boxeador profesional. Finalmente, en junio de 1971, la Corte Suprema de Justicia de EE.UU. le otorgó su condición de objetor de conciencia y lo declaró libre de culpa y cargo.
Su regreso a los cuadriláteros fue clamoroso y tanto la sociedad como parte de los medios de comunicación dejaron de cuestionarlo, y más cuando se supo las barbaridades cometidas por EE.UU. en la Guerra de Vietnam.