Página principal  |  Contacto  

Correo electrónico:

Contraseña:

Registrarse ahora!

¿Has olvidado tu contraseña?

LA CUBA DEL GRAN PAPIYO
 
Novedades
  Únete ahora
  Panel de mensajes 
  Galería de imágenes 
 Archivos y documentos 
 Encuestas y Test 
  Lista de Participantes
 Conociendo Cuba 
 CANCION L..A 
 FIDEL CASTRO.. 
 Fotos de FIDEL 
 Los participantes más activos 
 PROCLAMA AL PUEBLO DE CUBA 
 
 
  Herramientas
 
General: En el día de la independeencia ....Cuba responde a trump
Elegir otro panel de mensajes
Tema anterior  Tema siguiente
Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 21/05/2017 12:47

No podemos errar, es razón de vida

A propósito del mensaje del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, por el «Día de la Independencia de Cuba»

Juana Carrasco Martín
juana@juventudrebelde.cu
21 de Mayo del 2017 0:26:22 CDT

El comunicado del presidente Donald Trump, destinado a los cubanoamericanos y al pueblo de Cuba, fue breve, puntual y reiterativo de lo que han dicho, de una manera u otra, cada uno de los 11 presidentes que han pasado por la Casa Blanca desde que los cubanos hicimos una Revolución que mantenemos a fuerza de patriotismo y coraje.

Para intentar dar lecciones de republicanismo, democracia y respeto a la dignidad, también el administrador del imperio mencionó a José Martí, desconociendo —por ignorancia o por intención— una carta fechada hace exactamente 122 años y dos días en Dos Ríos, un punto de la geografía de Cuba en el que, apenas 24 horas después, caía en combate por la independencia frente al colonialismo español.

Algún asesor debiera decirle a Trump que José Martí dirigió esa carta a Manuel Mercado, su hermano queridísimo, y por qué es un legado de idea y de acción para los cubanos que apreciamos la independencia y, como también él nos enseñó, hacemos culto a la dignidad plena del hombre.

Cito: «Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber —puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo— de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso».

Entiende. Martí era cabalmente antimperialista, que no antiestadounidense. Lo hace explícito como obligación pública de los pueblos «impedir que en Cuba se abra, por la anexión de los imperialistas de allá y los españoles, el camino, que se ha de cegar, y con nuestra sangre estamos cegando, de la anexión de los pueblos de nuestra América al Norte revuelto y brutal que los desprecia…».

Este sí es un mandato claro y preciso que resume así: «Viví en el monstruo, y le conozco las entrañas;— y mi honda es la de David».

«Por acá yo hago mi deber», dice nuestro Héroe Nacional y nosotros, los cubanos que defendemos y construimos esta república, la verdadera, soberana e independiente que nos dimos en 1959 como fruto de una lucha continuada, desde su inicio en 1868, hacemos aquí nuestro deber, sin complacencia, ni cegados por la obra, grande, inteligente y creadora, pero que sabemos que no es perfecta, y en busca de su mayor justicia trabajamos día a día.

Los asesores presidenciales en la Casa Blanca debieran decirle al mandatario que en Cuba no se celebra un día que no trajo independencia. Ese 20 de mayo de 1902 solo bajó una bandera del asta, pero su sombra dio abrazo mortal a la de la estrella solitaria.

Esa república, mediatizada, vino acompañada de una carga bien pesada, una Enmienda Platt oprobiosa y el desgajamiento de dos territorios cubanos.

La Isla de Pinos —recuperada con la lucha de los hijos más directos en el tiempo de un Martí que seguía viviendo en los hombres y mujeres de la dignidad a pesar del entreguismo y el anexionismo de algunos.

El otro pedazo de tierra es todavía una espina en el honor y la soberanía de los cubanos, y lo ocupa una Base Naval de Estados Unidos en un Guantánamo que es todo nuestro.

Esta Revolución que nos hemos dado es, como diría también Martí, sucinta y respetable representación republicana —de la misma alma de humanidad y decoro, llena del anhelo de la dignidad individual es la que «empuja y mantiene en la guerra a los revolucionarios».

«Esto es muerte o vida, y no cabe errar». Lo decimos los cubanos de hoy, con las mismas palabras que escribió Martí en aquella carta del 18 de mayo de 1895 a su hermano queridísimo Manuel Mercado, al hijo del México despojado de la mitad de su territorio, y al que se le quiere poner hoy un valladar aún más extenso y alto para —en nombre de América (léase Estados Unidos) primero— negarle el paso a lo que fue suyo, con el mismo desprecio con que Estados Unidos quiere caer hoy también sobre los pueblos de la América Nuestra.

Ampliar imagen

José Martí. Foto: Archivo de JR



Primer  Anterior  2 a 2 de 2  Siguiente   Último  
Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 22/05/2017 10:52

No hay futuro sin pasado

La única y definitiva independencia que celebramos los cubanos es la alcanzada el 1 de enero de 1959, con el invicto liderazgo del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz

Alguien o algunos no le han dicho la verdad al presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quien este sábado 20 de mayo felicitó al pueblo de Cuba por el día de la independencia.

Y debe dársele el beneficio de la duda al jefe de la administración norteamericana, pues evidentemente ha sido mal asesorado o solo escuchó a aquellos que añoran el pasado colonial. Solo así podría evocar el 115 aniversario de aquel quinto mes del año 1902 y al propio tiempo enviar un mensaje de felicitación a los cubanos.

Cuba, su pueblo y su gobierno, ha manifestado la disposición de conversar sobre cualquier tema con Estados Unidos y mantener relaciones civilizadas, respetando las diferencias. Es en ese ánimo en el que también podríamos conversar sobre ese 20 de mayo, que en esta Isla soberana e independiente no se celebra, pero sobre el que sí conocemos bien.

Hace 115 años no hubo un acto de independencia. El cuento es un poquito más largo.

En 1898 el Ejército Libertador Cubano tenía la guerra contra España prácticamente ganada. Las huestes peninsulares estaban vencidas, agotadas física y moralmente. En ese escenario ve la luz una Resolución del Congreso de Estados Unidos para intervenir en el conflicto, con el objetivo de garantizar la libertad de Cuba. Pero los jefes mambises desconocían la carta del subsecretario de guerra estadounidense: «Debemos destruir todo lo que esté dentro del radio de acción de nuestros cañones. Debemos concentrar el bloqueo de modo que el hambre y su eterna compañera, la peste, minen a la población civil y diezmen al ejército cubano. [...] debemos crear dificultades al gobierno independiente y estas y la falta de medios para cumplir con nuestras demandas y las obligaciones creadas por nosotros, los gastos de guerra y la organización del nuevo país, tendrán que ser confrontadas por ellos [...]. Resumiendo: nuestra política debe ser siempre apoyar al más débil contra el más fuerte hasta que hayamos obtenido el exterminio de ambos a fin de anexarnos la Perla de las Antillas».

Ojo, concentrar el bloqueo de modo que el hambre… Cualquier semejanza con el bloqueo que sufrimos hace más de 55 años no es pura coincidencia. Esa es la antesala del 20 de mayo de 1902 ¿Se puede celebrar así la independencia o recibir una felicitación?

El episodio había tenido como antecedente la explosión en la bahía habanera del acorazado Maine el 15 de febrero de 1898 y aunque el propio William McKinley, vigesimoquinto presidente de Estados Unidos, reconoció que la comisión investigadora creada para aclarar el suceso no había podido concretar responsabilidades en la voladura, expresó: «Pero la verdadera cuestión se centra en que la destrucción nos muestra que España ni siquiera puede garantizar la seguridad de un buque norteamericano que visita La Habana en una legítima misión de paz». Era el pretexto para declarar la guerra a España, en un boceto que dibujaría aquel 20 de mayo. Al decir de Vladimir Ilich Lenín, comenzaba la primera guerra imperialista de la época moderna.

Pero no era todo. En la ruta hacia mayo de 1902 apareció el ruin y mezquino 10 de diciembre de 1898. En esa fecha, el Tratado de París decretaba el fin del colonialismo español sobre la Mayor de las Antillas, cometiéndose un colosal agravio a la dignidad de los cubanos al ser apartados de esa conversación.  Estados Unidos “arregló” una libertad que ni ganó ni sufrió en los cruentos combates en la manigua y España renunciaba, si es que cabe el término —realmente lo que hacía era entregarse— a un derecho que había perdido en los campos de batalla.

A aquel 20 de mayo se llegó tras la celebración de elecciones en junio de 1900, que cercenaron el derecho de los cubanos. Las mujeres no podían votar, solo podían hacerlo los mayores de 21 años de edad. Y ese día le iba a dejar a Cuba una constitución, en la cual se atentaba justamente contra la independencia y la soberanía de la Isla. La Enmienda Platt, impuesta por  Estados Unidos como apéndice constitucional, estableció, de facto, una República neocolonial.

En el tercer punto, de ocho que contenía aquel documento usurpador  se establecía: «Que el Gobierno de Cuba consiente que los Estados Unidos puedan ejercitar el derecho de intervenir para la preservación de la Independencia y  el sostenimiento de un gobierno adecuado a la protección de la vida, la propiedad y la libertad individual, y al cumplimiento de las obligaciones con respecto a Cuba, impuestas a los Estados Unidos por el tratado de París».

En un enjundioso artículo en estas mismas páginas el pasado 2 de noviembre de 2016, el investigador Ernesto Limia nos hacía leer: «Estados Unidos propuso incluir la En­mienda Platt como apéndice a la Cons­titución cubana y condicionó a ello la retirada de su contingente militar. Conse­guido su propósito, accedió a que el 20 de mayo de 1902 la Isla se diera una Re­pública que para nacer debió someterse a la tutela yanqui. Ese año, en su discurso sobre el estado de la Unión, el presidente Theodore Roo­se­velt abundó al respecto: Cuba queda a nuestras puertas y cualquier acontecimiento que le ocasione beneficios o perjuicios, también nos afecta a nosotros. Tanto lo ha comprendido así nuestro pueblo, que en la Enmienda Platt hemos establecido la base, de una manera definitiva, por la que en lo sucesivo Cuba tiene que mantener con nosotros relaciones políticas mucho más es­tre­chas que con ninguna otra nación […]».

No hay dudas de que el presidente Trump ha estado mal asesorado. Quienes le ayudan o le aconsejan deben haberle leído también mal a Martí, sino no lo “viste” de empresario o no lo invoca en su mensaje de felicitación para decirnos  que «el despotismo cruel no puede extinguir la llama de la libertad en los corazones de los cubanos, y que la persecución injusta no puede alterar los sueños de los cubanos para sus hijos de vivir libres sin opresión». Nadie como el apóstol de la independencia de Cuba para advertir del peligro de la potencia del norte. Lo dejó bien claro en la carta a su amigo Manuel Mercado, el 18 de mayo de 1895: «ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber —puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo— de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso».

Nueve años después, otro 20 de mayo, pero de 1904 el presidente estadounidense Theodore Roosevelt anunció al Senado que extendería a Centroamérica y el Caribe los preceptos de la Enmienda Platt. Martí conoció como pocos a Estados Unidos en los 14 años que vivió allí y le arrancó del fondo de su alma patriótica la frase «viví en el monstruo y conozco sus entrañas». Al 20 de mayo de 1902 se llegó con la disolución del Partido Revolucionario Cubano fundado por Martí para emprender la guerra necesaria por la verdadera libertad de los cubanos. Esa decisión, tomada por quien fuera el primer presidente de aquella República, Tomás Estrada Palma, sucesor del apóstol como delegado del Partido, sucedió justo 11 días después de haberse firmado el Tratado de París, entre España y Estados Unidos, en el cual  Cuba fue tratada como botín de guerra.

La única y definitiva independencia que celebramos los cubanos es la alcanzada el 1 de enero de 1959, con el invicto liderazgo del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.

Sobre lo ocurrido hace 115 años nos quedamos con la sentencia siempre aleccionadora de Eusebio Leal Spengler, a quien le escuche decir en mayo del 2001,  a propósito de la fecha: «No vamos a festejar el 20 de mayo de 1902, pero lo vamos a conmemorar, vamos a hacer memoria. La república tenemos que analizarla con profundidad para entender esta Revolución que tenemos. No hay futuro sin pasado».



 
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados