Los celos, apunta Levy, se curan cuando uno deja de ser enemigo de sí mismo e inicia un camino de aprendizaje y crecimiento. Cuando nos convertimos en individuos autónomos, que no necesitan depender emocionalmente de otro para existir, cuando no necesitamos ni apropiarnos del otro como si fuera un objeto ni adherirnos a él como si se tratara de nuestro oxígeno. No se trata, entonces, de "no ser celoso" o de reprimir esta emoción, sino de tomarla como una señal para advertir sobre qué aspecto propio debería uno trabajar y para revisar si se está participando de una relación recíproca e interdependiente. Norberto Levy cita en su libro unos versos antiguos y anónimos: Los celos son un hilo de temor/ tan delgado y tan sutil/ que si no fuera tan vil/ podría confundirse con el amor . Esta confusión es fatal. Quien cela más no ama más. Sólo teme más. El amor da seguridad, nutre, calma y libera.