En Bartolomé Masó, municipio perteneciente a la provincia Granma ubicado a más de 700 kilómetros al este de La Habana, nuestro semanario conversó con Yurania Aguirre Cárdenas, una joven médico, que trabajó del 2014 al 2016 en la Misión Barrio Adentro en Venezuela.
Graduada de la Universidad de Ciencias Médicas de Holguín en el 2011, inició su vida profesional en el minero municipio de Moa y luego partió hacia la comunidad nombrada La Zamorana, cercana a Iribarren en el estado venezolano de Lara. Ella explicó a los lectores de Granma Internacional que el nombre del lugar donde trabajó en la patria de Bolívar se le debe al General Ezequiel Zamora, un líder social que luchó por la justicia del pueblo y por la igualdad. Allí el primero de febrero del 2017 se celebró el bicentenario de su natalicio con un desfile cívico militar.
«En ese lugar nunca hubo un médico -refiere la doctora cubana-. Hablo de un área habitada por miles de pobladores con escasos recursos económicos y muchas carencias materiales. Al unísono llegamos tres colaboradores cubanos, uno que atendió el deporte, otro la cultura y yo, médico de familia. Nos habilitaron una casa compuesta de tres habitaciones y un buen confort para nosotros. La vivienda estaba radicada dentro de un centro escolar de primaria y al lado se instaló un consultorio de odontología».
—¿Patologías frecuente en la población?
—Llegué en un momento de epidemia, causada por vectores, que desató el dengue, el zika y el chikungunya. Esas enfermedades son provocadas por el mosquito aedes aegypti. En la comunidad eran pésimas las condiciones higiénico-sanitarias porque sus pobladores pertenecían a sectores de extrema pobreza.
—¿Qué trabajo realizaron para disminuir los índices de infestación?
— Me volqué a brindar conocimientos acerca de las medidas a tomar para prevenir estas enfermedades virales. Convoqué a varias charlas grupales y luego en las consultas insistía en la prevención. Asistí a varios programas de radio-comunitaria para explicar cómo contrarrestar las patologías. Paralelamente en el país se producía una campaña de saneamiento con otras medidas más globales.
—¿Recibiste alguna preparación para enfrentar la epidemia?
— Antes de partir de Cuba recibimos un adiestramiento minucioso acerca de estas patologías pero uno nunca puede imaginar la realidad. Allí, la dirección de la brigada médica también nos impartió una preparación metodológica cada semana y con el trabajo diario pudimos conocer los síntomas y signos de cada una de ellas de estas enfermedades.
«En mis guardias nocturnas en el Centros de Diagnóstico Integral (clínicas de un segundo nivel sanitario), recibía alrededor de 200 pacientes diarios, de ellos unos 150 padecían alguna de estas tres enfermedades. Hubo un alza epidémica alarmante en los últimos años en Venezuela».
— ¿Enfermaste?
— Sí. El 22 de diciembre del 2015 me hospitalizaron en la sala de terapia intensiva con un dengue hemorrágico. Estuve cuatro días reportada de grave. Sangré por las encías, sufrí dolor de estómago, deshidratación, cambios bruscos de temperatura corporal, rash cutáneo y otros síntomas del dengue. Me internaron en un Centro de Diagnóstico Integral atendido por la Brigada Médica cubana y dispusieron todos los recursos a su alcance para mi recuperación.
«La sala de cuidados intensivos contaba de cinco camas, un enfermero para cada paciente y un médico especialista en terapia intensiva. Al egresar del hospital me prescribieron diez días de reposo y me siguieron en la casa con visitas diarias de los médicos.
«También se tomaron otras medidas como fumigar el área, realizar controles estrictos de los depósitos de agua y sanearlos. Me sometieron a exámenes complementarios para dar seguimiento a mis parámetros de salud.
«Al recibir el alta médica me incorporé a mi consultorio. Nunca se me habló de regresar a Cuba y yo tampoco lo pedí. Volví a mis rutinas médicas hasta recibir la certificación de misión concluida».
—¿Cuál fue el caso de mayor complicación que recuerdas?
—Asistir heridos por armas de fuego. Cuando recibí el primero en mi guardia médica me puse muy nerviosa. El paciente gritaba por el dolor y sus acompañantes pedían acciones rápidas. Sientes una presión muy fuerte. «Felizmente ese caso recibió un tiro en el muslo sin complicaciones para otros órganos, pero me impresionó mucho porque me enfrenté a una hemorragia intensa.
«En Cuba estudiamos los procederes para atender este tipo de emergencia pero nunca la vemos. Lo que se indica es no suturar sino hacer el taponamiento, estabilizar los parámetros clínicos y luego trasladarlo a un centro quirúrgico especializado».
—¿Qué significó la misión en Venezuela?
—Trabajar en Venezuela resultó un gran aprendizaje para mi vida profesional. También poder comparar sistemas sociales diferentes. Por ejemplo, yo dejé a mis hijas pequeñas al cuidado de mis familiares y sabía que ellas tenían lo necesario para vivir: alimentación, seguridad ciudadana, educación y salud. «Allá conocí niños que ni siquiera estaban inscriptos en un registro civil y no asistían a la escuela primaria porque sus padres no podían pagar libros, transporte o uniformes. Aunque la Revolución Bolivariana ha realizado innumerables acciones para brindar una cobertura educativa y de salud pública para toda la población, allá aún existe un sistema capitalista donde gobierna la propiedad privada.
«Tuve la vivencia de recibir a un padre pidiendo atención para su hijo con una apendicitis. Lo llevó primero a una clínica privada, cercana a su domicilio, y le negaron la asistencia médica por no contar con los recursos para pagar los materiales desechables necesarios para la cirugía».
—¿Por qué estudias medicina?
—Yo debo agradecer mucho a nuestro sistema social. Salí embarazada de adolescente y me aparté de los estudios. Me convertí en madre soltera. Luego la organización juvenil de mi municipio me convocó a estudiar en la década de los 2000. Me incorporé a un curso de superación integral para jóvenes sin empleo, luego hice los exámenes de ingreso para la universidad y accedí a la carrera de medicina.
«Cuando llegó el momento de ofrecer mis servicios a otros países fui de las primeras en anotarme. Marché con la mayor voluntad del mundo a pesar de dejar con mis familiares a una niña de once años. Mi hermana me ayudó en esos menesteres. Incluso ya había nacido mi segunda hija y al partir tenía cumplido dos años de edad».
—¿Dónde trabajas en la actualidad?
—Laboro en el cuerpo de guardia del policlínico Bartolomé Maso, ubicado en la municipalidad con el mismo nombre. Contamos con una sala de cuidados intensivos atendidos por especialistas de urgencias y emergencias médicas. «Ahí recibimos pacientes con diabetes descompensadas, con hipertensión, enfermedades respiratorias y diarreicas.
«Me siento a gusto trabajando y considero que el equipo de enfermería es muy conocedor de su profesión. Contamos con equipamiento novedoso para dar solución a los casos de emergencias más frecuentes, hablo de los infartos, accidentes domésticos o complicaciones derivadas de otras enfermedades. «Laboramos siguiendo los protocolos médicos establecidos a nivel nacional y brindamos asistencia médica a pobladores campesinos, que podrían morir de no existir nuestros servicios».
—¿Posibilidades de superación profesional?
—Ahora mismo concluyo la especialidad de Medicina General Integral, luego quisiera cursar geriatría. Veo a los adultos mayores como niños frágiles y en mi municipio aún no contamos con este tipo de especialista.
—¿Irías a cumplir otra misión?
—En este momento me preparo para viajar a Brasil. Ya finalicé el curso preparatorio en el idioma portugués. Converso mucho con mis hijas de cómo asumir esta nueva separación. Ellas están convencidas que donde quiera que me necesite Cuba, ahí estaré.